El fuego nuevo de Pascua. Su berria

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Hasta la reforma litúrgica de la vigilia pascual que tuvo lugar el año 1952, los oficios religiosos del Sábado Santo tenían lugar por la mañana y comenzaban con la bendición del fuego nuevo. Para que este fuego fuera “nuevo” había que obtenerlo encendiendo un trozo de estopa con una chispa de pedernal. El fuego así obtenido prendía los carbones que se colocaban en el incensario y de sus llamas se obtenía la lumbre para encender el cirio pascual.

En este rito de la liturgia de la Iglesia Católica tiene su origen la costumbre muy extendida en tiempos pasados de llevar este fuego bendecido a las casas para renovar con él el fuego del hogar.

Azkue recogió a principios del siglo XX la práctica de esta costumbre en numerosas comarcas y localidades del País Vasco: Arratia (B), Baztan, Larraun (N), Donibane Garazi (BN) y Zuberoa. La víspera de pascua de Resurrección se trae fuego nuevo bendecido del pórtico del templo a todas las casas. El fuego viejo lo lanzan por la ventana, y el nuevo entra por la puerta. La fórmula de Larraun y Baztan (N) es: Su zarra kanpora, berria barruna (el fuego viejo afuera, el nuevo adentro)[1].

En Oiartzun (G), según Lekuona, en el segundo decenio del siglo XX se observaba este rito de renovación del fuego, su berria, durante esta festividad del Sábado Santo. Iban los chicos al pórtico con un buen trozo de yesca, kardakia, encendiéndolo en el fuego nuevo que se hacía y bendecía dicho día temprano en la parroquia. Al golpe de un palo hacían saltar algunas chispas de la yesca encendida sobre el hogar de las casas, recibiendo por este servicio alguna propina.

En Orio (G), en los años treinta del siglo XX en Sábado Santo los chicos recogían en una teja el fuego bendito en el pórtico de la iglesia y lo repartían por las casas cantando:

Su zarra kanpora
Su berria etxera
Arantz bat edo bi
Bestela iru kuarto t’erdi.
(El fuego viejo fuera / el fuego nuevo a casa / uno o dos espinos / y sino tres cuartos y medio).

También en los años treinta en las localidades de Sunbilla y Yaben (N) había costumbre de llevar a las casas este fuego bendito. Al llegar a la casa se anunciaba su llegada desde abajo. Se echaba por la ventana a la calle una palada del fuego de la cocina; hecho esto se subía con el fuego bendito y se ponía en el llar[2].

Barandiaran registró esta misma práctica en Donoztiri (BN) en los años cuarenta. El fuego del hogar se renovaba por Sábado Santo. En ese día cada familia llevaba a la iglesia parroquial un poco de yesca, haryo, y la hacía encender en el fuego bendecido en ella al principio de los oficios litúrgicos. Así encendido lo llevaba a casa. Entonces se echaban fuera, por la ventana de la cocina, los materiales que ardían en el hogar, e inmediatamente se hacía otro fuego por medio de la yesca que se había encendido en la iglesia.

También en la década de los cuarenta recogía esta costumbre de labios de una vecina de Zugarramurdi (N): por Sábado Santo, Bazkolarunbata, sábado de Pascua, cada familia llevaba a su casa unos carbones de los que en tal día bendecía el cura en la iglesia parroquial. El que los llevaba, antes de entrar en casa, anunciaba su llegada a quienes se hallaban dentro, dando un grito. Entonces uno de casa tomaba un tizón encendido del hogar, itxingia, y lo lanzaba por la ventana más allá de la línea de la gotera del techo, legorretik urrunago. Seguidamente los carbones bendecidos eran introducidos en casa y depositados en el hogar[3].

Ficha 990, cuaderno n.º 11, Archivo P. Donostia. Fuente: Archivo P. Donostia.

