Las brasas del hogar. Sua biltzen, sua batzen

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Al terminar el día no se procedía antaño a apagar el fuego del hogar; al contrario, se ponía todo el cuidado para que éste se mantuviera vivo. Para ello se retiraban los troncos y se tapaban las brasas cuidadosamente con ceniza. Así quedaba bajo ella un fuego que perduraba amortecido durante la noche y podía renovarse a la mañana siguiente.

Nuestra encuesta de Amezaga de Zuia (A) señala que se tenía como mal presagio que el ama de casa encontrara a la mañana el fuego apagado. Sin embargo si las brasas se mantenían vivas exclamaba: “Bendito sea Dios, que tengo lumbre”.

Señala Barandiaran que este fuego doméstico ininterrumpido era del agrado de los antepasados que, según se creía, visitaban la casa por las noches. A esta creencia alude la invocación que se recitaba en Ataun (G) al apilar el rescoldo del fogón por la noche al tiempo que se trazaban con la mano tres cruces sobre el hogar:

Nik sue biltzên
Aingerûk etxên sartzên,
Etzên etxekôk bedeinkatzen.
(Al apilar yo el fuego / entran los ángeles en la casa, / bendiciendo en ella a sus moradores).

Anotaba que este rito ya lo practicaban pocos en el pueblo en 1925.

A primeros del siglo XX Azkue recogió en Zeanuri (B) una invocación semejante que se recitaba en el momento de apilar el fuego por la noche:

Sua batzean
Sua batzean
Infernuko guztiak
Gure etxetik urteiten
Mille aingeruk sartu egiten.
(Recogiendo el fuego, / recogiendo el fuego, / todos los del infierno / están saliendo de nuestra casa / mil ángeles están entrando en ella).

Tras esta invocación se rezaba un Aita gurea, padre nuestro[1].

Sua batzen, las brasas del hogar. Zeanuri (B), 1980. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Arraioz (N), al ir a la cama, después de cubrir el fuego con ceniza, se golpeaba el llar con la paleta, diciendo “En el nombre del Padre y del Hijo y del Señor Espíritu Santo, Amén”. En Aiñharbe (Z), se recitaba la misma invocación y después de cubrir el fuego con ceniza se ponía sobre ella la paleta[2]. En Barkoxe (Z), cubierto el fuego, se ponía junto a él la paleta y las tenazas en forma de cruz[3].

También a principios del siglo XX, en Améscoa (N) al cubrir los rescoldos trazaban una cruz sobre ellos y colocaban encima la pala y la tenaza formando cruz al tiempo que decían:

Hágote raya
hágote cruz.
Si viene el ángel
que encuentre luz
si viene el diablo
que encuentre cruz.

En las primeras décadas del siglo XX el P. Donostia recogió el siguiente rito en Luzaide/Valcarlos (N): La dueña de la casa, después de recoger el fuego, puesta de rodillas en la plancha, lo bendecía con la pala en la mano haciendo tres veces el signo de la cruz y diciendo:

San Morelli (?)
Suba enkomendi
Ez piztu ta ez itzali
Jesucristo etxe ontan
Zar bedi.
(San Morelli / te encomendamos este fuego / que no prenda y que tampoco se apague / que Jesucristo entre en esta casa).

Después pegaba un golpe con la pala al llar y dejaba la pala sobre el fuego[4].

José María de Luzaide[5] recogía en el segundo decenio del siglo XX esta misma costumbre en Luzaide/Valcarlos (N): Mi ama, todas las noches, al dejar unas brasitas en el hogar recubiertas con ceniza, para hallarlas encendidas a la mañana siguiente sin temor de incendio, no olvidará decir:

San Morelli
sua encomendi,
ez piztu ta ez itzali,
Jesu-Kristo Gure Jauna
salbedi.
(San Morelli / te encomendamos este fuego, / que no prenda ni se apague, / que Jesucristo Nuestro Señor / entre [en esta casa]).

También aporta este autor otra oración más larga para cubrir el fuego, sua itzaltzeko otoitza:

Jaun San Bladi,
nik sua estali;
edozoin gaisto jin baladi
bortan bedi arri.
Jinkoari dago gau oroz,
Andredena Maria gau oroz;
Jinkoa eta Andredena Maria
zaurthe gurekin etzatera;
aingeru hunak gure supazterrera,
gure suyaren beiratzera.
(Señor San Blas, / yo cubro el fuego; / cualquier enemigo que viniera / quede de piedra fuera. / Dios está toda la noche, / la Virgen María toda la noche; / Dios y la Virgen María / venid a acostaros con nosotros; / y vosotros ángeles buenos al fogón / para que cuidéis del fuego).

En Lekaroz (N), según recogió el P. Donostia, cuando se cubría el fuego con ceniza antes de ir a la cama, se hacían tres cruces diciendo:

Aitaren Semearen eta
Espiritu Sainduaren izenean. Amen.
Santa Kurutze (†) Iru urre kurutze
(†) Aingeruak zatozte biar goizian
(†) gure etxera su eske.
Etsaia apartatik gurutzearen indarrez.
Amen.
(En el nombre del Padre, del Hijo y del / Espíritu Santo. Amén. / Santa Cruz + tres cruces de oro / + ángeles venid mañana por la mañana / + a nuestra casa en busca de fuego. / Que el enemigo se aleje por la virtud de la cruz. / Amén).

