Apéndice 2: Hórreos, garaiak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Hoy día, como patrimonio cultural, por su interés arquitectónico, artístico y etnográfico, se conservan algunos hórreos restaurados, pero no responden ya a la finalidad para la que fueron construidos.

Como descripción del edificio y del destino que tuvieron estas construcciones nos vamos a servir de la información aportada por el historiador Juan Ramón de Iturriza a finales del siglo XVIII para los hórreos de Bizkaia. Señalaba este autor que únicamente había visto esos edificios en la cornisa cantábrica y por lo que respecta al País Vasco anotaba que hacía mucho que no se construían y los que existían se estaban cayendo.

Cada caserío –escribe Iturriza– tiene en el frente a unos veinte pasos un hórreo, llamado garaija o arnaga. Inicialmente sirvió para guardar semillas de centeno y mijo, y alguna porción de manzana, castaña, nueces y otros frutos. Están construidos sobre cuatro o seis pilares de piedra arenisca y caliza en forma de aguja. Cada pilar tiene encima un rodezno de piedra como la piedra molar de molino, llamado kapelia, txapela o errotarria, para proteger el contenido de ratones y sabandijas. Encima de los pilares, cuatro o seis vigas en cuadro, sobre el que se sostiene el edificio, que es de madera. El interior está dividido en tres partes, la de en medio algo mayor que las laterales con puerta y gran cerrojo de hierro, llamado morrollua, karrankie en Elorrio (B), y un soportal a modo de balcón ante las puertas a las que antiguamente subían con escalera portátil, pero luego para mayor comodidad hicieron escalones de piedra[1].

Según Caro Baroja, en la faja de terreno que coge el territorio de Asturias, Cantabria, Bizkaia y Gipuzkoa, la parte más septentrional de Navarra y la zona de Jaca y Sabiñánigo en Huesca fue frecuente el uso de aperos más rudimentarios que en el resto de la Península. También la forma de la propiedad y el cultivo de tierras conserva aún en el Norte muchos aspectos arcaicos. Es útil notar –advierte Caro– que esa misma área donde se observa la existencia de los aperos de labranza primitivos y los cultivos elementales, es también la de difusión del hórreo y construcciones afines. La importancia de este hecho es muy grande, dado que si aperos tales como la laya y la azada nos permiten reconstruir la economía del complejo prerromano con cierta precisión, el hórreo, con su forma característica, nos confirma la existencia del mismo complejo de agricultores arcaicos[2].

En otro pasaje –señala este mismo autor– que del tipo de hórreo vasco con tejado a dos vertientes ha podido surgir una forma de caserío que en otra época estuvo muy extendida, el caserío con soportal, gorape, y que algunas casas-torre de los siglos XIV y XV, con superestructura de madera, de las que existen en el valle del Bidasoa, también tienen elementos semejantes a los del hórreo (escalera exterior, entramados, etc.)[3].

En el primer decenio del siglo XX, el etnógrafo polaco Frankowski se interesó también por los hórreos de la cornisa cantábrica. Describió algunos ejemplares de Markina (B), que responden al modelo descrito por Iturriza. En uno de ellos señalaba que debajo del garaixe había excavado un hueco para las ovejas llamado kortie. Examinando su construcción, observaba, desde el primer momento se reconoce la disposición general, con variantes, del caserío vasco típico de todos los territorios vascos. Perteneciendo a la misma familia que los otros hórreos de la Península Ibérica, es la construcción peculiar de esta tierra, desarrollada en su terreno, apropiado en sus detalles a las condiciones naturales de aquella comarca[4]. A modo de conclusión señala Frankowski que los hórreos vascos (y los de otros territorios de la península ibérica) “deben ser considerados como reliquias de tiempos muy lejanos, cuando en estas tierras reinaba la construcción palafítica de madera”[5].