En Antzuola (G), por Sábado Santo los muchachos, al repartir fuego bendecido, yendo de casa en casa, gritaban: Abe Maria sugarri, etxe onetan ze barri? (Ave María, el [nuevo] combustible. ¿Qué novedad en esta casa?). Llevaban el fuego de manera original: en la punta de un asador fijaban un gran pedazo de yesca encendida y en los bolsillos muchos pedacitos de la misma materia. Dejaban dos de éstos, ya encendidos, en cada casa. Con el dinero que recogían hacían una merienda.

La práctica de llevar pedacitos de yesca encendida en el nuevo fuego bendecido el Sábado Santo se practicaba también según Azkue en Beizama (G), Urdazubi (N) y Zuberoa.[4]

También en Luzaide/Valcarlos (N) se renovaba el fuego el Sábado Santo. Se llevaba a casa una brasa después de las funciones religiosas, su berria; en casa, tomando las cenizas y brasas del fogón se arrojaban por la ventana, diciendo: Jauna oizu su zarra eta ekatzu berria (Señor, toma el fuego viejo y tráeme el nuevo). Es la misma fórmula que se utiliza cuando se arroja al fuego un diente caído, diciendo: Oizu zarra eta ekatzu berria (toma el viejo y dame uno nuevo).

En Lagrán (A), el fuego que se encendía en las casas el día de Sábado Santo tenía que proceder del fuego que el sacerdote bendecía este día en el pórtico de la iglesia, para encender el cirio pascual.

En Beasain (G) hasta los años sesenta los niños solían repartir por los caseríos, esperando alguna propinilla, un trozo de yesca encendida con el “fuego nuevo” que el Sábado Santo se encendía en la iglesia con pedernal y se bendecía. Desde tiempo antes, los niños solían tener preparados pequeños trozos de yesca bien secos, ardagaie. Encendían uno en el fuego de la iglesia, y durante el recorrido iban encendiendo un trozo nuevo para entregarlo en cada casa. La mujer de la casa lo echaba a su hogar, quedando así bendecido el fuego doméstico para todo el año. En Elosua y Telleriarte (G) se ha constatado una costumbre similar.

En Zerain (G) el fuego bendecido el Sábado Santo en el pórtico de la iglesia se sacaba luego afuera en un caldero, pertza, de donde lo cogían los vecinos para echarlo en su hogar, retirando antes todos los restos del fuego viejo. Con esto quedaba bendito el fuego del hogar. Antiguamente eran los monaguillos los que se encargaban de distribuir el fuego bendito por todos los caseríos, llevando una tea sujeta a un largo palo, lasto-zuzie; el ama de casa cogía el fuego nuevo para sustituir el viejo. Esta costumbre hace ya muchos años que no se practica.

En Hondarribia (G), el Sábado de Gloria hacían putz-egiña. Con unos trapos los chicos hacían una tea, e iban a la iglesia a tomar el fuego nuevo. Luego recorrían las casas ofreciendo el nuevo fuego y recogiendo las propinas que por ello les daban. En las casas ya estaba preparado el hogar con astillas y se encendía el nuevo fuego. Así “se bendecía el fuego y la casa”.

En Orexa (G), la víspera del domingo de Pascua, se retiraba el fuego viejo de casa y se llevaba fuego nuevo de la iglesia. Los mayores decían, al introducir el fuego nuevo en la casa: Ara su berria urte guzirako (he aquí fuego nuevo para todo el año).

En el Valle de Roncal (N) el Sábado Santo encendían con chisquero el fuego que se bendecía en el pórtico de la iglesia. De ese fuego se recogía brasa que se llevaba a casa para el fuego del hogar.

En Apodaca (A) no se guarda memoria actualmente de esta práctica pero algunos vecinos que llegaron de otros pueblos del norte de la provincia recuerdan haber oído a sus padres, que llevaban de la iglesia a casa yesca encendida para hacer un fuego nuevo que no se debía dejar apagar hasta el Sábado Santo del año siguiente.


 
  1. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, pp. 259-260.
  2. APD. Cuad. 3. Año 1921, ficha 279.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. “De la población de Zugarramurdi y de sus tradiciones” in Homenaje a Odón de Apraiz. Vitoria: 1981, p. 63.
  4. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, pp. 258-260.