Armarios, alacenas y espeteras
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En las localidades encuestadas dicen con carácter general que en tiempos pasados el mobiliario de la cocina era escaso. A modo de ejemplo, en Pipaón (A) señalan que consistía en el escaño y la mesa panera, el escurreplatos, el tapadero y el cucharero. Algunas casas tenían pequeños armarios donde guardaban las ollas de barro, la aceitera y el salero, y el almirez.
En Abezia (A) indican que no eran frecuentes los armarios y mucho menos en las cocinas. Podía haber un arca y disponían de un pequeño armario de madera con cajones, colgado de la pared para depositar allí los ajos, el perejil, la cebolla y otros condimentos. En la pared de la cocina o la recocina de algunas casas había listones sujetos mediante escarpias que servían para colgar cazuelas, tapas, etc., en la pared. En Apodaca (A) había armario con alacena y escurreplatos. A ambos lados de la campana del hogar solía haber unos armarios o alacenas donde se guardaba el azúcar, arroz, harina, sal y demás alimentos así como el librillo y el tabaco picado si en la casa había fumadores. Ahí estaban la radio y botes variados con mantequilla, especias y alguna conserva. En Portugalete (B) dicen que había armario para guardar los comestibles y utensilios, y baldas abiertas de una o dos alturas. En Ribera Alta (A) el armario de madera disponía de dos puertas arriba y otras dos abajo, que estaban labradas y el dibujo que hacía la madera recibía el nombre de panales.
En Hondarribia (G) sobre la fregadera estaba el escurridor de platos, de madera y en algunas casas pintado de blanco, un armario donde se guardaban las botellas y los productos alimenticios, una mesa y unas sillas completaban el mobiliario. Había también una gran radio y el cazamoscas de papel encolado colgando del techo.
Los armarios que bajo distintas denominaciones se describen a continuación eran muy similares y sólo diferían en que tuvieran más o menos baldas, una o dos puertas en la parte de abajo y cosas semejantes. Además, en ocasiones, en vez de en la cocina donde se tenían pocos utensilios, el mueble podía encontrarse en la sala o dependencia próxima a la cocina.
En Beasain y Aria (N) en el armario o vasar, ontzitegia en Heleta (BN), se guardaba la vajilla y los demás objetos propios de la cocina, también en Izurdiaga (N) había armario-vajillero y dicen que los armarios, en general, solían ser negros, fabricados en madera de roble. En Heleta (BN) algunas piezas del ajuar podían estar en la anaquelería, baxeratea; en Ainhoa (L) se ha recogido el vocablo baxera para designar el platero o vasar y en Irisarri (BN) baseritegia para vasar y armeria para alacena y armario.
Aparadores, apala, ferreria
Ha sido bastante general que en la cocina hubiera aparadores. En Artajona, Sangüesa y Viana (N) en el aparador, realizado a manera de estantería con ladrillo y yeso se colocaban algunos de los enseres del ajuar. A veces había en la pared alguna alacena con puertecilla de madera y en otras ocasiones se colgaban los objetos directamente de la pared mediante un clavo. En Moreda (A) pequeñas oquedades a modo de ventanillas realizadas en la pared hacían de despensa y servían para dejar objetos como botellas de aceite, porrón de vino o utensilios de cocina.
En la zona rural de Deba-Mutriku (G), según se recogió a principios del siglo XX, era frecuente que en una de las paredes de la cocina se hallara la boca de un puchero viejo, lapiko zarra, empotrado en la pared que servía para guardar pequeños objetos. Arrimados a las paredes estaban el aparador, apala, el armario y la percha, kako-apala, donde cuelgan las vasijas. También en Kortezubi (B) era frecuente ver en una pared cerca del hogar un hueco que llamaban baldatxua, o un puchero empotrado en el muro, donde se colocaban mixtos, tabaco u otros objetos menudos.
Otro tanto se ha constatado en Gautegiz-Arteaga (B) donde junto al fuego se encontraba empotrado en un hueco de la pared un puchero de barro, lurrezko lapikoa, que hacía las veces de un pequeño armario, lapiko-zuloa, donde se guardaban los ajos, las cerillas, el mechero, etc.
