Morteros, murteak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Un elemento crucial a la hora de levantar un muro era la masa que servía para unir las piedras. En tiempos más recientes ha sido el hormigón el destinado a tal labor, pero antaño, en que este componente era desconocido, se utilizaron otros morteros.

En Aintzioa y Orondritz (N) las paredes maestras solían ser de 60 cm de anchura. Se colocaban las piedras con su mejor cara hacia fuera y entre medio de ellas se rellenaba con otras pequeñas y mortero e incluso con cal viva. A este relleno se le denomina zaborra, por eso a los acompañantes de los canteros se les llamaba zaborreros. Actualmente al arreglar viviendas antiguas, en algunas paredes aparecen las piedras ensambladas con tierra y paja. Hace años también se hacía mortero con una masa de tierra y agua llamada buztin; la tierra debía ser especial, negra y dura.

Fachada de ladrillo. Murchante (N), 1997. Fuente: M.ª Carmen López, Grupos Etniker Euskalerria.

En Beasain (G) la masa empleada se hacía a base de tierra, cal y agua. Para los revoques exteriores de las fachadas y las uniones de los bloques sillares se recurría a una masa más dura y adherente que conseguían con cal y tierra quemada, lur errea. En Orexa (G) el mortero se hacía mezclando tierra con cal.

En Zeanuri (B) era igualmente de cal y tierra. La cal provenía de los caleros de la localidad y la tierra para esta mezcla debía ser limpia y arenosa, are-lurre, y se obtenía en las zonas bajas próximas a ríos y arroyos. En Orozko (B), en cambio, precisan que había que tener cuidado en que la arena de río fuera buena. En esta población se consideraba que la mejor era la procedente del Gorbea y de la localidad alavesa de Barambio.

En Apodaca (A) y en Isaba, Urzainki y Uztárroz (Valle de Roncal-N) la masa o mortero se preparaba con arena de río mezclada con cal. En Baigorri (BN) las paredes están levantadas con piedras de río unidas con mortero hecho de cal y arena de río. En Lagrán, Pipaón (A) y

Aria (N) igualmente argamasa de cal y arena. En el Valle de Zuia (A) se componía de cinco paladas de arena y tres de cal. En Donoztiri (BN) y Liginaga (Z) mortero, murtea, de cal y arena y en Urepele (BN), con los mismos materiales y el nombre de kisu-mortero; en Amorebieta-Etxano (B) a base de cal, barro y arena. Y en Elosua y Zerain (G) mortero de cal.

En Ortzaize (BN) las paredes se construían con piedra de la zona y mortero, lotgailua, que se obtenía mezclando arcilla con cal, gisua. En Andraka (B) se unían los mampuestos con arcilla, buztina; en San Martín de Unx (N) con barro de arcilla incluso mezclado con paja.

En Luzaide/Valcarlos (N) los muros son de mampostería apelmazada con tierra bastante floja. Quizá se haya producido un retroceso en este aspecto porque las ruinas de primitivos caserones llevaban cal de primera calidad, que en ocasiones tenía la solidez del mejor cemento actual.

En Mirafuentes (N) empleaban barro y agua para la masa, fortalecida en ocasiones con un poco de sal. Los albañiles empleaban unas cajas de madera, que llamaban cabras, para ir subiendo al hombro esta masa. Más adelante fueron sustituidas por poleas.

En el Valle de Carranza (B) se utilizaba igualmente un recipiente de madera a modo de cajón alargado con los laterales no muy altos e inclinados hacia fuera que también recibía el nombre de cabra. La persona que la transportaba lo hacía al hombro para lo cual apoyaba previamente un saco que le cubriese tanto el hombro como el cuello a fin de no lastimarse. Para cargar la cabra con el barro o mortero, a pie de obra había un palo clavado en el suelo que en su parte superior tenía un soporte donde depositaba el cajón. Vertía en su interior varias paladas de barro y volvía a cargarlo al hombro. Como estaba sobre el palo, que tenía la medida adecuada, no tenía que agacharse para realizar este primer esfuerzo. Después lo transportaba ascendiendo por los andamios, que estaban hechos con tablas dispuestas en planos inclinados con listones atravesados y clavados que evitaban que el trabajador resbalase.

Fachada con el mortero a la vista. Nabarniz (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

Recuerdan en esta población vizcaína que antiguamente los caminos estaban cubiertos de abundante polvo y cuando llovía era arrastrado de tal modo que la parte arenosa quedaba retenida en determinados lugares, llamados remanses, alcanzando en algunos un importante grosor de arena. Con suficiente antelación al inicio de la construcción de la casa se cargaba esa arena en el carro de bueyes y se trasladaba al lugar donde se iba a levantar el edificio. Se hacía así un montón de grandes dimensiones ya que eran numerosos los viajes de acarreo realizados. Después se llevaban al lugar varios carros de cal viva y se les añadía agua para matarla y conseguir que quedase reducida a polvo. Finalizada esta operación se procedía a mezclar arena y cal en una determinada proporción. Era necesario que dicha mezcla se realizase correctamente tras lo cual se separaba una parte hasta hacer un montón al que se abría un hoyo central en el que se vertía agua; se amasaba bien con la ayuda de una azada y una vez conseguida una masa pastosa llamada barro se vertía en un montón aparte. Se repetía el proceso y lo obtenido se añadía a este segundo montón, que poco a poco iba alcanzando gran tamaño. Finalizada esta fase de preparación del mortero se dejaba reposar el nuevo montón durante un año para que “fermentase”. Llegado el momento de usarlo se volvía a amasar con agua.

Hay constancia en este valle de que aquellos que utilizaron la piedra de antiguos edificios notables en ruinas para edificar sus propias casas también reaprovecharon el mortero con el que estaban construidos.

En cuanto a la cal podía ser elaborada en caleros propios o bien comprada en la cantera local en la que tradicionalmente se ha explotado piedra caliza.

En Lezaun (N) se utilizaba el barro en los meses secos; en los húmedos se construía a canto seco ya que la lluvia reventaba estas paredes en las que el aglutinante empleado era ese material.

En Aoiz (N) en tiempos más próximos las piedras se colocaban sobre una capa de masa formada por mortero, mezcla de cemento y arena. Se realizaba todo el contorno de las fachadas y para cuando se terminaba se había secado la primera parte por lo que podía volver a echar otra capa de masa y disponer sobre ella más piedras.