Pervivencia de los curanderos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En tiempos pasados algunas personas acudían tanto a curanderos como a médicos, indistintamente. Pero como se verá en algunas de las siguientes descripciones, en algún caso eran preferidos los primeros sobre los segundos.

En Lezaun (N) si la fractura era de un dedo o de poca importancia se iba al ministrante o practicante para que lo entablillara. Si era más grave se acudía a la curandera de Ilarregi. Había tanta fe en esta mujer que se contaba de ella lo siguiente: “Quisieron los médicos hacerle la vida imposible, por envidia, y una vez le llevaron los huesos de un esqueleto para que lo armara, pero pusieron uno de más. La curandera montó el esqueleto y dijo que sobraba un hueso. Los médicos insistieron que el sobrante también era del esqueleto, entonces ella tirándoselo les respondió: Pues ponerlo vosotros”.

En Ribera Alta (A) se recurría a menudo a un curandero que había en Elgoibar. Se inmovilizaba la extremidad fracturada y se llevaba al herido hasta esta localidad guipuzcoana. También se solicitaba la intervención del médico del ayuntamiento. Éste sujetaba el brazo con dos tablillas y unas vendas de yeso. Se recurría indistintamente al médico o al curandero.

En Berganzo (A) se iba al médico o al curandero. Se colocaba la parte fracturada entre dos tablillas y se vendaba bien. Cuando la fractura era grande se acudía al médico pero si lo que se rompía era la muñeca se aplicaba sobre la misma clara de huevo y cebolla en un trapo hasta que se curaba.

En Arraioz (N) antiguamente había una curandera en Ilarregi a quien se solicitaba la curación de las fracturas. Recuerdan los informantes que en el pueblo hubo un médico que sin necesidad de radiografías manipulaba la parte afectada y luego la escayolaba. Por ejemplo para las fracturas de muñeca tiraba hacia sí de la mano a la vez que otra persona lo hacía del codo en sentido contrario, realizaba unas manipulaciones en la muñeca y posteriormente la escayolaba. Otro remedio antiguo consistía en entablillar y vendar con trozos de sábana de hilo, trapu arizkoa. Actualmente es el médico quien se ocupa de colocar la escayola. En San Martín de Unx (N), en caso de fractura, se acudía al médico, al ministrante y en último término al curandero. Las fracturas de huesos eran reducidas por el médico y entablillados los miembros por el practicante. Hubo algún caso que trató la curandera de Ilarregi y otros la de Lakuntza. Esta última aplicaba emplastos antes de vendar el miembro.

En Apodaca (A) hoy en día se va al médico pero en tiempos pasados se solía entablillar la fractura y también había curanderos que se ocupaban de colocar los huesos.

En Agurain (A) en primer lugar se entablillaba la fractura y después se visitaba al médico o al curandero.

Los médicos y el resto del personal sanitario, han ido cobrando importancia a lo largo de las décadas. A pesar de que los centros sanitarios son hoy en día los lugares a los que la gente se traslada mayoritariamente cuando se produce una fractura, se constata que aún perdura una cierta confianza hacia determinados curanderos que gozan de fama como componedores de huesos.

Ya se ha recogido en descripciones anteriores que aún hoy en día en algunas poblaciones se sigue visitando al curandero, como en Bidegoian, Berastegi (G) y Lekunberri (N). En Beasain (G) aún los hay que van al curandero antes que al médico para componer los huesos rotos.

En Zerain (G) se acude al médico, que toma las medidas necesarias. Pero no hay que olvidar que esta población ha sido la cuna de una familia de curanderos famosa, alias Petrequillo[1], especializada en el arreglo de fracturas. Hoy en día, para curar ciertas fracturas, los zeraindarras siguen confiando en curanderos, tukuman o petrikillos, como popularmente se les llama.

En Telleriarte (G) hoy en día la mayoría de los que sufren una fractura acuden al hospital pero antaño, y aún en la actualidad algunos, hacen ausi-loturak, literalmente unión de roturas. En primer lugar colocan los dos fragmentos de hueso en su sitio, de modo que encajen, y después los sujetan con una venda larga mojada en clara de huevo para que cuando se seque quede dura. Además se ponen cuatro o cinco mimbres, zumitz medarra. Por último se recomienda reposo para que los extremos del hueso suelden.

En Mendiola (A) ante la fractura de un hueso lo primero que se hacía era inmovilizarlo. Para ello se iba al médico que optaba por vendar la zona afectada, escayolarla o entablillarla. Cuando el hueso fracturado era de un miembro superior solía recurrirse al cabestrillo. Antaño, para reducir el dolor causado por la fractura, se ponía en la zona dolorida un vendaje con gelatina de don Antonio, es decir, aceite de oliva batido con agua.

En Moreda (A) por regla general en los casos de fractura, tanto en casa como en el campo, lo único que se hace es asegurar el miembro fracturado para que se mueva lo menos posible y acudir al médico cuanto antes. Para ello se recurre a una venda o trapo o a tablillas o palos atados. Tras ser escayolado el miembro, una vez curada la fractura y retirada la escayola es costumbre introducir la zona afectada en un recipiente que contenga agua templada con sal. También manifiestan en esta localidad que es bueno sumergir el brazo o la pierna recompuestos, en agua en la que previamente se hayan cocido patas de ternera o de otros animales como cabritos, conejos o corderos.

En Allo (N) ponían un entablillado con trozos de caña, sujetos por un vendaje bien apretado. El enyesado o escayolado lo realizaban el médico y el practicante.

En Izurdiaga (N) se piensa que lo mejor es acudir al médico. En Murchante (N) siempre que se ha producido una fractura de huesos se ha solicitado la intervención del mismo. En Gorozika (B) también se acude a él y tras sacar las oportunas radiografías se escayola la zona lesionada. Consideran que tras quitar la escayola es bueno tomar baños en la mar.

Hoy en día es habitual trasladar al afectado a un centro hospitalario donde si procede le intervienen quirúrgicamente y le escayolan (Elgoibar-G). A veces en las operaciones se aplican determinadas prótesis para que el hueso pueda seguir realizando sus funciones (Durango-B).


 
  1. Según Barriola el primer curandero de esta saga fue Juan Francisco Tomás de Telleria y Arrieta, nacido en Zerain en 1721. Era pastor y logró gran habilidad en el arreglo de las fracturas de sus ovejas y de las de sus convecinos. La fama le llevó a extender su campo de acción a las personas. Entre sus numerosos hijos, uno, José Francisco de Telleria y Uribe, nacido en 1774, continuó su labor. Éste fue el famoso Petrequillo que atendió a Zumalakarregi de sus heridas y alcanzó tal renombre que hoy en día se ha generalizado el uso de la voz petrequillo para referirse a los curanderos que se ocupan de traumatismos y fracturas. Un hijo de éste, llamado José Francisco de Telleria y Arrieta, prosiguió con la tradición familiar. El último petrequillo del linaje fue Tiburcio Gaztañaga y Lizarribar, sobrino del anterior. Vide Ignacio Mª BARRIOLA. El curandero Petrequillo. Salamanca: Instituto de Historia de la Medicina, 1983.