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Hay además un panteón con capilla consistente en una pequeña construcción de ladrillo rojo. La fachada, de corte neoclásico, está delimitada por dos pilastras de ladrillo que soportan un dintel. El edificio está rematado por un tejado a dos aguas sobre el que se alza una pequeña cruz de hierro forjado. En el centro de la fachada se encuentra una gran puerta con un arco de medio punto del mismo color que las pilastras. La puerta es de cristal y en su superficie aparece dibujada una gran cruz cuyos brazos terminan en punta. Encima se ha colocado una cartela donde figura el nombre de la familia. Completa el conjunto un minúsculo jardín enrejado en frente de la fachada. | Hay además un panteón con capilla consistente en una pequeña construcción de ladrillo rojo. La fachada, de corte neoclásico, está delimitada por dos pilastras de ladrillo que soportan un dintel. El edificio está rematado por un tejado a dos aguas sobre el que se alza una pequeña cruz de hierro forjado. En el centro de la fachada se encuentra una gran puerta con un arco de medio punto del mismo color que las pilastras. La puerta es de cristal y en su superficie aparece dibujada una gran cruz cuyos brazos terminan en punta. Encima se ha colocado una cartela donde figura el nombre de la familia. Completa el conjunto un minúsculo jardín enrejado en frente de la fachada. | ||
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En Hazparne (L) a principios de siglo había ya muchos panteones, ''hilargietako kavoak'', fruto de la remodelación de las tumbas antiguas. En tiempos había menos monumentos de piedra. Más tarde se acostumbró comprar una cruz de mármol en el momento de la muerte (parece ser que los vendedores acudían a las casas en semejantes ocasiones). Esta cruz se colocaba sobre el féretro durante la misa y después se dejaba sobre el panteón. | En Hazparne (L) a principios de siglo había ya muchos panteones, ''hilargietako kavoak'', fruto de la remodelación de las tumbas antiguas. En tiempos había menos monumentos de piedra. Más tarde se acostumbró comprar una cruz de mármol en el momento de la muerte (parece ser que los vendedores acudían a las casas en semejantes ocasiones). Esta cruz se colocaba sobre el féretro durante la misa y después se dejaba sobre el panteón. |
Revisión del 11:25 3 jun 2019
La inhumación ha sido el sistema tradicionalmente utilizado a la hora de proceder a dar el último reposo a los muertos. Actualmente la sepultura de cada casa se encuentra en el cementerio y en euskera se conoce como: etxenko hilerria(k) (Santa Grazi, Zunharreta-Z, Lekunberri-BN, Beskoitze, Sara-L), ehorlekua (Azkaine, Bidarte-L), tunba / tonba (Beskoitze, Hazparne, Sara-L), hilobia/hobia (común en Bizkaia, Goizueta-N, Arberatze-Zilhekoa-BN y Sara-L).
El modo más sencillo y primitivo que recuerdan nuestros informantes es el enterramiento en foso de tierra rematado por túmulo también de tierra, en cuya cabecera se coloca un monumento de piedra, estela o cruz (gurutzia en SaraL). Este que describimos en primer lugar, es considerado en aquellas localidades donde se ha experimentado una notable transformación en el tipo de tumbas hasta generalizarse los panteones y no hay problemas de espacio en el cementerio, como el modelo típico de familias que disponen de pocos recursos. Pero también ocurre que en algunas poblaciones sigue siendo tradicional efectuar enterramientos en tierra y así lo hacen todos los vecinos independientemente de su situación económica. Dentro de este tipo, el material utilizado para la elaboración del monumento funerario, generalmente una simple cruz, marcaba así mismo diferencias.
