Recuerdos de los antepasados
Con carácter general hay que señalar que en las casas se suele conservar el archivo familiar que se compone de escrituras de los testamentos, de las sucesivas transmisiones de la casa, compraventas de heredades o montes, fotografías de los antepasados, etc. Hoy día, la apertura de los archivos eclesiásticos ha suscitado interés por las genealogías. Muchos particulares, no sólo investigadores y estudiosos, se interesan por la búsqueda del origen del apellido familiar y de la casa originaria.
A continuación se describen algunos testimonios recogidos en las localidades encuestadas.
En Zeanuri (B) se ha constatado que en el ámbito familiar se recuerdan generalmente con gran precisión los nombres de los abuelos e incluso de los bisabuelos, así como sus procedencias y sus rasgos biográficos más destacados. En algunas casas se conservan los testamentos sucesivos, formando un pequeño archivo familiar, así como las fotografías antiguas de bodas, colocadas en la sala principal o en el comedor de la casa. Los recuerdos relacionados con las vicisitudes de la casa, sus reformas, ampliaciones, adquisición de nuevas heredades o montes, oficios, cargos y profesiones de sus antepasados, las profesiones religiosas y los matrimonios habidos en la familia, las muertes prematuras, etc., son recordados con gran fidelidad hasta la tercera e incluso cuarta generación.
Lo mismo cabe decir de las genealogías, procedencias y vínculos familiares. Las personas de edad reconstruyen con facilidad la red del entramado familiar hasta la tercera generación, por lo que no es raro el hecho de que retengan ocho o más apellidos y sus procedencias.
En general se tiene una idea ennoblecida de los antepasados de la propia familia. Se les recuerda como personas trabajadoras, de costumbres austeras, cumplidoras de la palabra dada y que hacían gala de buen humor. Cuando se juzgan ciertas conductas actuales se trae como contraste el recuerdo de los predecesores con expresiones tales como: “Ai euren (edo gure) zarrak au gaurkoa ikusi baeben”, (¡ay si sus [o nuestros] mayores hubieran visto lo que ocurre hoy día!). También se recurre al recuerdo de los antepasados como punto de referencia ante los avances que han supuesto la radio, el teléfono, la televisión, el ordenador, internet, etc., haciendo mención de la sorpresa e incredulidad que hubieran expresado ante tales adelantos. Los consejos dados por los padres ya fallecidos, o por los abuelos, son a veces recordados palabra por palabra, como sentencias fruto de una gran sabiduría.
En Andraka (B) también se ha consignado que en las casas se mencionaba constantemente a los antepasados en las conversaciones con dichos del tipo: “Atxiñekok ikusiko bazenduke zer zauzen itxen atarako zenduke garrotadaka etxetik”, (si vieran vuestros mayores lo que estáis haciendo os sacarían a palos de casa). Se habla de ellos con mucho respeto.
En Beasain (G) se ha recogido que en todas las casas se recuerdan, y relatan de padres a hijos, hechos y características sobresalientes de los antepasados de la familia. Estos recuerdos se remontan por lo común hasta la generación de los bisabuelos. Generalmente se refieren al carácter y dichos de los antepasados, a acciones ajenas a la vida ordinaria como la participación en las carlistadas, en la ejecución de carreteras, apuestas, emigración a América, participación en las guerras de Cuba y de África, etc.
En Zerain (G) los vecinos tienen conocimiento de sus antepasados, muchos aún de los lejanos. Se guarda memoria de hechos acaecidos en varias generaciones, saben las vicisitudes por las que ha pasado la casa que habitan, en ocasiones quemada y reconstruida, las casas que han desaparecido y las gentes que las habitaron, etc.
En el Valle de Roncal (N) la historia de la familia se conoce y se cuenta de abuelos a nie-tos desde pequeños. Los habitantes se enorgullecen de pertenecer a la universidad de este valle y lo expresan poniendo las armas del mismo en la fachada de piedra y desde el siglo XX quienes no tenían dinero para ello lo mandaban pintar. Si la casa disponía de escudo propio, se agregaba.
En Sangüesa (N) alguna casa ha conservado su armorial y árbol genealógico historiado en pergamino, que generalmente hicieron para solicitar el uso de un determinado escudo de armas o en casos de pleitos con otra familia por su uso. También alguna familia ha conservado el memorial de limpieza de sangre para probar que durante varias generaciones no descendieron de judíos, moros ni gentes de “mala raza” y no estuvieron procesados por el tribunal de la Inquisición, pues la limpieza de sangre era obligatoria hasta el siglo XIX para ejercer determinados oficios públicos y del ejército, incluso algunos cargos eclesiásticos de cierta importancia, canónigos, beneficiados de catedral, obispos, nombrados por el rey.
En Berastegi (G) hay quienes ponen empeño en obtener el escudo de la casa o del apellido; o en confeccionar el árbol genealógico. En Valtierra (N) se conocen algunos pocos casos de interés por el árbol genealógico. En Berganzo (A) en una familia se ha conservado un árbol genealógico hecho con fotografías.
En Sara (L) la tradición y la leyenda han perpetuado a veces algunos recuerdos de antepasados o de hechos ocurridos en algunas casas. Así un informante del caserío Ibarsoro-beherea contaba que dos hermanas de esta antigua casa infanzona trabajaban en sus tierras tirando del trunku o rodillo apisonador de madera, del que luego tiraban únicamente las vacas o los bueyes. Con esto querían dar a entender lo robustas y forzudas que eran aquellas mujeres.
En esta misma localidad labortana recogió Barandiaran en los años cuarenta del siglo XX que las familias no se preocupaban de genealogías, salvo raras excepciones; pero ciertas casas ostentaban en lugar visible un escudo de armas o una inscripción que expresaba la fecha de su construcción o de su renovación, y a veces los nombres de quienes la hicieron o la habitaron en otro tiempo. La casa simboliza a la familia, por lo que su nombre figura en las antiguas inscripciones de su tumba y de su jarleku o sitio que en la iglesia parroquial tenía la casa para ciertos actos cultuales a favor de los difuntos de la misma.
A consecuencia de obras realizadas en el pavimento de la iglesia parroquial, a finales del siglo XIX, las piedras o lápidas de los jarleku aparecían ya en los años cuarenta del siglo XX fuera de los sitios que les correspondía conforme a sus inscripciones. Por esos años ya se estaba introduciendo la costumbre de consignar en las inscripciones sepulcrales el nombre de la familia (no el de la casa como antaño); pero la tumba ha sido considerada como una prolongación de la casa o parte integrante de la misma, fuera quien fuera la familia que en ella habitara.
En varias localidades se ha recogido que se suelen guardar con interés las escrituras familiares antiguas de las fincas y casas propias, documentación de pleitos, libros de cuentas de la casa, testamentos, cartas de pago de herencias y capitulaciones matrimoniales (Moreda-A; Amorebieta-Etxano-B; Arrasate, Zerain-G; Elorz, Goizueta-N). Se conservaban también la bula y el certificado de la comunión pascual. En algunos caseríos el paterfamilias coleccionaba las hojas volanderas de bersolaris, que se vendían en las ferias. En algunas casas del casco urbano suelen guardar libros (Amorebieta-Etxano-B).
También se ha consignado la costumbre de conservar cartas y escritos antiguos referidos al caserío; cartas y postales enviadas por familiares que estuvieron en la guerra o emigraron a América (Abezia, Apodaca, Moreda, Valle de Zuia-A; Zerain-G).
Las casas de abolengo han conservado con esmero libros, documentos, tallas y otras piezas escultóricas y pictóricas, y las han transmitido de generación en generación junto con la casa (Allo-N).