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Revisión del 14:34 26 feb 2018
En Artajona (N) hasta bien entrado el siglo XX, cuando alguien quería construir una casa acudía a un albañil de su confianza y entre los dos, amo del terreno y albañil, convenían cómo había de ser. El albañil echaba sus cálculos, dibujaba el plano y se convenía el precio. En las casas antiguas del pueblo se adivina que muchas fueron proyectadas y hechas por maestros de obras entendidos; otras, sin embargo, acusan haber sido levantadas por personas poco competentes. “Las casas se empezaban sin más, siempre sin arquitectos”, hasta el año 1930 aproximadamente, en que comenzaron a exigirse planos y la aprobación oficial.
En Allo (N) la construcción de una casa no requería antaño la elaboración previa de planos y de estudios de situación del terreno. Normalmente se hacía mediante un arreglo al que llegaban el dueño y el albañil o constructor. Ellos mismos ajustaban el precio y determinaban las características y materiales de la nueva vivienda. El ayuntamiento tenía un veedor de obras, de profesión cantero o albañil.
En Orozko (B) aseguran que los cimientos no son profundos pero sí suficientes y piensan que de algún modo un entendido calculaba la altura y peso de la estructura porque pasados los años las casas siguen en pie y resisten los embates de obras y modificaciones en su derredor.
Como en muchas de las actividades que se realizaban en tiempos pasados, a la hora de levantar una casa, desempeñaban un papel importante los familiares y vecinos, que colaboraban con su esfuerzo y conocimientos.
En Beasain (G) para la construcción de los muros, estructura y cubierta, solían ayudarse entre familiares y vecinos además de contratar los servicios de algún artesano cantero o carpintero; la obra interior la completaban poco a poco los futuros moradores de la propia casa.