Mecanización de la recolección de la hierba

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Lo anotado en el apartado anterior se extendió en el Valle de Carranza (B) a lo largo de la década de los setenta. Pero a finales de la misma y sobre todo en los años ochenta se inició el crecimiento de unas cuantas cuadras variando notablemente el modelo de producción que había existido hasta entonces. No se puede hablar de un cambio drástico sino de un proceso continuo. Además es necesario dejar claro que las transformaciones no las experimentaron todos en igual medida, lo que trajo como resultado que conviviesen ganaderos de todo tipo, desde los que se habían sumado a las últimas innovaciones hasta los que apenas habían cambiado sus formas de producir de décadas anteriores.

Las segadoras de mano y los tractores pequeños tipo pascuali supusieron por decirlo de algún modo una prolongación del esfuerzo humano, tal y como lo habían sido los animales de trabajo, solo que de naturaleza mecánica.

Con la introducción de los tractores grandes se produjo un cambio notable, no al principio cuando para cargar de hierba su remolque, más amplio y más alto, el esfuerzo físico debía ser mayor, sino cuando empezaron a aparecer aperos que acoplados a los mismos eran capaces de realizar los trabajos tradicionales no solo de un modo más rápido sino además desplazando el esfuerzo humano. Cuando un apero no era suficiente para descartar la fuerza humana, este propósito se conseguía combinando una sucesión de varios.

Los primeros tractores, como ya hemos indicado, incluían un remolque y algunos la enfardadora antes citada. Incorporaron además arados y rotavátores de gran tamaño pero dada la escasa superficie de las huertas no resultaban muy adecuados por lo que para estas tareas se siguieron prefiriendo los pequeños.

Para recoger hierba verde ahora la combinación era segadora de mano + tractor grande con remolque + silo. Pero este trabajo comenzó a verse como excesivamente duro a medida que se extendió la práctica de elaborar pacas con enfardadora, ya que este apero reducía considerablemente el trabajo.

Apareció entonces en el mercado una segadora de peine que se podía acoplar a la toma de fuerza del tractor por su parte trasera y que sobresaliendo por un costado permitía segar la hierba cómodamente. Esta innovación vino acompañada de un nuevo apero para dar vuelta a la hierba que se iba a secar y que por ello recibió el nombre de volteadora. Además algunas volteadoras contaban con un dispositivo adicional para alombillar la hierba una vez se había secado. Esta asociación: segadora de peine + volteadora-alombilladora + enfardora supuso el primer caso de desplazamiento de la fuerza humana. Todo el trabajo quedaba reducido a recoger los fardos que dejaba la enfardadora por el prado, así que con el paso del tiempo algunos adquirieron un artilugio más que se acoplaba por detrás de la enfardadora y que recogía los fardos a medida que eran expulsados, después no había más que mover esta especie de remolque hacia un punto donde se descargaban, de ese modo se eliminaba la tarea de reunirlos.

Como los remolques de los tractores grandes permitían cargar una gran cantidad de fardos para su transporte a casa alcanzaban mucha altura por lo que resultaba costoso echarlos arriba. Algunos compraron un útil consistente en una especie de brazo que se acoplaba a un lateral y que tras depositar el fardo en él lo elevaba hasta la altura del que subido en el remolque se dedicaba a plegar los fardos. Estos dos últimos aperos no tuvieron gran difusión.

Ocurrió que al ser más cómoda esta forma de recoger la hierba el ensilado perdió protagonismo durante unos años recobrando fuerza de nuevo la tradicional hierba seca, solo que ahora enfardada.

Durante el proceso de crecimiento se abandonaron las cuadras y se construyeron edificaciones anejas de mayor tamaño para alojar el creciente número de vacas. Estas supusieron un cambio importante en la forma de trabajar con el ganado, aún así la alimentación en lo que a la hierba respecta no había variado excesivamente, solo se había incrementado la cantidad de pienso que comían los animales para que proporcionasen más leche y a lo sumo se compraban forrajes enfardados como la alfalfa que se bajaban en camiones desde Castilla.

