Solapamiento de generaciones y estructura familiar
En tiempos pasados la familia era más numerosa y el matrimonio se celebraba a edad temprana por convenir que la casa criara a la siguiente generación antes de que los abuelos fueran viejos, de manera que siempre hubiera tres generaciones, realizando cada una los trabajos propios de su edad. La falta de hijos suponía una contrariedad para el futuro de la casa que se compensaba con la adopción de uno o más niños o la incorporación a la familia de sobrinos o de algún criado.
Este solapamiento de generaciones se da hoy día en menor medida en parte porque la edad del casamiento se ha retrasado y porque el número de miembros de la unidad familiar se ha reducido. Otros factores que también han influido notablemente en el cambio de costumbres y en la modificación de la estructura familiar son que la gente no se casa hoy día a la casa familiar sino que todo el mundo quiere tener su propio hogar. Además los hijos desde muy pequeños son llevados a la guardería y los ancianos son internados o ingresan voluntariamente en una residencia.
Los datos señalados provienen de las encuestas. La composición de la familia durante el último medio siglo –dicen los informantes– ha cambiado notablemente. El número de miembros se ha reducido. Antes cohabitaban en una misma casa un número mayor de personas. Además de los padres estaban los abuelos, suegros e incluso algún tío o pariente más lejano. Hoy la familia prácticamente ha quedado reducida a padres e hijos, y sólo en algunos casos conviven los abuelos o tíos solteros. De hecho los jóvenes, a menudo, suelen desconocer los grados de parentesco, salvo los de la familia estricta.
Paralelamente a esta reducción intencionada en el número de hijos se observa un creciente número de parejas infértiles. Además de la disminución del número de miembros, los hijos al casarse procuran vivir en una casa diferente.
El abandono de las labores agrícola-ganaderas, la incorporación de la mujer a actividades remuneradas y los cambios en las viviendas y en las relaciones familiares han traído como consecuencia que el papel de los abuelos se haya modificado notablemente.
Los ancianos, por la experiencia acumulada, han dejado de cumplir, en muchos casos, el papel que tenían antaño de mantener las riendas de la casa y ser los mejores consejeros. Hoy día, debido a lo mucho que se ha alargado la esperanza de vida, es frecuente que queden marginados y acaben sus días en una residencia. Los informantes argumentan que parte del problema está motivado porque la mujer, que preferentemente se ocupaba de estos menesteres, se ha incorporado plenamente a la vida laboral fuera de casa.
Ahora los hijos se casan y forman su propio hogar, en la mayoría de los casos fuera del domicilio familiar. Los padres siguen viviendo en su propia casa mientras se valen por sí mismos. A veces por enfermedad o vejez, van a vivir a casa de los hijos, a menudo en régimen de rotación en los domicilios de éstos. Si los hijos no pueden o no quieren cuidar a los padres, acaban ingresando o ingresándoles en una residencia de ancianos.
A pesar de lo dicho, la generación de más edad no ha perdido su posición en todas las poblaciones. La autoridad de los abuelos en las casas ha quedado reducida, pero se atienden sus consejos para resolver problemas. La gente de menos de cincuenta años llega a veces a usar el tuteo con sus padres, lo que no sucede con sus abuelos o con los vecinos de una generación anterior, a los que trata de usted (Valle de Roncal-N). También dicen que las personas mayores están habituadas a vivir con poco y el hecho de que sus pensiones sean relativamente elevadas e inviertan la mayor parte de sus dineros en la casa, hace que no hayan perdido del todo el rol familiar (Zuberoa).
Además de con los ancianos, la relación se ha modificado con los niños. Como consecuencia de que la mujer trabaja fuera de casa, los niños acuden desde muy pequeños a las guarderías. En contrapartida la pareja está más tiempo que antes con los hijos pequeños en los días festivos (Elgoibar-G; Sangüesa-N).