Situación hoy día

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Argandoña (A) señalan que a lo largo de los años las rentas han ido subiendo dada la mayor demanda y competencia por parte de los agricultores. La medida de superficie por la cual se rige el pago de las rentas es la fanega. Hoy día, primer decenio del siglo XXI, las mejores tierras de regadío se están llegando a pagar un máximo de 150 euros la fanega. Lo habitual es pagar la renta mediante transferencia bancaria, tanto entre particulares como si se trata de piezas de cultivo comunales. En este último caso, la renta la fijan los propios vecinos con la particularidad de que algunos de ellos son los arrendatarios y por tanto los precios que se imponen son más bajos. El dinero de esta recaudación va a parar a las arcas del Concejo para su uso colectivo y por tratarse de un dinero procedente de agricultores vecinos se intenta que revierta en la agricultura: arreglo de caminos agrícolas, pago de veredas, construcción de playas para remolacha, etc.

En Bernedo (A), modernamente al mecanizarse el campo, se ha multiplicado la capacidad de cultivo de una familia por lo que la tierra que sus dueños querían arrendar o vender era adquirida fácilmente por los demás agricultores y se pagaba por encima de su valor, que hoy día se ha normalizado. Por otra parte los cultivos no son tan rentables, la juventud prefiere la ciudad y el trabajo en la industria lo que ha traído como consecuencia que el campo haya quedado en manos de los padres mayores. Los pagos de las rentas se efectúan a través de la oficina de la Caja de Ahorros de la localidad.

En Moreda (A) hoy día las fincas de cereal se llevan a seis euros la robada. Las viñas las suelen llevar los renteros al 25 % o 30 % del valor del precio de la uva vendida. El dueño recibe un 25 % y el rentero se lleva el 75 %. Se paga según se van cobrando los plazos en que las firmas abonan el importe de la cosecha: el primer plazo a primeros de año, y el segundo y la liquidación hacia el verano. También hay casos menos frecuentes de llevar las viñas a medias. Cuando se recoge la uva a destajo, es decir, a tanto el kilo recolectado (y no a salario diario) se paga a 8, 9 o 10 pesetas el kilo dependiendo de lo cargadas de uva que estén las cepas.

El dar los olivos a renta no es rentable, ni para el dueño ni para el inquilino. Por regla general, los cultivan los propietarios de los olivares personalmente. Algunos labradores mayores o viudas dejan en manos de otros la recolección y se reparten el producto a medias. A jornal no es rentable darlo porque cuestan más los peones que el fruto recolectado. Se paga a nueve mil o diez mil pesetas el jornal diario. Las personas mayores optan por dejar la recogida en manos de gitanos o extranjeros a destajo, a 50 o 60 pesetas el kilo de oliva recolectado.

En la primera década del siglo XXI hay en la localidad una veintena de agricultores propietarios cuya principal dedicación es el cultivo de cereal, vid y olivo. Existe otro grupo de unos cuarenta vecinos que son labradores a tiempo parcial de la vid y el olivo. Muchos de ellos trabajan también la huerta, árboles frutales y almendros.

Solo en algunos casos de personas ancianas o viudas las tierras son dadas en alquiler. El acuerdo, por regla general, es verbal e indefinido hasta la ruptura por alguna de las partes. Se dice que los arrendatarios atienden las tierras peor que los dueños porque se vuelcan más en la producción que en un cuidado equilibrado; tampoco se preocupan por mejorar las piezas retirando las piedras o realizando otras labores que las beneficien y mejoren.

En Ribera Alta (A), en el año 1955, en los 25 pueblos o juntas administrativas que conforman el ayuntamiento de la localidad había cerca de 165 casas dedicadas a la labranza. En 2005 quedaban medio centenar, es decir, que en los últimos cincuenta años el número de casas de labranza había descendido un 69 %. La gran mayoría de los que han abandonado la agricultura no han vendido sus fincas, las han arrendado a quienes continúan en activo. Muchos de estos últimos compatibilizan la actividad agraria con la industrial o la del sector servicios. Son pocos los que viven única y exclusivamente de la agricultura.

Los agricultores que siguen en activo labran fincas propias y fincas en alquiler. En unos casos pagan la renta al propietario y en otros al ayuntamiento o a la junta administrativa. En la encuesta se aporta el caso de un labrador joven que compatibiliza esta labor con la industrial en una fábrica de Vitoria. Labra alrededor de 360 fanegas distribuidas de la siguiente manera: 30 son propias; 170 le han sido cedidas por sus padres ya jubilados a los que paga una renta anual, inferior al precio de mercado; 70 fanegas se las ha alquilado a un vecino de Mimbredo. Además utiliza roturas del pueblo, mediante el pago de una renta a la junta administrativa y otras roturas del ayuntamiento al que paga también una renta.

