Disminución de la actividad agraria
La casa rural hace tiempo que ha dejado de ser una empresa autosuficiente, una unidad de producción autárquica. Teniendo en cuenta que el ámbito donde se han realizado las encuestas es mayoritariamente rural uno de los rasgos destacados por los informantes es la pérdida de la actividad agrícola-ganadera o al menos su profunda transformación, traduciéndose estos cambios en una cierta equiparación a la vida urbana. Una parte importante de la población rural ha optado por trabajar en la industria; en esos casos complementan esta nueva labor con la agraria.
En Berastegi (G) un centenar de baserritarras titulares de su caserío han suprimido la cabaña vacuna y la han sustituido por el ganado ovino que apenas requiere atención, y acuden a trabajar a una industria próxima. Como consecuencia de ello la vida que se hace en el caserío es similar a la urbana en cuanto a horarios, necesidad de automóvil para los desplazamientos, los niños acuden a los mismos centros escolares y los jóvenes trabajan fuera. En resumen, las diferencias entre la vida rural y la urbana son cada vez menores y se ha impuesto la uniformidad.
En la zona rural de Elgoibar (G) que es una de las localidades guipuzcoanas que más caseríos conserva, son muy pocos los dedicados exclusivamente a esta labor. La mayoría combinan su trabajo en el caserío con el de las fábricas y talleres. En Oñati (G) hoy día en pocos caseríos se mantiene la actividad agraria, casi todos los vecinos trabajan en la industria, el comercio u otras actividades.
En Abezia (A) la agricultura y la ganadería han perdido importancia mientras que ha aumentado la dedicación a la industria y a los servicios. Este hecho ha provocado que en algunas casas no haya quedado ningún hijo dedicado a la labranza.
En Ribera Alta (A) hay jóvenes que compatibilizan el trabajo del campo con el de alguna fábrica de Vitoria. Algunos viven en la capital y acuden al pueblo a atender la labranza ayudados por sus padres ya jubilados. Otros, a la inversa, viven en el pueblo y se trasladan a Vitoria a trabajar.
En ocasiones incluso se ha pasado a vivir en la ciudad. Así en Pipaón (A) se ha señalado que algunos viven en la capital, Vitoria, y acuden a diario al pueblo a hacer los trabajos de siembra, arado, abonado y recogida, y los fines de semana se llena la localidad de quienes trabajan fuera y vienen a descansar y también a arreglar las pequeñas huertas donde plantan y cultivan patatas y verduras para ayudar a la economía familiar. Casi nadie tiene gallinas, palomas o conejos como antes, tan sólo cuatro o cinco familias.
En las localidades encuestadas se resalta también que el trabajo en la fábrica tiene la ventaja de una mayor seguridad y disponibilidad de dinero.
En Izurdiaga (N) se ha consignado que la gente dedicada al campo es cada vez menor ya que prefieren estar colocados en una fábrica que depender de la tierra, y disponer así de un sueldo fijo a final de mes.
En Beasain (G) al trabajar muchos cabeza de familia fuera del caserío y en tareas ajenas al mismo, como fábricas o la construcción, se dispone de más dinero en efectivo. De esta forma la vida resulta más cómoda y se han abandonado trabajos y prácticas que han conocido y llevado a cabo sus propios padres.
Según se ha apuntado anteriormente, estos cambios han supuesto una transformación en las costumbres y en los modos de vida, que se han vuelto más urbanos.
En Amorebieta-Etxano (B) hoy en día la mayoría de los campesinos se han integrado en la sociedad industrial. La comida es igual de variada que en el núcleo urbano y de mejor calidad porque son productos de la propia casa. La indumentaria es parecida sobre todo entre los jóvenes. Muchas personas que viven en los caseríos se han comprado una vivienda en el núcleo urbano y continúan en el caserío porque allí viven los abuelos, que no pueden dejar la casa por problemas de movilidad o alguna otra limitación física.
En Elosua (G) puede decirse que se ha hecho homogéneo el modo de vida de esta comunidad con la de zonas industriales; la población rural ha perdido las peculiaridades que la caracterizaban. Las motivaciones de tipo religioso son menos importantes, casi han desaparecido las labores de siembra y los trabajos complementarios que acarreaban, y otro tanto ha ocurrido con la fabricación artesanal de aperos y útiles, que ahora se compran. La desaparición del mayorazgo y el abandono del caserío confieren a este proceso un carácter irreversible.
Esta renuncia al trabajo en el campo no sólo ha afectado a los hombres en aquellas áreas donde a partir de mediados de siglo XX se inició un desarrollo industrial. Las jóvenes también han rehusado casarse con muchachos dedicados a actividades agropecuarias. Este es un fenómeno incluso más antiguo que el anterior que se ha traducido en un elevado número de hombres solteros en las áreas rurales.
En Zerain (G) hoy en día hay una marcada resistencia entre las jóvenes a casarse “al caserío” por entender que la vida en el mismo es más dura que la de sus iguales en el pueblo y menos adecuada a los tiempos modernos. Ciertamente la mujer en el caserío, siendo más dueña de su familia, tiene menos comodidades y ha de hacer trabajos más ingratos. Otra de las cargas que asustan a las presuntas etxekoandres es la falta de libertad que supone la convivencia con los mayores y la obligación de mantener la casa abierta a toda la familia, con lo que se encuentran limitadas en su independencia.
En Pipaón (A) en los decenios setenta y ochenta llegó el abandono del campo porque la mujer no quería vivir en el ámbito rural y con ello en pocos años los pueblos se están quedando vacíos. Los vecinos que permanecen son octogenarios y no hay niños por lo que el futuro está comprometido.
En cuanto a los que han quedado entregados a labores agrarias, un cambio importante viene ocasionado por la introducción de maquinaria que ha aliviado el esfuerzo físico.
En la zona rural de Elgoibar (G) la inmensa mayoría de las casas cuenta con maquinaria moderna que ha dejado obsoleta a la tradicional y hace más llevadero el trabajo. Esta modernización también ha afectado a las cuadras. Además antes transportaban los productos que vendían en la plaza con burro, hoy son las furgonetas las que los llevan.
En Berastegi (G) ahora no se madruga tanto. Solamente tienen vacas lecheras en muy pocos caseríos, y el ordeño es mecánico y más rápido que antes. La mecanización del campo ha suavizado las labores. La mayoría de las casas dispone al menos de un vehículo a motor, así como tractor. En Beasain (G) señalan que con la mecanización el trabajo ha dejado de ser tan penoso como antes.
En Ribera Alta (A) indican que se ha producido un gran cambio en las funciones antes consideradas propias del varón y de la mujer; la maquinaria ha facilitado los trabajos y ambos conducen el tractor.
En Zuberoa por causa de la mecanización del campo, la mujer no está obligada a ayudar al marido en las labores agrícolas, se ocupa más de la casa y de los hijos o trabaja fuera. Hoy día, señalan algunos informantes, que los jóvenes aspiran más a casarse con una joven que tenga un buen empleo que con una rica heredera.
En definitiva, la casa como empresa agropecuaria familiar está en crisis por no haber sabido o no haber podido adaptarse a los nuevos tiempos; desde el punto de vista económico tal como se ha concebido hasta ahora ya no es rentable.