Limpieza de la casa, extremar, garbi-ikuzia

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El ama de casa limpiaba la casa diariamente o en días alternos según las condiciones y composición de la familia. Esta labor comprendía ventilar las habitaciones, hacer las camas, barrer y quitar el polvo. El encerado y abrillantado de los suelos se hacía más espaciadamente. Esta tarea se cumplía ordinariamente por las mañanas, en algunos casos a primera hora de la tarde después de comer y determinadas labores se reservaban para el fin de semana. En San Martín de Unx (N) llaman a estas labores el trabajo “de par de mañana” y recuerdan que en otro tiempo se hacían muy de mañana después de preparar el companaje para los hombres que iban a trabajar al campo, lo que obligaba a madrugar más.

Para denominar a esta labor de limpieza de la casa se han recogido los vocablos extremar en algunas localidades navarras (Lezaun, Obanos, San Martín de Unx, Sangüesa), etxe garbiikuzia (Amorebieta-Etxano, Lezama, Zeanuri-B) y garbi-zuzia (Orozko-B).

En el ámbito rural se daba preferencia a la limpieza del lugar donde se encontraran la cocina, planta baja o planta primera según los casos, y el portal. La planta superior, donde en general se ubicaban las habitaciones, se limpiaba con menor intensidad y frecuencia. En las casas dedicadas a labores agrícolas y ganaderas, al contrario que en los núcleos urbanos, la limpieza de la casa pasaba a un segundo término pues aquellas tareas absorbían la mayor parte del tiempo de los miembros de la familia, incluidas las mujeres.

La camas se hacían levantando a diario las mantas y sábanas y sacudiendo y dando vuelta a los colchones, además de por higiene, para que no cogiesen vicio. A partir de que en los años sesenta y setenta se generalizaran los colchones de muelles las camas quedan siempre bien hechas y en algunas localidades dicen que no las deshacen todos los días porque es una pérdida de tiempo (Obanos-N).

Productos y utensilios de limpieza

El producto por antonomasia utilizado para la limpieza de la casa es el jabón de pastilla. A él se añaden la ceniza del hogar, la arena o asperón, la sal, el vinagre y la lejía. Para arenar el suelo o limpiar la chapa de la cocina se recurría a los estropajos de esparto que en ocasiones eran sustituidos por una suela de alpargata. Completan la lista de elementos el papel de periódico, las arpilleras, trapos y cepillos de cerdas naturales. Las escobas de distintos tipos, escobones y plumeros son también otros utensilios usados para limpiar.

El jabón se vendía en pastillas. Más antiguamente en muchos lugares se elaboraba en casa cociendo sosa y grasa animal, que se dejaba enfriar y solidificaba en un recipiente adquiriendo la forma de pastilla (Bedarona-B; Astigarraga-G; Mélida, Sangüesa-N). En algunas localidades encuestadas han aportado datos sobre la fabricación doméstica del jabón en tiempos pasados. Así en Berganzo, Valdegovía (A); Lezaun y Obanos (N) lo elaboraban con manteca y sosa caústica o sebo de oveja y sosa; en Allo, Eugi y Viana (N) con sosa cáustica y grasa de cerdo o restos de aceite; también en Moreda (A) con restos del aceite.

En Ribera Alta (A) describen así la fabricación del jabón: en un recipiente se ponía agua hirviendo, sosa y tocino o sebo troceados. Se removía con un palo hasta que alcanzara la densidad adecuada. A continuación se echaba en un cajón de madera la masa flotante y una vez frío se troceaba y se dejaba enfriar. En Allo (N) se recuerda que el jabón que se gastaba lo venía a vender la jabonera de Sesma, quien de una barra iba cortando trozos que cobraba a peso. Cuando se abandonó la fabricación doméstica, los vendedores ambulantes y las tiendas de ultramarinos comenzaron a vender jabones de taco de las marcas Chimbo y Lagarto.

La lejía se vendía en botellas de cristal y la arena en cajas de cartón.

Antaño, el estropajo era de esparto que se vendía primeramente trenzado y se deshacía para darle forma más o menos esférica, y luego se comercializaba en forma cilíndrica, envuelto en una tira de papel donde figuraba la marca. Hay constancia de la elaboración doméstica de estropajos, así en Aoiz (N) se ha recogido que los fabricaban deshaciendo las cuerdas de las cajas de pescado que llegaban al pueblo, dándoles después forma redondeada; también con unas plantas que crecían a orillas del río.