A medida que el poder adquisitivo aumenta se advierte una mayor presencia del monumento de piedra, hilarria (Zunharreta-Z, Baigorri, Heleta, Izpura, Lekunberri, Arberatze-Zilhekoa-BN, Goizueta-N), hilerriak (Santa-Grazi-Z). La piedra es considerada como algo que perdura y que mantiene vivo el recuerdo de aquél o aquéllos que se han ido. A principios de siglo el enterramiento en tierra se remataba con losa, y cruz o estela de piedra. Este modelo es considerado actualmente como el típico vasco en el País Vasco continental. Toda casa con medios económicos sustituía en lo posible los túmulos anteriores por un monumento de este tipo.
A mediados de este siglo, en la parte peninsular del país se sustituye el sistema de enterramiento directamente en tierra por otro en el que el ataúd se coloca en un espacio construido especialmente para el caso. Se generaliza entonces el enterramiento en panteones. Esta construcción permite inhumar de cuatro a seis cadáveres en menor extensión de terreno, lo que posibilita el ahorro de espacio en zonas donde es escaso y a su vez caro.
Hacia la década de los 70 y ante la escasez aún mayor de terreno se generalizan en muchos cementerios del País Vasco peninsular los nichos. Generalmente administrados por el municipio en régimen de alquiler solucionan las necesidades de los vecinos con menos recursos económicos.
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El túmulo
Tradicionalmente este tipo de sepultura ha consistido en un foso excavado en tierra (hobia o ziloa en Azkaine y Bidarte-L y güesa en Mélida-N) de unos dos metros de largo por 0,80 ó 1 m. de ancho y de una profundidad que varía entre uno o dos metros. En Zerain (G) las medidas de la fosa en el camposanto viejo eran de siete pies de largo por tres de ancho.
Introducido el cadáver en la fosa, en Vasconia continental se tapaba de modo que se formase un túmulo de tierra encima, hobia (Ezkurra-N, Itsasu-L, Lekunberri-BN, Santa-Grazi-Z), lürra (Urdiñarbe-Z), señalizando de esta forma el enterramiento. En el área peninsular también fue habitual en tiempos pasados la costumbre de levantar un túmulo, si bien en otras ocasiones la tierra quedaba nivelada con el suelo del cementerio. Hasta principios de siglo aproximadamente muchos de estos enterramientos no poseían ningún tipo de marca, signo o monumento funerario. A partir de entonces comenzaron a presentar en el extremo correspondiente a la cabecera un monumento funerario (Artziniega, Bernedo, Moreda, Ribera Alta A, Carranza, Orozko-B, Aria, Ezkurra, Izurdiaga, Monreal-N, Zerain-G).
En Murchante (N) hasta la introducción de los nichos, en estas tumbas en tierra se inhumaba a los jornaleros y la mayoría de las veces no se colocaba ninguna señal que indicara la identidad del cadáver por lo que con el tiempo no se sabía quién estaba enterrado.
En la mayoría de las localidades las tumbas se abrían por orden de defunción sin seguir ningún criterio específico. En los cementerios de Elosua y Getaria (G) no había sepulturas familiares, el féretro se introducía en un hoyo excavado junto al último enterrado y hasta principios de siglo no se fijaba cruz sobre la tumba. En Urdiñarbe (Z) lo único que se colocaba era la cruz de flores que se confeccionaba para el funeral.
Algunos de estos túmulos aparecen delimitados por un seto, a veces de boj, o un zócalo de cemento o madera. También ha sido usual enmarcar la tumba con una barandilla o cadena de hierro trabajada artesanalmente. En Portugalete (B), con aros de hierro clavados en la tierra y en Barakaldo (B), con mimbre, también hincado en tierra. La superficie del túmulo se decora con flores, césped o grava. En Orozko (B) a veces se disponía alrededor del túmulo alguna señal que podía ser un caminito hecho con la azada, algunas piedras, flores u otras marcas que delimitaran la sepultura. Al frente se ponía la cruz. En Murchante (N) las distintas tumbas se separaban unas de otras por hileras de ladrillos hincados en tierra.
