Luz eléctrica

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El tránsito de la iluminación por medio de los procedimientos descritos a la luz eléctrica ha sido decisivo, este hecho se ha producido en distintas fechas según la importancia de la localidad, pero con carácter general ha tenido lugar en los primeros decenios del siglo XX. En sus comienzos la luz producida por pequeñas centrales eléctricas locales era de poca potencia, mortecina y se interrumpía con frecuencia; en algunos lugares al principio sólo había luz por la noche. Además el paso a la electricidad no se dio de golpe sino que fue gradual pues aún utilizándose ésta, para muchos menesteres siguió conviviendo con candiles y velas.

Ha sido común el dato recogido en las localidades encuestadas de que en las casas se empezó poniendo una única bombilla que provista de un cordón largo se movía de un lado a otro. Así en los caseríos de Beasain (G) se dice que en otro tiempo había dos clases de luz: una fija para la cocina, y la otra portátil para ir al establo, desván y otras dependencias. De la bombilla única se pasó a unas pocas, dos o tres, de escasa potencia, ipurtargiak, puestas en algún lugar estratégico de forma que iluminaran las distintas dependencias de la casa. En Abadiño (B) en las casas había tres bombillas: una en la cocina, otra en la cuadra y la tercera en el pasillo de la planta superior.

Incluso hubo localidades, como Obanos y Viana (N), donde las puertas antiguas de algunas casas disponían de una pequeña ventana en la parte superior para iluminar desde el pasillo todas las habitaciones con una sola bombilla. En Valtierra (N) señalan que se generalizó el abrir agujeros en el suelo o en las paredes para alumbrar con la misma bombilla distintas dependencias.

De aquella bombilla única con el tiempo se ha ido pasando a otros sistemas de alumbrado, como luces fluorescentes, halógenas, focos, etc., y a la colocación de bombillas y lámparas en todas partes: techos, paredes, mesillas, etc.

En las localidades encuestadas se ha recogido que el cableado antiguo consistía en un cordón trenzado forrado de goma y tela, que se estropeaba con facilidad produciendo cortocircuitos. En algunas localidades (Aoiz, Mélida-N) se ha consignado que los cordones de la luz se adornaban con papelinas de colores rojos o verdes. Se cortaban tiras de papelinas y se enrollaban alrededor de los cables. También se cortaban cartones o papelinas en forma de cono que hacían las veces de lámparas en torno a las bombillas. Para evitar la peligrosidad del cableado fue sustituyéndose con tubo Bergman, que consistía en empotrar los cordones en un tubo que ofrecía mayor seguridad. Los interruptores de luz eran de porcelana y se colocaban en el dintel de las puertas. En las cabeceras de las camas se han usado los interruptores llamados peras. Con carácter general puede decirse que la luz eléctrica primero se incorporó a la cocina, comedor y habitaciones, y poco tiempo después se introdujo en las cuadras, cabañas y edificaciones auxiliares. Las bombillas que se usaban eran las de bayoneta, después pasaron a ser de rosca.

Pera en la cabecera de la cama. Mélida (N), 1997. Fuente: M.ª Luisa García, Grupos Etniker Euskalerria

A continuación se aportan algunos ejemplos que son aplicables a otros lugares. Así en Allo (N) a principios del siglo XX llegó la luz eléctrica. Durante décadas funcionó el sistema de luz conmutada con dos bombillas, de las que una estaba en la planta baja y en el primer piso la otra. Este sistema preveía que cuando una de ellas se encendía, la otra se apagaba. Los puntos de luz estaban estratégicamente colocados, de suerte que pudiera alumbrarse al mismo tiempo el mayor número posible de habitaciones.

En Hondarribia (G) a mediados de los años cincuenta se pusieron bombillas en todas las habitaciones, con cable paralelo que al principio daba muchos problemas pues se clavaban con una punta pasada por el centro y el movimiento o la mala calidad del aislante daban problemas. Luego se comenzaron a colocar luces fluorescentes en las cocinas, costumbre que sigue practicándose. El interruptor de la luz, krisketa, que era de porcelana, se accionaba girando 90º. En los caseríos siempre se tiene a mano una linterna, que a menudo suele estar colgada de un clavo cerca de la puerta.

Además de la penuria inicial del sistema de electrificación, una explicación del procedimiento utilizado la proporciona la encuesta de Portugalete (B). En ella se ha consignado que había dos modalidades de contrato de suministro de luz: sistema de “luz fija” y mediante contadores. Con el primero de los sistemas se disponían en la vivienda dos puntos de luz, uno que se colocaba en la cocina y el segundo, normalmente, en el pasillo. Este punto disponía de un cable largo para su traslado a las otras dependencias. Las casas más acomodadas tenían sistema de contador con lo que contaban con puntos de luz en toda la vivienda. Si se producían cortes eléctricos se recurría al uso de velas con palmatorias de latón o porcelana. En Baigorri (BN) se ha constatado que cuando llegó la electricidad a las casas de la localidad, al principio se pagaba en función del número de bombillas que se tuvieran.

El caso de Obanos (N) puede servir de ejemplo para reflejar la realidad más reciente: en los años setenta, en la mayoría de las cocinas había una bombilla sujeta a una pantalla metálica blanca o azul cobalto, de metal o de plástico. A finales del siglo XX se han generalizado las barras de luz blanca para la cocina porque además de iluminar mejor, son más económicas. Mayor variedad se observa en las lámparas de otras dependencias como el salón y el comedor donde se colocan lámparas de cristales y de brazos; los dormitorios y pasillos largos suelen disponer de más de un interruptor.