Influencia de la luna

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En tiempos pasados y aún en la actualidad se considera que una buena parte de las operaciones que se realizan con los cultivos se deben llevar a cabo respetando los ciclos lunares.

En Abadiño (B) los puerros, tomates, cebollas, pimientos y nabos se siembran en cuarto menguante, ilbeheran. Si se hace en cuarto creciente, ilgoran, echan escapos, gora egin o garatu, antes de tiempo.

Se considera que el mejor momento para recoger la fruta de los árboles también es en cuarto menguante. Los árboles se deben podar igualmente en menguante.

Si el ganado vacuno ha consumido alholva, allorbie, poco antes de ser sacrificado, la carne suele tener un gusto desagradable, pero si la alholva ha sido sembrada en menguante no le confiere ese gusto.

En Bedarona (B) todas las hortalizas se siembran en menguante, al igual que en Beasain (G) donde suelen preparar la tierra cuando las condiciones climáticas lo permitan y en el momento adecuado compran la planta en la feria y la plantan el mismo día.

En Elgoibar (G) se considera que la plantación y la siembra de la mayoría de los productos deben realizarse en menguante. Cuando se planta o siembra muy temprano siempre hay que estar atento a la menguante, sobre todo con cultivos que crezcan hacia arriba como acelgas, puerros, cebollas, ajos y demás. Si se plantan acelgas en su tiempo, en otoño, pero con luna nueva, no saldrán de punta.

En Donazaharre (BN) se recogió el dicho: “Buru egiten duena, beherapenean” que recomienda la menguante para todo aquel cultivo que tenga o haga cabeza. Vale para la patata (patata), el nabo (arbia) y en general todas las legumbres. También para el trigo y el maíz; en este último si no se atendía a la luna el tallo crecería demasiado alto y vigoroso. Si se sembraba faruxa y trefla (tréboles) en creciente, gorapenean, provocaría que las ovejas se inflasen. También se podía sembrar el miércoles o el viernes que precedían a la luna negra (lune noire).

En Abezia (A) siembran las alubias en menguante para que no les salgan gorgojos.

En Agurain (A) con la luna menguante se sembraban yeros y habas para que no se agorgojasen, también las patatas para que no sacasen pugas y así poder utilizarlas para volver a sembrar, además de las siembras en general.

En Bernedo (A) la siembra se había de hacer en menguante o bien, cuando no era menguante, en viernes, ya que se consideraba que era mengua. La misma norma se seguía para podar los árboles y remover la basura. Hoy se cultiva patata en mayor cantidad por lo que se prolonga la siembra más tiempo y no se atienen a las fases de la luna sino a la posibilidad de poder o no trabajar la tierra con la maquinaria, lo que depende de las condiciones climáticas.

En Muez y Ugar (N) los ajos se siembran a medio palmo en luna vieja para que “no salgan los dientes de la tierra” y crezcan fuertes.

En Viana (N) dicen que:

En la mengua de enero
siembra los ajos el ajero,

ya que si se hace en creciente “se salen de la tierra y no nacen”. También es conocido el refrán:

En la mengua de enero
pierde la venta el ajero,
más a últimos que a primeros.

En el Valle de Carranza (B) los informantes poseían amplios conocimientos sobre la influencia de la luna en los cultivos, que rigen todos sus aspectos: la preparación de los semilleros, la plantación, la recolección y el almacenamiento. Todos ellos advierten que se debe respetar la luna y detallan los inconvenientes y perjuicios que puede causar el desatender estas reglas. Con el paso del tiempo se han ido abandonando muchas de estas precauciones, quedando dichos saberes restringidos a los más ancianos, pero aunque sean más limitados, unos cuantos siguen plenamente vigentes.

La mayoría de las actividades se desarrollan durante la menguante. Sin embargo puede ocurrir que sea necesario efectuar una tarea hallándose en creciente, entonces se espera al viernes, pues se dice que en tal día de la semana “la luna está quieta” o “muerta”, es decir, ni crece ni mengua.

