Dimensiones de las parcelas
A continuación se ofrecen algunos datos recogidos en las localidades encuestadas sobre las dimensiones tradicionales de las parcelas, antes de que en muchos lugares se realizara la concentración parcelaria. Quedan fuera de esta consideración las huertas y los huertos que suelen ser de pequeñas dimensiones y se ubican junto o cerca de la casa y que, generalmente, han estado al cuidado de la mujer de la casa.
En Ribera Alta (A) el tamaño medio de las fincas era de dos fanegas, es decir media hectárea; nunca pasaban de una hectárea. En Abezia (A) se ha consignado que no existen medidas estándar pero los informantes coinciden en señalar que los terrenos son de escasa superficie. La huerta no suele superar la media fanega. En Bernedo (A) eran muy pequeñas, de media a una fanega de sembradura. En Berganzo (A) el dato constatado es que la pieza más grande era de una hectárea, y la media de las mismas era de media fanega.
En Valderejo (A) hasta finales de los años 1960 las fincas eran de reducidas dimensiones, tipo minifundio. Según se puede apreciar en una hijuela de principios del siglo XX las fincas tenían una media de diez áreas, existiendo algunas de dos, y las menos de 50 áreas.
También en Apodaka (A) antaño las parcelas eran pequeñas, pocas fincas tenían más de cuatro fanegas (una hectárea). En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) la mayoría de las fincas contaban con una o dos fanegas de media, pocas pasaban de cinco. En Iruña de Oca (A) las fincas eran de una fanega o menos, hasta de celemines, pocas había que contaran con más de cuatro o cinco fanegas. Para lograr tener una pieza algo más grande solían hacer permutas entre vecinos.
En Argandoña (A) indican que las parcelas eran de pequeña extensión y estaban muy fragmentadas. Añaden además que se encontraban muy limitadas por la existencia de una complicada red de acequias, materas, caminos y accesos a las piezas que estaba retrasando la incorporación de la agricultura a la nueva situación de progreso económico del país. Salvo las piezas cercanas a la casa, las restantes se localizan alrededor del pueblo y también en terrenos de otros pueblos, sin llegar a alejarse de la casa más allá de cuatro o cinco km.
En Moreda (A) ofrecen datos más precisos. A comienzos de los años 1970 había en la localidad 138 explotaciones, de ellas 73 contaban con una superficie de entre una y cinco ha; 32 entre cinco y veinte ha, y 23 entre veinte y cien ha, si bien todas ellas mostraban una parcelación excesiva ya que el 76 % de las mismas tenían menos de media hectárea.
En Abadiño (B) las heredades ocupaban una extensión de alrededor de 2.4 ha, de unas 0.6 ha cada una de ellas. Antiguamente en torno a 2 ha se destinaban principalmente a la siembra de trigo, alternando con nabo, y maíz con alubia. Otros terrenos más pequeños, de 1000 m2, se dedicaban al cultivo de la patata, remolacha, trébol, sekulabedarra, o alfalfa. Hoy día estas fincas se han convertido en pastizales.
En Amorebieta-Etxano (B) las dimensiones de las huertas y tierras cultivadas variaban. Estas últimas se encontraban generalmente en las zonas más llanas, pero como escasean, era inevitable que algunas piezas estuvieran en pendiente. Únicamente en la zona de Boroa y en Euba hay terrenos llanos de cierta extensión.
En Ajangiz (B) en tiempos pasados se hablaba de una unidad de medida de tierras que era el gizelana, peonada en castellano, que equivale al trabajo que puede hacer un hombre en un día[1]. Una heredad de tamaño medio tenía ocho gizelan y una grande, diez. En la unidad de medida actual señalan que el tamaño medio de una heredad es de media hectárea y las grandes alcanzan una hectárea. En Gautegiz Arteaga (B) una heredad media tenía seis/siete gizelan. En Bedarona (B) señalan que la huerta, ortue, ocupa hoy una extensión mayor que antaño.
En Donazaharre (BN) la superficie de una propiedad suele alcanzar alrededor de las 15 ha; en el núcleo algunas pocas cuentan entre 20 y 25 ha, y la mayor parte de ellas entre 12 y 15. En Uhartehiri (BN) las parcelas de tierra cultivada, según su dimensión se llaman alorraundia, gran pieza, y alorttipia, pequeña pieza.
