Área atlántica

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En la ganadería tradicional la hierba era el alimento más importante, solo que en el período invernal dado su escaso o nulo crecimiento se hacía necesario suministrársela previamente secada.

En esos tiempos en el Valle de Carranza (B) se asociaba la producción de leche al consumo por parte de las vacas de alimentos verdes. Los secos, y los granos y semillas se destinaban a los bueyes ya que se consideraban los más apropiados para la generación de fuerza.

Teniendo en cuenta por lo tanto el crecimiento estacional de la hierba, se hacía necesario recurrir a cultivos que supliesen esa carencia de alimentos húmedos a partir de finales del otoño y hasta que avanzada la primavera la hierba comenzaba a crecer de nuevo. El período más crítico, además, lo suponía la transición del invierno a la primavera, “la entrada de la primavera” que se decía.

La mayor parte de estos cultivos se han abandonado o su extensión se ha visto sensiblemente reducida en los tiempos actuales. Uno de los informantes reflexiona sobre las causas que llevaron al abandono de los mismos. Supone que en buena medida fue debido a la generalización del ensilado de hierba verde ya que a partir de entonces con hierba seca, un poco de pienso y hierba ensilada, las vacas quedaban bien arregladas, alimentadas.

La farusa, una variedad de trébol, fue un cultivo muy apreciado en tiempos pasados y del que no queda rastro. Se trataba de una planta con un crecimiento muy ramificado a consecuencia del cual presentaba un enmarañamiento característico. Los informantes recuerdan su densidad que hacía que la pieza donde crecía semejase una alfombra. Al ser tan pesada no se elevaba en altura.

La farusa se cortaba con la hoz, para lo cual había que introducirla a ras de tierra; si para esta tarea se utilizaba el dallo, se dejaba demasiada comida en la pieza dado el crecimiento tan ramificado, denso y rastrero que presentaba. En una superficie pequeña se podía recolectar una buena cantidad.

Era un cultivo apreciado porque se consideraba muy bueno para las vacas de leche, además presentaba la ventaja adicional de que se cortaba una vez se había terminado el vallico, precisamente en el período en el que la hierba aún no había iniciado su crecimiento primaveral. Pero no se les podía proporcionar en cantidad ya que se corría el riesgo de que se hinchasen, es decir, les producía meteorismo. Tampoco se podía tener una superficie importante con este cultivo pues se sembraba tarde y por ende “se ponía para cortar” también tarde, y en esa época del año se necesitaba librar la tierra para realizar las siguientes siembras.

Otro tipo de trébol conocido en Carranza (B) recibía el nombre de sekulebederra y a diferencia de la farusa crecía en altura. Se cortaba a hoz. Para los chones o cerdos, que “la comían de maravilla”, se recolectaba un carpancho, cesto, y se picaba menuda. En el caso de las vacas se debían tomar precauciones como con el resto de los tréboles ya que si la comían en exceso podían sufrir meteorismo.

En Lanestosa (B) en las piezas se sembraba para el primer corte vallico, hierba forrajera que se empleaba en verde como alimento para el ganado. El vallico, en algunas ocasiones, era sustituido por la farusa, hoja de trébol. También se sembraban nabos.

En Ajangiz y Ajuria (B) se recurría a cuatro clases de forraje para el ganado: alfalfa, alfalfie; trébol de prado, sekulebedarra; alholva, ailorbie; y maíz forrajero, artaberdie. Todos ellos se sembraban calculando que creciesen para agosto, a fin de poder proporcionárselos al ganado ya que en el estío escaseaba la hierba en los prados. En verano, sobre todo en los años de sequía, la alholva y el maíz forrajero constituían un gran remedio para dar de comer al ganado, al que después de suministrarle esos forrajes se le complementaba la dieta con hierba seca, bedar sikue.

La alfalfa y el trébol de prado, una vez sembrados, permitían cortes durante tres o cuatro años seguidos sin que hubiese que volver a cultivarlos. Había que segarlos a diario o cada dos días con la guadaña. La alholva y el maíz forrajero crecían en las heredades donde se había recolectado el trigo y cuando se segaban se sembraba el nabo. La alholva se cortaba con guadaña cuando hacía falta para darle de comer al ganado, ganajatea. El maíz forrajero se segaba con la hoz, zerrie, y se iba recogiendo en brazadas, lepadak (equivale a lo que se llama azpelak cuando se trata de la hierba).

El forraje de siembra, es decir la alfalfa, el trébol, etc. era muy apreciado por los animales por ser más gustoso para ellos, “bigunagoa eta gozoagoa”, que la hierba que crece espontánea.

Vallico. Carranza (B). Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En Urduliz (B) en los prados se sembraba trébol, sekulebedarra, alfalfa y hierba francesa. Más tarde vallico, mallukoa, y avena, abea, para que el ganado tuviera comida fresca. Por lo general se sembraban en primavera a voleo, esku-tirora, tomando la semilla de un saco o un balde grande. Previamente había que labrar la heredad y marcar el terreno a tramos con unos palos llamados erretenak, que después de sembrada la pieza entera se retiraban.

