Cimientos sobre sustratos menos solidos
En una misma población hay casas que se ubican en zonas altas más rocosas y en cambio otras lo hacen en el fondo de los valles donde es más difícil encontrar cimientos tan sólidos.
En Trapagaran (B) la mayoría de los case ríos se asienta en grandes bloques rectangulares de piedra arenisca o caliza sobre suelo de cayuela. Esto sucede en los barrios situados sobre promontorios o en sus cercanías. Sin embargo, los caseríos de Zaballa, los que estaban ubicados en El Alisal o aún perduran cerca del río Baite apoyan sus cimientos sobre derrubios de mineral.
En Abezia (A) la mayoría de las casas están construidas sobre terreno rocoso lo que facilita notablemente la edificación. En otros lugares, sin embargo, es necesario excavar hasta localizar suelo arcilloso.
En Gautegiz-Arteaga (B) normalmente se encuentra fácilmente piedra o subsuelo firme para poder construir, en las zonas llanas caliza, karearria, salvo en la zona de vega, y en el monte tosca, toskea. En Ajangiz (B) no hay que profundizar mucho, en seguida aparece un material de tipo calizo no muy sólido pero suficiente conocido como toskanea.
En ocasiones debido a la naturaleza geológica del suelo no es posible encontrar un sustrato rocoso.
En Añana (A) según cuenta la gente mayor, sobre todo la que vive en la parte alta de la villa, antaño no había cimientos debido a la pendiente y a la mala calidad del suelo, que era de yeso. Se levantaban tabiques gruesos de piedra y así, una casa se sujetaba con otra. Cuando aparecen cimientos, son de piedra y arcilla o de piedra y cemento.
Ocurre a veces que el sustrato es muy húmedo; en estos casos se ha recurrido a otro tipo de soluciones.
En Moreda (A) se da la curiosa situación de que algunas casas antiguas poseen cimientos hechos con gavillas de sarmientos. Antaño las casas se construían con poco cimiento y los solían hacer de piedra con barro, esto es, tierra, cal y agua. Si al profundizar para hacer los cimientos manaba agua echaban gavillas de sarmientos para tener una base sobre la que poder empezar a levantar los cimientos.
En el Valle de Zuia (A) hay constancia de algunas casas en las que los cimientos son de troncos de haya, que dada la humedad del suelo, se conservan verdes y han durado hasta ciento cincuenta años.
En Lezaun (N) como la roca madre es muy somera, no había problemas de cimentación pero en los terrenos muy acuosos y sin firme, para conseguir una buena cimentación se echaban unas maderas de haya como base y sobre ellas se procedía a levantar la pared. Dicen que la madera de haya sumergida en agua dura muchísimo tiempo. Esta práctica no era necesaria en la cimentación local.
En Aurizberri (N) si no se hallaba roca, colocaban en la zanja excavada grandes troncos de haya y sobre éstos se levantaban las paredes.
En Zeanuri (B) recuerdan que antaño para consolidar los cimientos se introducían troncos de haya, pagoa, dado que su madera es resistente en el agua y en terrenos húmedos. Ya en el segundo decenio del siglo XX Gorostiaga recogió en esta misma población que cuando los cimientos no se podían apoyar en roca firme se introducían en la tierra troncos de este material, estabeadurea, y sobre ellos se levantaba el edificio.
Como se ha podido comprobar por las descripciones anteriores a menudo se han excavado zanjas hasta encontrar un sustrato duro sobre el que asentar los muros de carga. Pero también se ha constatado que a veces se procedía a levantarlos sin realizar tales zanjas por lo que los cimientos del edificio quedaban muy superficialmente.
En Amorebieta-Etxano (B) los cimientos en los caseríos más antiguos están casi a ras de tierra y son de piedra y mortero. En Valdegovía (A) no son muy profundos como se ha demostrado en los casos de rehabilitación de casas, y están compuestos de piedras y tierra. En Luzaide/Valcarlos (N) resultan en general superficiales.
En Astigarraga (G) aunque lo habitual era que primeramente se excavase hasta conseguir una base firme sobre la que asentar los muros, a medio metro o a un metro del nivel del suelo, hay casas que presentan una construcción sin cimientos, es decir, cuyas paredes se levantaron sobre una base sin más.
Esto no ha supuesto una limitación ni un riesgo para la integridad del edificio ya que al levantarse con muros de carga los pesos se repartían uniformemente.
En Elgoibar (G) los cimientos de la casa se bajaban normalmente hasta el firme pero tampoco descendían mucho, lo que sucedía era que al tratarse de muros de 70-80 cm, contaban con el suficiente grosor como para soportar todos los pesos que partían de la parte superior de la casa, pues se repartían muy bien. Con este modo de construcción no ha habido desplazamientos importantes a consecuencia de haber cedido el terreno.
