Aborto provocado, haurra bota

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Ya se ha señalado que para designar al aborto, sea natural o provocado, en euskera se han registrado indistintamente las expresiones aurra bota o aurra galdu; en Telleriarte (G) reservan aurra bota para el provocado.

El aborto provocado ha tenido una consideración social negativa lo que unido a las convicciones religiosas de la gente, el rechazo de la Iglesia y el que estuviera penado por la ley hacían difícil su práctica en tiempos pasados.

En San Martín de Unx (N) la actitud general, salvo alguna rara excepción, era de abierto rechazo. Los informantes de Lekunberri (N) insisten en que hablar de abortivos era un asunto tabú. En Obanos (N) una informante de más de 60 años respondía a la pregunta de los métodos abortivos con “Menudo pecáu. Se tenían los hijos que Dios mandara”.

Plantas abortivas y otros métodos

En cuanto a las plantas abortivas la información recogida es escasa, citándose la planta de perejil aplicada directamente o en infusión como la más conocida. En Artziniega (A), Durango y Muskiz (B) una vez mojado su tallo en alcohol se lo introducían en la matriz con la finalidad de producirse una hemorragia. Se llegaba a arriesgar la vida mediante tal práctica. En Muskiz se valían también de calas de jabón. En Ezkio (G), Sangüesa y Viana (N) señalan que el perejil ha sido un método abortivo pero que entrañaba sus riesgos. En Hondarribia (G) es creencia popular que sobre todo el perejil y también el apio son malos para el embarazo y que su ingestión puede provocar el aborto. En Telleriarte (G) tenía la consideración de abortivo el perejil mezclado con ajo y vinagre y en Aoiz (N) la ingestión del cocimiento de agua y perejil, al que se añadía azúcar. En Sangüesa (N) se estimaba que los garbanzos introducidos por la vagina provocaban el aborto al fermentar.

Perejil. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En Hondarribia (G) la infusión de hojas de ruda (Ruta chalepensis) se usaba para provocar abortos y los informantes advierten de su peligrosidad por ser venenosa. En Artziniega (A) también se usaban las infusiones de ruda para abortar. En Sangüesa (N) se ha constatado la costumbre, denominada la enramada, de recoger yerbas y ramos de plantas para adornar los balcones de las casas el día de San Juan. Y a propósito de la recogida de la ruda y su posible empleo para la esterilidad se ha consignado este recitado:

Si supiera la casada
el valor que tiene la ruda
mañanitas de San Juan
la cogiera con la luna.

En Muskiz (B) para la misma finalidad se tomaban infusiones del helecho que sale en las paredes, planta que se considera diabólica como los frutos del enebro. En Zerain (G) se tomaban infusiones varias veces al día de la planta denominada pekatu-belarra (Asplenium tricholomares) que se conoce con los nombres populares de garo txikie y orma-garoa. También infusiones de llantén en ayunas sin ningún otro alimento. En Lezaun (N) se ha recogido que la planta llamada mendibelarra o mandibelarra tenía fuertes propiedades abortivas. En Moreda (A) mencionan como abortivo doméstico la saldiguera, sal disuelta en agua, que tomaban las mujeres a modo de purga, en ayunas. Satrustegui menciona el agua de ortigas y la tisana de esparto[1].

Pekatu-belarra, culantrillo. Fuente: Archivo particular Familia de Iñaki Zorrakin Altube.

En Pipaón (A) se practicaban lavados vaginales para abortar; en Oñati (G) se conocían las irrigaciones vaginales de agua con jabón; en Sangüesa (N) se consideraba abortivo el ponerse muchos paños calientes sobre el bajo vientre. Satrustegui consigna el caso de una mujer que recurrió al baño con agua fría durante nueve días, para concluir el tratamiento con un brebaje de anís y polvo de azafrán. Abortó pero con tales hemorragias que llegó a peligrar su vida[2].

En Muskiz (B) decían que los baños de mostaza en los pies, cruzar el río cuando el agua bajaba muy fría y dar volatines desnuda sobre el rocío hacían que volviera la regla. En la encuesta de Berganzo (A) consignan que en la zona de Baroja y Zumento se pensaba que para abortar había que meter los pies en agua y en Moreda y Pipaón (A) que había que lavarse los pies con ceniza.

En Abadiano (B) señalan que cuando no estaba totalmente confirmado el embarazo, el feto no llegaba a formarse si se introducían los pies en agua tan caliente como se pudiera aguantar. En Durango (B) y en Obanos (N) se solía decir que cuando se quería abortar había que saltar varias veces de la mesa al suelo con un golpe seco[3].

En tiempos pasados ha habido localidades donde algunas mujeres practicaban abortos en sus casas y aunque estuvieran prohibidos se sabía quiénes los hacían. En Muskiz (B) las familias muy numerosas solían acudir a una señora que pinchaba la placenta con una aguja, operación que resultaba peligrosa para la madre y se dice que más de una perdió la vida en el intento.

En la época de la prohibición total, las jóvenes pertenecientes a familias de un cierto estatus económico iban a abortar al extranjero. Hoy en día la mujer que quiere abortar lo hace en un hospital o clínica con las debidas garantías pues hay determinados supuestos en que las leyes autorizan el hacerlo. No obstante ya se oye o se publica en la prensa que hay gente que, ocasionalmente, sigue practicando abortos clandestinos, a veces sin las debidas garantías higiénicas y de seguridad para la madre.


 
  1. José Mª SATRUSTEGUI. Comportamiento sexual de los vascos. San Sebastián: 1981, pp. 223-224.
  2. José Mª SATRUSTEGUI. Comportamiento sexual de los vascos. San Sebastián: 1981, p. 223.
  3. Satrustegui aporta el testimonio de una informante que recurría a remedios rudimentarios para abortar tales como saltar de la mesa, trabajar en el campo recogiendo hierba sin descanso, y cargar el carro y saltar de él. A pesar de utilizar esos procedimientos, cada hijo le nacía más fuerte que el anterior. José Mª SATRUSTEGUI. Comportamiento sexual de los vascos. San Sebastián: 1981, pp. 224-225.