Solidaridad entre parientes
Se ha recogido con carácter general que entre los parientes ha existido solidaridad y se han ayudado mutuamente en determinadas situaciones de la vida. Esta colaboración se manifestaba en ayudar en las labores domésticas y trabajos urgentes y, sobre todo, en los casos de desgracia y enfermedad. Las encuestas señalan que a veces los vecinos daban tanta o mayor asistencia a la familia como los allegados.
En Allo y en San Martín de Unx (N) lo atribuyen a la consanguinidad. En la primera de las localidades para explicarlo se ha recogido la expresión “la llamada de la sangre” y en la segunda, “la sangre no es agua, tira”. En Moreda (A) dicen que la solidaridad se extendía hasta el segundo y el tercer grado de parentesco; también en el Valle de Roncal (N) los derechos y deberes para con los familiares alcanzaban a los parientes hasta el segundo grado. En algunos lugares se ha indicado que la ayuda mutua era mayor y estaba más extendida en tiempos pasados que hoy día.
En Sara (L), según se recogió en los años cuarenta, las relaciones entre los parientes eran a veces muy estrechas, sobre todo las de los que habían nacido y vivido en la misma casa. Un pariente también gozaba de mayor autoridad para dar consejos y reprender. La comunidad de la casa natal reforzaba notablemente la unión de la sangre y del origen y linaje. No sólo en vida era uno objeto de atenciones especiales de parte de quienes vivían en su casa natal sino que, después de su muerte, si había sido soltero, se le sepultaba en la tumba de la misma casa y se le recordaba en oraciones y sufragios por quienes moraban en ella.
Contamos con algunos testimonios que atenúan esta consideración. Así en San Martín de Unx (N) se ha consignado que si bien en general se presta ayuda familiar, los informantes confiesan que “cada cual en su casa se suele estar” y no se cumple mucho con los parientes. En Mezkiritz (N) se ha recogido que antiguamente en general los parientes no se metían en los asuntos de la casa, y en Busturia (B) dicen que no había deberes concretos entre los parientes, la ayuda mutua que se prestaban dependía de cómo se llevaran.
Se describen a continuación las situaciones en las que, según las encuestas, más se manifiesta la solidaridad entre parientes.
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Labores agrícolas y trabajos urgentes. Estukurako beharrak
En Zeanuri (B) se ha recogido que los parientes próximos se solidarizan con ocasión de trabajos urgentes o intensos, estukureko bearretan, situaciones en las que se recurre también a los vecinos y amistades cercanas. Con ocasión de la matanza del cerdo, txarri iltea, la madre, las hermanas o una tía acuden a casa de la hija, hermana o sobrina para ayudarle en las labores de la matanza. En los decenios de los treinta y cuarenta del siglo XX también se manifestaba esta solidaridad con motivo de la trilla, gari-joteak; de la cocción del carbón vegetal en el monte, iketz-egosteak; de los acarreos de leña, egur-batzeak; o helechos, ide-batzeak; de la edificación de una casa o de realizar una obra en ella y en otros casos. Cuando una hija da a luz, la madre le asiste durante el puerperio.
En la zona rural de Beasain (G) en la época de trabajos urgentes como la siega o la restauración o reconstrucción de la casa, los familiares acuden en ayuda de la persona o casa necesitada. En Oñati (G) también se ha consignado que se auxiliaba a los familiares en trabajos como la matanza del cerdo, la trilla o la reforma de la vivienda. En Elgoibar (G) recuerdan que la colaboración se manifestaba en tareas agrícolas o en la época de segar la hierba y hacer los almiares, metak. Datos similares se han recabado en Legazpi, Zerain (G) y Elorz (N).
