Lavado de la vajilla, harrikoa egin
En algunas localidades se ha consignado que en tiempos pasados al igual que ocurría con la ropa, se iba al río o al lavadero a limpiar la vajilla y los recipientes usados para cocinar. Había quienes acarreaban el agua a casa y así realizaban el lavado de los pucheros y vajillas utilizados en las comidas.
Así lo han consignado por ejemplo en Moreda (A) donde antes de la traída de aguas las mujeres iban al río llevando la vajilla en cestos o baldes de zinc; del mismo modo procedían en Murchante (N) donde las familias corrientes lavaban el vajillo en el lavadero en tanto que las pudientes lo hacían en casa con asperón, arena y agua, y a veces con jabón y sosa. En Allo (N) se ha recogido que cuando no había agua corriente en las casas, algunas mujeres salían a los lavaderos y arenaban allí los peroles o cuando volvían de llevar la comida al campo aprovechaban el paso de alguna acequia para frotar con arena los peroles. En Abadiño (B) señalan que a veces para que los recipientes quedasen más limpios y sin grasa se llevaban al pozo y se restregaban con ceniza o arena.
En Añana, Bernedo, Ribera Alta (A); Abadiño, Lezama (B); Telleriarte (G) e Izurdiaga (N) se ha consignado que la vajilla se limpiaba con agua caliente que después se utilizaba para hacer la comida de los cerdos, ozala en Lezama (B), aprovechando los restos de grasa. Cada semana se hacía una limpieza a fondo de la vajilla aprovechando el agua de la colada semanal. En Pipaón (A) y en Allo (N) señalan que la escasa vajilla que se tenía antiguamente en las casas y que sólo se utilizaba en Navidad y en las fiestas patronales se limpiaba con las lejías de la colada que la dejaban brillante. En Astigarraga (G) se ha consignado que la vajilla de fiesta se limpia más a fondo antes de las ocasiones solemnes, como los días de Pascua y Navidad, y después de usarla, antes de volver a guardarla.
Antes de la traída de aguas y de que las cocinas dispusieran de fregaderas, se conocieron otros métodos de lavado de la vajilla tal y como se ha recogido en Izurdiaga (N). En esta localidad hasta la Guerra Civil de 1936 esta tarea se llevaba a cabo en una gambella de madera que estaba fuera de la casa. Se trataba de un cajón de madera colocado en unos burros, con las patas en forma de aspa.
En Viana (N), antes de la llegada del agua a las casas, se llenaba un barreñón cerámico de base estrecha y boca ancha con agua de la tinaja, previamente calentada. Luego el barreño fue sustituido por un balde de zinc. Se le agregaba jabón de lavar fabricado en casa y algo de sosa. Para restregar se echaba arena sobre un estropajo hecho con el esparto de los liajos inútiles. El asperón supuso un adelanto. Una vez fregada y aclarada la vajilla se colocaba para su secado en un escurreplatos, que era un armazón hecho con varillas de madera que se colgaba de la pared.
En otro tiempo, tal y como se ha constatado en Abezia (A) y en Sangüesa (N) la ceniza era el principal “detergente”. Se fregaba en un cubo y se aclaraba en otro. Hervían agua y la vertían sobre la ceniza que previamente habían pasado por un colador o cedazo. Primero agua templada y luego más caliente para quitar más fácilmente las manchas de hollín. Para limpiar la parte interna de los pucheros se dejaba hervir el agua de ceniza. Para el resto de los cacharros empleaban el agua sobrante de la colada que se hacía una vez al mes. Los cubiertos de aluminio se frotaban con ceniza mediante un alambre para que quedaran más brillantes y una vez fregados se dejaban en el escurridor.
En Agurain, Berganzo, Murgia (A); Elosua, Telleriarte (G); Allo y Aoiz (N) se ha recogido que la vajilla se lavaba con agua caliente y algo de jabón; para las vasijas de porcelana se usaba estropajo con ceniza y para las piezas de hierro, arena, aria eta espartzua (Elosua-G). Las calderas de cobre se pulían frotándolas con un alambre o bruñidor. En Moreda (A) dicen que la ceniza y el vinagre son buenos para quitar las horrañas y partes oxidadas de las sartenes. En ocasiones usaban sosa, frotaban los cacharros de la cocina con cuerdas de esparto. También en Pipaón (A) se limpiaban con ceniza y vinagre los utensilios de metal y cobre. En Arrasate y en Elosua (G) eran las sartenes, las tapas grandes y utensilios similares los que se limpiaban con ceniza, suteko autza, y los calderos de bronce con hojas de saúco, intxusa o sakutie, y arcilla, buztiña. En Hondarribia (G) una vez por semana se lavaban todos los platos y útiles de la cocina a fondo con agua y ceniza.