En el segundo decenio del siglo XX Larrea dedicó varios trabajos al estudio de los hórreos. Señalaba que el hórreo, garaixe, en Bizkaia se encuentra cerca del caserío y, generalmente, delante de la fachada sur y a poca distancia del mismo. Después matizó esta afirmación indicando que no tenían una orientación determinada y se hallaban emplazados delante del caserío y en algunos casos al costado[6]. Servía, al igual que el hórreo de otras regiones, para guardar trigo, maíz, patata y manzana. Parece que fue general su construcción en Bizkaia. En esa época todavía el número existente y el área de ocupación eran grandes si bien ya se notaba cierto abandono en su conservación porque habían perdido su primitiva significación e importancia[7]. Inventarió hórreos en Zaldibar, Iurreta, Berriz, Nabarniz, Murelaga, Durango, Abadiño, Mallabia (B) y “en otros lugares que sería largo enumerar”[8]. Más tarde los registró en Elorrio, Dima, Ispaster, Ereño, Ibarruri, Abadiño (B)[9], Bergara (G)[10] y Mungia (B)[11].

Nolte los ha estudiado después. Señala como características generales, que eran de madera con techumbre a dos aguas de poca pendiente, caballete perpendicular a la fachada principal y cubierta de teja curva. Probablemente en tiempos pasados la cubierta sería de tablilla de madera de haya, como aún existen algunos en Navarra[12]. La mayor parte de los hórreos están compuestos por cuatro postes, lo excepcional es que sean seis. La mayoría de los postes son de arenisca, menos de caliza y alguno de madera[13].




Por lo que respecta a la expansión en Bizkaia, los restos se han encontrado en las comarcas del Guerniquesado, Marquinesado y Duranguesado. Desde el punto de vista histórico, la zona geográfica es más amplia y los ejemplos muy numerosos, salvo en Las Encartaciones donde no hay testimonios de su presencia[14]. Hasta finales de los años ochenta del siglo pasado, sobre restos irrefutables se conocían alrededor de 70 hórreos en Bizkaia; en citas documentales alrededor de 280 casos en Vasconia. Algunos hórreos, al menos ocasionalmente, se convirtieron en casas habitadas[15]. Según Leizaola, en Euskal Herria hay dos zonas bien diferenciadas donde se pueden encontrar ejemplares de hórreos: por una parte, la zona oriental del territorio vizcaíno y la central de la cuenca guipuzcoana del Deba, y por otro lado la región del Pirineo y prepirineo navarros. En Navarra se encuentran localizados en dos comarcas bien diferenciadas: La Montaña Oriental y la Navarra Media. Los tipos de hórreos en Euskal Herria son cuatro: garaixe u hórreo de tipo vizcaíno; garaia o tipo del Valle de Aezkoa; garea o tipo del Valle Urraúl Alto, y de tipo Iracheta (Valdorba)[16].

Como hipótesis de la crisis del hórreo y causa de su desaparición en Bizkaia se ha apuntado la teoría de la entrada del maíz a principios del siglo XVII. El aumento del grano afectó al granero que se hizo pequeño, el hórreo perdió su función y pasó a cumplirla el desván del nuevo caserío[17].

Por lo que atañe a nuestras investigaciones de campo, la aportación más antigua es la que Barandiaran recogió en Kortezubi (B) en el segundo decenio del siglo XX. Confirma don José Miguel que entonces ya no se utilizaban los hórreos, garaixe, pero que en otro tiempo debió estar extendido su uso. En el barrio de Oma se conservaban todavía tres, uno con escalera de piedra por la parte de fuera para subir al piso, a los otros se subía con escalera de mano. La planta baja se utilizaba para guardar abono, y el piso para tablas, paja, habas y castañas.

Agrega que por esos años veinte los hórreos habían desaparecido o se utilizaban para otros fines. En localidades próximas a Kortezubi se conservaban en mejor estado algunos ejemplares de esos edificios y menciona uno en Ereño, dos en Gabika y tres en Nabarniz. Había otros tres en Errigoiti (B). Al estar algunos hórreos en desuso para su finalidad original, se había cerrado el espacio de abajo con paredes para convertirlo en gallinero o estercolero, y lo que fue depósito de granos era pajar u otra cosa.

