Abonos minerales y de síntesis
Contenido de esta página
Los abonos químicos se han utilizado desde hace décadas, si bien con la intensificación de la agricultura su uso no solo se generalizó sino que también se incrementó. Esto ocurrió antes en la zona del territorio estudiado con mayor vocación agrícola.
Precisamente a partir de los años cincuenta la paulatina aparición de la mecanización acarreó una disminución de los animales de labranza, bajando también la producción de estiércol. Como consecuencia, empezaron a emplear cada vez más los nitratos, sulfatos y otros productos químicos para abonar las tierras (Valtierra-N).
Estos abonos se caracterizan por presentar una numeración formada por tres cifras que indican la proporción de compuestos de nitrógeno, de fósforo y de potasio (N-P-K), de ahí que también se conozcan como abonos ternarios.
En un principio estos abonos se esparcían a mano pero con el tiempo se recurrió a un apero acoplado al tractor.
En Moreda (A) con la llegada de los tractores se comenzó a echar con abonadoras, aperos sencillos que se componen básicamente de una gran tolva con velez para quinientos, mil o más kilogramos, que va sujeta en la parte trasera del tractor mediante el sistema de brazos laterales y tercer punto en el centro. Su funcionamiento se acciona a través del cardán del tractor que hace girar una especie de hélice que lleva la tolva en su parte inferior. Mediante una palanca se acciona la mayor o menor abertura de la tolva para que se produzca la salida del abono y sea esparcido a voleo por la hélice y plato a donde va cayendo.
En Argandoña (A) si las fincas están cerca de los almacenes suministradores, el agricultor acude directamente a ellos con la abonadora. Pero por lo común las fincas quedan lejos de los citados almacenes y lo habitual es llenar de abono un remolque con volquete que se coloca en un lugar cercano a la finca con el suficiente desnivel para volcar la cama del remolque por encima de la abonadora y poder llenarla. Los modernos remolques bañera permiten elevar su cama a mayor altura sin necesidad de desniveles y pueden volcar el abono en cualquier lugar sobre la abonadora.
Vertiente mediterránea
En Abezia (A) en tiempos recientes se comenzaron a abonar los cultivos de patatas y cereal y los prados con minerales, en especial el nitrato. En un principio se esparcía el mismo en todas las tierras, luego surgieron compuestos específicos para cada cultivo. Se considera que el momento adecuado para abonar es el mes de marzo, con buena temperatura y después de las lluvias.
Entre los minerales que se emplean destaca el nitrato, del que se dice que “tiene poder” porque da fuerza al cereal para que espigue. También se emplea el amoniaco. Más recientemente han sustituido este último por potasa de Navarra, porque se dice que “enfría la tierra”.
Existe un Sindicato de Abonos, Semillas y Piensos en Urkabustaiz que cuenta con socios de varios municipios y que se encarga de efectuar estas compras para lograr mejores precios.
En Apodaka (A) antes se echaba en la pieza mineral que se compraba en sacos con la numeración 14-16-18. Se llenaba la cesta y a mano se esparcía por la pieza poniendo marcenas como referencia. En primavera se echaba el nitrato de Chile, también a mano. Hoy utilizan modernas abonadoras y más cantidad para cada planta. Emplean abonos de diferentes composiciones y variadas marcas. Lo llevan a granel en el remolque del almacén o de la cooperativa.
En Agurain (A) los abonos químicos tienen bastante importancia desde los años 1960 o 1970. Solamente ha variado algo su composición y especialización. Las clases de abono que se utilizaban antes eran mineral, amoniaco, nitrato de cal, nitrato de Chile y sefanitro.
Los abonos que se utilizan en la actualidad son variados y dependen del año y el organismo o empresa al que se compren. El más utilizado es el Ferticrós si bien además de este hay muchas otras clases.
Convendría hacer una distinción entre los que genéricamente se llaman abono, que se utilizan cuando se siembra, y el nitrato, empleado cuando las plantas ya están nacidas.
En Valderejo (A) hasta los años setenta del pasado siglo, cuando se sembraban los cereales se aplicaba el llamado mineral, especialmente para el trigo, y en marzo-abril, cuando ya había nacido, se usaba en nitrato. Las menucias eran abonadas en el momento de la siembra con amoniaco o mineral.
En Ribera Alta (A) desde los años 1940 se han utilizado abonos minerales. Concretamente adquirían por separado superfosfatos, potasa y amoniaco y el propio agricultor realizaba la mezcla de los tres productos y lo distribuía por las fincas. También se compraban nitratos para abonar después de la siembra. Nunca se empleaban en las huertas, en las que hasta casi hoy en día o mientras se ha podido, se ha utilizado estiércol. En la actualidad ya no hay estiércol.
