Diferencia entre revisiones de «Ofrendas en la iglesia1»

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Este día cada familia llevaba a la iglesia dos ofrendas, una para la sepultura propia y otra para la llamada de las ánimas, juntamente con dinero para algunos responsos y luces. Durante estos días las sepulturas de la iglesia se cubrían con paños negros, incluso las de aquellas familias que no tenían luto, y todos vestían de este color<ref>AEF, III (1923) p. 61.</ref>.
 
Este día cada familia llevaba a la iglesia dos ofrendas, una para la sepultura propia y otra para la llamada de las ánimas, juntamente con dinero para algunos responsos y luces. Durante estos días las sepulturas de la iglesia se cubrían con paños negros, incluso las de aquellas familias que no tenían luto, y todos vestían de este color<ref>AEF, III (1923) p. 61.</ref>.
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[[File:7.213 Venta de velas cirios y candelas. Todos los Santos. Bilbao (B). 1986.png|frame|Venta de velas, cirios y candelas. Todos los Santos. Bilbao (B). 1986. Fuente: Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco: Otsoa.]]
  
 
En Olaeta-Aramaio (A) el día de Difuntos o de Animas se llevaba pan a la iglesia al igual que en Todos los Santos, pero con la diferencia de que este día los parientes se dejaban mutuamente en las sepulturas panecillos, cera y algunas monedas para responsos. Los panes se recogían en el ofertorio y al terminar la misa se reservaban unos cuantos para el cura y monaguillos, los restantes eran llevados por el mayordomo de las ánimas, siempre un soltero, a la casa consistorial, ''erriko etxea'', que a la vez era taberna. Allí se preparaba la comida sin que faltasen las tradicionales morcillas de carnero o de oveja, y con los panecillos de la iglesia y el vino que les proporcionaba el alcalde de barrio, a cuenta del presupuesto, los hombres pasaban alegremente la tarde. Al «ángelus» se retiraban a sus hogares después de rezar un responso por las ánimas del purgatorio<ref>AEF, II (1922) pp. 97-98.</ref>.
 
En Olaeta-Aramaio (A) el día de Difuntos o de Animas se llevaba pan a la iglesia al igual que en Todos los Santos, pero con la diferencia de que este día los parientes se dejaban mutuamente en las sepulturas panecillos, cera y algunas monedas para responsos. Los panes se recogían en el ofertorio y al terminar la misa se reservaban unos cuantos para el cura y monaguillos, los restantes eran llevados por el mayordomo de las ánimas, siempre un soltero, a la casa consistorial, ''erriko etxea'', que a la vez era taberna. Allí se preparaba la comida sin que faltasen las tradicionales morcillas de carnero o de oveja, y con los panecillos de la iglesia y el vino que les proporcionaba el alcalde de barrio, a cuenta del presupuesto, los hombres pasaban alegremente la tarde. Al «ángelus» se retiraban a sus hogares después de rezar un responso por las ánimas del purgatorio<ref>AEF, II (1922) pp. 97-98.</ref>.

Revisión del 07:29 26 feb 2019

En este primer apartado se recopila información sobre la antigua costumbre de ofrendar pan y luces en las sepulturas familiares de la iglesia así como de rezar responsos junto a las mismas. Estas costumbres desaparecieron en algunas localidades, como Viana, hace ya muchos años; sin embargo en la mayoría perduraron más, en algunos casos hasta la importante transición que supuso el Concilio Vaticano II.

En Sangüesa (N) el día de Animas era antaño el más importante de los dedicados a los difuntos. Había misa mayor por la mañana en ambas parroquias y todas las familias con algún miembro fallecido durante el año ponían el añal: banco, pan, candela, los más pudientes trigo, alguno hasta tres robos, además de cierta cantidad de dinero según la categoría social de la familia. Parte de este dinero procedía de las aportaciones de quienes visitaban a la familia del difunto el día anterior.

Terminada la misa los curas comenzaban la agotadora tarea de «responsear», pues tras un descanso para ir a comer continuaban de nuevo por la tarde. Mientras tanto tocaban las campanas casi sin cesar. El cura y cuatro niños cantores pasaban por cada añal y cantaban rápidamente responsos, a real cada uno, hasta terminar el dinero «apilado». En los últimos años, la costumbre se extinguió en 1966, los responsos eran rezados; los tres sacerdotes de la parroquia los repetían en cada banco-añal ante los familiares y hasta agotar el dinero. De todas estas costumbres sólo ha quedado una misa solemne que se celebra el día de Almas por los difuntos fallecidos durante el año, nombrándoles expresamente. Se invita a que asistan a sus familias y a todo el que lo desee.