En Agurain (A) la tendencia predominante es mantener la propiedad de la tierra. Si un propietario se marcha del pueblo no vende sus heredades sino que las cultiva por mediación de otros o las arrienda. De ahí que la relación de propietarios sea extensa, si bien algunos con pequeñas propiedades y los cultivadores son cada vez menos. La propiedad, aunque en un proceso lento, tiende a concentrarse debido a la emigración a la ciudad con lo que supone de condicionamiento y cambio de punto de vista.

Hoy día, entre los cinco barrios o eras y las cuatro anejas, el número de propietarios que trabaja sus tierras con dedicación exclusiva no llega a la docena. Aun así hay numerosos agricultores jubilados que siguen trabajando la tierra ya que sus hijos no quieren hacerlo y prefieren colocarse en las empresas que se han creado en la zona o estudiar.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A), en cada pueblo del condado hay solo uno o dos labradores, no llegando en total a cien. En Treviño ha habido grandes terratenientes que labraban cada uno más de trescientas fanegas. Existe un pequeño grupo de labradores que trabaja en fábricas de Vitoria y Miranda de Ebro y labran las tierras los fines de semana, pero no alcanzan la cuarta parte del terreno cultivable. En Valderejo (A), a partir de los años sesenta se produjo un despoblamiento del Valle lo que ha llevado consigo un notable descenso de la actividad agraria. En 1958 Lalastra contaba con 70 habitantes, hoy tiene 9; Lahoz contaba con 71, hoy, 3; Villamardones con 22, hoy está deshabitado y lo mismo le ocurre a Ribera que tenía 40 habitantes.

En Amorebieta-Etxano (B) hoy día han aumentado los propietarios, pero ha disminuido notablemente el número de los que explotan directamente la tierra. La gran mayoría de los caseríos que antes eran vivienda y unidad de producción agrícola-ganadera se han convertido en simple vivienda. Quienes viven permanentemente en ellos, ayudados por algún familiar, cultivan hortalizas, verduras y algunos frutales únicamente para consumo doméstico.

Son contados los caseríos dedicados a la agricultura. Algunos han instalado invernaderos donde producen cantidad de verduras y hortalizas de distintos tipos para la venta a grandes almacenes y mercados. En estos casos, siempre es el propietario quien explota el caserío, pero suele contar con trabajadores contratados temporal o indefinidamente según la clase de trabajo a que se dedique.

En Beasain (G) hoy día son contados los caseríos cuyos moradores no son propietarios de los mismos. En Berastegi (G) hoy día hay alrededor de 120 caseríos ocupados por sus propietarios, que explotan directamente las tierras; otros cuatro o cinco son inquilinos, maizterrak, que siembran, recolectan y cuidan de los animales.

En Hondarribia (G), en el año 2004 los caseríos pertenecían a quienes fueron sus propietarios o a inquilinos que habían accedido a la propiedad; solo quedaban dos caseríos arrendados. En los últimos veinte años en paralelo al abandono de la actividad agrícola, la gente se ha hecho con la propiedad de la casa. En Telleriarte (G) los propietarios de caseríos son alrededor del 80 % y los inquilinos el 20 %.

En San Martín de Unx (N), en la década de 1970 la mayoría de los propietarios explotaban directamente sus tierras. De no ser así, el arreglo más común era dejar un 60 % del producto para el propietario y un 40 % para quien trabajaba la pieza. En Valtierra (N), hoy día, treinta o cuarenta son los labradores medios o fuertes que familiarmente se dedican al cultivo de la tierra y viven de ella. Muchos de ellos, además de las tierras propias, trabajan las de otros, en alquiler o a medias, porque estos han dejado de hacerlo. En Obanos (N) hoy muy pocas familias viven exclusivamente de la agricultura.

En Izurdiaga (N), según se constató en los años 1970, la forma de arreglarse con los inquilinos era que el dueño pusiera la simiente y el inquilino trabajara la tierra. Dos tercios de la cosecha eran para el inquilino y un tercio para el que ponía la simiente. Había quienes alquilaban sus campos por dinero estipulado de antemano. Si el arrendatario se ocupaba de todas las labores, la recogida era a medias.

En Viana (N) se ha constatado que recientemente hay amos de tierras que solo exigen para ellos la ayuda que concede la PAC (Política Agraria Común) o subvención europea, el resto del trabajo y aprovechamiento de las fincas es para el inquilino.