En Berganzo (A) los abonos utilizados han sido amoniaco, superfosfato, fosfato, potasa y nitrato. A principios del siglo XX se empleaba abono mineral y se mezclaban dos sacos de mineral con uno de amoniaco. Durante la Guerra Civil no hubo amoniaco y fue sustituido por potasas de Navarra, que no daban el mismo resultado y lo único que conseguían eran enfriar la tierra. La potasa y el amoniaco se empleaban antes de sembrar. El nitrato se echaba en marzo para favorecer el crecimiento de las plantas. En el año 1954 un saco de nitrato de 100 kilos costaba 700 pesetas.
En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) cuando se maquinaba con bueyes el abono, que era en polvo, se depositaba en una cesta de castaño o en una alforja y de allí se echaba a voleo con la mano. Para eso se marcaba la pieza con manojos de paja; a estos espacios se les llama márcenas. Después de tirar el mineral pasaban la rastra para taparlo. Otras veces, nada más echado el abono, esparcían la simiente de cereal tapándolo todo junto. Para la remolacha y la patata, después de echado el abono rastreaban la tierra y más tarde la sembraban.
En un principio los abonos los llevaban en sacos de yute, después aparecieron los de plástico para todo tipo de abonos: minerales, super, nitratos de cal, nitratos de Castilla, potasa y amoniaco. Del más antiguo, el nitrato de Chile, aún se conserva el letrero en algunas paredes. Hoy día después de maquinar la tierra, con un tractor más pequeño que lleva detrás una tolva lanzan el abono granulado.
En el mes de abril los tractores echan el abono granulado o nitrato en los trigos, no tardando más de dos días en abonar todo el cereal. Lo compran a granel, lo llevan y descargan en el almacén y de allí lo cargan a la tolva del tractor mediante el sinfín. La mayoría de los labradores lo adquieren en la Cooperativa del Condado.
Estos últimos años a la remolacha le añaden nitrato entre riego y riego. El empleo de los abonos químicos ha incrementado la producción de cereal por fanega al doble que hace veinte años.
En Argandoña (A) se ha generalizado el uso de abonos industriales para regenerar la fertilidad de la tierra y potenciar el desarrollo de los cultivos. Son abonos compuestos de productos minerales, normalmente con diferentes composiciones de nitratos, fosfatos, etc., según el cultivo que se vaya a desarrollar. Entre los abonos habituales se encuentran los llamados 15-15-15, 8-15-15, Nitrato 27, etc. Se presentan en forma de pequeños granos sólidos. El abono se compra en los almacenes suministradores, especializados en agricultura, y se carga a granel en los remolques o directamente en la tolva de la abonadora. Lo habitual es que el agricultor cargue en un remolque de volquete el abono que necesite para una o dos jornadas de abonado.
El abonado se realiza en los primeros meses del año. Se abonan trigos, avenas, etc., sin esperar a que estén muy crecidos para hacer el menor daño posible con el paso de las ruedas del tractor. Si el cereal se quiere cultivar entre los meses de enero y abril, antes de proceder a la siembra se esparce el abono en el terreno que ha estado descansando hasta entonces y después se pasa la rastra o grada para proceder seguidamente a la siembra. Crecido el cereal por la primavera, se abona con nitrato. En esta ocasión las roderas del tractor dejan mayor huella, pero se considera un pequeño precio que hay que pagar en beneficio de la mayoría del cultivo no dañado. La patata, la remolacha y el girasol reciben el abono en el momento de preparar la tierra, inmediatamente antes de la siembra.
En Iruña de Oca (A) los primeros abonos que se utilizaron venían en polvo. Antes de labrar la tierra se echaban a voleo. Para ello se marcaban con paja los espacios a abonar, que se llamaban márcenas o marcenaderas. El algunos sitios aprovechaban esta señalización para esparcir también la simiente del cereal, tapándolo todo junto.
En la actualidad el abono se comercializa granulado y se esparce por la fincas mediante la abonadora, que es una tolva que va enganchada a un tractor pequeño.
Los abonos más utilizados han sido y son: los nitratos, de cal, de Castilla y de Chile; la potasa y el amoniaco. Se compraban a granel y se llevaban al almacén para ir rellenando la tolva de la abonadora. Ahora se comercializan en sacos de plástico.
En Bernedo (A) en tiempos pasados se compraba nitrato de Chile. Actualmente abonan las fincas con productos industriales (fosfatos, nitratos, potasa...)