Pero se seguía considerando que el silo era mejor alimento para proporcionar leche, así que se construyeron junto a las nuevas granjas lo que se dio en llamar silos de zanja. Consistían en un espacio encementado de forma rectangular con una pared al fondo y dos laterales pero con el frente abierto. Venía a ser como el tradicional pero en horizontal; quizá por ello al viejo silo cilíndrico se le pasó a llamar silo de torre. La difusión de esta nueva forma de ensilar vino de la mano de un nuevo apero: el autocargador.

El autocargador era un remolque metálico con cartolas delantera y laterales altas y que se prolongaban mediante unas barras, al igual que la trasera cerrada en su totalidad por barras, formando una jaula, que además contaba en su parte delantera con un recogedor que recordaba al de la enfardadora. El tractor pasaba sobre la hierba verde segada y el recogedor la elevaba hasta el remolque a través de un complejo mecanismo que incluía unas cuchillas que cortaban la hierba. Cuando se acumulaba una gran cantidad en la parte delantera del remolque, el conductor del tractor activaba un sistema de dos cadenas unidas por barras que recorrían paralelas la cama del mismo y que arrastraban la hierba hacia atrás. De ese modo se podía ir completando la carga sin que fuese necesario más intervención humana que la del tractorista que iba accionando una serie de palancas.

Pero el autocargador necesitaba que la hierba estuviese reconcentrada en lombillos, de lo contrario no era capaz de recogerla tan eficazmente y a veces se producían atascamientos en los laterales del picú.

Autocargador para hierba verde. Carranza (B), 2015. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

Así que hizo su aparición una nueva segadora, sorprendentemente similar a las primeras de mano. Esta sin embargo incluía una innovación, tras el peine de corte llevaba acoplado un mecanismo similar al de algunas alombilladoras de hierba seca que permitía arrastrar la hierba recién segada hacia un lado, pero no al lado libre como se hacía cuando se segaba con el dallo, sino hacía donde quedaba la hierba sin segar. Después se hacía el recorrido de vuelta en sentido inverso, y al acumular la hierba segada contra el lombillo inicial se conseguía incrementar el tamaño del mismo. Pero en el fondo esta segadora supuso un paso atrás y no porque no fuese eficiente sino porque suponía un regreso al esfuerzo físico. Su éxito fue limitado.

A esas alturas las segadoras de peine de los tractores grandes habían sido relegadas por unas nuevas con un diseño completamente distinto: las segadoras rotativas. Las primeras acarreaban el viejo problema de los atascamientos mientras que las nuevas no solo no se obstruían sino que además se adaptaban perfectamente a las irregularidades del terreno y eran capaces de segar la hierba aún estando tumbada a consecuencia de las inclemencias del tiempo.

Pero como ya hemos indicado, para que el autocargador pudiese recoger la hierba debía estar alombillada, así que se trasladó el anterior apero de la hierba seca a este nuevo menester. Ahora la nueva combinación era: segadora rotativa + volteadora-alombilladora + autocargador + silo de zanja.

Para hacer este trabajo solían intervenir varios tractores, al principio ayudándose entre vecinos (con el tiempo los ganaderos más grandes compraron al menos dos tractores). Debe entenderse vecinos en el sentido de iguales, o sea, dos ganaderos de similares características por lo que a veces no eran del mismo barrio.

