Ritos contra la tormenta y el rayo

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Durante los siglos pasados el rayo ha sido temido como uno de los agentes enemigos de la casa y posible causa de su destrucción. Cuando los informantes recuerdan sus desperfectos se refieren a ellos como si hubieran sido causados por un malhechor súbito y sobrehumano.

Odei es uno de los nombres que recibe el nubarrón de la tormenta que en la mente popular contenía el rayo o el pedrisco y se hace referencia a él con expresiones que le atribuyen características de algún modo personales y siempre malignas. Así se dice en Zeanuri (B) odeie asarre dator, la tormenta viene con malas intenciones.

En Gautegiz-Arteaga (B) un informante recuerda haber navegado con un marinero de la vecina localidad de Ajangiz cuya madre hacía un conjuro pidiéndole al rayo dónde caer “aginduten eutsan oñeztarrijjeri nora joan, eta esaten eutsan itsarora jeusi deijjela” (le mandaba al rayo dónde ir y le ordenaba que cayera en la mar).

La antigua creencia según la cual el rayo es una piedra lanzada por la nube tempestuosa está contenida en la voz vasca oinaztarri: (de oinaztu, relámpago, y arri, piedra). El nombre oneztarri con el que se designa el rayo en la comarca de Gernika-Lumo (B), así como sus homónimos oñoztar, ozminarri, ozpinarri, tximistarri, ozkarri, oñaztar e inhar en otras regiones de Vasconia, puede responder, a un viejo mito muy difundido en los países europeos. Según este mito el rayo era una piedra especial (ceraunia) que, al caer a la tierra, se introducía en ella hasta la profundidad de siete estados. Después iba ascendiendo un estado cada año hasta que al cabo de siete años llegaba a la superficie; desde aquel momento tenía la virtud de proteger la casa contra el rayo[1].

En Saraitzu (N), según recogió Azkue a comienzos del siglo XX, cuando tras el relámpago caía el rayo sobre una haya o roble o fresno, solía el rayo meter unas piedras, llamadas oxme-arri (ceraunia) bajo el árbol hasta la tierra[2].

En algunos lugares, sin embargo, se creía que el rayo era un objeto de bronce y en otros se decía que era de hierro. La costumbre que se recoge en el apartado siguiente de colocar hachas de acero con el filo mirando arriba en los umbrales durante las tormentas con la finalidad de proteger las casas contra los rayos, es consecuencia de la antigua veneración del hacha de piedra y de la creencia en sus virtudes sobrenaturales. Antes que las hachas de acero, las de bronce debieron de ejercer la misma función: en la entrada de la cueva de Zabalaitz en la sierra de Aizkorri fue hallada un hacha de la época del bronce metida en el suelo y con el filo mirando arriba[3].


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Bilbao: 1972, p. 186.
  2. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 172.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. “Contribución al estudio de la mitología vasca” in Homenaje a Fritz Kruger Tomo I. Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo, p. 134.