En Sara (L), aldatei era una construcción rústica formada por paredes de piedra y techo a dos aguas cubierto con teja. Comprendía la planta baja, abierta de un lado, donde se colocaban carros y aperos de labranza, sobre ella había un piso que servía de granero. Era, pues, una construcción que desempeñaba las funciones de un hórreo.


En Izal (N) existe un hórreo, conocido como garaia, que se sustenta en nueve pilares con losas de piedra sobre los que descansa un entramado de madera con paredes de piedra tosca y cubierta a dos aguas con teja curva. Interiormente dispone de siete departamentos para el grano, de 60 robos de capacidad cada uno (1.320 kg), que se utiliza como simiente para la próxima siembra.

En Aria (N) el hórreo, gareia, normalmente, se encuentra en el corral, korlea. Tiene el aspecto de una pequeña casa, total o parcialmente aislada del suelo por medio de un murete y de soportes (seis u ocho) de piedras grandes talladas en forma cónica, cuya parte superior está cubierta por una piedra circular en la que se apoyan las vigas de la parte inferior del granero. Éste se compone de muros de piedra cuya única abertura es una puerta a la que se llega por medio de una escalera de piedra. El tejado, cubierto de tablilla o teja, es a dos vertientes con declives muy acentuados, y las vigas son de roble. A finales de los años sesenta había diez hórreos en la localidad.

En el Valle de Urraúl Alto (N) en los años sesenta se catalogaron dos hórreos, llamados garaia. Uno de ellos se encuentra en el caserío de Santa Fe y el otro en el patio de casa Estoki de Zabalza. Ambos son de tejado a dos vertientes, de forma rectangular y muros de mampostería. El de Zabalza, más pequeño, conserva los compartimentos para guardar las dintintas clases de grano, se sostiene sobre ocho pilares, mientras que el otro, de mayores dimensiones, lo hace sobre doce. En Orbai- tzeta (Valle de Aezkoa-N) también había un hórreo, garaixe, y al local de almacenamiento de grano propiamente dicho le llaman garea.

En Bergara (G) el único hórreo en pie que se conserva es el del caserío Agarre. Tipológicamente se encuadra en el grupo de los hórreos vizcaínos. Es un pequeño edificio de madera suspendido a un metro y medio de altura del suelo sobre cuatro poyos troncopiramidales de piedra coronados por rodeznos circulares. Es de planta cuadrangular con tejado a dos aguas de amplio vuelo. El cereal se almacenaba en un gran troje y de ahí que los vecinos designaran al edificio en su conjunto trojea o trokia. Debió de ser un tipo de construcción minoritario frente a la solución más habitual en la zona de alojar el grano en trojes en la bodega, iputeixa[18].

En Moreda (A) se ha conocido un único hórreo, pegado a la iglesia, llamado hórreo de los diezmos y primicias. Era el lugar donde los vecinos llevaban los granos, frutos, vino, olivas y corderos como pago anual a los beneficiados de Santa María.

En el Valle de Carranza (B) no se han recogido datos sobre la existencia de hórreos, sin embargo hay un paraje conocido como Traselhórreo, topónimo que trasluce la presencia de este tipo de construcción.

Como colofón cabe apuntar que referida a la villa de Lanestosa (B) existe una teoría, tal vez extensible a la casa típica del Valle de Carranza (B), que supone que la casa de fachada retranqueada entre medianerías con balconadas a lo ancho tendría que ver con la introducción del maíz en el territorio, ya que esos espacios han sido utilizados como secaderos del grano[19]. También se ha indicado que antaño el secado de la mazorca de maíz se hacía en la cocina, y se cubría de humo y hollín en detrimento de la harina. Se adoptó la solución de añadir largos balcones de madera torneada a la fachada de la casa. En ocasiones, como ocurrió en el área más occidental de las Encartaciones, la necesidad de combinar estas barandas con un mayor espacio útil en las cuadras dio origen a la aparición de un nuevo modelo de caserío[20].


