Apéndice 2: La administración del Viático y de la Extremaunción según el antiguo Ritual Romano

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Muchas de las prácticas registradas etnográficamente en torno al Viático y a la Extremaunción tienen su origen en las disposiciones litúrgicas establecidas por la Iglesia Católica en el Ritual de Sacramentos y que estuvo vigente hasta las reformas introducidas por el Concilio Vaticano II. Las nuevas normas rituales fueron implantándose a partir de 1974 y algunas prácticas derivadas de ellas aparecen levemente en nuestros registros etnográficos.

Dado que las costumbres recogidas en nuestras encuestas se sitúan mayoritariamente en el tiempo en que estuvo vigente el antiguo Ritual ofrecemos aquí sumariamente las disposiciones que establecía el Ritual Romano acerca del modo de administrar los últimos sacramentos. Algunas prácticas, recogidas por las encuestas, como la petición de perdón que hacía el enfermo, provienen del Ritual Toledano que estaba en uso en el territorio peninsular.

DE LA COMUNIÓN DE LOS ENFERMOS O VIÁTICO.
Rituale Romanum. Tit. IV, cap. 4.
Manuale Toletanum. Tit. V, cap. 5, n.° 3.

De no ser que existiera causa razonable, debía llevarse el Viático desde la iglesia hasta la casa del enfermo de modo visible y con solemnidad (manifeste adque honorifice) y siempre precedido de una luz. (Rúbrica 6).

Para ello el párroco que iba a llevar la comunión al enfermo debía convocar, mediante algunos toques de campana, a los parroquianos o a la Cofradía del Santísimo Sacramento allí donde estuviera establecida o a los fieles cristianos para que acompañaran con cirios y hachas al Viático y, allí donde hubiere, llevaran la umbela o el palio. (Rúbrica 7).

Una vez concentrados en la iglesia los que iban a acompañar al Viático, el sacerdote revestido de sobrepelliz y de estola y, si hubiere, de capa pluvial blanca, tomaba del tabernáculo una o varias partículas consagradas y las colocaba en la píxide o pequeña custodia que a su vez la introducía en una bolsa. Luego cubría sus hombros con un largo velo blanco y con ambas manos tomaba la píxide y se colocaba debajo de la umbela o del palio. (Rúbrica 9).

Durante la procesión le precede siempre un acólito u otro acompañante portando la luz; a éste le siguen dos clérigos o quienes hacen sus veces, uno de los cuales lleva el agua bendita con el hisopo y los paños llamados corporales así como el lienzo para la purificación de los dedos; el otro lleva el libro del Ritual y una campanilla que hace sonar de continuo; les siguen los que portan las candelas o hachas. En último lugar, bajo la umbela o palio, va el sacerdote que sostiene el Sacramento ante su pecho; camina recitando el salmo Miserere u otros salmos o cánticos. (Rúbrica 10).

Al entrar en la habitación donde yacía el enfermo el sacerdote pronunciaba el saludo: Pax huic domui (La paz sea en esta casa). (Rúbrica 11).

Seguidamente colocaba el Sacramento encima del lienzo (corporal) extendido sobre la mesa preparada, hacía la genuflexión ante él y se arrodillaban todos los presentes. Luego asperjaba con agua bendita al enfermo y la habitación, rezando la oración correspondiente. (Rúbrica 12).

Hecho este rito inicial, se acercaba al enfermo para ver si estaba bien dispuesto para recibir el Viático. En este momento todos los presentes salían de la habitación para que el sacerdote pudiera confesar en privado al enfermo si es que esta confesión no hubiera tenido lugar anteriormente tal como recomendaba el Ritual. (Rúbrica 13).

Finalizada la confesión, los asistentes volvían a la habitación y se arrodillaban; el sacerdote se dirigía al enfermo para que hiciera profesión de fe en los artículos del Credo que le iba proponiendo en lengua vulgar. Luego le daba a besar la cruz recitando con él una oración. (Rúbrica del Manual Toledano. Tit. V, cap. 5, n.° 3).