Para barrer se usaban escobas hechas de fibra natural como el brezo y la palma, y los escobones de crin de animales. En zona rural también se elaboraban escobas con ramas de menta que despedían un aroma agradable. El polvo se quitaba con bayetas o trapos y menos frecuentemente con plumeros fabricados con plumas de aves.

Se acostumbraba hacer trapos para la limpieza con ropa en desuso, que ya no tenía posibilidad de remiendo, sobre todo se echaba mano de trozos de ropa blanca, camisas y sábanas para quitar el polvo y limpiar cristales o de pedazos de jerseys viejos para sacar brillo a los suelos. En el comercio se adquieren bayetas, llamadas también “trapos de polvo” (Amorebieta-Etxano-B), a menudo de color amarillo con una lista de otro color por los bordes, que sirven para quitar el polvo a muebles y objetos de adorno.

En una sociedad donde todo se reaprovechaba, las aguas residuales de la colada se destinaban a limpiar los suelos. La arcilla apisonada era utilizada para los pavimentos de ladrillo rojo o baldosa. La cera virgen, mezclada a veces con gasolina o aguarrás, servía para encerar los suelos de madera. Con papel de periódico y vinagre se limpiaban los cristales, y la sal mezclada con vinagre se usaba para los dorados de los grifos del fregadero o la tapa del calderín del agua caliente en la cocina económica.

Los productos de limpieza se guardaban en el hueco existente debajo de la fregadera que se cubría mediante una cortinilla. Las escobas se colocaban en la cocina, contra la pared, cerca del armario.

Productos y utensilios de limpieza en una vivienda urbana. Gernika-Lumo (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

Hoy día proliferan los productos de limpieza específicos para cada espacio o elemento de la casa. Así hay jabones líquidos para la vajilla y utensilios de cocina, otros detergentes para los suelos de cocina y los baños. Ceras líquidas mezcladas con agua se utilizan en los suelos de madera; ceras presentadas en atomizador o espray se aplican a muebles, sofás y butacas de cuero o piel sintética. Hay limpiadores para baños y mármoles, limpiacristales, además de plumeros, mopas, bayetas de todo tipo para diferentes usos: unas para el fregadero de la cocina, otras para baños o cristales. Se dispone de fregonas para los suelos y limpiametales específicos para objetos de metal dorado o plateado. Los cepillos, estropajos y escobas fabricados antes con fibras naturales, son ahora de fibras sintéticas. La aspiradora es un elemento que no falta en ninguna casa. También hoy en día se guardan prendas de algodón en desuso para utilizarlas en la limpieza de cristales, alfombras y moquetas.

Actualmente, las mujeres que trabajan fuera de casa, si no disponen de ayuda doméstica (madre, suegra o servicio), hacen una limpieza diaria más somera. Se ventilan las habitaciones, se recogen las ropas y se tapan las camas, después se barre y se pasa un trapo con petróleo o productos del mercado como ceras en aerosoles (Obanos-N).

Limpieza diaria y semanal

La limpieza de la casa era una tarea diaria y así se ha constatado con carácter general en las localidades encuestadas. Consistía en ventilar, hacer las camas, barrer, quitar el polvo de muebles y suelos, y sacudir alfombras. La cocina se limpiaba especialmente después de comer, incluida la “chapa” de la cocina económica, el fregadero y las encimeras, y se recogía bien por la noche.

Para limpiar la chapa de las llamadas cocinas económicas, en Obanos (N) solían utilizar “asperón”, una piedra arenisca de grano suelto que cogían en los alrededores del pueblo, por ejemplo en Elizapea, camino del cementerio. Desmenuzaban un poco, le echaban un chorro de vinagre y algo de agua y con la suela de una alpargata vieja frotaban la chapa hasta que quedara reluciente. Así se funcionó hasta que empezaron los hornillos eléctricos y, posteriormente, los de butano que ahorraron mucho esfuerzo. En algunas casas, en invierno, no dejaban apagar el fuego todo el día y sólo se limpiaba “a fondo” los sábados. En Aoiz (N) cuando aún estaba caliente la chapa se echaba vinagre y se frotaba con el estropajo, luego con asperón y después de aclarar y secar se lijaba. Esto último en ocasiones se hacía con el pie.