El autocargador repleto de hierba verde cortada se introducía en el silo de zanja marcha atrás, se liberaba la puerta trasera que mediante un mecanismo se elevaba en el aire (este proceso al principio requería la intervención humana pero después se automatizó) y el tractorista accionaba el sistema de cadenas que permitía descargar completamente el remolque sin necesidad de recurrir a la acción humana, salvo que alguien con una picona ayudase en el proceso. Después, sí, varias personas debían esparcir la hierba descargada para lo cual se ayudaban de horquillas y piconas. Esta era una tarea laboriosa ya que la hierba verde es pesada, aunque se veía aligerada por el hecho de que estuviese cortada en fragmentos, lo que además permitía que se plegase más fácilmente mejorando la calidad del silo obtenido. Para pisar la hierba se utilizaba otro tractor sin ningún apero acoplado, solo se desplazaba adelante y atrás y con su propio peso compactaba la hierba. A medida que el contenido del silo de zanja ganaba en altura se cerraba la parte delantera con tablones o bien se dejaba un frente lo más vertical posible. Entonces el remolque se descargaba desde el frente trasero de modo que la hierba cayese en el silo. Esta parte resultaba más laboriosa ya que los intervinientes en el proceso de esparcirla debían arrastrarla hasta el extremo opuesto. Para obviar este trabajo algunos compraron un apero que acoplado al tractor que pisaba el silo esparcía la hierba acumulada previamente.

Una vez cargado completamente el silo se cubría con un plástico y sobre el mismo se depositaban cubiertas viejas para que con su peso compactasen aún más la hierba.

A la hora de sacar el silo para dárselo a las vacas se destapaba el frente y se retiraban los tablones, de haberlos. Aquí surgía un nuevo trabajo, que era cortar la hierba para después cargarla y acarrearla hasta el pesebre de las vacas. Así que hizo su aparición otro apero que acoplado al tractor permitía cortar la hierba desde el frente del silo como si de una tarta se tratase, el nombre que se le dio fue el de desensilador.

La difusión de toda esta maquinaria permitió que la hierba ensilada recuperase la importancia perdida. Así que poco a poco se fue relegando el secado de hierba, aún siendo en fardos, y el silo, en un movimiento pendular, volvió a experimentar un auge.

Los técnicos insistieron con más ahínco aún en la importancia de la hierba ensilada a la hora de incrementar la producción lechera, así que las instituciones llegaron a celebrar un concurso anual de hierba ensilada en el que los participantes permitían que se les recogiesen muestras de sus silos a fin de ser analizadas por los entendidos correspondientes. El día de la entrega de premios se hacía además una demostración de los nuevos modelos de aperos que se hubiesen incorporado al mercado en un afán por difundir su uso. La hierba seca cayó en desprestigio entre los ganaderos más avanzados y pasaron a considerarla como un forraje de inferior calidad apto tan solo para llenar la tripa de los animales que no estuviesen en producción.

Durante este tiempo se producía tan poca hierba seca que algunos optaban por sustituirla por paja de Castilla que adquirían en camiones. En este afán por acumular cuanto más silo en detrimento de la hierba seca, se extendió una nueva forma de ensilar, ya que en los silos de zanja no se podía acumular la suficiente. Presentaba además la ventaja de que podía ser utilizada por los que se habían quedado fuera del sistema y no contaban ni con granjas, ni con silos de zanja ni tan siquiera con autocargadores.

Consistía en amontonar la hierba verde en una zona del prado que fuese relativamente llana. El montón variaba en sus dimensiones pero tenía forma rectangular. El procedimiento de llenado recordaba al del silo de zanja, solo que en esta ocasión no había muros laterales por lo que había que procurar que a medida que el montón de hierba ganase altura lo hiciese lo más verticalmente posible (a modo del viejo tascón de hierba seca). Como la base era tierra, el lixiviado del silo no ocasionaba mayor problema. Los participantes esparcían a horquilla la hierba descargada sobre el mismo y con un tractor se pisaba para compactarla. Cuando se contaba con autocargador el proceso resultaba más cómodo porque lo descargaba a lo largo del montón solo con la precaución de ir desplazando el tractor y porque como ya dijimos la hierba estaba picada.

