Techos de bovedilla
En el área meridional de Vasconia ha estado extendida una técnica consistente en cubrir los techos con bovedillas.
En Allo (N) el maderaje empleado en los techos se componía de troncos delgados y rectos de pino que se traían de fuera de la localidad o de chopo a los que previamente se les eliminaba la corteza. Las casas de abolengo tenían vigas de roble con las caras vistas rectificadas y a veces molduradas. Entre cada dos maderas se hacían pequeñas bóvedas con tablillas, yeso y trozos de teja.
En Artajona (N) las bovedillas se construían colocando entre cada dos maderas un soporte de pequeñas tablas a modo de cimbrias, cimbras. Sobre ellas se vertía el yeso mezclado con cascos de teja y loseticas de piedra que le conferían mayor consistencia. Una vez que había fraguado la mezcla se retiraban las tablas. Actualmente se emplea vigueta y bloques de cemento.
En Agurain (A) en muchas casas quedaba a la vista la madera del techo, en otras se recurría a la bovedilla de yeso dejando la cara bajera de los cuartones a esquina viva pero siempre trabajada después del entarimado del suelo superior, tanto si la tarima era de buena calidad y para que quedase a la vista, o de clase inferior para después colocar ladrillo macizo como suelo; en este último caso se aplicaba en primer lugar una capa de arcilla y después se colocaban los ladrillos.
En Ribera Alta (A) los techos de los diferentes pisos de la vivienda se construían colocando las vigas de madera de tal modo que entre ellas quedase una separación homogénea. Entre estas vigas se colocaban unos sacos bien repletos de paja. Sobre los sacos se echaba yeso mezclado con cascotes de teja y ladrillo. Una vez seco el yeso se quitaban por la parte inferior los sacos quedando a la vista el techo de bovedilla. En la parte superior, sobre el yeso fraguado, se colocaban unas tablas de madera denominadas rastreles y perpendicularmente a las mismas se fijaba la tarima de madera, quedando construido de este modo el suelo del piso.
En Bernedo (A) los techos están formados por cabrios o maderos que van apoyados entre el muro de la casa y alguna viga, o entre dos vigas. El hueco entre cabrio y cabrio va cerrado con tarima si debajo está la cuadra, o por una bovedilla de yeso y cascote de teja, dejando a la vista el cabrio, en el caso del techo del piso.
En Bajauri, Obécuri y Urturi (A) los pisos se hacían colocando unos cabrios cuyos extremos se introducían en la pared o se apoyaban en otras vigas de madera más fuertes, si las paredes estaban muy separadas. Los huecos que quedan entre los cabrios se cubrían con bóvedas formadas de yeso y cascotes de teja. Estas bovedillas se sujetaban apoyadas en una hendidura que los canteros hacían a lo largo del cabrio. Sobre este suelo se colocaba una baldosa roja y a veces losas de piedra. Por la parte inferior se blanqueaba simplemente con cal dejando a la vista las bóvedas y cabrios.
En Valdegovía (A) el techo que separa los diferentes pisos suele ser de alcobilla[1]. Para hacer ésta se colocan los cuartones y sobre ellos se hacen las molduras o cimbras, encima de las cuales se echa el yeso, después cascote de teja y por último, de nuevo, yeso.
En Murchante (N) los techos se armaban colocando unos maderos de pino o chopo sobre las paredes del piso, encima un entramado de cañizos y finalmente el buro o ladrillos de arcilla. Si se quería tener el techo con cielo raso, colocaban un molde circular entre los maderos y lo cubrían de yeso. Cuando éste se secaba, desprendían el molde quedando una suave forma abovedada. Los techos con cielo raso eran más apreciados en los cuartos. Cuando se preferían mantener sin él, lo que era propio de entradas y graneros, se dejaban los maderos al descubierto y se pintaban; para este fin se reservaban los más rectos y bonitos.
En esta misma área meridional conviven el sistema de bovedillas y el de cielo raso.
