Variación latitudinal en el poblamiento
Básicamente en el conjunto de Vasconia se pueden observar dos formas de poblamiento, uno disperso de casas más o menos aisladas y otro concentrado. En este segundo no se dan casas aisladas fuera de la concentración. Además esta variación sigue un gradiente de norte a sur.
En la zona situada más al norte, en la vertiente atlántica, es decir, en el norte de Álava, la Montaña navarra, toda Bizkaia y Gipuzkoa, además de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa, la población es dispersa, las casas están repartidas por todo el territorio.
En una buena parte de Álava: Llanada, Valle de Kuartango y Montaña alavesa, es decir, en la zona media, así como en la zona subpirenaica y media de Navarra, los pueblos son pequeñas agrupaciones de casas poco distantes entre sí, ofreciendo un panorama a la vez concentrado y disperso.
En la franja más meridional: Rioja Alavesa y Ribera de Navarra predomina la población concentrada en núcleos importantes y muy distantes unos de otros; es el sistema de casas agrupadas[1].
Según Barandiaran la forma de población dispersa es más antigua que la concentrada[2].
En opinión de Peña Santiago dada la diversidad geográfica que ofrece el país no se puede establecer una regla general para las características del asentamiento de su población. Si a ello añadimos la influencia del clima, de las formas de vida, e incluso de razones de orden económico, social y político, nos encontraremos con un mosaico de tal variedad e interés, que por sí solo justificaría todo un estudio dedicado únicamente a ese asunto. Casas en los valles, junto a los ríos, en las laderas de las montañas y en los collados; casas en la costa y en el fondo de los estuarios; casas en las tierras bajas y en los cerros. Además debe tenerse en cuenta la dispersión de la casa rural en la alargada franja norte o vertiente atlántica, en contra de la paulatina concentración de la población al sur de la línea Gorbeia-Aitzgorri-Aralar-Belate-Saioa-Adi-Ibañeta[3].
Siguiendo a Satrustegi, si entendemos por caserío, baserria, en el sentido más restringido de la palabra, la casa aislada en el campo, generalmente destinada a actividades agrícolas y de pastoreo, la divisoria de aguas entre la vertiente atlántica y la mediterránea es también la frontera de ambos estilos de poblamiento.
El sistema montañoso que establece la divisoria se extiende en el País Vasco desde el pico de Aro, en el extremo noroccidental de la provincia de Álava, a través de los puertos de Orduña, Altube y Barazar en el límite meridional de Bizkaia; sigue por Urkiola, Udala y la cadena montañosa de Urbia en la frontera entre Gipuzkoa y Álava. Penetra en Navarra por Etxegarate y se adentra por Lizarrusti, Irumugarrieta y el Puerto de Azpirotz, hasta el Pirineo por Saioa y Aldude. Al norte de esta línea se asienta la vertiente atlántica con claro predominio del caserío disperso, en tanto que al sur, en los valles de la afluencia del Ebro los poblamientos son agrupados.
Gipuzkoa está íntegramente incluida en la vertiente atlántica ya que su frontera meridional coincide en líneas generales con la divisoria hidrográfica. Bizkaia únicamente tiene dos municipios que no pertenecen al sistema atlántico: Otxandio y Ubide. En el caso de Álava se invierten los términos, ya que la mayor parte de la provincia está comprendida en la cuenca del Ebro, a excepción de las zonas de Amurrio, Artziniega, Llodio, Okendo y Orduña, en el extremo septentrional de la provincia. Navarra pertenece también en líneas generales a la vertiente mediterránea, excepto los valles surcados por los ríos Bidasoa, Urumea, Leitzaran y Araxes, que desembocan en el Cantábrico. Resulta que las provincias de Gipuzkoa y Bizkaia presentan abundantes caseríos lo mismo que la Navarra atlántica; Álava, en cambio, y la mayor parte de Navarra, que es la que vierte sus aguas al Ebro, no tienen caseríos. Se da el caso de que Otxandio y Ubide son también pueblos agrupados que se apartan del modelo de Bizkaia. La consecuencia que se desprende es bastante clara: el caserío vasco es un producto típico de la zona atlántica. Como excepción tenemos el valle navarro de Basaburua, que trasvasa a la cuenca meridional el sistema de poblamiento de viviendas diseminadas. Los pueblos alaveses de Artómaña, Délica, Aloria y Tertanga, en la región atlántica de Orduña, como contrapartida, son pueblos agrupados que no tienen caseríos[4].