En Andraka (B) y en Elosua (G) para determinadas labores como la siega y la trilla, el arreglo de bosques y el acarreo de helechos, había ayuda familiar y vecinal mutua. A quienes venían a trabajar se les daba almuerzo, comida y merienda. En Andraka agregan que los hijos casados o establecidos fuera, si estaban en buena posición económica, era corriente que ayudaran a los de casa. También en Abezia (A) se ha constatado que los hermanos que vivían fuera de la casa acudían a ésta para ayudar en las labores del campo.
En Amorebieta-Etxano (B), entre parientes que se llevaban bien había acuerdos para que la parte que realizaba labores para otra, fuera luego compensada por ésta. La colaboración concernía a la trilla, al corte y recogida del heno o al escardado de las huertas.
En Agurain, Apodaca y Bernedo (A) señalan que con los familiares la solidaridad y la colaboración se da tanto en las situaciones normales como cuando el trabajo es urgente.
En San Martín de Unx (N) la precariedad de la familia se trataba de solventar entre los parientes, ofreciéndose desinteresadamente a trabajar. Las prestaciones siempre eran de carácter mutuo por lo que todos los parientes estaban obligados en conciencia a hacerlas.
En Valtierra (N) señalan que la solidaridad entre parientes es grande. Consideran normal ayudarse en las faenas agrícolas como la cosecha y la vendimia, en el embotado de productos y frutas, en la matanza, en el encalado de la casa. Quienes disponen de verdura o fruta propia se la dan a los familiares, incluso limpia y preparada si se trata de gente mayor; si elaboran pastas o dulces les dan una parte a los parientes, y así proceden con otros productos. En Urzainki (N), entre parientes era normal la ayuda mutua y el trabajo en común en todas las labores. Los campos y los huertos se trabajaban, y los ganados se cuidaban “a torna peón” que era una fórmula consistente en “un día para mí y otro para ti”.
En otros lugares del Valle de Roncal (N) mencionan las particulares relaciones de mutua asistencia existentes entre los parientes de la Montaña y los que se habían establecido en la Ribera (normalmente segundones) en localidades como Carcastillo, Murillo el Fruto y Mélida.
Desgracia, enfermedad grave o muerte
En Abezia, Agurain, Apodaca, Berganzo, Moreda (A); Bermeo, Gorozika, Trapagaran (B); Berastegi, Hondarribia, Legazpi, Oñati, Zerain (G); Aria (N) y Uharte-Hiri (BN) indican genéricamente que la solidaridad familiar se hace más patente en los casos de necesidad, desgracia o perjuicio grave en los bienes. Singularmente se manifiesta en los casos de enfermedad en los que hay que ocuparse de cuidar o velar a un enfermo, colaboración que se incrementa si hay resultado de muerte. Esta asistencia tiene carácter recíproco. En estas situaciones se ayudaba además en las labores agrícolas y en otras tareas domésticas.
En primer lugar se describen los casos que afectan a las personas y a continuación los referidos a bienes y haciendas.
En Bernedo (A) cuando uno tiene una desgracia, entre todos los vecinos surgen espontáneas la solidaridad y la colaboración, que con los familiares suelen ser mayores. Antiguamente, los parientes cuidaban la salud de los componentes de la familia y así por ejemplo los sobrinos se ocupaban de los tíos solteros o viudos si no tenían hijos. Para la asistencia a enfermos y hospitalizados hasta hace unos años colaboraba con la familia la cofradía de la Vera Cruz, de la que formaban parte todos los vecinos. Éstos por turno perdían las noches asistiendo al enfermo o llevándole a Vitoria (A) al hospital.
En Moreda (A) el deber principal entre parientes era el asistir a los enfermos. Recuerdan que en otro tiempo el círculo de solidaridad era muy amplio pues además de a familiares se visitaba a impedidos y a las personas ancianas, haciéndoles desinteresadamente los recados o algunas labores de limpieza. Hoy día sólo se ayuda a los familiares más allegados. En Abezia (A) también se ha constatado que los familiares e incluso vecinos allegados ayudaban a cuidar a los enfermos.
