Versiones de Apodaca, Elosua y Amézaga de Zuya
Las siguientes versiones se diferencian de las anteriores en que durante la tercera fase sólo se efectúa un lanzamiento.
En Apodaca (A), al igual que en otras localidades alavesas, era un juego relacionado con la Cuaresma y propio de chicos y mozos. Los participantes se repartían en dos bandos y para establecer cuál jugaba primero, ponían la manilla o batea tumbada en el suelo y todos los que tomaban parte probaban su puntería tirando con el pilocho. El bando que más veces lograba pegar a la manilla era el primero en comenzar a jugar.
El pilocho se colocaba en el suelo procurando que la punta no lo tocase. Se le daba un golpe con la manilla haciéndolo saltar por los aires y lanzándolo lo más lejos posible. Los del bando contrario intentaban cogerlo con las manos o con las chaquetas. En este intento algunos recibían golpes en la cara o en la cabeza. En caso de que el bando contrario lo cogiese, el jugador era eliminado y pasaba a tirar el siguiente. Si caía al suelo, lo lanzaban desde allí procurando acertar a la batea. Si llegaba a golpearla se eliminaba al jugador y ocupaba su puesto otro.
El que conseguía superar la primera fase posaba nuevamente el pilocho en el suelo y lo golpeaba con la manilla. Cuando se elevaba en el aire volvía a darle con ésta; si le daba otro golpe o más se cantaba por todo el grupo pues esto puntuaba el doble o el triple. Después se medía con la manilla la distancia que separaba el punto donde había caído el pilocho de la batea. Ganaba el que más puntos obtuviese.
En Elosua (G) se jugaba junto a la ermita de Santutxu por Cuaresma. Como en aquella época, segunda década del siglo, los chicos y las chicas no andaban juntos por dichas fechas después de cumplidos los catorce, ellas jugaban al calderón y ellos a los bolos.
Lo practicaban dos grupos de cuatro o cinco componentes. Una jugadora lanzaba el txikiloi golpeándolo con el calderón; si alguna otra del equipo contrario lo atrapaba en el aire con las manos o con el delantal la lanzadora quedaba eliminada, y lo mismo si conseguía arrojarlo contra la puerta del caserío Irixaun. Hacia 1925 el juego se trasladó a la plaza delante del caserío Iriaun, donde se jugó hasta 1960.
En caso de que no ocurriese nada de lo anterior comenzaba el juego propiamente dicho. Esta vez el txikiloi se posaba en el suelo y se lanzaba haciéndolo botar primero. Para ello se golpeaba en uno de los extremos afilados y se atizaba con el calderón mientras estaba en el aire.
A continuación se contaban los puntos obtenidos en función de la distancia alcanzada. El grupo que más conseguía era el ganador de la partida. Las perdedoras debían pagar el chocolate que después tomaban en el caserío Iriaun.
En Amézaga de Zuya (A) se jugaba en dos equipos de cuatro o seis jugadores que se disponían en línea unos frente a otros. Uno de los integrantes del equipo que recibía la chata extendía sus brazos y sobre ellos se colocaba una prenda. Un componente del otro equipo lanzaba la chata golpeándola con el calderón de forma que el contrario que tenía la prenda tuviese oportunidad de recogerla. Si no conseguía atraparla la debía arrojar tratando de hacerla pasar por debajo de un palo apoyado en diagonal contra una pared y situado a una distancia de veinte metros.
En caso de que tampoco lo consiguiese le llegaba el turno al equipo que la había lanzado primero. Uno de sus componentes colocaba la chata sobre una piedra de forma que una de las puntas o las dos quedasen elevadas del suelo y a continuación la golpeaba con el calderón para arrojarla lo más lejos posible.
En función de la distancia alcanzada se adjudicaba un determinado número de puntos al equipo lanzador. Pero si mostraban su desacuerdo se procedía a medir la distancia en calderones, es decir, tomando como unidad la longitud de dicho palo. En tal caso los puntos recibidos dependían de lo medido. Al final vencía el equipo que mayor cantidad lograba.
Si en la primera etapa del juego, tras el lanzamiento de la chata, el equipo receptor lograba recogerla en el aire, ganaba y pasaba a ser el lanzador.
Este es el juego más recordado por las personas mayores de esta localidad alavesa aunque sólo lo practicasen por Cuaresma.