Lavanderas o colanderas
Un caso singular es el de aquellas mujeres que ejercían de lavanderas por encargo. Así en Lezama (B) se recuerda que desde Bilbao venían lavanderas a lavar al río y, a veces, traían la ropa llena de piojos, zorrotzarrak.
En Astigarraga (G) se ha recogido que ha sido corriente lavar en el río ropa de encargo que las lavanderas de la localidad y otras situadas a lo largo del río Urumea, traían de familias pudientes y hoteles de San Sebastián. Para evitar el frío del agua se introducían en un barril o barrica pequeña llamada suila o sulla que les llegaba hasta media pierna y así, de pie, lavaban la ropa, utilizando unas mesas que ponían a su costado. Se trataba de unas mesas de madera de chopo, makala, de cuatro patas, formadas por tablones anchos que se introducían en el río y contra las que restregaban la ropa valiéndose de un cepillo y la golpeaban con una paleta o con el puño.
En Allo (N) se recuerda que en tiempos pasados una tarea femenina era la de las lavanderas o colanderas que eran contratadas exclusivamente por las familias pudientes. Estas mujeres madrugaban para coger los mejores puestos lo que daba lugar a peleas verbales y riñas que a menudo los alguaciles tenían que apaciguar. Habida cuenta de la cantidad de ropa a lavar, con fecuencia necesitaban varios días para cumplir la labor; quienes encargaban el trabajo proporcionaban el jabón. El jornal de una de estas mujeres a principios del siglo XX era de cinco o seis reales diarios además de la manutención.
También en Obanos (N) había mujeres dedicadas a lavar ropa ajena como lavanderas y a acarriar agua. Por ello hubo quien se opuso a la conducción de agua al pueblo porque lo veía como merma de ingresos para algunas familias necesitadas. En San Martín de Unx y en Viana (N) hay constancia igualmente de la existencia de lavanderas que lavaban la ropa de las familias ricas.