Haciendo bolas de silo. Carranza (B), 2013. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

Una vez concluido el proceso venía la parte más laboriosa, había que abrir una zanja en todo el perímetro, se cubría el montón de hierba con un plástico y los laterales del mismo se introducían en la zanja y se tapaban con la tierra movida para de este modo garantizar la estanqueidad. Previamente había que añadir peso sobre el montón, una vez colocado el plástico sobre él, a fin de eliminar el aire que contuviese. Esta operación se debía realizar antes de sepultar bajo tierra los laterales del plástico ya que de lo contrario el aire se iba hacia los lados inflándolos. Al principio se utilizó basura o abono seco pero se comprobó que presentaba el inconveniente de que las aves en su afán por comerse los invertebrados que contenía agujereaban el plástico aireando el contenido, que como consecuencia de ello se estropeaba. Su uso también favorecía el ataque de las ratas, que hacían agujeros en los laterales. Algunos acabaron utilizando neumáticos viejos para tratar de obviar estos problemas.

Este tipo de silos se denominaron por los más entendidos como silos de montón, si bien la gente hablaba sencillamente de “hacer un silo en el prao”. La moda duró unos pocos años, sobre todo entre los que contaban con menos medios, ya que cuando llegaba el tiempo de aprovecharlo había que ir a cargarlo al prado en pleno invierno soportando el mal tiempo y estropeando la superficie el mismo con las repetidas visitas efectuadas con el tractor. Los ganaderos más grandes que podían hacerlos en superficies anejas a la granja sobre suelos mejor acondicionados tuvieron más ventaja en este sentido.

Y cuando la tecnología descrita ya estaba bien asentada, a alguna marca comercial se le ocurrió adaptar a la hierba verde una máquina desconocida en el Valle pero ampliamente utilizada en las zonas cerealistas para enfardar la paja: la rotoempacadora. Esta máquina hizo su aparición avanzados los años noventa y al principio su uso siguió los mismos pasos que antes habían recorrido las enfardadoras, esto es, fueron adquiridas por algunos que además de recoger su propia hierba “salían a trabajar a jornal” para otros.

El nuevo apero, que pasó a bautizarse como emboladora, se basaba en una combinación del autocargador y la enfardadora. Acoplado al tractor se desplazaba a lo largo del lombillo de hierba segada y tras recogerla entraba en una cámara. Allí iba girando y comprimiéndose a medida que recogía más y más hierba. Se obtenía así un cilindro que en su periferia iba rodeado de varias cintas o cuerdas que la mantenían comprimida una vez que salía de la máquina. Para esto último el que iba montado en el tractor accionaba un mecanismo hidráulico que liberaba una portezuela ubicada en la trasera del apero. Cuando se trabajaba en un prado en pendiente debía mover el tractor de modo que al caer la bola al suelo no rodase, provocando un accidente.

Las bolas de silo así preparadas debían introducirse en una bolsa de plástico para garantizar las condiciones de anoxia que permitiesen la fermentación. Pero no era un mecanismo eficiente y por lo tanto el resultado no era bueno. Además las primeras emboladoras eran de cámara fija, esto es, el recinto donde se acumulaba la hierba era fijo y la compresión necesaria para extraer el máximo de aire entre la hierba se conseguía a medida que se introducía cuanta más. Como ha quedado explicado antes durante el proceso se formaba un rollo y ocurría que en la parte central no se conseguía la máxima compresión; la combinación de la parte central poco comprimida y la externa cubierta con un plástico flojo daba malos resultados.

Para obviar estas limitaciones apareció una rotoempacadora de cámara variable. Esta contaba con un mecanismo que comprimía la hierba desde el primer momento y que se iba agrandando a medida que entraba más hasta alcanzar el máximo diámetro, momento en el cual se anudaban las cuerdas que mantenían la presión del cilindro y este era liberado al exterior.

Para completar el proceso fue necesario un nuevo apero llamado encintadora. Contaba con unos brazos que recogían la bola depositada en el suelo por la emboladora y un artilugio lateral en el que se colocaba un cilindro que contenía un rollo de plástico fino. El apero hacía girar la bola de tal modo que se iba recubriendo del plástico obtenido del citado rollo. Al final se conseguía rodear completamente de tal modo que así se garantizaba el completo aislamiento de la hierba.

