Tiempos de aparición
Los momentos de aparición de la almas del Purgatorio son generalmente los normales de los demás personajes de tipo mitológico. Las ánimas se muestran por lo común al anochecer; sin embargo, se pueden manifestar en cualquier otro momento del día.
Su tiempo primordial, no obstante, tiene como límites, dentro del modo de vida tradicional, dos toques de campana: el de ánimas, al anochecer (abemarietakoa, arimetakoa) y el del alba (albatakoa), al amanecer. Tras éste el ánima debía reintegrarse a su lugar en el Purgatorio.
Dentro del año, popularmente se asignan las fechas más probables para la aparición de las almas. En algunos lugares se indica el mes de noviembre como el más propicio para que ejércitos de almas aparezcan. Adquieren también especial significación tanto la celebración de Todos los Santos como el día de los Fieles Difuntos (1 y 2 de noviembre respectivamente).
Según J. M. de Barandiarán, es creencia extendida en muchos lugares de Bizkaia y Gipuzkoa que las almas del Purgatorio andan errantes por el mundo desde las doce del mediodía de Todos los Santos hasta el mediodía del Día de Difuntos.
En algunas localidades afirman que los antepasados vuelven a sus casas por Nochebuena y dejan huellas de sus plantas en la ceniza del hogar. Es bastante general decir que de noche, después de que la familia se retire a dormir, vienen a la cocina los difuntos de la casa -los ángeles, según otros- y reciben las ofrendas que en ella les han sido reservadas (luz, comestibles, etc.)[1].
En Apodaca (A) se indicaba a los niños una fecha como más propicia para la aparición de dichas ánimas: la noche del dos de noviembre. Entonces se presentaban aquéllas que nadie recordaba, y había que rezar por ellas. También se contaba a los niños que el día de Animas no era bueno salir después del toque de oración porque había peligro de encontrarse con las almas en pena.
En Apellániz (A) aseguraban que el día de Todos los Santos las ánimas andaban por la tierra desde la salida del sol hasta el ocaso. Otros decían que cuando una persona iba a morir pronto, su espíritu recorría en esta fecha todos los rincones de la casa.
En Bujanda (A) creían que la noche de Todos los Santos las almas del Purgatorio marchaban en procesión por la iglesia y tomaban una vela de las que ardían en cada sepultura[2] .
En Gamboa (A) se pensaba que las almas aparecían en determinadas noches y en momentos señalados, no especificados.
Los niños de Galarreta (A) creían que durante la noche de Todos los Santos las ánimas andaban por todas partes y que salían a los caminos pidiendo oraciones[3].
En Lagrán (A) decían que la noche de ánimas éstas quedaban libres para visitar a su familia, regresando ya de día al Purgatorio. Si no se había cumplido con ellas andaban por toda la casa[4].
En Pipaón (A) se creía que el día dos de noviembre las ánimas del Purgatorio recorrían los caminos y llegaban hasta las casas donde habían morado, llamando a la puerta o haciendo ruido para que les recordaran y ofrecieran oraciones y misas por ellas. Durante este día era costumbre repetir la siguiente cuarteta:
- Cuando estábamos vivos
- andábamos por estos caminos,
- ahora que estamos muertos
- andamos por estos huertos.
En Sáseta (A) se tenía por cierto que el día de Difuntos las almas salían del Purgatorio y a las doce de la noche daban doce vueltas alrededor del cementerio y luego iban al cielo[5].
En Bermeo (B), tradicionalmente el toque de ánimas, al anochecer, era el momento de recordar y rezar a las ánimas del Purgatorio. En esta localidad, algún testimonio considera la víspera de San Ignacio de Loyola, cuya festividad se celebra el 31 de julio, como propicia para la aparición de ánimas.
En Larrabetzu (B) recogió Barandiarán testimonios de la vuelta de las ánimas de los antepasados a su antiguo hogar durante la Nochebuena.
En Orozko (B) se decía que desde el medio- día de Todos los Santos hasta el de Animas no padecían ningún dolor las almas del Purgatorio[6].
En Portugalete (B) indican que generalmente las ánimas aparecen en los días siguientes o semanas posteriores a la fecha de defunción, generalmente de noche.
En Zeberio (B) se atestigua que las ánimas andan penando desde el toque de avemaría al anochecer hasta el canto del gallo, «ba abemarietatik asi eta oillarrak jo arte ibilten el ziran orreek arimok euren penak betatuten».
Los ancianos de Ataun (G) decían que desde que empezaba a tocar la campana de ánimas la tarde de Todos los Santos hasta las nueve de la mañana del día de Difuntos, las almas del Purgatorio se hallaban fuera de este lugar de penas y andaban por el mundo pidiendo sufragios por ellas[7].
En Elosua (G) los testimonios relatan apariciones sucedidas en fechas próximas a la muerte del difunto.
En Legazpia (G) se contaba que en la noche del uno al dos de noviembre, el olor a cera de las argizaiolas dejaba sueltas a gran número de ánimas que andaban errantes. Por eso el día dos 81 comenzaban las misas a hora muy temprana[8].
En Zerain (G) se considera que el día de Animas hay que volver a casa antes del toque de campana de la tarde-noche, ya que existe peligro de topar con aparecidos.
En Eugi (N) pensaban que las almas que se manifiestan eran las del Purgatorio. Solían aparecerse en el mes de noviembre, mes de las ánimas por excelencia.
En Liginaga (Z) se decía que el día de Difuntos las almas de Purgatorio andaban sueltas por el mundo[9].
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 57. También vide: AEF, III (1923) p. 42.
- ↑ Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Muerte, entierro y funerales en algunos lugares de Alava” in BISS, XXII (1978) p. 213.
- ↑ AEF, III (1923) p. 61.
- ↑ Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Muerte, entierro y funerales en algunos lugares de Alava” in BISS, XXII (1978) p. 215.
- ↑ Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Muerte, entierro y funerales en algunos lugares de Alava” in BISS, XXII (1978) p. 215.
- ↑ AEF, III (1923), Larrabetzu p. 42 y Orozko p. 12.
- ↑ AEF, III (1923) p. 124.
- ↑ Iñaki ZELAIA. (Coord.) Legazpi. San Sebastián, 1979, pp. 182-183.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: en Liginaga (Laguinge)” in Ikuska, II (1948) p. 44.