En Pipaón (A) los minerales eran nitratos de venta comercial. Los abonos se echaban con la siembra y una vez crecido el cereal, en marzo o abril, otra vez. Lo mismo con la patata o la remolacha.
En Moreda (A) durante los meses de febrero y marzo se echa el amonitro al cereal, unos 40 kg por robada o lo que es lo mismo 400 kg por hectárea. Antes de producirse la mecanización del campo se esparcía a mano, a voleo. Los labradores tenían que hacer márcenes con puñados de paja para saber por dónde iban esparciendo el abono. Eran tiempos en los que se añadía poco abono, solo en las cabezadas, al hondón, por ser bueno, no se le echaba. Con la generalización de los tractores se recurrió a las abonadoras.
La Hermandad de labradores del pueblo se encargaba en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado de traer los abonos que necesitasen los agricultores. Luego la Hermandad pasó a la cámara agraria. En este lugar se repartía el nitrato de Chile y de cal. En un principio los abonos se traían colectivamente a través de la sociedad cooperativa del Trujal la Equidad de Moreda. Así, en unas actas de 1951 se manda comprar superfosfato de cal para venderlo entre los vecinos de Moreda; también se compraron sulfato de cobre, sulfato de amoniaco y otros.
Actualmente los agricultores suelen traer los abonos complejos o minerales de Viana. Para cada cultivo se echa o utiliza un tipo de abono diferente.
En viñas y olivares el abono más empleado es el 9-18-27. La temporada en que se echa es en marzo, en torno a la festividad de san José.
Los sistemas utilizados para echarlo son diversos. El que tiene poca viña y no dispone de medios mecánicos lo hace a la antigua usanza, a mano a voleo. Introduce el abono en pequeñas cantidades dentro de una capacilla que la cuelga al hombro o la lleva en la mano izquierda. Con la mano derecha va cogiendo el puño bien lleno y lo echa sobre las inmediaciones del tronco de una cepa u olivo. A cada cepa le echa un puñado y a los olivos tres o cuatro. Este mismo sistema de abonar las viñas y olivares se puede hacer con un saco en vez de con la capacilla. Para ello es preciso introducir dentro del saco dos piedras pequeñas, una en el culo y la otra en la boca, y atarlas mediante una cuerda no muy larga con el fin de poder cargar el saco al hombro.
Hoy el sistema más empleado es el de las abonadoras de tractor. Hay dos modalidades: una a voleo y la otra enterrándolo. En la primera el abono se vacía en una tolva y mediante el cardán del tractor se va esparciendo a medida que va cayendo a la parte inferior de la tolva y va saliendo por unos agujeros graduados por una palanca según conveniencia. El abono sale disparado cual perdigones y se esparce por las calles y renques del viñedo. En la segunda el abono que llena la tolva no sale diseminado sino que mediante dos rejones que se introducen en la tierra es depositado junto a las raíces de las plantas. La diferencia en echar el abono mediante rejón o a voleo es que el primer sistema es mucho mejor, ya que se aprovecha todo el abono que se introduce dentro de la tierra. Con el segundo sistema, más rápido y quizás más cómodo, se pierde el abono de las orillas.
La cantidad acostumbrada en las viñas es de un saco por robada, es decir, un saco de 50 kg por mil metros cuadrados, lo que por hectárea serían 500 kg.
Dicen que es conveniente cambiar todos los años el tipo de abono. Lo importante es fertilizar la tierra todos los años, aunque el segundo se eche menos que el primero. Algunos agricultores tienen la costumbre de abonar un año sí y otro no porque aseguran que de esta manera no se corre tanto la viña durante la floración, ya que parece ser que esto solo sucede cuando la planta está vigorosa. Si la planta está fuerte se puede dejar de abonar algún año alternativamente.
Se considera que es mejor abonar el viñedo pronto, con el fin de que se puedan aprovechar las lluvias del invierno mejor, ya que se trata de una zona que posee un régimen de lluvias escaso. Siempre se echa antes de mover con el cultivador las tierras, por los meses de febrero y marzo. Los que abonan solo con potasa lo hacen con rejón en noviembre con el fin de aprovechar las aguas y nieves del invierno. La potasa tarda más tiempo en ser asimilada por la planta que los otros nutrientes de nitrógeno y fósforo, ya que su disolución es más costosa. Al olivo, para que eche más vegetación y ramaje, se le proporciona solo amoniaco.
Últimamente se empiezan a utilizar abonos foliares tanto en la viña como en los olivos. Dicen que es aconsejable sobre todo para conservar la parra y evitar la caída de la hoja que provocaría una falta de grado alcohólico. En verano se emplean los abonos foliares ricos en potasa, particularmente en el viñedo.