En Zuberoa la tumba de la casa contenía de dos a cinco fosas rematadas por túmulo de tierra y con el correspondiente monumento, estela o cruz. Cada tumba estaba delimitada por pequeñas avenidas, ilherritako sendak (Santa-Grazi-Z).
En Valcarlos (N) era costumbre que cuando se inhumaba un cadáver, recogida ya la tierra formando un montículo, se hiciese con el mango de la azada una raya a lo largo del vértice y después otras formando ángulos con ella. Estas líneas se llenaban con ramas de laurel. Después se colocaba la cesta con las luces sobre el túmulo de tierra[1].
Este tipo de sepultura ha sido antaño la habitual en los cementerios del país aunque al pasar la propiedad del terreno a las familias éstas han remodelado las tumbas construyendo generalmente panteones.
Sepultura en tierra con losa
Junto con la tumba de túmulo coexistió y a partir de principios de siglo se fue extendiendo progresivamente, otro tipo de monumento en el que la fosa en lugar de ir recubierta por un túmulo de tierra se remataba con una losa plana de piedra, hilarria (Sara-L), tonba-harria/tunba harria (Azkaine-L, Urdiñarbe-Z), harri-lauza (Goizueta N, Itsasu-L, Zunharreta-Z), harri-hobia (Bidarte-L) puesta a nivel de suelo. En la cabecera, al igual que en el túmulo, se disponía una estela o una cruz de piedra, gurutzia (Sara-L, Zunharreta-Z), kurutze-harria (Iholdi-BN, Urdiñarbe-Z), harkurutzea (Santa-Grazi-Z), que a veces llevaba en altorrelieve la figura de Cristo Crucificado, la Dolorosa, la Virgen del Carmen o la Corona de espinas. Estos monumentos suelen ser de anchura variable y de unos dos metros de largura, incluido un espacio que algunos presentan a los pies destinado a colocar plantas o flores, naturales o artificiales, y que se conoce como loretegia. Suelen estar rodeados de hierba verde o piedrilla.
En la zona continental este monumento es conocido como tipo «vasco»: cruz y losa de piedra roja típica y abundante en la zona, sobre todo en Baja Navarra. A principios de siglo, antes de que se generalizasen los panteones, los que contaban con medios económicos se hacían construir un monumento de éstos. Poco a poco se difundió el uso de la piedra, generalmente la local o la que provenía de la cantera más cercana: piedra roja, caliza, etc. Posteriormente se introdujo la costumbre de utilizar granito y más tarde mármol, sobre todo blanco o negro, y la mayoría de las veces traído de fuera.
Entre la variedad de monumentos que siguen este modelo destacan como más comunes los compuestos por fosas cubiertas con lápidas y con cruces adosadas a la pared del cementerio.
Otra variante consiste en lápidas funerarias que constan de pedestal, cuerpo con inscripción y remate en forma de cruz con distintos motivos (fotografía del difunto, relieves de Cristo o la Virgen, etc.) o con túmulo protegido por cajón de mármol a modo de catafalco. A veces rodeadas por barras o cadenas de hierro.
Hoy día este tipo de monumento se ha generalizado junto con el panteón, siendo común en la mayoría de las localidades: Apodaca, Aramajo, Artziniega, Narvaja, Salvatierra (A), Abadiano, Amorebieta-Etxano, Bermeo, Lezama, Portugalete (B), Elosua, Getaria (G), Allo, Aoiz, Eugi, Garde, Mélida, Murchante, Obanos, Sangüesa, San Martín de Unx (N), Azkaine, Itsasu, Sara (L), Heleta, Iholdi, Izpura, Lekunberri (BN), Ezpeize-Ündüreiñe, Urdiñarbe y Zunhaneta (Z).
