Consideraciones generales

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El término ornamento es en cierto grado relativo hasta el punto de que lo que ahora percibimos como adorno en el pasado pudo cumplir una función bien diferente.

Así ocurre por ejemplo con los objetos que tuvieron un carácter protector. Hoy en día muchas creencias, vigentes hasta tiempos recientes, se han desvanecido. Por ello encontramos símbolos desvinculados de la significación que tuvieron antaño y que a veces cumplen una función puramente ornamental o son simple expresión del apego a una tradición con la que no se quiere o no se puede romper.

Por otro lado objetos o elementos de naturaleza eminentemente práctica en otras décadas se han convertido en ornamento. Así, determinadas partes de la casa como los entramados, sobre todo los de madera, tienen ahora un valor notable a modo de antigüedad.

Los objetos de antaño, al ser manufacturados, aunque cumpliesen una función eminentemente práctica, en la actualidad poseen un valor añadido de tipo decorativo, por contraponerse a los fabricados en serie. De hecho algunos objetos industriales tratan de imitar a los de tiempos pasados.

Los adornos propiamente dichos han tenido un papel consistente en marcar el mayor estatus de una familia respecto al resto de sus vecinos. La casa ha constituido un elemento determinante a la hora de resaltar la posición social y económica. Un ejemplo lo encontramos en las numerosas poblaciones que contaron con emigrantes que marcharon a “hacer las américas”. Una vez triunfaron, fue su empeño levantar en sus pueblos de origen una casa ampulosa de vacaciones y de retiro para residir en ella al final de su vida, e indicar de ese modo, ante sus vecinos, que habían triunfado. Las casas de indianos son edificios de grandes proporciones, en general con dependencias anejas, zonas ajardinadas y verjas como cierre de la propiedad.

Con anterioridad incluso a este fenómeno de los emigrantes que regresaron, también existió una aristocracia rural que vivió en notables edificios; la expresión “ser de casa bien” viene a indicar la posición de este estrato social.

En este capítulo son comunes los testimonios que relacionan la ornamentación de las casas y la posición económica y social de sus moradores.

En cada localidad ha existido una clara diferenciación entre los edificios en los que habitaban familias que desempeñaban tareas relacionadas con el campo o la artesanía y las de pasado noble o de nuevos ricos. Las primeras apenas presentaban ornamentación y si mostraban algún adorno solía ser de sencilla factura.

Algunas casas, las de mayor nivel económico o social, contaban con todo tipo de ornamentación. En Allo (N), por ejemplo, las nobles ostentan en sus fachadas escudos nobiliarios, portales arqueados, cornisas de piedra, aleros de roble con sus modillones tallados, etc. Algunas rematan en torre coronada por una cruz o veleta de forja.

A medida que ha transcurrido el tiempo y se han ido abandonando las labores agrícolas y se ha elevado el nivel de vida, se ha observado una creciente preocupación por “arreglar” las casas, aunque los resultados obtenidos puedan ser discutibles desde la perspectiva del respeto a las tradiciones constructivas de cada zona.

En este capítulo se incluyen apartados que se han abordado en extensión en otros, como el que hace referencia al alero y al propio tejado, las puertas y ventanas a las que se dedica otro capítulo completo, etc. Sin embargo la perspectiva desde la que se tratan aquí hace hincapié en el carácter ornamental de esos elementos de la casa.

En alguna ocasión, como ocurre con los suelos y pavimentos, que también son susceptibles de mostrar adornos, sobre todo al disponer las piedras o ruejos formando figuras geométricas, remitimos al capítulo correspondiente. Otros apartados, como los que hacen referencia a escudos e inscripciones se tratan aquí someramente pues es abundante la bibliografía sobre los mismos y a menudo su interés es más bien local.