En Busturia (B) en la cocina había dos huecos: uno llamado eskapulatxue o eskopoltxue, abierto en la pared, en el que se guardaban el aceite, azúcar, jabón, etc., y en la parte superior se colocaba la radio o cualquier otro objeto; se cerraba mediante una puerta reforzada con dos akerrak con txaramel o zoquetillo, pues la cocina se llenaba de humo frecuentemente. El otro hueco se denomina tupiñe y se encontraba al lado de la chimenea en la parte izquierda, y consistía en un recipiente de hierro colado en el que los viejos guardaban la pipa. También en Amorebieta-Etxano (B) han consignado que junto al fuego había unos huecos en la pared que servían de pequeños armarios.
En Ataun (G), en una pared de la cocina, a un par de metros de altura sobre el suelo, había un puchero empotrado en el muro con la boca hacia fuera. Era el lapiko-zulo, puchero depósito, servía para guardar pequeños objetos como el cincel, zulakaitz, el taladro, takaiñe, pedernal para encender el fuego, clavos, etc.
En Ataun (G) había aparador, arramario-apala, en Andoain (G) alacena, apala. En Oñati y en Leintz-Gatzaga (G) el aparador se denomina zapalda y dispone de varias baldas para vasijas. En Oiartzun (G) el armario, armaiua, con su aparador, apala, para la vajilla. En Orozko (B) a veces había un armario o unas baldas para guardar los cacharros; la alacena cuando la había, recibía el nombre de aparadorea.
En Améscoa, Aoiz, Eugi, Monreal y San Martín de Unx (N) los aparadores iban montados, generalmente, encima de la cantarera. En Murchante (N) señalan que los aparadores eran algo más elegantes que los armarios de cocina. En Améscoa, Aoiz y Monreal precisan que los había de madera pero ordinariamente estaban construidos con ladrillo y yeso (llamados también “de obra”), y un listón de madera por delante como sostén. Solían ser dos y mayormente tres los aparadores, uno para los platos, otro para los pucheros y un tercero para las calderas de cobre y los pucheros grandes. El dato recogido en Romanzado y Urraúl Bajo (N) es similar pues en la cocina había unos aparadores, dos o tres, construidos de ladrillos, revocados y blanqueados con cal, como la pared en la que estaban y en ellos se guardaban los platos, los tazones y los vasos. En Améscoa (N) precisan que los aparadores se adornaban con papeles con picos y en las fiestas se vestían con papeles de colorines.
En Donoztiri (BN) el aparador estaba montado sobre un armario, además se encontraban el ganchero, ferreria, colgado en uno de los muros, la cuba, kuba, de madera donde se hacía la colada y la lámpara o candil de carburo o quinqué de petróleo. En Ataun (G) burrundi es el perchero de hierro para colgar la vajilla metálica. En Urepele (BN) en uno de los muros de la cocina había dos vajilleras con tres anaqueles cada una: ferreria o vajillera para vasijas metálicas, untziteia para vasijas de loza y austeia, cenicero.
En Sara (L) ferreria es un bastidor que cuelga de la pared, formado por varias barras o listones de madera provistos de clavos salientes de donde penden diversos objetos de metal como padera o sartén de hierro provisto de mango largo con dos patas que aseguran la horizontalidad del aparato; kaxo o cazo grande con mango; ekarri-untzi o cacerola de hierro que sirve para asar o freír diversos comestibles; burruntzali o cazo pequeño de mango largo que se emplea para trasvasar caldos, leche, etc.; zimitz, pasador; arrapo kentzeko, espumadera; esneuntzi, marmita para transportar leche; xokolatier, chocolatera; imitu, embudo, y otros.
Arasa, escudillero
En Elosua y en Zerain (G) el mueble armario llamado aasea cumple la misión de guardar el ajuar de la cocina y se compone de dos partes: la inferior, un armario y la superior una alacena donde se colocaban los platos. En Bedarona, Zeanuri (B); Elosua, Orexa y Telleriarte (G), hay constancia de la existencia en la cocina del armario o alacena llamada arasa. También en Gorozika (B) arasie era el mueble donde se ponían los platos.
En Abadiño (B), en las cocinas se han conocido arasak de dos tipos. Unas independientes colgadas a la pared y otras que constituían la parte superior de un armario cuyo bajo era cerrado. Las baldas alojaban platos, en los clavos laterales se colgaban sartenes y el puchero llamado topina, y algunas disponían en los listones delanteros unas hendiduras para colocar las cucharas. En el armario cerrado inferior se guardaban la comida y el resto de los recipientes.