En Zeanuri (B) se ha recogido que en casos de una desgracia, enfermedad o enajenación mental, los parientes se sentían obligados a ayudar a los de la casa. Si en ésta no quedaba ningún responsable, los parientes, senideak, tenían que hacerse cargo, kargue artu, de la situación. Si no había parientes cercanos, urrekoak, el deber recaía sobre los parientes lejanos, urrinekoak, recorría los grados de consanguinidad y afectaba tanto a la administración de bienes como a las obligaciones espirituales. Si enfermaba la mujer responsable de la casa, los parientes se encargaban de la limpieza de la ropa, bogadea, de cocinar y, antiguamente, incluso de la hornada semanal de pan, labasue.
En Bermeo (B) cuando una persona enfermaba, todos los parientes se sentían en la obligación de ayudarle. En Andraka (B), en caso de enfermedad de un familiar era constante la presencia de los parientes en su casa. En Trapagaran (B), ante la enfermedad o incapacidad de los abuelos, de la mujer de la casa, etc., los parientes ayudaban.
En Zerain (G) si una persona no se valía por sí misma y vivía sola, pasaba a vivir a casa de una hermana o hija de la misma localidad. En los casos de personas sin hijos, se hacían cargo los sobrinos del pueblo o los más cercanos. Si se necesitaba ayuda material, el gasto se repartía entre todos por igual. En Beasain (G) se recuerda que en las situaciones de enfermedad siempre se ayudaba a quienes no tuvieran padres o hijos que les pudieran asistir.
En Obanos (N) si un pariente, aunque fuera de segundo grado, quedaba indigente se le procuraba atender e incluso acogerlo en casa. Esto dependía mucho de la calidad de las personas. En Luzaide/Valcarlos (N), en los supuestos de enfermedad se recurría a los parientes más próximos en tanto que para las pequeñas contingencias de cada día se ayudaban mutuamente los vecinos.
En Allo (N) se ha consignado que las relaciones de parentesco eran en extremo solidarias y las ayudas se hacían más evidentes con motivo de alguna desgracia o contratiempo personal o familiar. En esas situaciones cada cual aportaba lo que podía para remediar o aliviar el daño. Se actuaba con un sentimiento de reciprocidad. En Sangüesa (N) resaltan que en los casos de desgracia o enfermedad se acentúan los lazos de solidaridad entre los parientes que se manifiestan en visitas más numerosas y en obsequios más generosos y servicios personales.
En Obanos (N), en este ámbito de la ayuda familiar se han consignado algunos supuestos que gozan de reconocimiento y otros que obtienen el rechazo social. Entre los primeros se menciona por ejemplo el que los familiares por turno se ocupen de atender a un primo que se ha quedado solo o desatendido. En las capitulaciones matrimoniales en las que se señalaba al heredero de la casa, se hacía mención expresa de la obligación de cuidar a los hermanos solteros si enfermaban. Al contrario, están mal vistas y se critican actuaciones como el no reconocimiento de un hijo natural, el que un hermano deje a otro en la calle con ocasión de la muerte de un tercero, o el no socorrer a un pariente indigente.
En Sara (L) en casos de necesidad eran los parientes quienes, en primer lugar, asistían a la familia tanto en la enfermedad como en los trabajos. En Zuberoa la asistencia y la ayuda alimenticia a los parientes no era frecuente salvo en los casos graves.
En Apodaca, Ribera Alta (A); Trapagaran (B) y Berastegi (G) se ha constatado que si a un pariente le sucedía una desgracia, como el incendio de la casa, la pérdida o el robo de ganado, la pérdida de la cosecha, etc., otros familiares le acogían en casa y le ayudaban en las tareas de reparación o recuperación. A menudo eran los vecinos quienes prestaban la mayor colaboración. Hoy día este tipo de problemas han sido sustituidos por otros como son la necesidad de ayuda para la adquisición de vivienda, las consecuencias derivadas de grandes robos o de accidentes importantes, y para paliarlos se suele solicitar y prestar ayuda. En Urzainki (N) se ha señalado que a los parientes se les auxiliaba mucho en los trabajos, pero cuando se estimaba en verdad importante su cooperación era en las calamidades.
