Relaciones de los consortes con sus familias de origen

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Los datos recogidos en las localidades encuestadas ofrecen unas características similares. Es común señalar que habida cuenta del papel que aún hoy día desempeña la mujer en la vida familiar, ella tiene gran parte del mérito en el mantenimiento de los lazos con la familia originaria y además se consigna que existe una inclinación manifiesta a mantener una mayor relación con la familia de la esposa.

Las visitas más habituales a la familia de origen se realizan con motivo de las fiestas patronales, actos festivos como bodas, bautizos, fiestas importantes, etc., y acontecimientos funerarios como entierros, festividad de Todos los Santos, etc.

Se ha recogido también que cuanto más cerca de la casa de la familia originaria vivan los otros familiares, la visitan con más frecuencia, porque la distancia, a pesar de los medios de locomoción que hoy día existen, siempre es una rémora. Cuando se abandona la casa familiar, al principio las visitas son más frecuentes; según pasan los años se van espaciando. Tiene su importancia el que vivan los padres, porque durante ese tiempo los hijos sienten la casa como propia. Una vez muertos, entre los hermanos y los primos se produce un distanciamiento natural porque cada grupo familiar hace su propia vida.

Hoy día estos encuentros no tienen el efecto de otro tiempo pues dada la facilidad del transporte las visitas se prodigan más y también se comunican frecuentemente por teléfono o por correo electrónico.

A continuación se mencionan algunos dichos relacionados con determinados aspectos anteriormente señalados.

Así en Sangüesa (N) dicen que el matrimonio independiente que vivía fuera de la casa de los suegros seguía teniendo estrecha relación con ellos, sobre todo la mujer con sus padres, porque se dice que “las sayas tiran”.

En Mezkiritz (N) se ha recogido el dicho: Nungoa da gure etxekoandria, angoa da gure aidegua, la parentela es de donde sea la señora de la casa. Refrán que también en castellano se conoce en muchos lugares: Si pariente has de ser, de parte de la mujer.

En Zerain (G), antiguamente, cuando un hijo se casaba fuera de la casa familiar, aunque realizara visitas frecuentes a ella, se le solía decir: “Urrena etxea etor zaitzenen, atea jota sartu bearkoen”, de ahora en adelante, cuando vengas, para entrar en casa tendrás que llamar a la puerta.

En Bernedo (A) y en Zeanuri (B) se ha recogido el dato, aplicable a otras muchas localidades, de que al cónyuge adventicio se le recibía en la generalidad de los casos como miembro de la familia, como un hijo más y los suegros eran también considerados por él como padres.

En Sangüesa (N) dicen que cada cónyuge tenía un cuidado especial, por la cuenta que le traía, de caer bien a los suegros y de no desairarlos, procurando estar de acuerdo con ellos todo lo más posible, hasta, a veces, con espíritu de sumisión.

En Berastegi (G) consignan que en los primeros meses de matrimonio la relación de cada cónyuge en casa de los suegros suele ser de respeto, cierta frialdad y “tanteo”.

En Obanos (N) al principio la situación puede ser más distante pero a medida que se convive bajo el mismo techo ambas partes van acomodándose, la diferencia de edad y el trato suelen facilitar la convivencia.

Tres generaciones del caserío Aritzadarraga. Elosua (G), 1920. Fuente: Archivo Ojanguren.

En Luzaide/Valcarlos (N) del matrimonio joven que no se avenía con el mayor, solía decirse que tampoco marcharían del todo bien las cosas entre ellos y se recogió este dicho: Aste bakoitzian izain dixie ortziral bat, no les faltará un viernes cada semana, queriendo significar que tendrán días difíciles, pues el viernes es el día que murió el Señor.

En las localidades encuestadas se señala con carácter general que los miembros de la familia se reunían o se visitaban con motivo de las celebraciones familiares; trabajos domésticos en el campo, la labranza o el monte; o causas graves de enfermedad o muerte. Es un tema que está tratado en otro capítulo de esta obra. También se ha recogido que para muchos de estos actos la familia principal o la afectada enviaba invitaciones a los restantes familiares para que acudieran al acontecimiento de que se tratara. Las personas invitadas estaban obligadas a corresponder con obsequios, dinero o de alguna manera a quienes les cursan la invitación.

En otros tomos de este Atlas etnográfico se han tratado estos aspectos en lo referente a los ritos del nacimiento y los ritos funerarios, si bien algunas costumbres están hoy desvanecidas[1].


 
  1. ETNIKER EUSKALERRIA, Ritos del nacimiento al matrimonio. Bilbao: 1998, en particular los apartados “Invitaciones de boda” en el capítulo 11º e “Invitados al banquete de bodas” en el capítulo 14º, respectivamente. ETNIKER EUSKALERRIA, Ritos funerarios. Bilbao: 1995, en particular los capítulos 6º “Comunicación de la muerte” y 19º “Ágapes funerarios”.