Orden de los parientes en los cortejos fúnebres
En general, en tiempos pasados, en la conducción del cadáver de la casa mortuoria a la iglesia y en el funeral se guardaba el orden de parentesco con el difunto de mayor a menor grado y dentro de él el orden de edad. A veces los familiares y vecinos abrían el duelo y otras veces lo cerraban. También ha habido distintos modos de marcha, en fila, en hilera, o en composiciones mixtas. Hoy en día el cortejo se forma a la puerta de la iglesia si bien también cuenta con un orden determinado: primero los familiares más allegados como el viudo o la viuda, los padres, hijos, parientes consanguíneos y luego los allegados, amigos y demás asistentes.
Como se ha señalado es un tema estudiado en otro volumen, pero aquí interesa tratar como indicador de los vínculos familiares que adquieren un protagonismo señalado en los ritos funerarios. A modo de ejemplo se describen los cortejos de varias localidades de los dintintos territorios.
En Zeanuri (B), antiguamente, el cortejo lo componían básicamente tres grupos de personas: etxekoak, los de casa; senitartekoak, la parentela; y auzokoak, los vecinos. Los parientes, aún los más lejanos, estaban obligados a acudir a las honras que tenían lugar después del enterramiento y el funeral, y solían ser éstos, junto con los etxekoak y el primer vecino, los únicos asistentes a estas honras por el familiar difunto. Los parientes tenían obligación de acudir también al novenario, bederatziurrune, y a los memoriales de aniversario.
Hasta los años setenta, el cortejo fúnebre partía de la misma casa mortuoria. Abría el cortejo una mujer, vecina de la casa, que portaba sobre la cabeza un pan, aurrogie, colocado en una cestilla, aurrogi-otzarea. Esta costumbre se perdió a raíz de la Guerra Civil de 1936. La cruz, portada por el vecino más próximo desfilaba delante del sacerdote. El féretro era llevado a hombros por los vecinos. Presidía el duelo la señora de la casa: viuda, madre, nuera o hija, rodeada de las otras hijas, nueras o hermanas. A continuación, las parientes cercanas: tías, sobrinas y primas. Luego, las vecinas y parientes más lejanas, y las otras mujeres del pueblo. Después los hombres del pueblo, los vecinos y parientes lejanos, y los parientes más próximos. Cerraba el cortejo, el duelo familiar de los hombres: los hijos y yernos, el viudo o en su caso el padre.
Para el funeral, en el interior del templo, los familiares varones se colocaban en los primeros bancos: el viudo, o en su caso el padre, los hijos, o en su caso los hermanos en riguroso orden de edad, los yernos o cuñados, los tíos, los sobrinos y los primos. A continuación los vecinos próximos y los parientes más lejanos, seguidos de los demás asistentes. El duelo femenino se situaba en la sepultura de la casa, etxeko sepulturea, que era presidida por la señora de la casa, viuda o madre del difunto o la hija casada a la casa. En su caso, la nuera de la casa, como nueva etxekoandrea, tenía preferencia sobre las hijas del difunto/a, solteras o casadas fuera de casa. Le rodeaban los familiares por orden de grado de parentesco, teniendo siempre preferencia los de casa, etxekoak. La vecina más próxima o la serora atendían el servicio de sepultura: limosnas, luces y panes.
Hoy día en esta misma localidad de Zeanuri tanto el féretro como el cortejo fúnebre se desplazan en automóviles desde la casa mortuoria hasta la iglesia. Llegados al pórtico se forma el cortejo hasta el interior de la iglesia, siguiendo este orden: la cruz llevada por un familiar joven o adolescente. El féretro, a hombros de parientes, generalmente sobrinos o primos; más recientemente de hijos o yernos del difunto. El duelo de familiares varones: viudo, hijos y yernos, hermanos y cuñados, sobrinos. O en su caso: padre, hermanos, tíos y primos. A continuación el duelo femenino: viuda, hijas y nueras, hermanas y cuñadas, sobrinas. O en su caso: madre, hermanas, tías y primas. Por último los vecinos, los parientes más lejanos y los demás asistentes.
Una vez en el interior de la iglesia, el duelo de familiares varones se coloca en los primeros bancos del lado de la Epístola por un orden que tiene cierto rigor. Preside el duelo el familiar más cercano: viudo, padre, hijo mayor. A continuación, los parientes más próximos: otros hijos y yernos, hermanos y cuñados. Luego, los otros parientes: tíos, sobrinos, primos, después los vecinos y familiares más lejanos. El mismo orden se guarda en el duelo de familiares femeninos en los primeros bancos del lado del Evangelio. La familiar más próxima: viuda, madre, nuera o hija de casa. Las otras hijas y nueras, hermanas y cuñadas. Tías, sobrinas y primas. Vecinas y parientes más lejanas. Terminado el funeral, en la conducción del cadáver hasta el cementerio se guarda el mismo orden que el cortejo fúnebre ha seguido para entrar en la iglesia.