En Monreal (N) a la limpieza del fogón le dedicaban al menos una hora al día. Lo limpiaban frotando las placas con una alpargata, es decir con esparto y arena del monte. Este método también se empleaba para la limpieza de las cocinas económicas, que luego fue sustituido por la lija. Hoy día las cocinas de gas, eléctricas y vitrocerámicas se limpian con productos comerciales.

En algunos lugares no toda la casa se hacía diariamente; sí las camas y el barrido de la cocina a la que se daba una pasada más de una vez al día. En el mundo rural las labores del campo marcaban el ritmo y la limpieza de la casa que quedaba relegada a un día a la semana, salvo que permanecieran en casa, en cuyo caso lo hacían diariamente (Bernedo-A). En Abadiño (B) los dormitorios se barrían, itsuskije pasau, una vez por semana y se quitaba el polvo; la cocina que se ensuciaba más había que barrerla una o dos veces al día.

Las labores de limpieza a fondo se hacían generalmente el fin de semana, así en Elosua (G) se ha consignado que los viernes se ocupaban de los armarios y azulejos de la cocina; en Agurain (A) los sábados enceraban y pasaban el cepillo para abrillantar los suelos de madera; en Ribera Alta (A) y en Zerain (G) realizaban estas labores los domingos. Datos similares sobre esta costumbre de limpiar la casa en profundidad el sábado o el domingo, realizando tareas como fregar suelos de baldosa, arenar y sacar brillo a la madera, quitar bien el polvo, limpiar los cristales, etc., se han recogido en Valdegovía (A); Astigarraga, Oñati (G); Allo, Aoiz, Eugi, Goizueta, Lezaun y Obanos (N). También se ha consignado que había casas que realizaban determinados trabajos de limpieza cuando se veía la necesidad (Lezaun-N).

En San Martín de Unx (N) se ha constatado la práctica de una limpieza mensual. La de la baldosa del suelo, ahora en muchas casas de cerámica, fregándola con agua y detergentes y dando a continuación un producto de cera. Después de esta operación, para recoger el polvo se pasa por el suelo un trapo untado en petróleo. Hasta los años treinta, también mensualmente, se daba a las juntas de las baldosas una disolución de aceite y sangre animal –bien casera o del matadero–, para igualar el enrojecimiento del suelo, aunque había quienes preferían lavar todo el suelo con esta sustancia. Una de las faenas mensuales de antaño era la limpieza de la espedera o pared de la cocina donde se colgaban las vasijas y cacharros de cobre, dando un buen frotado a cada uno de ellos con agua y arena, o, en casos de mucha suciedad, con lija.

Limpieza general y limpieza en fechas señaladas

Es común la costumbre de hacer una limpieza general de la casa con mayor o menor frecuencia. En las encuestas se han recogido diferentes fechas que reflejan esta periodicidad, así podía ser trimestral (Lezama-B; Beasain-G); cuatrimestral en fechas señaladas, antes de Semana Santa, verano y Navidad (Astigarraga-G); un par de veces al año, por las fiestas patronales y Navidad (Pipaón-A; Aintzioa y Orondritz, Ezkurra, Obanos-N; Donoztiri, Uharte-Hiri-BN). Algunas casas realizaban esta labor anualmente (Ribera Alta-A; Astigarraga y Oñati-G; Allo-N). El concepto de limpieza general de la casa incluía el encalado de las fachadas y algunas paredes interiores de los caseríos, como la cuadra y el portal. También algunas casas urbanas y de pescadores se sometían a esta limpieza y embellecimiento. Era una labor encomendada normalmente a los hombres.

En Zerain (G) la limpieza general consistía en el blanqueado o empapelado de habitaciones y cocinas, bien por quienes vivían en la casa o por albañiles profesionales; el encerado de suelos y muebles y la limpieza de cristales y lámparas con agua y papel de periódico o con productos preparados. Antes del invierno se repasaba también el tejado, si bien cuando a pesar de la revisión se producían goteras, itxokinek, se procuraban arreglarlas en cuanto pasaba la lluvia. En Allo (N) se llama “extremar” a realizar las labores de limpieza general de la casa. Esta operación coincidía con la salida del invierno y la entrada de la primavera, y consistía en solear las habitaciones, encerar los suelos y dar un repaso general a los muebles. En Eugi (N), entre otras labores, se daba cera, se blanqueaba la cocina y todas las habitaciones y se vareaba y lavaba la lana de los colchones. El vareado consistía en sacar la lana de colchones y almohadas para ponerla al sol, golpearla con una vara para ahuecarla y volver a meterla en las fundas previamente lavadas (Ribera Alta-A y Oñati-G).