Cada familia tiene su monumento funerario en el que se inscribe un título común: en ocasiones es el nombre de la casa, por ejemplo Etcharteko hil harria; en otras aparece el nombre de la familia, Etxeberriko familia; seguidamente se consignan los nombres de los difuntos y sus correspondientes fechas de nacimiento y deceso o su edad. En algunos casos el nombre de la casa va inscrito sobre la cruz y el del difunto y su edad aparecen sobre la losa. En Barkoxe (Z) a partir de 1937 aproximadamente, se generalizaron las tumbas familiares con monumento central en el que aparecía inscrito, generalmente en euskera, el nombre de la casa y el de la familia, por ejemplo Potto (nombre de la casa) - Mazéris'ko familia (nombre de la familia).
En Monreal (N) los carnarios más antiguos (1874) son muy similares en la forma a las fuesas de la iglesia. Suelen ser de doble fosa, algunos más modernos tienen sólo una, y cubiertos con losas de piedra, una de las cuales posee una ranura para abrirlos. La parte exterior está adornada con una balaustrada de hierro. A modo de cabecera presentan unos monolitos de piedra triangulares o rectangulares con la inscripción: «sepulcro de...» y el año de construcción. Algunos han añadido después las fechas de nacimiento y defunción de los inhumados. Todas las tumbas en tierra son similares, lo que con frecuencia las individualiza es la cabecera que en ellas se erige.
En algunas localidades también se han construido monumentos funerarios con cemento o con trozos de piedra unidos con cemento. En Carranza (B), principalmente en el cementerio del barrio de Matienzo, se encuentran varias tumbas con lápida de cemento, arena y marmolina, que muestran un relieve central y se hallan rematadas con una cruz donde va situada la inscripción sobre placa de porcelana.
En Aoiz, Garde y Narvaja (N) hacia los años sesenta se generalizó otro tipo de lápida rematada con una cruz de mármol blanco o negro, el primero más abundante, y de hechura muy sencilla en cuyo centro se representa la cabeza del Corazón de Jesús, la de María o la Crucifixión. En San Martín de Unx (N) junto con las cruces blancas conviven otras oscuras que imitan al bronce.
El panteón
Aunque en algunas localidades hay panteones realmente importantes que incluyen capilla y monumento arquitectónico reseñable, en general se conoce como panteón, panteoi, (común en Vasconia peninsular), hobia (Sara-L), una construcción subterránea excavada en el cementerio y que sirve para acoger varias sepulturas.
Este tipo de construcción se extiende a partir del momento en que se parcelan los espacios destinados a enterramientos y se ponen a la venta, privatizándose las parcelas de terreno. Además este proceso coincide en el tiempo con un aumento de la capacidad adquisitiva de la población. Es el monumento más evolucionado en el medio tradicional y aparece más extendido en las localidades peninsulares del País, sobre todo en donde los núcleos de población concentrada son más abundantes. En la zona continental el número de panteones es más escaso. La construcción o posesión del mismo se relaciona en muchas localidades con una situación económica acomodada de la familia (Artziniega-A, Abadiano, Lezama-B, Izpura-BN, Bidegoian-G, Azkaine-L, Allo, Artajona, Goizueta, Sangüesa, Viana-N).
Constatamos la presencia de estos monumentos, si bien en número limitado, en bastantes localidades: Mendiola, Moreda, Narvaja (A), Abadiano, Lezama, Zeanuri (B), Bidegoian (G), Allo, Artajona, Goizueta (N), Azkaine, Hazparne (L), Armendaritze, Gamarte, Izpura, Lekunberri (BN), Barkoxe, Santa-Grazi, Urdiñarbe, Zunharreta, (Z). Aparece como monumento más numeroso en: Artziniega, Salvatierra, Ribera Alta a partir de los años cincuenta, Laguardia (A), Bermeo, Carranza, Durango, Gorozika (B), Elgoibar (G), Barkoxe a partir de 1937, Ezpeize-Ündüreiñe y Atharratze (Z).