En cuanto al caso particular de Navarra la orografía y en especial la hidrografía son dos elementos que han condicionado notablemente los asentamientos desde épocas remotas. La orografía obliga a distinguir una Navarra de montaña y otra de riberas, aunque la del Ebro sea para algunos la Ribera por antonomasia. Estos dos elementos condicionan la aparición de un hábitat disperso en la zona Atlántica y de pequeñas aldeas, poco distantes entre sí que ofrecen un sistema a la vez concentrado y disperso, en la Navarra Subpirenaica. Esta distribución en pequeños núcleos de población también se aprecia en la Navarra Media. En la Ribera y en particular en la zona colindante al Ebro, la concentración de casas adopta formas de grandes núcleos amurallados o con fortificaciones. Aquí las características del relieve permiten una fácil comunicación entre las poblaciones a pesar de las distancias. Las casas integradas en un núcleo de población se disponen próximas a una senda que pasa a formar una calle o calleja cuando la concentración se hace mayor. Deben tener en cuenta la ordenación del pueblo: la proximidad de la iglesia, la fuente, sobre todo en la Ribera, las eras, la plaza, los caminos vecinales y las carreteras generales. En los pueblos del norte la independencia de la casa se sigue manteniendo mediante belenas, arketas o erteas, a menudo cerradas, que se convierten en callejas al ser algo más anchas y tener salidas. La existencia de la belena se podía deber al miedo a los incendios, dado que las casas poseían un entramado de madera y la excesiva cercanía podía provocar una rápida propagación del fuego. Otra razón es que resolvía un problema causado por el clima, el asunto de los desagües en los pueblos de la Montaña navarra. Esta independencia desaparece en los pueblos más meridionales donde predominan las casas unidas mediante pared medianil[5].
Caro Baroja al estudiar este mismo territorio observa una distinción radical entre la zona sur, la alto pirenaica y la atlántica, como zonas extremas y hasta cierto punto marginales, y la gran zona central con sus dos partes, una oriental y otra occidental más o menos bien definidas y con Estella, Pamplona y Sangüesa sirviendo de centros urbanos, de donde parecen irradiar también algunos estilos e influencias. Esta es, más o menos, la clasificación que propuso Urabayen, atendiendo a distintos criterios, sobre todo físicos. Las casas quedan casi siempre apiñadas, concentradas, en la zona meridional, en la media forman pequeños grupos, más o menos irregulares y en la zona atlántica se da, además del pueblo o casco urbano, un tipo particular de diseminación de casas, por valles, altos y laderas[6].
Caro Baroja establece una clasificación de las casas navarras en que relaciona los materiales de construcción, el número de vertientes del tejado, la disposición del caballete respecto a la fachada y el tipo de poblamiento. Siguiendo estos criterios divide las casas navarras en cuatro tipos.
A. Meridional: caracterizado por el empleo de piedra en parte, pero también de tierra, ladrillos, adobes y tapial, cubierta a una sola agua con frecuencia y muy poco inclinada (de 10º a 20º), propio de la zona de aglomeración máxima.
B. Medio: que comprende casas de piedra con tejado a dos aguas y caballete paralelo a la fachada principal, y otras en que el caballete es perpendicular a ésta. Corresponde a la zona de aldeas y ostenta caracteres híbridos en realidad.
C. Pirenaico: casas de piedra con tejado a cuatro aguas en ocasiones y gran inclinación (de 40º a 60º). Se halla en aldeas de tamaño no muy grande.
D. Atlántico: casas de piedra y entramados de madera, de cubierta a dos aguas no muy inclinada (de 20º a 40º), con el caballete perpendicular a la fachada principal. Es propio de la zona en donde existe diseminación.
Esta clasificación puede aplicarse al resto del país. Gipuzkoa, Lapurdi y Baja Navarra quedarían en su totalidad caracterizados por el tipo D; Zuberoa por casas del tipo C. Bizkaia, en suproporción máxima, quedaría adscrita al tipo D, aunque hay una zona, la más occidental, sobre todo el Valle de Carranza, en que hallaríamos los rasgos más distintivos del tipo B, cosa que ocurre asimismo en la generalidad de Álava, es decir, casas con tejado a dos aguas y caballete paralelo a la fachada[7].
- ↑ Ander MANTEROLA. "Etxea" in Euskaldunak. Tomo III. Bilbao: 1980, p. 541.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Etnología vasca” in El libro de oro de la patria. San Sebastián: [1935], [pp. 31-32].
- ↑ Luis Pedro PEÑA SANTIAGO. Arte popular vasco. San Sebastián: 1969. [La casa, pp.13-104].
- ↑ José María SATRÚSTEGUI. “Caseríos y aldeas en el País Vasco” in Páginas de historia del País Vasco. Homenaje de la Universidad de Navarra a D. José Miguel de Barandiaran (Abril-Mayo, 1977). Pamplona: 1980, pp. 139-159, 163-164.
- ↑ Inmaculada ÁVILA OJER y M.ª Carmen LÓPEZ ECHARTE. “La casa en Navarra” in Etnografía de Navarra. Pamplona: 1996, pp. 34-36.
- ↑ Julio CARO BAROJA. Etnografía histórica de Navarra. Tomo II. Pamplona: 1972, p. 166.
- ↑ Julio CARO BAROJA. Los vascos. Madrid: 1971, p. 112.