Remedios creenciales de las dolencias del bazo. Bareak saltatu

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Zegama (G), según recogió Azkue, cuando el bazo se agarraba, bareak eltzen dooneen, se mojaban con saliva tres pedruscos que debían dejarse después en el sitio anterior; en Baztan (N) por su parte cuando se levantaba el bazo, barea goratzen denean, había que poner tres piedras una sobre otra y se le daban tres vueltas a la mano alrededor de las tres piedras[1].

El P. Donostia recogió por la misma época creencias similares en varias localidades; en Sunbilla (N), cuando a los muchachos que corrían les dolía el bazo, ponían ocho piedras en el suelo y la novena con un salivazo; decían que indefectiblemente se les quitaba el dolor. En otra variante se cogían tres piedras y a cada una se le echaba un poco de saliva a la parte que tocaba la tierra y se ponían una encima de otra con la parte mojada hacia arriba. En Akerreta (N) se cogía una piedra, se le echaba saliva, se ponía boca arriba, haciéndolo sin alentar y en Aretxabaleta (G) tomaban una piedra del suelo, la besaban y desaparecía el dolor[2]. En nuestra reciente encuesta de Zerain (G) se ha constatado una práctica similar. Si a una persona después de darse una carrera se le producía flato, barea sortu, cogían dos piedras redondas, se escupía saliva en una y se tapaba con la otra; tomándolas en la mano derecha había que santiguarse con ellas, después se cerraban los ojos y había que lanzarlas hacia atrás, tan fuerte como se pudiera, por encima de la cabeza. Igual costumbre fue registrada en los años veinte en Zarautz (G)[3].

En Astigarraga (G) cuando se producía dolor en el costado tras una carrera se cogía una piedra, se le echaba saliva, se hacía con ella una cruz sobre otra piedra y se depositaban ambas en el suelo. En Oñati (G) llaman barakoa al dolor de bazo consecuencia de retener aires por correr; la expresión utilizada es “bareak oratu deust” (me ha cogido el bazo). Para quitar el dolor se respiraba a fondo o se echaba saliva a una piedra que luego se ponía boca abajo. En Bidegoian (G) para el dolor de bazo, barea altzatu, se escupía sobre una piedra y con los ojos cerrados se daban unos pasos y se lanzaba con fuerza hacia atrás por encima de la cabeza.

En Sara (L) la ingurgitación del bazo, barea saltatu, produce un dolor que se cura escupiendo el paciente en una piedra y depositándola en el suelo con la cara escupida vuelta hacia abajo y alejándose seguidamente del lugar; el mismo remedio para el mal de bazo, sahetseko barea, se consignó en Azkaine (L). En Berastegi (G) se ha constatado también la expresión bareak saltatu o limaco[4]. En Lekunberri (N) para esta dolencia se utiliza la denominación de bareko mina o limaco y dicen que no se hace nada para eliminarla porque “se pasa” al de poco, al igual que en Arraioz (N) donde señalan que si el bazo “se levanta”, el remedio es el descanso.

En Zenarruza (Markina-B) cuando al correr se producía el flato, alboko miña, se cogían tres piedras y se echaban tres salivazos al suelo, txistua bota behearen ganera, que se tapaban con las piedras.

En Izal (N) cuando por correr mucho dolía el costado se cortaba una mata de boj y se ponía sobre la zona dolorida. En Donazaharre (BN) recogió Azkue un remedio diferente; cuando el bazo se volvía, barea itzultzen danean, se hacía un emplasto con boñiga muy caliente de vaca y se ponía sobre él[5].


 
  1. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, pp. 226-227.
  2. APD. Cuad. 1, fichas 17, 65, 91 y 148.
  3. Juan IRURETAGOYENA. “Medicina popular. Zarauz. Aya. Remedios Supersticiosos” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo I. Vitoria: 1921, p. 120.
  4. En euskera bare significa bazo y limaco. V. Eys se inclina a considerar juntas ambas significaciones por ser ambas de sustancia blanda y esponjosa. H. Schuchardt prueba que en muchas lenguas el bazo tiene nombres alusivos a su color oscuro, que también lo es el de la babosa. Voz bare. Manuel AGUD y Antonio TOVAR. Diccionario Etimológico Vasco. Vol. III. Donostia: 1991.
  5. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 227.