Cubierta de piedra: losas, harri-losak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Como se ha podido ver en el apartado anterior en tiempos pasados la piedra constituyó otro material importante para cubrir los tejados de las casas. Con el paso de las décadas fue quedando relegada a cubiertas de construcciones anejas y de menor entidad. En este caso la limitación la ofrece el sustrato geológico del entorno de la construcción ya que no sirve un tipo de piedra cualquiera sino que deben poder extraerse losas bien planas y uniformes.

En Berastegi (G) antaño los tejados se cubrían con lajas, losak, de grandes dimensiones. Se colocaban unas sobre otras, superpuestas. Hasta hace veinte años hubo una cantera local en la que se extraían estas losak, que tuvieron mucha aceptación para este fin. En la actualidad las txabolas del ganado todavía se pueden ver cubiertas con lajas. En Orexa (G) también se han utilizado losas, arrilosak.

En Andoain (G) a mediados del segundo decenio del siglo XX en unas cuantas casas había partes del tejado cubiertas de losas, que se extraían en las cercanías de Goiburu.

En Luzaide/Valcarlos (N) es frecuente la cubierta de pizarra y de planchas de piedra. Son tejados bajos en los que raramente van claveteadas las piezas. Esto hace que tengan que superponerse en parte, lo que provoca que se acumule mucho peso sobre la casa. El uso de la pizarra va desapareciendo lentamente. En este tipo de tejados es frecuente encontrar remates de teja sobre costados grises de pizarra antigua, lauzua.

Tejado de pizarra. Idauze-Mendi (Z), 2011. Fuente: Michel Duvert, Grupos Etniker Euskalerria.

En Goizueta (N) hoy en día todos los tejados son de tejas, sin embargo, según recuerdan los informantes de más edad, en tiempos pasados, sobre todo en las bordas y caseríos, era muy normal que se utilizaran losas.

En Urzainki (Valle de Roncal-N) actualmente todas las casas están cubiertas con teja roja pero quedan algunos tejados de losas de piedra en las bordas. Antes se ponían losas en los aleros para que resbalara la nieve y quedaran limpios cuanto antes.

En Artajona (N) se han conocido varios sistemas para cubrir el tejado, uno de ellos consistente en emplear piedra. La cubierta de lajas o losetas de piedra se ha conservado hasta nuestros días en la iglesia de San Saturnino del Cerco. Su uso debió de ser frecuente en épocas antiguas, pero actualmente no existe ninguna casa con este tipo de cubierta; sin embargo, un informante recuerda una sita en el Cerco, entre las murallas y la iglesia, que llevaba piedra sobre los aleros y hasta un metro más adentro, o sea, en la parte que podía soportar mejor el peso. El resto era de teja. La casa se hundió en 1919. Posiblemente el alero volaba sobre canes convexos. Este sistema se ha empleado hasta hace unos años en las cabañas de las trilladoras, haciendo descansar las losas directamente sobre tablas colocadas en las maderas del techo. Se considera un sistema deficiente por el peso y las goteras. Las primitivas cabañas de pastor, de cubierta generalmente cónica, también tenían techumbre de piedra.

En Allo (N) la cubierta de piedra tan sólo se encuentra en algunas cabañas del campo y en determinados corrales, siendo siempre edificios de escasa planta, nunca en las viviendas urbanas. En Monreal (N) el tejado de losa era muy escaso y normalmente se empleaba para cubiertos. En Sangüesa (N) se conoció, pero fue infrecuente; sólo se ve en la iglesia de Santa María o en la ermita de San Adrián de Vado-luengo.

Según Urabayen había en Navarra en los años veinte una zona de características climáticas semejantes a la comprendida entre Burguete y Huesca, que es la de las sierras de Andía y Urbasa. En ella está situado el valle de Goñi. En éste faltaban en absoluto las cubiertas de gran inclinación, los balcones protegidos y las fachadas entrantes. Las casas de este valle eran como las de la zona media de Navarra, con una sola diferencia, que muchos tejados estaban cubiertos parcial o totalmente de lastras. El clima exigía una cubierta de gran inclinación, por la abundancia de nieves, pero el material empleado, las lastras, impedía que se incrementase el declive ya que se corría el riesgo de que cayesen al suelo. El resultado fueron tejados con inclinación de 20 a 30º. La única respuesta adecuada al clima que se observaba en estas casas era la escasez y pequeñez de las ventanas. En principio la respuesta a este problema quedaba corta, ya que el clima de esta zona exige una mayor inclinación o materiales más lisos[1].


 
  1. Urabayen trata de explicar este fenómeno arguyendo que mientras que las cubiertas de gran inclinación obran activamente sobre la nieve expulsándola, las del valle de Goñi se limitaban a soportarla actuando estáticamente. Atendiendo a eso, la diferencia se reducía a dotar a las cubiertas de estas casas de una armadura más robusta. Otra explicación que aduce es que los artesanos que las construyeron fuesen oriundos de zonas de tejados de inclinación media y desconocedores de las fórmulas logradas por los constructores de las cubiertas de gran inclinación, por lo que aplicaron por rutina su modus operandi sin tener en cuenta las exigencias de un medio mucho más hostil que aquel al cual se hallaban acostumbrados. Cfr. Leoncio URABAYEN. La casa navarra. De arquitectura popular. Madrid: 1929, pp. 72-73.