En Luzaide/Valcarlos (N) hasta casi los años sesenta del siglo pasado, existió un profundo sentido de la solidaridad ante los reveses de la vida que traspasaba los límites de la familia y alcanzaba a todo el vecindario. En caso de operaciones o enfermedades muy gravosas, o desgracias que repercutieran seriamente en el presupuesto familiar como la muerte de ganado vacuno o el incendio de la casa o la borda, se recurría a la cuestación pública para lo que recorrían de puerta en puerta todas las casas del pueblo. Quienes colaboraban en estos menesteres eran los familiares más inmediatos. En los años sesenta, en los casos de muerte de ganado, en lugar de pedir ayuda a los familiares vendían la carne del animal despeñado o accidentado.
Orfandad. Umezurtzak
En las localidades encuestadas se han consignado dos aspectos: quién se hace cargo del o de los huérfanos y quién se ocupa de la administración de sus bienes.
En Amorebieta-Etxano, Andraka, Bermeo, Gorozika, Trapagaran, Zeanuri (B); Abezia, Bernedo, Pipaón (A); Hondarribia, Legazpi, Zerain (G); Allo, Sangüesa y Valle de Roncal (N) se ha recogido que cuando un menor de edad quedaba huérfano los familiares más próximos se hacían cargo de él: los abuelos si todavía estaban con fuerza, los tíos, o se le nombraba un tutor. Si los menores eran varios podían repartirse entre los parientes más allegados. Algunas encuestas indican también que a veces los huérfanos acababan en la inclusa.
En Sara (L) si quedaban niños huérfanos en una casa y no era posible su crianza y educación en ella, los parientes, principalmente los tíos, los acogían en las suyas.
En Elgoibar (G) se ha recogido que si fallecía el padre de una familia numerosa, a veces el hijo mayor se quedaba con la madre y los demás eran acogidos por otros familiares hasta que, pasado un tiempo, regresaban a la casa familiar. Se trataba de aliviar a la madre de una parte de la carga. Si la viuda se quedaba con pocos medios, los familiares cercanos le pasaban una cantidad mensual para paliar sus necesidades.
En Oñati (G) cuando moría o enviudaba un miembro de la casa familiar dejando muchos hijos, a éstos los recogían en la casa hasta que dejaran la escuela y se independizaran; a veces se quedaban a formar parte de la familia.
A falta de familiares directos, en Goizueta e Izurdiaga (N) se ha consignado que se hacían cargo de los huérfanos otros parientes más lejanos e incluso ocasionalmente los vecinos. En el Valle de Roncal (N) señalan que en esos casos los niños podían quedar al cuidado de los dueños de una casa solvente.
En Amorebieta-Etxano (B) indican que si el menor que quedaba huérfano era el heredero de la casa, el familiar designado en el testamento u otro elegido para esa finalidad se encargaban de administrar los bienes hasta la mayoría de edad. En Moreda (A) señalan que la administración de los bienes del huérfano hasta su mayoría de edad siempre quedaba al cuidado del familiar más cercano. Si la que moría era la madre, otros familiares ayudaban al padre en las tareas domésticas.
En Obanos (N) cuando moría la madre o el padre de un niño y el viudo o viuda se iba a volver a casar, el sobreviviente y los parientes de la otra parte se ocupaban de que no se malbarataran los bienes del fallecido que correspondían al huérfano. En Luzaide/Valcarlos (N) cuando un menor se quedaba sin padre se hacían cargo de él los parientes. Se ocupaban de administrar la hacienda y disponían de esos bienes para los gastos de crianza y educación del niño.