La hierba francesa y el nabo se sembraban donde se ponía el maíz. Antes de que se escardara el maíz, con la propia azada se mezclaban las semillas. Primero se recogía el nabo, que venía antes que la hierba francesa, sin dejar que creciera demasiado para dárselo al ganado. La hierba francesa permitía cortarla dos o tres veces; el vallico, la alfalfa y el trébol, sekulebedarra, también permitían varios cortes.

En tiempos pasados el árgoma, otea, se cortaba con una guadaña especial llamada ota-kodañea ya que el ganado comía árgoma blanda, la que todavía carecía de pinchos.

En Bedarona (B) antaño se sembraba trébol o sekulebedarra, y trébol encarnado o pagatxa. También se sembraba alholva, ailurbea, por octubre-noviembre, después de quitar el maíz; se le pasaba al terreno la grada y se sembraba a voleo. Pagatxa, txillara y ailurbea se sembraban para un año y al siguiente rotaban. La alfalfa se tenía tres o cuatro años en el mismo terreno.

En Amorebieta-Etxano (B) se han cultivado el trébol común y el trébol silvestre o frantsesa. El trébol común y la alfalfa se sembraban en agosto, al hacer la última escarda del maíz y se cortaban en primavera. También se cultivaba alholva. La alfalfa una vez sembrada crecía bien durante 8-10 años; el trébol común durante 34 años. Luego había que volver a sembrarlos. El trébol silvestre (frantsesa) se solía sembrar entre el maíz, pero duraba poco tiempo y daba pocos cortes, por lo que se abandonó su cultivo.

En Zamudio (B) el trébol llamado frantsesa se sembraba en julio entre las alubias. Solo admitía un corte entre abril y mayo, después en esta misma tierra se sembraba maíz y remolacha. Sekulebedarra se sembraba en primavera; en su segundo año se abonaba con txori-salsa y para el siguiente se cambiaba de lugar. Alfalfa y ballejoa, una vez sembradas, duraban entre cuatro y cinco años. Tras dar el primer corte al ballejo se abonaba con nitrato y así crecía más rápidamente. Si se producía mucha alfalfa se podía secar y guardar para el invierno.

En Abadiño (B) parte del forraje que se destinaba al ganado, en concreto la denominada sekulabedarra (trébol) y la alfalfa, se sembraba en los huertos y proporcionaba tres o cuatro cortes al año.

En Hondarribia (G) en los campos se cultivaba para verde, es decir, para comida de los animales, la alfalfa, luzerna, y la hierba normal. En tiempos más recientes han aparecido otros productos como tefla y balliko.

En Elgoibar (G) se sembraba algo de alfalfa y también el trébol de tres pétalos. Este se cortaba y volvía a rebrotar; se daba a los terneros para carne.

Un forraje para el ganado era el trébol encarnado, paotxa, que solo resistía un corte. La siembra se efectuaba a mano, junto con el nabo, sobre los últimos días del mes de agosto y primeros de septiembre, ya que si se sembraba después de la festividad de la santa Cruz de septiembre (día 14), no daba buen resultado.

Para conseguir su semilla se cogía a mano en el mismo campo cuando maduraba. Después se sembraba a mano. Este forraje era muy bueno para las vacas lecheras.

En Telleriarte (G) se sembraba trébol encarnado mezclado con nabo pequeño, arbia, avena, alfalfa, alpapa, mezclada con maíz verde y remolacha. El trébol, pagotxa, se consideraba un buen género y se cortaba con la hoz; si se hacía un corte en el otoño, en la primavera se podía realizar otro. La avena, oloa, se sembraba para el ganado, pero no abundaba. Era más abundante el maíz de la segunda siembra, artaberdea. También había alholva, allurbea. Se consideraba un buen alimento para las vacas pero como le confería un sabor particular a la leche no se usaba mucho.

En Sara (L) por primavera o por agosto se sembraba el trébol, trefla. Se efectúan en la tierra las mismas operaciones que al sembrar el maíz. Era otro de los alimentos del ganado en la primavera y verano, lo mismo que la alfalfa; casi todas las casas los cultivaban, sobre todo el primero. La alholva era menos conocida. A veces, tras la recolección del trigo se sembraba en la misma tierra el trébol encarnado, pauxa, con iguales operaciones que las efectuadas con el otro trébol.

Los nabos constituían una de las comidas más importantes de las vacas durante el invierno. Se arrancaban a mano y se limpiaban con la hoz. Se llevaban a casa en cesto o en carretilla, en cantidad suficiente para el día.

Otro material empleado tanto para comida de las vacas como para hacer sus lechos era el árgoma. Para alimento de las vacas solo eran utilizados sus últimos retoños, ote-ximak. El que iba a recoger estos se servía de una hoz para cortarlos, para lo cual sujetaba el instrumento con la mano derecha envuelta en un trozo de piel de oveja que le protegía, mientras con la otra empuñaba una horquilla de madera, urtxila, que sostenía la rama por debajo del retoño. Transportados a casa, eran desmenuzados en una artesa de madera llamada otaska mediante una cuchilla o pala de hierro cuyo nombre era pikadera. El árgoma desmenuzada se mezclaba con nabos y esta mezcla, jokia, se daba a las vacas.