En tiempos cada casa tenía dos o tres fosas juntas. A partir de mediados de siglo se constata una sustitución progresiva de las mismas por el panteón. La presencia de canteras locales en algunas localidades de la zona continental junto con la existencia de numerosos albañiles-canteros, hilargietako harri-pikatzalea (Hazparne-L), favoreció el que se produjera este cambio. Cuando se reedificaba un nuevo monumento funerario el viejo era derruido. En muchas localidades de la zona peninsular es corriente que los que disponen de panteón entierren en este tipo de monumento mientras que los que carecen de él tengan que recurrir a los nichos.
Los materiales con los que están construidos los panteones son variados. El armazón es de hormigón armado y el exterior se recubre con piedra, mármol o ambos materiales combinados. Desde los panteones en los que se utilizaba la piedra de la comarca se ha evolucionado hacia materiales como hormigón, ladrillo macizo rojo, piedras y mármoles de diversos colores que proceden de canteras lejanas.
En Vasconia continental la mayoría de los panteones construidos en los años 1950-60 estaban hechos con piedra procedente de canteras cercanas. Luego se comenzó a imponer el granito negro. Aquéllos construidos después de 1970 son la mayoría de granito gris aunque también los hay en negro y marrón.
La fachada del fondo del panteón es la parte más artística y cuidada donde se eleva la cruz. En espacios laterales se incrustan placas de mármol en las que se inscriben los nombres y demás datos de los que allí descansan.
Los primeros panteones se construyeron en Sangüesa (N) a mediados del siglo XIX. Algunos particulares comenzaron a adquirir terrenos para ello junto a las tapias del cementerio. Se siguieron dos modelos: pequeños edificios con tejado, los menos; los más un gran frente de piedra con una cruz y las lápidas con inscripciones a los lados, las fosas elevadas un poco sobre el terreno y el espacio delimitado mediante cadenas o barandillas de hierro. La estructura de algunos panteones es de estilo modernista de principios de siglo, llevan adornos de lechuzas, relojes alados, coronas, etc. Algunos que poseen capilla muestran una ornamentación con elementos neogóticos. Además de los panteones pertenecientes a las familias pudientes están los que corresponden a las órdenes religiosas de las Hermanas de la Caridad y los Padres Capuchinos.
En Viana (N) las familias nobles y otras pudientes adquirieron a finales del siglo pasado terreno en el cementerio mediante compra y levantaron sus panteones más o menos costosos. Algunos son al aire libre con figuras de mármol exentas, otros adoptan la forma de capilla con su tejadillo. En ocasiones aparecen esculpidas las armas heráldicas y condecoraciones del difunto.
En Salvatierra (A) los panteones antiguos disponen de una o dos sepulturas o güesas. La lápida o losa superior con las inscripciones está poco elevada respecto a la tierra. El monumento lleva en su cabecera una cruz de tamaño mediano o pequeña. A los lados se ponían coronas de metal en cajas de zinc con frente de cristal. La cubierta de las sepulturas y la estructura de piedra solía estar labrada con buena terminación, a veces con molduras talladas y adornos cincelados en estilo sobrio y sencillo. Algunos, cercados en tres lados con verja artística de hierro.
En Izpura (BN) hasta 1900 cuatro de los panteones también estaban rematados por una especie de vidrieras con el fin de conservar las coronas. Eran sepulturas pertenecientes a familias acomodadas: nobles, americanos, herreros.
En Murchante (N) hay tres grandes panteones. Uno de ellos responde a los cánones del modelo clásico: presenta una amplia superficie cuadrada y pavimentada con losas blancas. Está cerrada por una serie de cadenas soportadas en pequeños pilares terminados en punta, tres en cada lado de la explanada salvo en aquél que está cerrado por una pequeña pared. Es precisamente sobre ésta donde se erige el monumento funerario en mármol blanco, que preside todo el conjunto. Este monumento culmina en una gran cruz latina en cuyo interior destaca un crismón y un motivo vegetal en la parte inferior del brazo más largo. Una cartela indica el nombre de la familia.
