Oferentes y recipendiarios
En el capítulo Portadores de ofrendas en el cortejo fúnebre se describe la figura de la mujer que el día de las exequias llevaba la ofrenda señalada en el cortejo. A esta ofrendera se le conocía en muchas localidades con el nombre de aurrogie, el pan que se lleva delante, porque en un cestillo portaba la ofrenda de pan encabezando la comitiva. También se le denominaba ogiduna, la del pan. Cuando la comitiva llegaba a la iglesia, el pan de ofrenda se depositaba en la sepultura doméstica del finado para que fuera luego presentada en el ofertorio de la misa.
La ofrenda permanecía en la sepultura en un cesto, otarra, normalmente el mismo que había llevado la ofrendera. En Zerain (G) para este cestillo se han recogido las denominaciones de eliz-zarea, oial-zarea e illar-otzara. Los panes se cubrían con un paño que 'podía ser negro (Dima, Lekeitio-B, Ataun-G), blanco (Gamboa, Santa Cruz de Campezo-A, Zeanuri-B), o blanco y negro con tres picos que colgaban fuera de la cesta (Elosua-G), o una prenda blanca de punto que llamaban pruterea (Ataun-G). En Otxagabia (N), el lienzo tenía calados y se denominaba axalizara, en Lekeitio (B) almanxera y en Dima (B) eleizpañua. En Zerain (G) el paño era blanco de lino, zamua, adornado en sus extremos con dos franjas, tejidas antiguamente con hilo negro, y después en rojo o azul. También se han recogido en esta localidad las denominaciones de eliz-zapia y eliz-oiala.
Las personas que ofrendaban el pan podían ser la dueña de la casa del difunto que presidía la sepultura doméstica (Bernedo-A, Urnieta-G, Eugi-N); una mujer de la casa, emaztekia (Goizueta-N); una o varias de las mujeres de la casa (Amézaga de Zuya-A); la mujer, la hija o la nuera del fallecido (Berganzo-A); la madre, la esposa o una hija también del finado (Pipaón-A), o una mujer de la familia (Galarreta, Mendiola-A y Garde-N).
Otras veces este cometido lo cumplía una vecina o, en Alava, los mozos encargados de estas labores. Así, en Elosua (G) la oferente era la primera vecina, etxekona y en Apodaca (A) el «mozo mayor» También podía tener encomendada la misión alguna de las mujeres que asistían en los servicios religiosos del templo; la serora (Ataun-G), la llavera (Bedia-B), la mandarresa (Sangüesa-N), la amortajadora (Monreal-N) o la propia mujer que había portado la ofrenda en el cortejo fúnebre (Bermeo-B y Liginaga-Z).
En el ofertorio de la misa las oferentes se acercaban a las gradas del altar y besaban la estola del sacerdote (Amézaga de Zuya, Galarreta, Mendiola, Salcedo-A; Ataun, Bidegoian, Elosua, Ezkio, Urnieta, Zerain-G; Eugi, Goizueta, Lezaun, Otxagabia-N), el manípulo (Apodaca, Lagrán, Ribera Alta A; Hondarribia-G; Garde, Sangüesa, Ziga Baztan-N) o indistintamente uno u otro de los ornamentos sagrados citados (Otazu y Salcedo-A). En Mendiola (A) señalan que, además de la estola, el sacerdote daba también a besar el pax-tecum o portapaz.
Dependiendo de localidades las ofrendas eran recogidas, en este momento o al finalizar el oficio religioso, por el subdiácono, un monaguillo, la serora, la sacristana o las amas de cura, amakasa (Aramaio-A), llabera (Zeanuri-B). Se introducían en cestos (Ataun-G), otarra (Elosua-G), olatara-txaskia (Otxagabia-N), saquitos blancos (Zeanuri-B), un gran saco de lienzo blanco (Gatzaga-G), un saco de tela (Telleriarte-Legazpia-G), o quedaban depositados en una mesa auxiliar, credencia, junto al altar. En Monreal (N), la ofrenda se colocaba en el centro de la iglesia delante del túmbano.