En Lanestosa (B) las huertas cuentan con una superficie que oscila entre los 100 y los 5000 m2, siendo la media de 1000 m2. Las mieses, dentro de las cuales se encuentran las piezas, tienen una extensión entre una hectárea la más pequeña y cinco la más grande. La extensión de las piezas ha sido muy variada, hoy día por término medio tienen alrededor de 500 m2. Los cierros tenían dimensiones variables, que debían ajustarse a las normas municipales, estableciéndose 30 ha como extensión máxima y media hectárea como mínima.
En Berastegi (G) se ha consignado que las parcelas dedicadas al pasto tienen una extensión de alrededor de media hectárea. Algo menos las de labrantío. En Hondarribia (G) los terrenos de cultivo de un caserío podían oscilar entre los 1400 y los 320 000 m2, pero la mayoría no superaba los 40 000 m2.
En Beasain (G) las parcelas de los caseríos, tanto labrados y herbales como bosques, son de pequeñas dimensiones para la actual concepción de las explotaciones agrícolas. Hoy se puede hacer con el tractor mucho más trabajo que antes, para las actuales cabañas ganaderas se precisan mayores herbales. Pero teniendo que labrar valiéndose del tiro animal, y segar a mano tanto la mies como la hierba, las anteriores parcelas eran suficientes como para dar trabajo a una familia. Habida cuenta de que no suele haber grandes diferencias entre unas parcelas y otras, se puede hablar de dimensiones medias, oscilan, en general, entre los 2000 y los 4000 m2. En Zerain (G) han consignado que la unidad de medida de los terrenos era el área.
En Elgoibar (G) los caseríos cercanos al núcleo dedicaban las huertas, baratzak, a la producción para la venta y eran por tanto de mayores dimensiones que los más alejados que las destinaban al autoconsumo.
En Obanos (N) las fincas eran pequeñas y dispersas por las diferentes zonas de la localidad. Durante el siglo XX de 200 a 300 robadas[2], solo unos pocos tenían más de 500 robadas. Al tratarse de poblamiento concentrado y la calidad de la tierra diversa, los agricultores han procurado disponer de tierras de labor en diferentes zonas para diversificar los cultivos y asegurar al menos alguna cosecha. Hay quienes cuentan con tierras de labranza en los municipios vecinos de Legarda, Muruzabal, Eneriz y Puente la Reina. Esta forma de actuar viene de antiguo.
En los pueblos del Valle de Orba (N), en los años 1970 se recogieron los siguientes datos: en Olleta el tamaño de las fincas oscilaba entre las 200 y las 1000 robadas. En Uzquita las propiedades eran de unas 200 robadas. En Garinoain había más desigualdades, tenían entre 10 y 800 robadas, siendo el término medio de 200. En Barasoain eran 30 y 600 los límites inferior y superior. En Oloriz las fincas tenían 400 o 600 robadas. Algunos propietarios llevaban además en arriendo las fincas de otros. En todos los pueblos se repartían parcelas comunales. En Garinoain, por ejemplo, las parcelas del común o suertes que se distribuían por rotación cada ocho años, eran de 20 robadas[3].
En el Valle de Elorz (N) la situación y extensión de las parcelas es diversa según los pueblos. En Imarcoain todos los vecinos tienen derecho a una pequeña huerta junto al río. Su extensión no es igual, pues es según situación, pero no exceden de los 500 m2.
En Valtierra (N) las dimensiones de las parcelas son muy variadas, sobre todo por las particiones de las herencias y las compras o alquiler de otras. En conjunto y por término medio los agricultores de cierta capacidad y los grandes se mueven con tierras de dimensiones entre 500 y 1000 robadas.
Hay unos 1800 beneficiarios de las tierras roturadas y labradas en las Bardenas que, a finales del siglo XX, suman unas 22 000 ha con una media de 12 ha cada uno. Cada pueblo se refiere a las tierras de las Bardenas como si fuera propietario de una parte, así se habla de la Bardena de Caparroso, la de Carcastillo, la de Val-tierra, la de Arguedas, la de Fustiñana, etc., pero la realidad no es esa. No hay límites, separaciones o divisiones establecidas, aunque como es natural, los labradores que han roturado y cultivado esas tierras, lo han hecho lo más cerca posible de su localidad. Esta forma de trabajar tierras comunales por vecinos "congozantes" ha supuesto enfrentamientos y litigios entre pueblos, entre agricultores y pastores, entre familias, entre agricultores grandes y pequeños, etc. La Junta de las Bardenas Reales es la encargada de regular y hacer respetar los acuerdos y costumbres.