A continuación, el sacerdote tomaba en su mano el santo sacramento y mostrándolo a los presentes decía: Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi (He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo) y dirigiéndose al enfermo le pedía que hiciera un acto de fe en los sacramentos y, en particular, en la presencia de Cristo en la eucaristía. Asimismo le requería para que perdonara de corazón a todos los que pudieran haberle ofendido y pidiera perdón a quienes hubiera ofendido de palabra o de obra. (Del Manual Toledano. Tit. V, cap. 5, n.° 3).

El sacerdote le daba entonces la eucaristía al moribundo diciendo: Accipe, frater (vel soror), Viaticum corporis Domini nostrijesu Christi, qui te custodiat ab hoste maligno et perducat in vitam aeternam (Recibe hermano -o hermana- el Viático del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo que te guarde del enemigo maligno y te conduzca a la vida eterna).

Una vez purificados los dedos en el vaso de agua, le daba al enfermo la ablución y a continuación recitaba la oración correspondiente. (Rúbrica 19).

Terminados estos ritos, si quedaban otras partículas del Sacramento en la píxide, el sacerdote daba con ella la bendición al enfermo y regresaba a la Iglesia con la misma comitiva que había traído a la casa del enfermo. (Rúbrica 20).

Ya en la iglesia guardada la eucaristía en el tabernáculo y proclamaba a todos los acompañantes las indulgencias que habían ganado. (Rúbrica 22).

DEL MODO DE ADMINISTRAR EL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN
Rituale Romanum. Tit. V, cap. 1 y 2.

Cuando la Extremaunción se daba juntamente con el Viático, el enfermo era ungido con el óleo después de que hubiera recibido la Comunión. (Cap. 1, n.° 13).

Para esta unción se utilizaba el sagrado Oleo de los enfermos que todos los años bendice el Obispo el Jueves Santo. (Cap. 1, n.° 3).

El sacerdote, revestido con estola morada, se acercaba al enfermo y le ofrecía el crucifijo para que lo besara. Después le consolaba con piadosas palabras y, si había tiempo, le instruía acerca de la virtualidad de este sacramento. (Cap. 2, rúbrica 4).

Estando de pie ante el enfermo recitaba las oraciones pertinentes, signando al enfermo en la frente. Luego se recitaba la confesión general, Confiteor y el sacerdote daba la absolución Misereatur... Indulgentiam.... (Rúbricas 5 y 6).

Antes de proceder a ungir, el párroco amonestaba a los presentes a que oraran por el enfermo recitando los salmos penitenciales con las letanías de los santos u otras oraciones, mientras él le administraba la Santa Unción. (Rúbrica 7).

Debían ungirse cinco partes del cuerpo; aquéllas que son como los órganos de los sentidos, esto es: los ojos sobre ambos parpados, los oídos sobre los lóbulos de las orejas, la nariz sobre ambas aletas, la boca con los labios cerrados, las manos en las palmas (a los presbíteros en la parte exterior , los pies en la parte superior. (Cap. 1, nros. 15, 16 y 17).

Mojando el dedo pulgar en el santo óleo, el sacerdote ungía en forma de cruz cada vez una parte del cuerpo (ojos, oídos...) trazando el signo de la cruz mientras pronunciaba estas palabras: Per istam Sanctam Uncionem + et suam piissimam misericordiam, indulgeat tibi Dominus quidquid per visum (auditum, odoratum) deliquisti. Amen (Por esta Santa Unción y por su piadosa misericordia, el Señor te perdone los pecados que hubieres cometido por la vista -o el oído o el olfato...-. Amén). (Rúbrica 8).

Cada uno de los miembros ungidos era luego secado con un trozo de algodón por el ayudante, si era clérigo, o por el mismo sacerdote. (Rúbrica 9).

Hecha la unción, el sacerdote purificaba su dedo pulgar con miga de pan y se lavaba las manos. La miga de pan y el algodón utilizados para la purificación eran luego quemados. (Rúbrica 9).

Vuelto al enfermo el sacerdote recitaba las tres oraciones finales. (Rúbrica 12).

El Ritual prescribía que se dejaran en casa del enfermo el agua bendita y la cruz para que el enfermo mirara frecuentemente a ella y pudiera besarla con devoción. (Rúbrica 14).