Los ritos más característicos del día de Animas desaparecieron en Viana (N) en el siglo pasado. Los informantes de mayor edad recuerdan haber oído que este día se ponía en la sepultura familiar de la iglesia un paño negro y un soporte de madera que era una especie de banquillo con agujeros para las velas. Se depositaba además un robo de trigo o una cantidad mayor, dependiendo de la posición económica de la familia. Confesando y comulgando se ganaba indulgencia plenaria. De todas las costumbres del pasado no ha quedado nada. Hoy se celebra una misa solemne por todos los fallecidos en el año, nombrándolos en el «memento» de difuntos individualmente. Se invita a todas las familias con uno de sus miembros muerto durante ese periodo de tiempo enviándoles un recordatorio con los nombres de los fallecidos y la hora de la misa.

En Monreal (N) el día de las Almas el párroco celebraba tres misas, la última de las cuales era cantada. A ella se llevaba como ofrenda pan, llamado pan de almas. Para esta celebración se encendían todas las velas del túmbano, se rezaba el rosario y se entonaban cantos por las almas de los difuntos.

En Galarreta (A) el día dos de noviembre se celebraban por la mañana tres misas a las que procuraban asistir todos, especialmente a las dos primeras que solían ser antes del amanecer ya que en ellas se administraba la comunión. La tercera misa, que acostumbraba ser cantada, se celebraba a las ocho y media o nueve. Tras su conclusión el cura entonaba un responso en el pórtico de la iglesia y otro debajo del coro, delante de una mesa con un tapete negro, cuatro candelabros, un crucifijo y una calavera. A continuación las mujeres presentes en las sepulturas se acercaban al presbiterio a besar la estola del sacerdote y a dejar la ofrenda, que consistía en un panecillo de un par de libras aproximadamente. Después el cura pasaba por todas las sepulturas a rezar responsos como la tarde anterior.

Este día cada familia llevaba a la iglesia dos ofrendas, una para la sepultura propia y otra para la llamada de las ánimas, juntamente con dinero para algunos responsos y luces. Durante estos días las sepulturas de la iglesia se cubrían con paños negros, incluso las de aquellas familias que no tenían luto, y todos vestían de este color[1].

Archivo:7.213 Venta de velas cirios y candelas. Todos los Santos. Bilbao (B). 1986.png
Venta de velas, cirios y candelas. Todos los Santos. Bilbao (B). 1986. Fuente: Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco: Otsoa.

En Olaeta-Aramaio (A) el día de Difuntos o de Animas se llevaba pan a la iglesia al igual que en Todos los Santos, pero con la diferencia de que este día los parientes se dejaban mutuamente en las sepulturas panecillos, cera y algunas monedas para responsos. Los panes se recogían en el ofertorio y al terminar la misa se reservaban unos cuantos para el cura y monaguillos, los restantes eran llevados por el mayordomo de las ánimas, siempre un soltero, a la casa consistorial, erriko etxea, que a la vez era taberna. Allí se preparaba la comida sin que faltasen las tradicionales morcillas de carnero o de oveja, y con los panecillos de la iglesia y el vino que les proporcionaba el alcalde de barrio, a cuenta del presupuesto, los hombres pasaban alegremente la tarde. Al «ángelus» se retiraban a sus hogares después de rezar un responso por las ánimas del purgatorio[2].

En Oiartzun (G) este día se celebraba una misa solemne en conmemoración de todos los fieles difuntos a la que asistía muchísima gente. Un representante de cada familia se encargaba de que su sepultura permaneciese alumbrada, ofrendando pan y vela roja. Al final de la misa los sacerdotes se ponían en las puertas de la iglesia y rezaban responsos mientras las mujeres que iban saliendo depositaban en sus bonetes algunas monedas.

Antaño en Carranza (B) era costumbre elaborar para el día de Animas unas roscas de pan. Las mujeres rivalizaban en hacer mejor que su vecina una o más roscas de trigo blanco para llevar a la iglesia como obsequio al cura por el gran número de responsos que tenía que rezar por los difuntos de la casa. Este día concurría todo el vecindario a la misa de la mañana con las roscas, además de tortas o panes amasados al objeto[3]. En Meñaka (B) el día de Difuntos cada familia llevaba a la iglesia unos seis panecillos, olatak[4].

En Améscoa (N), como resto de esta práctica antigua, a principios de siglo quedaba aún la costumbre de que las familias pudientes del pueblo hicieran ofrenda de pan en la misa cantada de este segundo día de noviembre.

También se ofrendaba pan el día de Almas en Ribera Alta (A), Andoain, Getaria, Zerain (G), Monreal, Romanzado y Urraul Bajo (N).