Las bolas una vez encintadas se depositan unas junto a otras para almacenarlas. Se podían dejar en el propio prado, en una orilla del mismo, o bien ser transportadas hasta las cercanías de la granja. En este caso se debían mover antes de forrarlas ya que no era posible hacerlo después sin romper la funda de plástico. Se hizo necesario por lo tanto un nuevo útil acoplado al tractor consistente en una especie de lanza con la que se atravesaba el cilindro de hierba, que después se elevaba mediante el dispositivo hidráulico y permitía su transporte hasta donde se localizaba el tractor con la encintadora. Este artilugio se denomina popularmente pincho.

Para la siega se difundieron a la vez unas segadoras rotativas que además dejaban la hierba recogida en hileras, lo que facilitaba el alombillado de la misma para que después pasase la rotoempacadora. Estas nuevas segadoras se llamaban rotativas hileradoras.

Como quiera que los técnicos aconsejan que la hierba no se ensile directamente tras su siega sino que se deje expuesta al sol durante unas horas para que pierda parte de la humedad que contiene, y teniendo en cuenta el clima de la zona y que se suele hacer bolas muy pronto en primavera, se ha difundido una nueva segadora que además de hacer las funciones de las anteriores cuenta con unos dispositivos que golpean la hierba, lo que acelera la pérdida de humedad.

Esta nueva forma de ensilado se inició, como hemos indicado antes, de un modo similar a las enfardadoras de hierba seca, solo que en esta ocasión podía ocurrir que fuesen dos los que salían a jornal, uno que había comprado la emboladora y otro la encintadora, de modo que después repartían los ingresos. A veces el de la encintadora, previamente a usarla, colocaba el pincho y se ocupaba de transportar las bolas; en otras ocasiones lo hacía una tercera persona con un tractor más y cobraba por ello un tanto por bola. Pero se difundió rápidamente entre los ganaderos grandes que compraron ambos aperos además del pincho, quedando los primeros para atender a los ganaderos más pequeños que no disponían de esta maquinaria.

Esta rápida difusión se ha debido en buena medida a que se puede ensilar un prado de dimensiones no muy importantes, o bien que esté alejado de la estabulación, e incluso aprovechar un resquicio de buen tiempo durante un periodo de lluvias. Por el contrario, el ensilado en zanja exige que esté en condiciones una mayor superficie de terreno, la participación de un número de tractores superior y a la hora de su aprovechamiento es más dificultoso su manejo. Lo cierto es que en el boom inicial se ensiló de este modo una enorme cantidad de hierba, si bien con el paso del tiempo se ha ido moderando en parte debido a la carestía del plástico. En ese sentido el silo de zanja es más competitivo.

Por lo tanto ahora la sucesión es: segadora rotativa + alombilladora + emboladora + pincho de transporte + encintadora.

A la hora de utilizar las bolas se pinchan de nuevo y se transportan hasta la granja. Cuando las bolas están almacenadas en prados lejanos se cargan en un remolque para así reducir el número de viajes. Para lo mismo han ido surgiendo pinchos dobles y hasta triples además de los que se pueden colocar en la parte delantera del tractor. De este modo hoy en día algunos tractores pueden transportar hasta cuatro bolas a la vez, una delante y tres atrás, sin necesidad de remolque.

Una vez se dispone la bola en el pasillo de alimentación de la granja se debe cortar el forro de plástico y las cuerdas y después seccionar la bola para poder deshacerla ya que en realidad es como una especie de cinta de hierba arrollada sobre sí misma. La forma de hacerlo ha sido a hacha, echando después la hierba con la horquilla hasta el pesebre. Dado que este es un trabajo costoso ha surgido un nuevo apero que acoplado al tractor va desenrollando la bola a lo largo del pasillo de alimentación, facilitando así la tarea.

Para el ganadero más pequeño, sobre todo el que no cuenta con tractores del tamaño suficiente para mover una bola de estas dimensiones, la limitación más importante acontece en esta fase. Debe ir con su pequeño tractor al prado donde almacenó las bolas, cortar una con el hacha y cargarla a horquilladas en el remolque para después transportar la hierba a casa. Esta es una tarea dificultosa y más por ser realizada en invierno.