En Zerain (G) se ha recogido que los utensilios de hierro se limpiaban con lija y arena; los de cobre con ceniza seca o arcilla roja muy desmenuzada, también con sal gorda y vinagre; los de barro se colocaban en la caldera, pertza, de agua, se le añadían dos puñados de ceniza y se colgaba del lar, elatza, dejándolos cocer.
En Apodaca (A) las cazuelas, pucheros y ollas se fregaban con jabón y arenaban con arena fina del río, luego se aclaraban en un caldero. Las cazuelas y pucheros se dejaban en la cocina o en el fogón bajo con agua para que se calentasen y así poderlos fregar mejor.
En Aoiz (N) se ha consignado que antiguamente el estropajo se obtenía deshaciendo cuerdas, como las que traían las cajas de pescado. En los años setenta se utilizaron estropajos de rizos de plástico, en los ochenta se conocieron los estropajos de aluminio y en los noventa de esponja salvauñas.
En Amorebieta-Etxano, Bedarona, Gorozika (B); Oñati (G); Mélida, Obanos (N) la vajilla se limpiaba en la fregadera de piedra de la cocina. Se calentaba agua en un recipiente y se deshacía ahí una parte de una pieza de jabón, se frotaban los recipientes con estropajo. Luego se aclaraban en otro recipiente con agua limpia. Se lavan primero los vasos, platos y cubiertos y luego las perolas y cacharros con mayor suciedad. Se secaban con un trapo viejo o se dejaban escurrir y se secaban después. El fondo de los cazos y cazuelas se limpiaba con arena para que quedara reluciente. La chapa de la cocina se limpiaba con estropajo, vinagre y arena y luego se pasaba con agua.
Respecto al momento de realizar el fregado, la costumbre ha sido hacerlo después de las comidas, bien sea al mediodía o a la noche. En Allo (N) y en Berastegi (G) se ha consignado que al mediodía obraban así pero por la noche lo dejaban para la mañana siguiente. En Obanos (N) no se veía bien el dejar los platos sin fregar de un día para otro, se consideraba “de flojas”.
En Obanos se ha recogido el dato de que después del jabón casero que se usó hasta mediados del siglo XX, se empezó a comprar un jabón blanco en polvo que contenía mucha sosa. A mediados de los sesenta se generalizaron los jabones líquidos que quitaban mejor las manchas y estropeaban menos las manos. Comenzaron además los calentadores de agua de gas butano, los estropajos de estopa, luego bayetas de cocina de los tipos Vileda y Spontex.
En San Martín de Unx (N) hasta hace unos años la mujer joven de la casa lavaba la vajilla después de comer pero la mujer madura o anciana, si tenía invitados a comer, además de no sentarse a la mesa para atender mejor a los comensales, empezaba a fregar la vajilla desde la terminación del primer plato. Esta limpieza solía pasar desapercibida a los invitados porque se realizaba de forma discreta en la recocina. Hoy día no se practica esta costumbre.
Acerca del secado de la vajilla se ha recogido que se han conocido los escurridores de madera, metal o plástico que se colocaban en la repisa junto a la fregadera o colgados. A mediados de los ochenta los escurridores se introducen dentro de los propios armarios de la cocina; también se dejan sobre la mesa o en la encimera de la cocina sobre un trapo. Se conocen asimismo unos recipientes de plástico en los que se dejan los cubiertos para que escurran. Los cubiertos, sartenes y perolas se frotan o se secan pero no así los vasos y platos pues de este modo quedan más brillantes, por ello es mejor aclararlos con agua fría. Para restregar los recipientes de cocina y secar los cacharros se han utilizado trapos viejos, moltzuek en Abadiño (B). En los casos de perolas o sartenes con restos de comida pegada, se ponen a remojo con agua caliente y un poco de jabón. En los casos difíciles se ponen a calentar para que los restos se desprendan. La labor se realiza después de cada comida. Los cubiertos de plata o de alpaca se limpian una vez al año con limpiametales.