Criado, morroia
Antaño muchas casas de labranza dispusieron de criado o morroia que ayudaba en las labores agrícolas ya que se precisaba mucha mano de obra. Lo ordinario era que estos criados estuvieran integrados en la familia, pero es una figura de época pasada que hoy día prácticamente ha desaparecido. Es un tema tratado en otro volumen de este Atlas etnográfico, no obstante, aportamos algunos datos reflejados en nuestras encuestas de campo de agricultura.
En Ribera Alta (A) era habitual que las casas dispusieran de criado. Normalmente eran burgaleses de familias humildes y de escasos recursos que siendo adolescentes abandonaban su hogar en busca de trabajo en localidades cercanas. Recibían un salario y eran mantenidos. Concretamente el criado que había en casa del investigador de campo de esta localidad, llegó teniendo quince años, dormía en la habitación de sus hermanos, comía con la familia y participaba en todos los acontecimientos familiares como uno más. Permaneció en la casa unos siete años y después se colocó en una empresa de Vitoria. A partir de mediados de los años setenta del siglo XX desapareció la costumbre de tener criados.
En Apodaka (A) hubo familias que cuando no tenían hijos mayores, disponían de criados. En ocasiones permanecían muchos años en la misma casa, los habían contratado de pequeños y algunos estaban hasta que cumplían el servicio militar. Cuando volvían, la mayoría encontraba trabajo en Vitoria; otros seguían en la misma casa, ayudaban en las labores a cambio de la manutención. Todavía hoy algunos siguen yendo al pueblo por fiestas u otros motivos; a pesar del tiempo transcurrido, conservan los vínculos de amistad. En Abezia (A) en caso de familias pudientes fue frecuente que contrataran un criado para la labranza y la ganadería.
En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) hasta los años 1970 en muchas casas tenían criados; eran considerados como de la familia y en ocasiones permanecían en ella hasta su fallecimiento. En todos los pueblos a los criados se les consideraba como mozos del pueblo, no se hacían distinciones. Las fiestas de Santa Agueda o Carnaval las disfrutaban como los demás, igual que en cualquier otro acontecimiento.
En Bedarona (B) algunas familias tenían criado, morroia, que convivía con ellas como un miembro más, a cambio de techo, comida y atención a las necesidades básicas como ropa, calzado... Trabajaba para ellos y con ellos y le consideraban uno más. Permanecía en la casa durante todo el año excepto en Navidades que volvía con su familia, en esa fecha los propietarios le daban la paga, soldata.
En Hondarribia (G) en algunos caseríos se contaba con la ayuda del criado, morroia, que era un asalariado que vivía en la casa. Podía permanecer en ella durante un tiempo o, si no se casaba, quedarse de por vida, en cuyo caso se le consideraba uno más de la familia. Hoy día esta figura ha desaparecido. En Berastegi (G) en tiempos pasados unas pocas casas disponían de criado, morroia, en tanto que hoy día solo lo tiene uno que hace la vida con la familia. Este típico personaje prácticamente ha desaparecido. En Telleriarte (G) había casas que tenían criado, morroia, que trabajaba a cambio de la manutención, hospedaje y lavado de ropa. En Ajangiz, Ajuria, Gautegiz Arteaga y Nabarniz (B) los datos recogidos son similares. Se han conocido casas con criados que formaban parte de la familia, si bien hace mucho que desapareció esta figura.
En Valderejo (A) en contados casos las familias tenían contratado un criado para ayudar en las tareas agrícolas. En su caso, residía con las familias y además de la manutención y el alojamiento se le asignaba un sueldo. En Argandoña (A) a veces se ayudan de criados fijos, que viven en la casa, aunque esta situación tiende a desaparecer. En Agurain (A) señalan que antaño hubo criados pero hoy día el personal que se ocupa de todas las labores de la labranza es el propio de la casa. Los terrenos si no los trabaja el propietario, los alquila.
En Cárcar (N) algunas familias, de forma excepcional, disponían de criado, que sin ser consanguíneo vivía en el seno de la familia. Comía y vivía en la casa y se le remuneraba con un pequeño sueldo. Si era varón colaboraba en las faenas agrícolas.
En Donazaharre (BN) solo las casas importantes que tenían propiedades de 30 a 40 ha disponían de criados, mutilak. Eran asalariados y realizaban trabajos del tipo de cortar las cimas del maíz, sacar el carro, etc., todo ello bajo la supervisión del patrón. El hijo soltero que se quedaba en la casa, donado, hacía también faenas similares al criado.
Rematamos estos datos con la aportación recogida en la localidad navarra de Viana que describe la organización del personal dedicado a la explotación agrícola de las casas de terratenientes que solían contar con administrador, hacedor y mayoral. Algunas familias ricas, casi siempre con títulos de nobleza, disponían de un administrador que llevaba las cuentas de toda la economía de la casa. A partir de finales del siglo XIX tras las guerras carlistas, aunque este proceso venía de atrás, muchas familias de abolengo, a veces con títulos nobiliarios, dejaron sus casas y sus tierras en manos de administradores porque emigraron a ocupar cargos en la Corte, en el Ejército o en la Iglesia. Muchos de estos administradores se fueron quedando, poco a poco mediante compra, con las tierras y casas de sus amos. Este proceso social ha llegado hasta nuestros días.
Otra persona importante en las casas de los terratenientes era el hacedor. Vivía en la misma casa que su amo, en un entrepiso de baja altura, a veces con puerta independiente, o en una casa adosada a la principal. Era el encargado de cuidar los animales de labor dándoles el pienso a determinadas horas, organizaba y señalaba cada día las labores que debían realizar en el campo tanto los peones fijos de la casa como los jornaleros, que él mismo escogía todos los días en la plaza pública.
Los criados fijos se ajustaban en un precio, jornal diario, con la costa o sin la costa, el día de san Pedro, y a partir de entonces "estaban sujetos todo el año". El horario de trabajo dependía de la estación y del tipo de labor, en la siega o trilla trabajaban "de sol a sol". En los meses de invierno, y sobre todo si llovía o nevaba, y no podían salir al campo, ya procuraban los amos encontrarles trabajos: hacer leña, limpiar las cuadras, abrevar los ganados, echarles de comer, etc. Por su parte, los amos solían dejarles a los criados algún trozo de huerta para hortalizas o algunas tierras para que pudieran sembrar alubias, sobre todo después de la siega. Asimismo, les dejaban utilizar algún ganado las mañanas de los domingos y fiestas.
El mayoral era el que una vez en el campo dirigía el trabajo, él comenzaba a trabajar (cavar, segar, vendimiar, etc.), marcaba el ritmo de la labor y los demás le seguían. Ordenaba parar para almorzar, escogía al que tenía que hacer la comida si se les daba a los peones la costa, y daba la orden de terminar la jornada con la frase: "Alabado sea Dios".
Al encargado de las recuas de ganados se le llamaba antiguamente yuguero, que recuerda los tiempos en que se utilizaban bueyes, después el término más usado ha sido mulero, pues las mulas y caballos prevalecieron totalmente sobre aquellos.