Diferencia entre revisiones de «Las criadas neskatoak»

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Una gran parte de las muchachas que se ponían a trabajar en casas ajenas lo hacían como cuidadoras de niños, aspecto que ha sido tratado en otro volumen de este Atlas<ref>Vid: “Personas al cuidado del niño” in ETNIKER EUSKALERRIA, ''Ritos del nacimiento al matrimonio''. Bilbao: 1998, pp. 223-229.</ref>.
  
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En Zeanuri (B) hace muchos años que no existen criados o criadas que convivan en las casas con los dueños. Las pocas criadas que hay que cuidan niños, en realidad cubren las ausencias de las madres que trabajan fuera del hogar. En tiempos pasados las muchachas entraban a servir muy jóvenes, entre los 9 y los 12 años, y su tarea principal era la de cuidadoras de niños pequeños, ''seintzainek''. Muchas solían ir a servir a casas de la burguesía bilbaína. El empleo de criada, aparte del dinero que se ganaba, se consideraba popularmente como una oportunidad de educarse y adquirir conocimientos en las labores propias de una mujer. Por ello, hasta las hijas de familias de propietarios entraban a servir en casas urbanas.
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En Bermeo (B) algunas familias del pueblo solían tener en casa una muchacha, ''neskea'', de caserío para que les ayudara en las labores domésticas. Recibía buen trato y le daban dote cuando salía de la casa para casarse. Estas muchachas de servicio han sido sustituidas por hijas de emigrantes.
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En Sangüesa (N) se ha recogido que se trataba de una manera de ganar desde bien pequeñas, a veces menores de edad, algún dinero necesario para sus familias, casi siempre numerosas. Fue muy corriente que vinieran a esta localidad a servir niñas y jóvenes de los pueblos cercanos de Aragón, como la Valdonsella, muchas se quedaron en la ciudad y en ella se casaron. Algunas eran contratadas por las familias ricas como cocineras, y en general para lavar la ropa, planchar, hacer las camas, etc., y había quien permanecía en la misma casa hasta que se casaba. Otras eran contratadas como niñeras para cuidar de los niños mientras fueran pequeños y vivían en la misma casa o acudían solamente algunas horas. En ocasiones se requerían los servicios de una madre lactante, pagándole cierta cantidad, para alimentar a algún niño cuya madre “se había quedado sin leche”. En ambos casos, de niñera o de “madre de leche”, se creaba entre ambas partes un vínculo cariñoso y un afecto especial que se recordaba de por vida. Por ello se ha señalado que la relación con las criadas era distinta de la que existía con los criados.
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En el Valle de Roncal (N) las casas más pobres nutrían de niñeras a las casas pudientes o que disponían de un negocio, entre ambas familias se establecían vínculos de amistad permanentes.
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En Pipaón (A) contrataban a mujeres para hacer de niñeras o de ayudantes en casa y el trato era siempre cordial. En Abezia (A) había mujeres que auxiliaban a otras en las labores domésticas. Acudían por ejemplo una vez al mes a ayudar en la colada, en la elaboración del pan, cuando había matanza, etc. A cambio recibían alimentos, como alubias, patatas, leche y pan.
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En las villas y los núcleos de población de cierta importancia, las familias ricas y acomodadas han solido tener criadas como personal a su servicio. En algunas casas estaban integradas o cuasiintegradas, compartían mesa y recibían un trato familiar. En otras casas vestían de uniforme y aunque estuvieran bien consideradas, entre la familia y la servidumbre existía una diferenciación diáfana y hacían una vida separada de los miembros de la familia.
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Hoy día, primer decenio del siglo XXI, es común que cuando trabajan los dos cónyuges se contrate a una muchacha o a una mujer entrada en años para hacer las labores de la casa y cuidar de los niños. Se ha generalizado el que las personas que sirven en las casas y atienden a la gente mayor sean emigrantes procedentes principalmente de países sudamericanos o del este europeo.
  