En unas cuantas localidades se ha constatado la técnica de abrir zanjas más o menos profundas e independientemente del sustrato encontrado rellenarlas de piedra que hace las veces del cimiento rocoso natural.
En Hondarribia (G) para levantar un caserío se trazaba en el terreno lo que iba a ser la planta. Se excavaba una zanja en todo el perímetro de 1,5 m de profundidad. Después se preparaba una buena base a costa de colocar una capa de piedra dura y otra de masa de arena y cal, así hasta siete capas, alcanzando una altura de 1,2 m y una anchura de un metro. Esto constituía la zapata del edificio. Sobre esta base se armaba la pared maestra que solía tener unos 65 cm de anchura. La parte sin cubrir o sobrante que había entre la anchura del cimiento, en este caso un metro, y la anchura de la pared, 65 cm, se llamaba erlaja.
En Allo (N) en primer lugar se abrían las zanjas que albergarían los cimientos. Se profundizaba entre uno y dos metros, con una anchura de 50 a 80 cm, en función de la altura de la casa a construir. La cimentación se componía de piedras extraídas de las canteras existentes, mezcladas con barro; otras veces cal y arena además de la piedra.
En Aoiz (N) los cimientos se hacían abriendo una zanja en el suelo que seguía la forma de la planta de la casa. Esta labor se realizaba antiguamente a pico y pala y actualmente con pequeñas máquinas excavadoras. Según los albañiles el material utilizado era una mezcla de piedras, bastante grandes, y cemento. Pero en alguna casa que ha sido derruida y se ha excavado para volver a construir en el mismo solar se puede observar que los cimientos estaban hechos a base de sillares de piedra de forma rectangular, muy regulares. Como Aoiz está ubicado sobre un terreno de aguas freáticas, el problema de la inundación de la zanja de cimentación se solucionaba rellenando rápidamente los perfiles de la zanja con cemento, que al secar impedía que el agua volviese a inundar la zona. Esta labor se ha efectuado durante el siglo XX.
En Artajona (N) los cimientos se hacían normalmente con piedra y empleando barro como argamasa. Antiguamente el mortero era de cal y arena (mortero común); actualmente se ha dado paso al hormigón.
En Murchante (N), en general, las casas tenían pocos cimientos o carecían de ellos, pues creían que no eran necesarios por la escasa altura que alcanzaban. Fue a raíz de la mejora de las casas, a finales de 1960 y durante la década de 1970, cuando comenzaron a contar con buenos cimientos, lo que les permitió incrementar la altura. Para construirlos excavaban en primer lugar una pequeña franja que rellenaban con piedras de acampanil, es decir, piedras procedentes de las fincas de los alrededores, que ellos mismos o sus vecinos habían despedregado. Las más pequeñas servían para rellenar los huecos que pudieran quedar entre las grandes. Finalmente echaban la solera, esto es, el suelo con cemento y arena.
Cuenta un informante de San Martín de Unx (N) dedicado a la albañilería que en los pueblos en que había mucha piedra como éste, y además buena, se hacían los cimientos de 0,70 m de anchura y se reducían a 0,60 m cuando llegaban a flor de tierra. Se hacían en seco y se terminaban cruzando la piedra a diente de perro y ligándolos con un barro arcilloso llamado cemento de golondrina. La altura de los cimientos dependía de la que se iba a dar al edificio, variando desde uno a dos metros. Si al empezar a excavar salía enseguida la tufa o la roca, se desistía de hacer cimentación y sólo se construía un anillo de cemento. En los pueblos de la Ribera (N) donde no existía la piedra en tal cantidad, los cimientos se hacían con ruejos, cantos rodados, y cal hidráulica con arena.
En Sangüesa (N) normalmente los cimientos son poco profundos, se aproximan a un metro, a no ser que haya bodega, en este caso son muy profundos, pues se encuentra pronto una buena base de cascajos, generalmente cementados. Las zanjas se cubrían con argamasa de cal y arena y piedras de relleno, incluso grandes cantos rodados o piedras de río. En las casas palaciegas se colocan sobre todo en las filas que afloran a la superficie piedras más regulares y talladas.
En Ortzaize (BN) se hacía una zanja, arroila, de la medida de las paredes principales. Después se rellenaba con piedras de río o cantos rodados para preservar la pared de la humedad de la tierra.
En Berganzo (A) los cimientos se hacían con piedra caliza, toba y adobe. Como sustitutos del cemento se empleaban arcilla y tierra. La profundidad de los mismos variaba según los gustos de cada propietario, normalmente tenían 60 cm de hondura por 40 cm de anchura. Se recurría a los entramados de madera formados por elementos verticales y horizontales acompañados de otros oblicuos, todos ellos de madera.
Hoy en día los cimientos se realizan con hormigón armado. En cuanto a las zanjas se recurre a medios mécanicos como excavadoras para abrirlas (Apodaca, Moreda-A, Busturia, Gorozika, Valle de Carranza-B, Astigarraga-G, Mirafuentes-N).