La labor de abonar las tierras destinadas al cereal se suele hacer antes de la siembra y después de haber rastreado las fincas labradas.
En otoño, un día antes de la siembra, los agricultores acostumbraban echar el abono, que solía ser superfosfato en polvo y amoniaco. Cuentan los informantes que antes se echaba poco abono, no había costumbre, solo se esparcía el ciemo de las cuadras de ganado. Luego vinieron los superfosfatos en polvo y el amoniaco; la potasa aún no se empleaba. Posteriormente, en primavera, se echaba el nitrato de Chile que lo proporcionan a cupo. Actualmente, antes de la siembra se esparcen los abonos compuestos o complejos. El abono super dicen que es bueno para madurar el trigo.
En febrero se echa el amonitro y luego se rulan las piezas. El abono de siembra es para que salga o nazca el cereal y el de primavera, que se reparte cuando la planta cubre la tierra, para que se desarrolle y crezca; para entonces el trigo ya tiene unas cuatro hojas y la cebada hijea.
La cantidad de abono que se echa al cereal, tanto en la siembra otoñal como luego en primavera, es de 35 a 40 kg por robada. Hoy todo el abono se esparce con abonadora; sin embargo, antes se echaba a mano con una capacilla o saco. Para saber por dónde se iba echando había que hacer o señalar márcenes con paja. Con el abono adelantan mucho las plantas. Luego es bueno que llueva encima.
Algunos informantes advierten que si se echa en grandes cantidades el amonitro y luego no llueve o lo hace en pequeñas cantidades las plantas se asfixian y granan mal.
Antes se acostumbraba pasar la rastrilla con las púas hacia arriba después de haber echado el amonitro. Lo hacían con las caballerías y se quedaban las fincas como si se hubiese rulado o allanado. El agricultor que no rula a la siembra lo hace cuando esparce el amonitro.
Si se siembra avena dicen que es bueno echar potasa. Antes los sacos de potasa pesaban hasta 100 kg, hoy son de 40 o 50 kg.
En Aoiz (N) el abono químico empleado era una mezcla de sulfato y amoniaco que se esparcía sobre la tierra con la sulfatadora después de la roturación de la tierra y de haber pasado el molón. También se echó nitrato, bien a mano desde un saco sostenido sobre el hombro, bien desde una abonadora de embudo tirada por el tractor. Los productos químicos al por mayor se han comprado en el silo ubicado en el cercano Urroz Villa.
En Muez y Ugar (N) luego del estiércol llegaron los abonos químicos: nitratos y minerales, siendo el primero de ellos el nitrato de Chile.
En Obanos (N) el cereal se fosfata tras la siembra, en otoño, y se abona en primavera con productos químicos. Se han utilizado superfosfatos y guano de las aves procedente de Chile.
En San Martín de Unx (N) para abonar los campos que se han de destinar a cultivo de cereal se empleaban los superfosfatos o mineral, de aplicación invernal, que estimulaban el desarrollo de la raíz de la planta; el abono nitrogenado, de primavera, para que desarrollara la planta; y los complejos, mezclando en casa mineral, compuestos de nitrógeno y de potasio.
Para abonar las viñas se usaba el fertiberia o complejo de superfosfato, nitrógeno y potasa, cuya mezcla hacía el labrador siguiendo una proporción basada en la experiencia de anteriores aplicaciones. Es preciso conocer muy bien el tipo de tierra y de vid, pues si se desequilibra la proporción de cada ingrediente, se estropeará la producción, dando mucho sarmiento y poco o nada de fruto.
En Viana (N) a partir del siglo XX empezaron a utilizarse los abonos minerales, sobre todo después de la última guerra civil. El llamado mineral, utilizado sobre todo en las huertas para que la planta se desarrolle más; los superfosfatos; el amonitro, que mayormente se echaba a las hortalizas, aunque también al trigo y a los olivos para que desarrollaran rápido, pero muy poco a la viña; los nitratos de Chile para cultivos de regadío y cereales en primavera a 10 kg por robada. Otros abonos empleados son el nitrato de cal y la potasa, esta ahueca y alimenta la tierra , sobre todo para la viña.
Ahora se echa mucho mineral, hasta 20 kilogramos por robada. Se compraban estos abonos minerales en las cooperativas o en almacenes de particulares.
En Valtierra (N) además del estiércol, en tiempos pasados también se empleaban algunos abonos minerales, nitratos de Chile, amoniaco, etc.