En Abezia (A) el cortejo para trasladar el cadáver a la iglesia era el siguiente: primero la cruz, portada por el sacristán, seguida de los monaguillos con sendos ciriales; a continuación los hombres del pueblo, el ataúd, luego los familiares y otros asistentes. Dos mujeres familiares del fallecido llevaban la ofrenda de unos panecillos bollos, que dejaban sobre una mesa del presbiterio. Los hombres de honra, familiares del muerto, se colocaban en los bancos que están mirando a la caja. La mujer, hijos, nietos, etc., se situaban en fila en la sepultura familiar, de pie o en bancos. El resto de los asistentes se colocaba detrás y al fondo.
En Moreda (A) antiguamente a los entierros sólo acudían los familiares y amigos más allegados. Actualmente es costumbre que todo el vecindario vaya al entierro. El orden del cortejo fúnebre es el siguiente: en cabeza los monaguillos con la cruz parroquial y ciriales, chicos y jóvenes, hombres adultos, el féretro y los familiares, los sacerdotes y cerrando la comitiva las muchachas y las mujeres adultas. Hoy día hombres y mujeres van algo mezclados, no marchan en bloques diferenciados.
En Zerain (G) antiguamente el duelo, segizioa, se formaba en el caserío. En primer lugar iban los hombres y a continuación las mujeres. En el primer grupo el orden era el siguiente: el alcalde con la vara, el primer vecino, el segundo vecino, el primer familiar y el resto de la familia. El grupo de las mujeres lo encabezaba la vecina seguida de la segunda vecina, la familiar más allegada y el resto de la familia.
Hoy día el duelo se forma en el pórtico cuando llega el cadáver en el coche fúnebre. Primero se forma el duelo de los hombres encabezado por el primer vecino, a continuación el segundo vecino, el familiar más cercano y los demás familiares por orden de edad. Se colocan en la iglesia en el último banco del lado izquierdo, el primero junto al pasillo central y los demás a continuación guardando el orden. El duelo de las mujeres está formado por la primera vecina, la segunda vecina si la hay, la familiar más allegada, las demás familiares y las vecinas.
En Elosua (G), el cortejo fúnebre, duelua, salía de la casa en este orden: una mujer con una cesta a la cabeza que contenía un pan, a continuación el sacerdote y el sacristán con la cruz. El cadáver llevado a hombros, el primer vecino, el mayorazgo, seguido de sus hermanos, los hermanos del difunto y los demás familiares en fila. En ese orden se colocaban en los bancos de la iglesia. Las mujeres, también en fila, llevaban el mismo orden: la primera vecina, la mujer del mayorazgo; las hijas de la casa; las hermanas del difunto y el resto de la familia. En la iglesia se colocaban en la sepultura la primera vecina y un poco más atrás la primera de la familia, seguida de las demás parientes. Hoy el cadáver viene en coche fúnebre y el cortejo se forma en el pórtico de la iglesia.
En Obanos (N) antiguamente el orden tradicional del cortejo de la casa a la iglesia era el siguiente: el sacristán con la cruz y un monaguillo a cada lado; los hombres invitados expresamente por la familia (parientes y vecinos); el sacerdote o los sacerdotes; el ataúd a hombros de los “llevadores”; las luteras que eran tres mujeres familiares; el organista y los cantores; cerrando la comitiva las mujeres y los niños. Hoy día muchos mueren fuera de la localidad y son llevados en el furgón fúnebre directamente a la iglesia. En caso de salir desde la casa hacia la iglesia no se guarda demasiado orden, los familiares de ambos sexos van detrás del féretro. A continuación o mezclados con ellos, la gente que ha acudido a la casa “a acompañar”.
En Sangüesa (N) en los cortejos fúnebres tanto a la iglesia como al cementerio, tras la cruz parroquial iban algunos nietos y niños o muchachos de familias vecinas del difunto, luego los curas, en número según la clase de entierro. A continuación de la caja iban los llamados “asistentes de duelo”, es decir, los familiares en orden según el grado de parentesco con el difunto y tan sólo los varones. Los “asistentes de fila”, o público en general, siempre varones, a partir de la cruz parroquial asistían al entierro a ambos lados de la calle o en compacto grupo detrás de los parientes. A la vuelta del cementerio los familiares y demás asistentes lo hacían sin orden alguno.
En Sara (L), según se recogió en los años cuarenta, en la conducción del cadáver a la iglesia y al cementerio y al regresar a la casa mortuoria, los parientes iban formando una fila, conforme al grado de parentesco que les unía con el difunto. Ocupaba el primer lugar el esposo; le seguía el padre; después el hijo, el hermano, el cuñado, el tío, el sobrino, el primo, etc. Si acudían varios hermanos, el de más edad precedía a los demás; lo mismo se observaba cuando eran varios los tíos, los sobrinos y los primos que asistían al funeral. En el cortejo de las mujeres se cumplían las mismas normas.