  
 
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Revisión del 18:27 5 nov 2018

Una gran parte de las muchachas que se ponían a trabajar en casas ajenas lo hacían como cuidadoras de niños, aspecto que ha sido tratado en otro volumen de este Atlas[1].

En Zeanuri (B) hace muchos años que no existen criados o criadas que convivan en las casas con los dueños. Las pocas criadas que hay que cuidan niños, en realidad cubren las ausencias de las madres que trabajan fuera del hogar. En tiempos pasados las muchachas entraban a servir muy jóvenes, entre los 9 y los 12 años, y su tarea principal era la de cuidadoras de niños pequeños, seintzainek. Muchas solían ir a servir a casas de la burguesía bilbaína. El empleo de criada, aparte del dinero que se ganaba, se consideraba popularmente como una oportunidad de educarse y adquirir conocimientos en las labores propias de una mujer. Por ello, hasta las hijas de familias de propietarios entraban a servir en casas urbanas.

RTENOTITLE_FIGURA

En Bermeo (B) algunas familias del pueblo solían tener en casa una muchacha, neskea, de caserío para que les ayudara en las labores domésticas. Recibía buen trato y le daban dote cuando salía de la casa para casarse. Estas muchachas de servicio han sido sustituidas por hijas de emigrantes.

En Sangüesa (N) se ha recogido que se trataba de una manera de ganar desde bien pequeñas, a veces menores de edad, algún dinero necesario para sus familias, casi siempre numerosas. Fue muy corriente que vinieran a esta localidad a servir niñas y jóvenes de los pueblos cercanos de Aragón, como la Valdonsella, muchas se quedaron en la ciudad y en ella se casaron. Algunas eran contratadas por las familias ricas como cocineras, y en general para lavar la ropa, planchar, hacer las camas, etc., y había quien permanecía en la misma casa hasta que se casaba. Otras eran contratadas como niñeras para cuidar de los niños mientras fueran pequeños y vivían en la misma casa o acudían solamente algunas horas. En ocasiones se requerían los servicios de una madre lactante, pagándole cierta cantidad, para alimentar a algún niño cuya madre “se había quedado sin leche”. En ambos casos, de niñera o de “madre de leche”, se creaba entre ambas partes un vínculo cariñoso y un afecto especial que se recordaba de por vida. Por ello se ha señalado que la relación con las criadas era distinta de la que existía con los criados.

En el Valle de Roncal (N) las casas más pobres nutrían de niñeras a las casas pudientes o que disponían de un negocio, entre ambas familias se establecían vínculos de amistad permanentes.

En Pipaón (A) contrataban a mujeres para hacer de niñeras o de ayudantes en casa y el trato era siempre cordial. En Abezia (A) había mujeres que auxiliaban a otras en las labores domésticas. Acudían por ejemplo una vez al mes a ayudar en la colada, en la elaboración del pan, cuando había matanza, etc. A cambio recibían alimentos, como alubias, patatas, leche y pan.

En las villas y los núcleos de población de cierta importancia, las familias ricas y acomodadas han solido tener criadas como personal a su servicio. En algunas casas estaban integradas o cuasiintegradas, compartían mesa y recibían un trato familiar. En otras casas vestían de uniforme y aunque estuvieran bien consideradas, entre la familia y la servidumbre existía una diferenciación diáfana y hacían una vida separada de los miembros de la familia.

Hoy día, primer decenio del siglo XXI, es común que cuando trabajan los dos cónyuges se contrate a una muchacha o a una mujer entrada en años para hacer las labores de la casa y cuidar de los niños. Se ha generalizado el que las personas que sirven en las casas y atienden a la gente mayor sean emigrantes procedentes principalmente de países sudamericanos o del este europeo.


 
  1. Vid: “Personas al cuidado del niño” in ETNIKER EUSKALERRIA, Ritos del nacimiento al matrimonio. Bilbao: 1998, pp. 223-229.