En esta localidad también hay un panteón con cripta. Es de mármol blanco, constituido por un bloque rectangular con las esquinas redondeadas alcanzando una considerable altura. En la fachada principal un alto-relieve con la cara de Cristo triunfante entre dos ramas de olivo. Bajo éste, el nombre de la familia. La puerta por la que se baja a la cripta está fuera del monumento y deja entrever una techumbre abovedada.
Hay además un panteón con capilla consistente en una pequeña construcción de ladrillo rojo. La fachada, de corte neoclásico, está delimitada por dos pilastras de ladrillo que soportan un dintel. El edificio está rematado por un tejado a dos aguas sobre el que se alza una pequeña cruz de hierro forjado. En el centro de la fachada se encuentra una gran puerta con un arco de medio punto del mismo color que las pilastras. La puerta es de cristal y en su superficie aparece dibujada una gran cruz cuyos brazos terminan en punta. Encima se ha colocado una cartela donde figura el nombre de la familia. Completa el conjunto un minúsculo jardín enrejado en frente de la fachada.
En Hazparne (L) a principios de siglo había ya muchos panteones, hilargietako kavoak, fruto de la remodelación de las tumbas antiguas. En tiempos había menos monumentos de piedra. Más tarde se acostumbró comprar una cruz de mármol en el momento de la muerte (parece ser que los vendedores acudían a las casas en semejantes ocasiones). Esta cruz se colocaba sobre el féretro durante la misa y después se dejaba sobre el panteón.
En el cementerio viejo de Ziburu (L) hay panteones en piedra blanca o mármol gris, la mayoría construidos según el modelo de losa posada a 30 cm. del suelo. Los frontis presentan decoraciones varias entre las que destacan cruces. Unos 30 panteones se protegen con fuertes cadenas de hierro, algunas de ellas muy trabajadas.
A partir de los anos cincuenta se comenzaron a construir los panteones con baldas a los lados y paso en el centro de manera que quedan seis o nueve huecos que se pueden cerrar con tabique. Estos panteones se elevan sobre el suelo unos ochenta y cinco centímetros y al frente, en el centro, disponen de una entrada consistente en una placa de mármol o similar, por donde se introduce el ataúd. Para ello baja el enterrador al foso y cuatro personas con dos cuerdas descienden el féretro y con la ayuda del primero lo depositan en la balda correspondiente.
Otro modelo de panteón, construido en mármol o granito, es el que aparece rodeado por una platabanda limitada por un zócalo de piedra. Delante o a un lado hay una piedra mayor a modo de reclinatorio.
El nicho
Actualmente en muchas localidades del País Vasco peninsular las familias que carecen de panteón, ante la situación creada por la escasez de terreno, entierran a sus muertos en nichos. Este tipo de construcción suele resultar más eco- nómico, especialmente si lo que se adquiere es un único hueco, y permite ahorrar espacio ya que los nichos se disponen en varias alturas. Otra característica de este tipo de enterramiento es el aspecto de uniformidad que confiere al cementerio, más cuando la construcción es de pro- piedad municipal y el ayuntamiento impone el tipo de placa y la ornamentación de cada nicho.
La lápida que lo cierra suele ser generalmente de piedra caliza en blanco o gris o de granito negro. En ella aparecen las inscripciones que identifican al difunto. En muchos nichos además de la lápida frontal existe por delante una especie de ventana enmarcada en aluminio que protege a ésta.
Aunque los primeros se empezaron a construir en la década de los años sesenta, esta solución se va extendiendo progresivamente. En algunas localidades en las que se ha construido un cementerio nuevo o se ha trasladado el anterior, han sustituido al resto de monumentos descritos antes.
En Obécuri (A) en el nuevo cementerio, hecho en torno a finales de los años sesenta, se levantaron varias filas de nichos superpuestos de forma que no se dejó sitio para enterramientos. A partir de entonces transformaron el cementerio con este tipo de construcción en las localidades de Quintana, Urturi, Angostina y Bajauri (A). En estas localidades se hicieron calculando la necesidad numérica del pueblo. En Obécuri los tienen repartidos por familias para que sus muertos estén juntos.
