Diferencia entre revisiones de «Piedras contra la tormenta. Tximistarri»

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En varias localidades se ha recogido la práctica de recoger pequeñas piedras en la calle o en el camino, en el tiempo que volteaban las campanas que tocaban a Gloria el día de Sábado Santo. Estas piedritas se guardaban para lanzarlas desde las ventanas contra las nubes o bien a los cuatro vientos cuando llegara la tormenta y así evitar el pedrisco. Así lo hacían en Kuartango (A), en el Valle de Carranza (B) y en San Martín de Améscoa (N).
  
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Del mismo modo que en el apartado anterior se ha constatado la creencia de protegerse del rayo, del que se pensaba que era una ceraunia, enfrentándole la propia hacha pulimentada, es verosímil pensar que en esta práctica destinada a hacer frente a la tormenta, y particularmente al granizo, que también es denominado tanto en castellano como en euskera piedra, ''arria'', la similitud se establece doblemente. Por la recolección de pequeñas piedras mientras [[Conjuros._Campanas|repican las campanas]] y por la semejanza de los tañidos con los truenos.
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En Sangüesa (N) se recogían el día de Pascua de Resurrección treinta y tres piedras, los años de la edad de Cristo, y se guardaban en casa para lanzarlas hacia lo alto cuando había tormenta.
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En Pipaón (A) y en Artajona, Mélida y Orisoaoin-Valdorba (N), había que recoger doce piedrecitas, en memoria de los doce apóstoles, mientras duraba el bandeo de la campana que tocaba a Gloria en Sábado Santo. Se guardaban en casa para cuando llegaran los nublados. Al empezar la tronada se echaba una piedra por la ventana; si empezaba a caer granizo se arrojaba una segunda; en caso de persistir se arrojaban más piedras. En Pipaón (A) se rezaba un avemaría por cada piedra lanzada.
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En Zerain (G) a algunas piedras de cuarzo, denominadas ''sutarri'', ''tximistarri'', se les atribuía virtudes especiales contra la tormenta. ''Sorginarri ''(lit.: piedra de brujas) es una piedra redonda de pedernal del tamaño de un puño que se guardaba en casa y se sacaba a la ventana para protegerse de las brujas. Si se levantaba el viento, llamado ''sorgin aizea'', se lanzaba esta piedra con fuerza desde la ventana en la que estaba depositada.
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En Uztárroz (N) cuando venía una tronada, el párroco solía subirse a la torre, y allí mientras durara solía estar rezando, y después, si caía piedra, cogía y arrojaba al fuego tres de aquellos pedruscos<ref>Resurrección M.ª de AZKUE. ''Euskalerriaren Yakintza''. Tomo I. Madrid: 1935, p. 171.</ref>.
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En Lekaroz (N) a principios del siglo XX había costumbre de colocar en la ventana una taza de agua bendita con tres piedras pequeñas<ref>APD. Cuad. 2. Año 1920, ficha 201.</ref>.
  
  
 
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Revisión actual del 10:53 23 jun 2020

En varias localidades se ha recogido la práctica de recoger pequeñas piedras en la calle o en el camino, en el tiempo que volteaban las campanas que tocaban a Gloria el día de Sábado Santo. Estas piedritas se guardaban para lanzarlas desde las ventanas contra las nubes o bien a los cuatro vientos cuando llegara la tormenta y así evitar el pedrisco. Así lo hacían en Kuartango (A), en el Valle de Carranza (B) y en San Martín de Améscoa (N).

Del mismo modo que en el apartado anterior se ha constatado la creencia de protegerse del rayo, del que se pensaba que era una ceraunia, enfrentándole la propia hacha pulimentada, es verosímil pensar que en esta práctica destinada a hacer frente a la tormenta, y particularmente al granizo, que también es denominado tanto en castellano como en euskera piedra, arria, la similitud se establece doblemente. Por la recolección de pequeñas piedras mientras repican las campanas y por la semejanza de los tañidos con los truenos.

En Sangüesa (N) se recogían el día de Pascua de Resurrección treinta y tres piedras, los años de la edad de Cristo, y se guardaban en casa para lanzarlas hacia lo alto cuando había tormenta.

En Pipaón (A) y en Artajona, Mélida y Orisoaoin-Valdorba (N), había que recoger doce piedrecitas, en memoria de los doce apóstoles, mientras duraba el bandeo de la campana que tocaba a Gloria en Sábado Santo. Se guardaban en casa para cuando llegaran los nublados. Al empezar la tronada se echaba una piedra por la ventana; si empezaba a caer granizo se arrojaba una segunda; en caso de persistir se arrojaban más piedras. En Pipaón (A) se rezaba un avemaría por cada piedra lanzada.

En Zerain (G) a algunas piedras de cuarzo, denominadas sutarri, tximistarri, se les atribuía virtudes especiales contra la tormenta. Sorginarri (lit.: piedra de brujas) es una piedra redonda de pedernal del tamaño de un puño que se guardaba en casa y se sacaba a la ventana para protegerse de las brujas. Si se levantaba el viento, llamado sorgin aizea, se lanzaba esta piedra con fuerza desde la ventana en la que estaba depositada.

En Uztárroz (N) cuando venía una tronada, el párroco solía subirse a la torre, y allí mientras durara solía estar rezando, y después, si caía piedra, cogía y arrojaba al fuego tres de aquellos pedruscos[1].

En Lekaroz (N) a principios del siglo XX había costumbre de colocar en la ventana una taza de agua bendita con tres piedras pequeñas[2].


 
  1. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 171.
  2. APD. Cuad. 2. Año 1920, ficha 201.