Uno de los consultados cuenta que cuando se va a realizar un trabajo durante el día y no se sabe en qué fase lunar se está, se corta una vara de avellano y se intenta romper doblándola contra la rodilla, si se parte con facilidad es que se está en creciente, si por el contrario se doma, es menguante.

Se estima que la luna menguante es la mejor para realizar la mayoría de las siembras.

Los semilleros para obtener planta de lechuga, puerro y otras hortalizas se deben hacer en menguante para que una vez se hayan trasplantado las plantas no se suban, esto es, no florezcan y resulten inútiles como alimento. Cuando se compran en el mercado plantas que se suben, se suele atribuir a que quienes prepararon los semilleros lo hicieron en “mala luna”.

Una vez obtenidas las plantas, el trasplante al lugar definitivo se realiza también en menguante por la misma razón expuesta.

La simiente de tomate, aunque es una especie que no se sube, también se siembra en menguante.

Cuando se van a plantar los pimientos “no se mira la luna”, esto es, no se atiende a la fase en que está, pero sí es necesario hacerlo cuando se va a preparar el semillero para obtener la planta.

Por el contrario, todos los trabajos realizados con las cebollas deben efectuarse en menguante. Las que se quieren emplear para obtener semilla se deben plantar además en la menguante de enero. De las que se tienen guardadas en casa para consumo se eligen las de mejor aspecto y que no estén subidas y se plantan a hoyo. Para el mes de agosto ya tienen la semilla sazonada; entonces se debe procurar recoger esta también en menguante.

Los ajos se siembran en menguante, si se hace en creciente “medran demasiado y no se les engorda la cabeza”.

Si las patatas se siembran en menguante desarrollan menos ramaje y dan más y mejores tubérculos. De hacerlo en creciente “se van en vicio”, es decir, solo echan hoja. Lo mismo ocurre con las habas.

En cuanto a la recolección de los productos de la huerta se cree conveniente sacar las patatas con la luna menguante para que no echen raices, brotes, o al menos no les crezcan demasiado.

Cuando se siega hierba verde para las vacas y se hace necesario amontonarla en el portal de la casa para ir suministrándosela en veces, siempre se corre el riesgo de que se caliente y que al echársela les ocasione desarreglos digestivos. Se afirma que es más probable que se caliente si se está en fase creciente que en menguante.

Durante el trabajo de secado de la hierba en el verano ocurre en ocasiones que es necesario recogerla precipitadamente porque amenaza tormenta o porque se aproxima la noche. En los tiempos en que la hierba seca se almacenaba a granel y no se enfardaba, se solía guardar en el sobrao de la casa, esto es, en la tercera planta del caserío, que cumple las funciones de henil. Se decía que si la hierba no estaba suficientemente seca pero era menguante se podía recoger y almacenar en el sobrao sin que se reviniese o humedeciese de nuevo; sin embargo si se estaba en creciente se corría el riesgo de que se calentase, se reviniese y se encaneciese, enmoheciese, llenándose de polvo y estropeándose.

Las vides se podan en menguante, ya que si no, las nuevas guías crecen excesivamente consumiendo el alimento que requieren los racimos para engordar. Se estima que la época más apropiada para podarlas es la menguante de enero.

Los palos de las alubias, esto es, las varas utilizadas como tutores se deben cortar en la menguante de enero si se quiere que duren lo más posible. Aunque los hay que piensan que es mejor que el palo esté verde en el momento de clavarlo en tierra porque aseguran que de este modo se “agarra mejor la alubia”, es decir, trepa con más facilidad; según estos, es mejor cortar los palos más tarde.

Como ya se ha indicado antes cuando se intenta romper una vara en creciente, casca fácilmente; en cambio si se intenta hacerlo en menguante, “hace correa” y resulta mucho más difícil partirla. Esta propiedad se aprovechó en tiempos pasados con las varas de rebolla, roble, para fabricar con ellas belortos, que consistían en varas delgadas retorcidas para hacerlas más flexibles y que servían entre otras funciones para atar los haces de trigo.