 
  1. Juan Ramón de ITURRIZA. Historia General de Vizcaya y Epítome de las Encartaciones. Bilbao: Diputación Provincial de Vizcaya, [1938] pp. 69-70.
  2. Julio CARO BAROJA. Los pueblos del Norte. San Sebastián: Txertoa, 1977, pp. 146, 160 y 166.
  3. Julio CARO BAROJA. Los pueblos del Norte. San Sebastián: Txertoa, 1977, pp. 170 y 174.
  4. Eugeniusz FRANKOWSKI. Hórreos y palafitos de la Península Ibérica. Madrid: Istmo, 1986, p. 69. [Reproducción facsimilar con anexos a la edición original de 1918]. Pocos años después de la publicación de la obra de este autor, vio la luz un comentario a la misma y al interés del estudio del hórreo vasco. Enrique de EGUREN. “El hórreo en el País Vasco” in RIEV, XIII (1922) pp. 102-106.
  5. Eugeniusz FRANKOWSKI. Hórreos y palafitos de la Península Ibérica. Madrid: Istmo, 1986, p. 213. [Reproducción facsimilar con anexos a la edición original de 1918].
  6. Jesús LARREA. “Garaixe (hórreo) agregado al caserío” in AEF, VII (1927) p. 136.
  7. Jesús LARREA. “Garaixe (hórreo) agregado al caserío” in AEF, VI (1926) p. 137. En este artículo figuran fotografías de varios hórreos vizcaínos.
  8. Jesús LARREA. “Garaixe (hórreo) agregado al caserío” in AEF, VI (1926) p. 144. En este artículo figuran fotografías de varios hórreos vizcaínos.
  9. Jesús LARREA, “Garaixe (hórreo) agregado al caserío”, in AEF, VI (1926), pp. 127-136. En este artículo figuran fotografías, planos y mapa de localización de hórreos vizcaínos.
  10. Jesús LARREA, “Garaixe (hórreo) agregado al caserío”, in AEF, VI (1926), pp. 63-66.
  11. Jesús LARREA, “Garaixe (hórreo) agregado al caserío”, in AEF, VI (1926), pp. 61-62.
  12. Ernesto NOLTE. “El garaixe vizcaíno: estado actual de la cuestión” in Eugeniusz FRANKOWSKI. Hórreos y palafitos de la Península Ibérica. Segunda Parte. Madrid: Istmo, 1986, p. 536.
  13. Ernesto NOLTE. “El garaixe vizcaíno: estado actual de la cuestión” in Eugeniusz FRANKOWSKI. Hórreos y palafitos de la Península Ibérica. Segunda Parte. Madrid: Istmo, 1986, p. 547.
  14. Ibidem, p. 530.
  15. Ibidem, p. 535.
  16. Fermín de LEIZAOLA. “Tipología y distribución de los hórreos navarros” in Eugeniusz FRANKOWSKI. Hórreos y palafitos de la Península Ibérica. Segunda Parte. Madrid: Istmo, 1986, p. 551 y ss. En este artículo figuran los hórreos clasificados en el grupo a que pertenecen.
  17. NOLTE, “El garaixe vizcaíno…”, cit., p. 549.
  18. Maite IBÁÑEZ et alii. Casa, familia y trabajo en la historia de Bergara. Bergara: Bergarako Udala, 1994, pp. 37-38.
  19. José Ángel BARRIO LOZA. “Lanestosa: Patrimonio monumental” in VV.AA. Lanestosa. Bilbao: Diputación Foral de Bizkaia, 1987, p. 237.
  20. Alberto SANTANA. “Los caseríos vizcaínos” in Narria. Núm. 61-62 (1993) p. 9.