Es común el dato recogido en las localidades encuestadas de que se hacía limpieza general con motivo de las fiestas patronales del pueblo, que en muchos lugares se celebran una vez finalizadas las labores del campo, y también si surgía un acontecimiento familiar importante como la boda de algún miembro de la familia.

A modo de ejemplo, en Bernedo (A) la víspera de las fiestas patronales de la localidad se hacía limpieza general de toda la casa. Se blanqueaban las paredes, se pintaban puertas y ventanas, se daba cera a la tarima y a las baldosas de tejera que formaba el pavimento de algunas habitaciones, que eran pintadas de rojo y enceradas. Eran fechas en que se esperaba la visita de parientes y amigos. En Obanos (N) también se hacía “zafarrancho” antes de las fiestas patronales y esas labores ocupaban todo el día porque además de lo señalado anteriormente, se lavaba y vareaba la lana, cortinas o visillos y en el primer tercio del siglo XX se lavaban los catres. Había mujeres del pueblo que ayudaban en estas labores extraordinarias.

En Allo (N) la limpieza más esmerada tenía lugar cada año antes de las fiestas patronales que se celebran en septiembre. Se ordenaban armarios, se blanqueaban techos y paredes, se enceraban los suelos, se daba un repaso a la vajilla de mejor uso; se vareaban los colchones de lana; se pulía y daba brillo a los utensilios de cobre y latón, etc. Estas faenas las realizaban las mujeres de la casa, salvo en aquellas casas de mejor posición, que tenían sus criadas o contrataban alguna interina para estas fechas.

En San Martín de Unx (N) una vez al año se limpiaban los armarios, que guardaban sábanas y mantelerías, poniendo papeles entre la pila de la ropa para preservarla del polvo, costumbre todavía en boga. Se sacudía el polvo de los muelles de la cama y les daban petróleo para alejar los chinches. Se blanqueaban las habitaciones, añadiendo sal a la cal para que se fijara mejor a la pared, y las cocinas, tan ennegrecidas por el humo de los hogares.

En Sangüesa (N) se ha consignado que con ocasión de algún acontecimiento familiar señalado como primeras comuniones o bodas y también en las fiestas locales, se limpiaba la casa de manera especial, e incluso se pintaba, generalmente con cal, operación de “blanquear”, realizada por los albañiles.

Desinsectación

En el decenio de los cincuenta para la desinsectación se usaba el producto de la marca DDT. El dispensador era un recipiente cilíndrico que disponía de una bomba similar a las de hinchar ruedas de bicicleta y que vaporizaba el insecticida. Se tenía la habitación o el local cerrado durante un par de horas y luego se volvía a airear. Dejaba un olor fuerte que duraba bastante tiempo (Amorebieta-Etxano-B).

Las telas de araña se quitaban con la escoba y el escobón. Causaban menos problemas en el caso urbano que en las casas con jardín o en los caseríos. En Abadiño (B) se ha consignado que a la hora de comer, como las moscas se acercaban a la mesa, uno de los comensales las espantaba con una rama de aliso, orriloa, en una mano mientras comía con la otra.

En general para eliminar moscas, mosquitos y mariposas se colgaban del techo unas cintas embadurnadas de un producto meloso y pegajoso que atraía los insectos y quedaban pegados a ellas. Cuando estaban llenas de insectos se colocaban cintas nuevas.

Hoy en día existen en el mercado insecticidas específicos para cada tipo de insecto. También hay unas lámparas especiales de color azulado que atraen y matan los insectos voladores. Otras lámparas los atraen con una luz y los aspiran a una bolsa que después va a la basura. Pero junto a estos nuevos métodos sigue usándose el popular matamoscas que consiste en una red rectangular u ovalada con un mango, generalmente metálico, que sirve para golpear al insecto. Para eliminar la polilla de la ropa se utilizaba y se sigue usando el alcanfor.