En Bernedo (A) con el fin de poner cielo raso como techo por la parte inferior de los cuartones se clavaba transversalmente teguillo. Consistía en tablillas de tres centímetros de ancho por uno de grueso que se fijaban dejando un espacio de separación de un centímetro entre ellas para que al rasear con yeso penetrase en el hueco y quedase bien adherido. Otra forma de cerrar el techo se conseguía haciendo a lo largo de los cuartones una hendidura en las caras verticales de tal modo que se pudiesen apoyar bovedillas de yeso y cascotes de teja o también haciendo la bovedilla con teguillo y yeso.
En Berganzo (A) había dos tipos de techos interiores, los lisos y los abovedados. Los primeros aparecían encalados y los segundos podían ser de cuartones o de bóvedas. Los cuartones, que por degeneración también se denominan cuarterones, eran de madera de roble o de haya y entre ellos se aplicaba cal blanca. La bóveda se hacía con yeso más cascotes de teja y tierra. Con el transcurso del tiempo se pasaron a hacer con dos ladrillos colocados en forma de triángulo y yeso, siendo este sistema más resistente que el anterior. Algunas veces utilizaban un molde de tabla para hacer la forma de las bóvedas.
En Lezaun (N) sobre las vigas maestras de roble o cadenas van las maderas o solivos, que generalmente son de haya, tienen un grosor aproximado de 20 cm y aparecen colocadas a una distancia entre ejes próxima a los 60 cm. Los huecos entre las mismas se cubrían con bóvedas de yeso que apoyaban en sendas muescas longitudinales practicadas en ellas. Estas bóvedas eran de yeso mezclado con cascotes, trozos de ladrillo o teja. En su defecto se utilizaban losetas de piedra soleadas que se recogían por el monte, ya que las soleadas o expuestas a la intemperie resultan menos pesadas. Las bóvedas se hacían recurriendo a un armazón de tablas a modo de encofrado y tras quitarlo se igualaba su superficie con yeso y se lucía. A veces el techo de algunos compartimentos de la primera planta se cubría con listones mojados y ligeramente separados entre sí, que se enlucían con yeso para conseguir un cielorraso.
En Obanos (N) el piso destinado a vivienda suele tener el techo con cielorraso de yeso y tablilla; sin embargo, algunas estancias como la cocina y todas las de la planta baja muestran las vigas pintadas o sin pintar y una fina capa de yeso, arqueada, entre las mismas. Este mismo tipo de acabado es utilizado en algunos recintos de la última planta, aunque si se emplea tan sólo como almacén, el techo suele ser de “teja vana”, es decir, la base del mismo tejado sin recubrir. En construcciones menores pueden utilizarse también cañizos o entramados de caña.
En Mélida (N) para el acabado interior de los techos se utilizaban dos sistemas: en el piso superior se cubrían con unas pequeñas vigas de madera, los cuairones, que iban de tabique a tabique de tal modo que, luego, el hueco entre ellas se rellenaba con listones de madera, dejando intersticios para que el revoco de yeso pudiera asentarse. En los pisos inferiores era frecuente, en cambio, dejar las vigas a la vista y para rellenar los huecos entre las mismas utilizar un marco arqueado de tablillas, el payés, que se colmataba de trozos de teja y yeso. A este proceso le denominaban hacer vueltas. En algunos casos las vigas de madera simplemente servían de sustento para una estructura de entarimado; sobre las vigas se aplicaba cemento y algún madero de pino y esto servía de suelo para el piso superior.
Ha sido habitual que de las vigas del techo tanto de cocinas, camarotes, balcones, cuadras y portaladas, gracias a puntas clavadas a las mismas, cuelguen las cosas más variadas, a menudo alimentos de origen animal o vegetal para aislarlos de roedores o para que se sequen (Bermeo, Valle de Carranza-B).
En Gautegiz-Arteaga (B) la sala solía disponer de una trampilla que servía para levantar la cecina con unas cadenas y una laya atravesada, y tenerla colgada durante un día hasta que se curtiera la piel, azala egin arte.
- ↑ Baráibar define la voz alcobilla, que recoge precisamente en Valdegovía, como: “Bovedilla ó espacio revestido de yeso en figura de bóveda, entre viga y viga, en el techo de una habitación”. Federico BARÁIBAR y ZUMÁRRAGA. Vocabulario de palabras usadas en Álava. Madrid: 1903.