En Cárcar (N) en la primera mitad del siglo XX la tarea del abonado no la podían hacer todos los agricultores por falta de dinero para adquirirlo. Hasta después de los años cincuenta del siglo XX esparcían los abonos minerales a voleo. El abono se llevaba en un capacho o en un saco. Cuando el agricultor daba un paso cogía un puñado de abono y cuando daba el siguiente lo arrojaba.
Paulatinamente y gracias al dinero que entró en el pueblo a través del cultivo del espárrago se hizo más habitual el empleo de abonos químicos como el nitrato o el amonitro. Se adquirían en la Caja Rural o en los Comisionados; también se compraban a la fábrica de Féculas de Lodosa. A finales de los sesenta las fábricas que vendían el abono dejaban pequeñas máquinas abonadoras a los agricultores. Los más pudientes utilizaban abonos compuestos: mineral, potasa y amoniaco, que se mezclaban en casa.
En Sartaguda (N) el primer abono químico fue el nitrato de Chile y se considera que “era el mejor”. Ahora se usan abonos compuestos.
En Elorz (N) se emplean abonos naturales y minerales, más estos últimos por la escasez actual de animales estabulados. Se esparcen después del laboreo de la tierra, al preparar las siembras o plantaciones.
Vertiente atlántica
En Sara (L) los abonos minerales, llamados también con el nombre genérico xoriongarria, fueron muy usuales, particularmente desde fines del siglo XIX, si bien cuando se recogieron los datos de esta localidad, habían desaparecido durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta denominación de xoriongarria y otras como txori-satsa (Abadiño, Zamudio-B) proceden del antiguo uso del guano como fertilizantes, llamado precisamente txori-korotza en Gautegiz Arteaga (B).
En Urduliz (B) el abono mineral se compraba en almacenes. Los primeros solían ser en polvo y más tarde llegó el amoniaco, que se vendía granulado. Tanto los unos como el otro se esparcían a mano por toda la tierra. Algunas veces el abono se vertía directamente al surco que se había abierto con el arado, exabarra, y luego la semilla, de ese modo la planta brotaba con mayor fuerza.
En Ajangiz (B) los abonos adquiridos en droguerías o en la Cooperativa San Isidro son: amonitroa, que contiene unos granos grandes que se echan junto a las plantas, no demasiado cerca para no quemarlas, y son efectivos pues crecen y mejoran. 15x15 es otra marca que también consiste en granos que se utiliza de forma similar al anterior y se echa en los sembrados de patata, maíz, puerro...
En Gautegiz Arteaga (B) recuerdan que los primeros abonos venidos de fuera eran txori-korotza, guano, proveniente de Chile. Hoy día utilizan fertilizantes granulados.
En Abadiño (B) al abono mineral se le denomina txori-satsa. Se usa para fertilizar la tierra y fortalecer el efecto de los abonos naturales. Al sembrar el nabo se vierte al hoyo junto con la semilla. A los demás cultivos se les abona de vez en cuando. También resulta muy beneficioso si se echa cuando se escardan el pimiento y el tomate.
En Amorebieta (B) después de la guerra comenzaron a usarse abonos minerales. Se empleaba sobre todo el nitrato que tenía diversas graduaciones. Solía venir en sacos, primero de tela y después de plástico. Se esparcía sobre la tierra y luego se pasaba el arado para mezclarlo. Se dejaba reposar unas horas y luego se sembraba.
En Zamudio (B) los abonos minerales, txorisatsa, se compraban en el sindicato. Un abono que se utilizaba para que la hierba creciese rápido era el que contenía nitrato; se echaba sobre todo a la hierba llamada ballejoa.
En Bedarona (B) hoy en día se abona con estiércol y abonos químicos que se traen en sacos de la cooperativa de Gernika o de Markina.
En Berastegi (G) un abono mineral muy apreciado antaño fue el nitrato de Chile. En la actualidad utilizan para las praderas fosfato que adquieren en comercios del ramo; también estiércol o purina. Para el maíz emplean un abono mineral similar al primero.
En Hondarribia (G), tras la guerra, entró el nitrato de Chile. Al aparecer los abonos industriales desapareció el de Chile. Hoy se estudia el terreno y se analizan los tres parámetros principales: nitrógeno-fósforo-potasio y los microelementos que tiene el suelo. En función de las carencias de la tierra y del tipo de planta a cultivar se prepara el abono adecuado.
En Telleriarte (G) los abonos químicos, ongarri kimikoak, se comenzaron a utilizar hacia 1945. Se echaban entre otros cultivos a la patata, una cucharada a cada tubérculo que se sembraba. Posteriormente se extendieron otros abonos, sobre todo los que contenían nitrato.