Se tapaba después el fuego y se colocaba el suburni, morillo, en posición horizontal. Con la pala se hacía la señal de la cruz y se tocaba con ella el llar o la chimenea dejándola encima del suburni en forma de cruz[6].

Este rito estuvo muy extendido en toda el área de Vasconia; así lo comprobaron las encuestas realizadas por la Sociedad de Eusko Folklore en el segundo decenio del siglo XX y se ha mantenido hasta nuestros días como denotan los numerosos testimonios que transcribimos más adelante.

En Errigoiti (B) se recogió en esa misma década que cuando tenía lugar el apilamiento de las cenizas se decían tres veces las palabras:

Gure etxian sue batzian,
angeruak sartzian.
(Al apilarse el fuego en nuestra casa, / [van] entrando los ángeles).

En Markinez (A) al apilar por la noche el rescoldo y la ceniza del hogar, hacían una o tres cruces sobre la ceniza, mientras decían:

Si viene Dios,
que vea la luz;
si viene el diablo,
que vea la cruz.

En Bernedo (A) se decía una fórmula similar:

Si viene Dios
que encuentre luz,
y si viene el diablo,
que encuentre cruz.

A la vez que recitaban esta fórmula con la misma paleta trazaban una cruz en la ceniza. El Día de las Ánimas (2 de noviembre) se dejaba descubierta la lumbre, para que, si venían las ánimas, se pudiesen calentar.

En otros pueblos alaveses nuestras encuestas han registrado recuerdos de prácticas y recitados similares al apilar los rescoldos. Así en Agurain, Apellániz, Bajauri, Navarrete, Pipaón, Santa Cruz de Campezo y Urturi (A).

En Lagrán (A) la dueña de la casa cubría las brasas con ceniza y también el extremo encendido del trashoguero o tronco “arrimadero”. Una vez terminada la operación, trazaba una cruz con la tenaza recitando:

Tápote, lumbre;
hágote, Cruz;
para que cuando venga el ángel
encuentre Cruz y luz.

Y dejaba la tenaza y la pala en forma de cruz.

En Amorebieta-Etxano (B), al apilar el fuego se recitaba:

Gure etzean sue batu,
gure etzean Jesukristo sartuten,
gure etzean Jesukristok baño
ez deijjela parterik artu.
(En nuestra casa se recoge el fuego, / en nuestra casa entre Jesucristo, / en nuestra casa / que nadie tenga parte más que Jesucristo).

En Elosua (G), por la noche se apilaba la ceniza y colocaban encima la pala de hacer talos, talo-palia. En algunas casas se recitaba:

Sua biltzeko, etxe onetan aingeruak sartzeko,
etxe onek lau kantoe ta lau aingeru,
etxe au San Miel aingeruak zaindu bear digu.
(Para recoger el fuego, para que los ángeles entren en esta casa, / esta casa tiene cuatro cantones y cuatro ángeles, / esta casa nos la cuidará el ángel San Miguel).

En Allo y en Lezaun (N) la dueña de la casa amontonaba las cenizas en la solera del fogón y con las tenazas o el badil[7], trazaba sobre ellas una cruz, al tiempo que decía:

Si viene el ángel que haya luz;
Si viene el diablo, que encuentre cruz.

En Mezkiritz (N), se recogía el fuego, se cubría con las cenizas, se hacían tres cruces y se rezaba:

Jangoikuak duela parte,
Aingeruek bertze ainbertze,
Eta gaiztuek ez batere.
(Que Dios tenga parte, / y otro tanto los ángeles, y nada de nada los diablos).

Después se rezaba un padre nuestro por las almas de los fallecidos de la casa y se ponían en forma de cruz la tenaza y el badil.

En Luzaide/Valcarlos (N), tal como recogió Satrustegi a finales de los años cincuenta, antes de acostarse se acostumbraba a cubrir el fuego con ceniza; a esta operación le llamaban “suiain izargitzia”. Asperjaban el fuego con unas gotas de agua y decían:

Aingeru hunak sukaldea
Jinkua eta Anderdena
zahute gurekin ofeat.
(Ángeles buenos a la cocina / Dios y la Virgen María / venid conmigo a la cama).

En otras casas hacían tres cruces sobre la plancha, diciendo esta oración:

Aita beira zazu gure etxia
Semia beira zazu gure ganbara
Izpiritu Saindia beira zazu
gure arima eta gorputza.
(Padre, cuida nuestra casa / Hijo, cuida nuestra estancia / Espíritu Santo, guarda / nuestro cuerpo y alma).