En Garagartza (G) dicen que una variante del armario escurridera es arasie, que se cuelga de la pared, se trata de un mueble de 90 cm de largo por 50 de alto y 20 de fondo. Lleva a su izquierda un departamento con junquillos, de 54 cm, que se utiliza como escurreplatos y otro menor para depositar la vajilla. En algunas localidades ha sido común que en las baldas se colocara papel blanco con los bordes recortados, que a veces se hacían en casa y otras se compraban en las tiendas, en este caso generalmente a cuadros blancos y azules o blancos y rojos (Hondarribia-G). En Ezkio-Itsaso (G) había un armario para pucheros y otros objetos con su aparador, aasia, para platos y fuentes.
En Sara (L) manka es un armario de tablas adosado a uno de los muros de la cocina donde se guardan diversas vasijas de uso frecuente en las funciones culinarias. El aparador que se halla sobre este armario se llama alasi. Va provisto de baldas, maila, y barras de madera o listones, alasiko fara, donde se apoyan los platos dispuestos en forma inclinada. El conjunto de ambos muebles se denomina mankalasi. En él o en un muro se halla una pequeña caja de madera que es el salero, gatzontzi. En Bernedo (A) el salero de madera con su tapadera solía estar colgado de un clavo cercano al armario de cocina.
En Abezia, Valle de Zuia (A) y Obanos (N) en la cocina o en la recocina se encontraba el vasar que era un mueble similar, en Bernedo (A) le llaman escudillero, y es un armario o tabla para colocar las cazuelas, cuberteras y platos; en él solía colocarse la tabla para picar la carne y otros alimentos. En Andraka (B) también se ha constatado su existencia. En Markinez (A) el aparador se denominaba escubillero y en Apellániz (A), en las paredes se colocaba el escubillero, vasar para platos, el levante, estante para lo mismo, y el vasijero, armario para guardar las cazuelas.
En Aintzioa y Orondritz (N) en la cocina había alacena con estantes abiertos. En ella se guardaban los utensilios, trébedes, calderas, radas (nombre que reciben las herradas con las que las mujeres acarreaban agua a casa y que las apoyaban sobre un almohadillado puesto en la cabeza llamado burute). Además estaban allí los calentadores en los que metían brasas para calentar las camas en invierno; también la padera de asar castañas, las pequeñas chocolateras y otros recipientes de cobre y latón que las mujeres de la casa tenían siempre limpios y brillantes.
Espetera
En Agurain, Berganzo (A); Aoiz, Izurdiaga, Lezaun y Luzaide/Valcarlos (N), en la cocina se hallaba el vasijero, clásico mueble de cocina, con estas proporciones: 1,90 m de altura por 1 m de anchura y de fondo, de la mitad para abajo de 40 a 45 cm y de 18 a 25 cm en la parte de arriba. Tiene unas pequeñas patas sobre las que va un compartimento que cierra con dos hojas, sobre ellas sendos cajones; la parte superior sin cierre se distribuye en estantes de unos 20 cm de separación, con un listón de frente algo más alto que la mitad del hueco. En la parte inferior se colocan los pucheros y las cazuelas y en la superior los platos y las fuentes. El listón lleva como adorno un estrecho frontal de tela bordado a juego con el de la balda de la campana del fogón.
En Allo, Améscoa, Eugi, Obanos, Murchante, Valle de Roncal, y en Romanzado y Urraúl Bajo (N) en la cocina se encontraba la espetera o espedera que era una tabla o aparador del que colgaban los cacharros de cobre o de latón, jarros de metal, cuencos y otros útiles de cocina como la rasera o espumadera. En Artajona (N) eran algunas casas ricas las que sujeta a la pared tenían la espedera que la describen como una pieza de madera lisa o con labores geométricas, de la que salen dos filas de clavos de madera para colgar los objetos. En Allo (N) se ha consignado que en las casas ricas era costumbre limpiar y abrillantar concienzudamente estos elementos para las fiestas de la Magdalena o de la Cruz, pues aparte del uso propio cumplía la espedera la función de exhibir los útiles de la cocina[1]. No todas las casas tenían espedera, en cuyo caso colocaban los detalles que tuvieran en la repisa de la campana del fogón. En Allo y en Mélida (N) se ha consignado que había también en el hogar alacenas y armarios, empotrados o en rinconera, en los que se guardaba el menaje de cocina. En Mélida junto al mueble, cuando no había agua corriente, la vasija para el agua con la jarra para servirse encima. En Valtierra (N) las estanterías o alacenas donde se guardaba el material limpio de uso en la cocina se encontraban en la recocina o despensa.
- ↑ Una informante de Allo dice que primeramente se les daba a los objetos una mano de tomate y ceniza, y luego para abrillantarlos les aplicaban una solución de vinagre y sal.