Ayuda económica
En Amorebieta-Etxano (B) dicen que un familiar podía prestar dinero a otro, incluso sin interés y dando facilidades para su devolución, pero el círculo de parentesco se circunscribía a los hermanos e incluso así siempre que las relaciones fueran buenas.
En Bernedo (A) señalan que cuando se necesita dinero se recurre a pedírselo a la familia. En Moreda (A) se ha recogido que a los familiares se les suelen prestar pequeñas cantidades de dinero, ceder locales para guardar maquinaria de labranza, o avalar una operación crediticia bancaria. En Abezia (A) dicen que si un padre sabe que uno de sus hijos atraviesa una mala situación económica suele ayudarle aunque, en ocasiones, puedan luego los hermanos reclamarle su parte.
En Beasain (G) se ha recogido que cuando una persona ha resuelto el problema de la compra de su piso, ayuda a sus hermanos más jóvenes con algún préstamo para que adquieran el suyo. Además, aunque no hubiera nada establecido, siempre se auxiliaba a los parientes que no teniendo padres o hijos se encontraban en apuros económicos.
En Sangüesa (N) algunos informantes señalan que hoy día hay más solidaridad entre las familias porque existen más recursos económicos y se prestan dinero dentro de la familia para pagar las deudas y comprar pisos u otros bienes y que antiguamente cada familia “se ventilaba sus asuntos”.
En Obanos (N) cuando una persona tenía bienes pero no dinero en efectivo que necesitaba para formalizar una dote o realizar un pago, pedía prestado a un pariente que se lo daba con la garantía de un bien (una era, campo, etc.). Por ello cobraba una cantidad hasta resarcirse del anticipo y el propietario seguía disfrutando del bien. Según los informantes, se hacía esto no por obligación, sino por trato, caridad y amistad.
En Izurdiaga (N) dicen que cuando alguien tenía una deuda pendiente con un pariente, la saldaba ordinariamente cuando vendía alguna cosa de su propiedad; en otras ocasiones en plazos prefijados con anterioridad.
En Valtierra (N) si se prestaba dinero, se devolvía al recoger la cosecha. Las deudas mayores se restituían a más largo plazo en cantidades variables según las cosechas o trabajos. La compra de una propiedad o un bien no perecedero a plazos se conocía como pago “a censo”. En cualquier caso, las ayudas, préstamos o ventas a familiares no suponían cargas ni requerían documentos.
En Sara (L), según se recogió en los años cuarenta, eran frecuentes los casos en que los hijos, ya emancipados, enviaban cantidades de dinero a sus padres para aliviarles su situación económica. Junto a esto se veían también algunos casos en que el hijo casado expulsaba de su casa a los padres que le habían instituido heredero, poniéndole en posesión de sus bienes, conducta que en el pueblo era considerada monstruosa.
En el Valle de Roncal (N) se ha constatado que los familiares ayudaban económicamente a quien se hubiera endeudado por cuidar a parientes enfermos o mayores.
En el Valle de Carranza (B) las casas que contaban con alguno de sus miembros en un país americano, que hubiese hecho fortuna, solían recibir aportaciones económicas que mejoraban sus condiciones de vida. Así, era frecuente que enviasen dinero para hacer arreglos en la casa, comprar tierras, pagar a jornaleros que colaborasen en los trabajos domésticos, etc. En una época en que los intercambios dinerarios eran exiguos, a veces las cantidades que mandaban eran muy importantes. También auxiliaban a los familiares pagándoles el viaje y colocándolos en los negocios que habían abierto en el país de destino, o si no querían emigrar, les ayudaban económicamente para que instalaran sus propios negocios sin salir del Valle.
Además remitían ocasionalmente regalos en especie de detalles lujosos y solían estar dispuestos a hacer frente a cualquier contratiempo, de tal modo que sus familiares se sentían respaldados. Un tanto maliciosamente se dice que algunas de estas familias se acostumbraban a “llorarles” para que así aportasen más dinero.