Otra fórmula de tipo conminatorio se recogió también en Luzaide/Valcarlos (N):

San Blas, nik suya itzali
Bortan ba da etsaik an harri bedi.
Etxeko jendiak ofeat, Aingeriak sukaldeat,
Jinkua eta Anderdena maitia, zahute guekin ofeat.
(San Blas, yo apago el fuego / si a la puerta hay algún enemigo que se petrifique allí. / Los de casa a la cama, los Ángeles a la cocina, / Dios y Santa María, venid con nosotros a la cama).

Similar es esta otra fórmula más corta:

Jaun San Bladi, nik suya estali
bortan bada gaiztaginik an harri bedi.
Jaun Santa Kruz, zilar Santa Kruz.
(Señor San Blas, yo apago el fuego / si en la puerta hay algun maligno que quede allí. / Señor Santa Cruz, Santa Cruz de plata).

En Aintzioa y Orondritz (N), después de tapar las brasas con ceniza, se trazaban tres cruces con las tenazas o el bertxun[8] encima de la chapa del fuego, mientras se decía: Aingeruak parte, Jaingoikua bertze ainbertze (Que los ángeles tengan parte, otro tanto Dios). Se rezaba un padre nuestro por las benditas almas del purgatorio para que tuvieran alivio y descanso, y se dejaban las tenazas y el bertxun, formando una cruz.

En varias de las encuestas actuales, si bien se ha recogido el rito del apilamiento de las cenizas sobre los rescoldos, los informantes no recuerdan las oraciones o conjuros que se recitaban.

En Zerain (G) se separaban los troncos y se tapaba la brasa con ceniza; encima se colocaba el talo-burnie, parrilla de hacer tortas, con las tenazas abiertas en forma de cruz; en algunas casas recitaban una oración al realizar esta operación.

En Bermeo (B) se amontonaban las brasas y se les echaba un poco de agua. Sobre el montón de brasas y cenizas se colocaba el talo-burdiñe.

En Orexa (G), antes de guardar el fuego, con las cenizas encima había que recoger todos los utensilios del fogón y poner las tenazas en forma de cruz. Una informante daba la razón de esta cuidadosa operación: Oera sukaldea garbituta joan bear zala, aingeruak dantzari ibiltzen ziralako (había que ir a la cama dejando la cocina limpia, porque allí los ángeles solían estar bailando).

En Bedarona (B) se ha constatado esta misma creencia; por la noche se apila toda la brasa; hay que dejar el hogar bien limpio y recogido; existe la creencia de que bajan allí los ángeles por la noche a bailar.

En Gautegiz-Arteaga (B) también se ha constatado que al anochecer se pasaba la escoba en la cocina para dejarla bien limpia con la misma finalidad de que bailaran los ángeles, “aingeruk jantzan egin deijjen gabaz”. En tiempos pasados escaseaban las cerillas y costaba encender el fuego por lo que se tapaban los rescoldos, txingerrak, con las cenizas. También en Nabarniz (B) se ha constatado la costumbre de tapar la lumbre del fuego bajo con cenizas al acostarse. Un informante de Gautegiz-Arteaga (B) recuerda haberle oído a su padre que era natural de la cercana localidad de Axpe (Busturia-B) que siendo niño, hacia 1910, un vecino solía venir a por lumbre a la casa de ellos y llevaba el tizón soplándolo para evitar que se le apagara.

En Oñati (G) al recoger la ceniza se dejaba una cruz hecha con las tenazas y el atizador o se marcaba una cruz en las cenizas.

En Baja Navarra se hacía este mismo rito; se cubría el fuego con sus cenizas y se trazaba una cruz sobre ellas. En Viana (N) había quien al apagar el “rascoldo o rescoldo” (restos de lumbre que quedaban entre la ceniza) con agua, al esparcir ésta lo hacía en forma de cruz. Tambien en Agurain (A) se apagaba el fuego con agua, y el rescoldo se cubría apilando la ceniza; para ello se recogía la que estaba esparcida y se hacía la señal de la cruz en la base del hogar.

Con ocasión de estas prácticas de apilar los rescoldos, muchos informantes señalan que los gatos se arrimaban al hogar por la noche en busca de calor. De ahí venía el temor de que el fuego pudiera prender en sus pelos y provocar en su huida un incendio en la casa o en el pajar (Moreda-A; Ajangiz, Ajuria, Andraka, Bermeo, Gautegiz-Arteaga, Nabarniz, Orozko, Valle de Carranza-B; Beasain, Berastegi, Telleriarte-G; Viana-N).


 
  1. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 260.
  2. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 261.
  3. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 261.
  4. APD. Cuad. 1. Año 1920, ficha 131.
  5. J. M.ª de Luzaide. Boiras. Pamplona: 1922, pág. 66. Citado por José M.ª SATRUSTEGI in “Estudio del grupo doméstico de Valcarlos” in Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra. Tomo I. Pamplona, 1969, p. 153.
  6. APD. Cuad. 1. Año 1920, ficha 69.
  7. Badil: Paleta para remover el fuego y recoger las cenizas.
  8. Bertzun: Hierro de unos 50 cm de largo y bordes extremos ligeramente curvos utilizado para apartar troncos del fuego.