En Allo (N) durante las misas de la mañana del día de Animas se disponían en el suelo canastillos de mimbre, dentro de los cuales se colocaba una candela o cerilla con forma espiral. A cada lado del canastillo se ponían sendos candeleros de cobre con velas encendidas. Las familias más ricas hacían ostentación de su situación económica adornando el canastillo con paño de terciopelo negro ribeteado con festones dorados. Esta costumbre la practicaban sólo quienes habían tenido difuntos durante el año. Al concluir cada misa los sacerdotes bajaban a rezar responsos ante estas sepulturas simbólicas. Les acompañaba un monaguillo que bonete en mano recibía las limosnas de los familiares.

En Murelaga (B) el día de las Animas, Arimen eguna, se celebraba misa mayor. Se activaban las sepulturas, se rezaban responsos y se repetían los actos del cementerio tal como había ocurrido el día anterior. Pero en esta ocasión el cónyuge que era afín a la casa, no consanguíneo, tomaba una vela, kandela, del caserío donde vivía y la colocaba sobre la sepultura de su caserío natal. Asimismo se encargaban arimen onrak, misas ordinarias y responsos por las obligaciones por sus ancestros[5].

En Eugi (N) por la mañana se celebraban tres misas, dos de ellas seguidas y la tercera después de un descanso. Por la tarde se rezaba el rosario o vísperas y luego los responsos, que algunos años se prolongaban hasta las once de la noche. Desde comienzos de este siglo hasta aproximadamente mediados de los años veinte, las señoras de la casa se colocaban en su fuesa particular esperando al sacerdote. Este recorría todas, una por una, rezando responsos por las almas de los difuntos. El sacerdote sostenía un bonete en el que la señora depositaba el dinero. Con frecuencia los niños y no tan niños se entretenían calculando, por la duración de los rezos, el dinero ofrecido. Todo el pueblo acudía a los responsos, pero eran siempre las mujeres las que permanecían en las fuesas y pagaban los rezos. Hacia los años 1925-30 esta costumbre varió: El sacerdote se situaba en mitad de la iglesia sosteniendo un pañuelo y eran las mujeres las que se acercaban, depositaban el dinero en el pañuelo y rezaban con él. Al terminar, cada mujer regresaba a su banco y era sustituida por otra.

En Artajona (N) el día de Difuntos, también llamado de Almas o Animas, cada uno de los tres curas celebraba tres misas durante la mañana. Finalizadas éstas rezaban responsos hasta el mediodía; se ponían una estola sobre los hombros y el bonete entre las manos y se situaban en el centro del templo a la espera de que se les acercasen los fieles para solicitarles el rezo de los responsos. A propósito del pago de los mismos y aludiendo a más de un despiste sospechoso en el que el solicitante en vez de depositar un ochavo u ochena arrojaba un botón, se conserva el siguiente dicho: «Quirieleison, cristeleison, una ochena para el bolsón», o también: «Sea ochavo sea botón, quirieleison, cristeleison». Esta forma de conmemorar el día de Difuntos se mantuvo vigente hasta los primeros años de la década de los setenta. Actualmente la celebración se ha simplificado: por la mañana se hace una misa de difuntos que es rezada y por la tarde otra, ésta cantada, a la que sigue un responso.

En Lezaun (N) el día de Animas después de las vísperas de la tarde el cura hacía un recorrido por todas las fuesas. Empezaba en la capilla del Rosario donde estaban las fuesas de los ricos y después pasaba a las situadas bajo el coro, que eran las de los pobres. Iba de una en una y por cada real que le echaban en el bonete rezaba un responso. Mientras el cura permanecía en la fuesa se mantenía una luz encendida. A partir de finales de la década de los cincuenta, como cada vez se echaba más dinero, el cura rezaba cuatro responsos por fuesa y el sacristán anotaba los que quedaban pendientes para que los rezase en otro momento. Esta costumbre perduró hasta los años sesenta.

En Gamboa (A) el segundo día de noviembre, tras la misa, el cura echaba responsos en cada sepultura de la iglesia a cambio de los cuales recibía dinero de sus titulares. La misa que se celebraba en dicha fecha se ha perdido en la actualidad por no ser día festivo. En San Román de San Millán (A) también se rezaban responsos en la sepultura tras el rosario de la tarde.

En Amézaga de Zuya (A) el día de Animas no se acudía al cementerio, al contrario de lo que ocurría la jornada anterior. Junto al presbiterio de la iglesia, sobre una mesa con un paño negro, se colocaba el catafalco. La misa era igual a la de un funeral y se cantaba el nocturno.


 
  1. AEF, III (1923) p. 61.
  2. AEF, II (1922) pp. 97-98.
  3. Nicolás VICARIO DE LA PEÑA. El Noble y Leal Valle de Carranza. Bilbao, 1975, p. 306.
  4. AEF, III (1923) p. 35.
  5. William A. DOUGLASS. Muerte en Murélaga. Barcelona, 1973, pp. 86-87.