En Llodio (A) hacia el año 1970 se construyeron los primeros nichos de ladrillo con lápida de mármol, con lo que se dio por finalizado el enterramiento en tierra. Con posterioridad se han levantado en otras zonas del cementerio y los últimos construidos son los llamados de restos. Aunque en un principio algunos se vendieron, la mayoría son de propiedad municipal. A veces llevan dos floreros sujetos a la lápida para poner flores.
En Moreda (A) mantienen la modalidad de enterramiento impuesta desde mediados de los ochenta a raíz de la ampliación del cementerio.
En el Valle de Carranza (B) los nichos se han venido levantando en muchos cementerios a partir de principios de los años setenta. Suelen estar dispuestos en tres o cuatro plantas y corresponden a sepulturas individuales, esto es, cada hueco es propiedad de una sola persona; sin embargo, también es frecuente que la fábrica de éstos, manteniendo por lo general las tres plantas y con una capacidad para seis o nueve nichos, sea propiedad de una sola familia.
En el Valle de Orozko (B), en la actualidad, debido a que no hay personas dispuestas a efectuar los enterramientos en tierra por tratarse de un trabajo penoso, se han construido en los cementerios nichos ya que su uso resulta más fácil y económico. En las tapas frontales de éstos, que son de granito o mármol, se inscriben la cruz, el nombre del difunto, la edad, otras alegorías tales como «en recuerdo de... » y en algún caso un lauburu. En Bermeo (B) los alquila el ayuntamiento.
En Beasain (G) el actual cementerio en uso es totalmente distinto a los anteriores, pues consta exclusivamente de nichos de cemento dispuestos en tres pisos y construidos en calles a lo largo y ancho del inclinado terreno. Todos son públicos. Desde el punto de vista de la ornamentación, actualmente todas las tapas de los mismos así como las placas de las inscripciones son uniformes y encargadas por el ayuntamiento, por lo que no se pueden poner cruces, estelas ni lápidas de ninguna clase.
En Elgoibar (G) se tiende actualmente al enterramiento en nicho. Se hace un contrato con el ayuntamiento durante diez años y una vez transcurridos se deben sacar los restos. Estos se depositan en una urna en el mismo hueco junto a la caja del último fallecido de la familia si es que no se incineran y se limpia el nicho para reaprovecharlo.
En Artajona (N) comenzaron a construirse nichos en 1958 y en la actualidad son el tipo de enterramiento más común. Se levantan ajustándolos al perímetro interior del recinto, encima de algunas de las antiguas tumbas en tierra. Aquí se repiten los motivos religiosos en la decoración. En los más antiguos, a la lápida se han acoplado uno o dos pequeños faroles.
En Sangüesa (N) se inició su uso a partir de 1956, ocupan actualmente la mayor parte del cementerio, pues es el sistema más utilizado.
En Murchante (N) los nichos han surgido en las últimas décadas. Cada vez que se ocupa uno se precinta con una lápida, generalmente de mármol negro, en la que se inscribe con letras blancas el nombre de la familia o el del difunto. Algunas llevan una pequeña cruz de hierro como decoración.
En Viana (N) desde hace unos treinta anos (1965) se introdujo la costumbre de enterrar en nichos construidos por el ayuntamiento. Se accede a su uso temporal, renovable cada diez años, mediante pago. Este sistema de enterramiento se utiliza cada día más y son muchos los prevenidos que adquieren en vida su hueco. El símbolo que no falta en ninguna sepultura es la cruz, pero en otras ocasiones, para hacer ver la fugacidad de la vida, hay calaveras y relojes de arena alados. En los nichos recientes es normal la figura de la Virgen.
- ↑ APD. Cuad. 1, ficha 132.