Roturación de la tierra

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En las investigaciones de campo se habla de arar y maquinar la tierra como labores de preparación de los terrenos previas a los cultivos. Por ello, para una mejor comprensión de las descripciones vamos a deslindar el contenido de ambos conceptos.

Arar consiste en remover la tierra con la ayuda del arado tradicional que posee una reja triangular y abre surcos vertiendo la tierra a ambos lados. El recorrido de vuelta al acumularse la tierra contra la desplazada en la vez anterior se forma entre surco y surco un montículo alargado. El trabajo realizado con el arado es un tipo de laboreo más superficial que el maquinado.

El vocablo maquinarse comenzó a utilizar posiblemente tras la introducción de aperos de labranza del tipo del arado brabán, a los que en muchas localidades llamaban sin más máquina, término que se ha seguido empleando a medida que se arrinconaron los bueyes y los brabanes para ser sustituidos por tractores con arados más modernos.

En el maquinado la reja ahonda más en la tierra y al contar con una amplia vertedera voltea la tierra a un lado. Cuando se realiza el recorrido de vuelta dispone de un mecanismo que permite bascular la reja de tal modo que al abrir un nuevo surco le da la vuelta a la tierra en el mismo sentido recostándola contra la movida en la anterior pasada. Esto hace que su función recuerde a la llevada a cabo con las tradicionales layas.

Arando la tierra con arado. Zeanuri (B), 1920. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: Fondo Felipe Manterola.

En Bernedo (A) anotan que la tierra arcillosa es difícil de labrar. Las laderas se han labrado con aladro, azadón y vertedera; pero hoy día han quedado llecas (yermas) y abandonadas por la baja producción. El cascajo se labraba bien pero las herramientas resultaban grandes y se usaba el aladro golpino que iba equipado con un pincho en lugar de la reja de aladro normal. Al ser rotatorio el cultivo de las tierras, tras la recogida de la patata se sembraba el trigo directamente, ya que la máquina arrancadora de las patatas dejaba removida la tierra, únicamente se pasaba la grada después de echada la semilla.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) al contar con muchas tierras arcillosas la labor con la pareja de bueyes era muy trabajosa porque la arcilla se pegaba mucho al arado. En las arenosas, las herramientas de arado, como rejones, puntas de arado y vertederas se desgastaban.

En Abezia (A) dicen que las tierras brutas o verdes son malas para trabajar. Si se empleaba el arado cuando estaban húmedas, las tierras se cuarteaban impidiendo las labores posteriores. También las tierras pedregosas son difíciles de trabajar. Antaño en primavera era habitual dedicar un tiempo a quitar las piedras de las heredades. En Argandoña (A) confirman el mismo dato para las tierras pedregosas que además son más improductivas.

En Berganzo (A) señalan que las piezas del pueblo tienen bastante piedra y a menudo hay que quitarlas para utilizar los aperos. Dificultan también la utilización de máquinas, que trabajan bien si se retiran las piedras. Se aporta el ejemplo de que hasta principios del siglo XX era dificultoso introducir la cosechadora de patatas por las continuas averías que se le ocasionaban.

En Argandoña (A) las labores de arado y rastreo del terreno anteriores a la siembra siempre se han hecho con arados y rastra de tracción animal (bueyes, vacas o caballerías). En Valderejo (A), antiguamente, todas las tierras se trabajaban con el arado y la azada hasta la aparición del brabán y luego, del tractor. La nueva maquinaria se emplea en las tierras, habiendo quedado relegado el arado a las zonas de cascajos y laderas.

En Moreda (A) indican que la labra y cava de las tierras de los valles, con azada o tractor, se realiza con mayor facilidad. En laderas resulta más dificultoso y se hace más superficialmente. En cualquier caso, en esta localidad ponen el acento en que la mejor forma de trabajar tanto las tierras de labranza como las viñas y los olivares es cuando se hallan a tempero, es decir, a los pocos días u horas de haber llovido y haber oreado las caras o superficies de los terrenos. Esta última indicación también se ha recogido en Ribera Alta (A) donde anotan la importancia del grado de humedad de la tierra porque tanto el exceso de sequedad como de humedad dificultan la labor de la azada y el arado.

En Apodaka (A) recuerdan que al labrar algunas tierras con los bueyes, si no había buen tempero, no podían meter mucho punto (regulador de la profundidad) porque los animales tenían dificultad para tirar y había que poner como ayuda una yegua por delante. Al labrar las tierras pedregosas sacan la cayuela o el alber.

En Pipaón (A) señalan que el arado se realiza con mulas mecánicas de reducidas dimensiones en terrenos pequeños y la azada es poco usada salvo para plantar y escardar las huertas donde se ponen las verduras.

En el Valle de Carranza (B), según los informantes, es necesario maquinar la tierra para conseguir que siga siendo productiva, ya que si no se compactaría progresivamente dificultando el crecimiento de los cultivos. Cuando la reja ejerce su labor, la capa superficial queda parcialmente sepultada. Como previamente se ha tenido por costumbre abonar la superficie a labrar con basura, esta también queda sepultada. De este modo –aseguran los informantes– quedan a la altura de las raíces una vez se desarrollen las plantas cultivadas. Además, la capa inferior de tierra que aflora mejora con el laboreo, la acción del sol y la acumulación de restos vegetales. Al siguiente año, al maquinar de nuevo la tierra, esta capa superficial más la materia orgánica añadida tras el abonado es sepultada y aflora la capa inferior con una buena parte de la basura que se había añadido en la campaña anterior pero ya completamente descompuesta.

En las tierras arcillosas al ser difíciles de trabajar se debía estar atento a las condiciones de humedad de las mismas, ya que se debían maquinar en el momento adecuado. Si se maquinaba demasiado húmeda se formaban con más facilidad liadas, es decir, la tierra no se desmenuzaba. Si después de trabajarla húmeda se secaba excesivamente, se endurecía hasta el punto de resultar difícil de realizar las tareas de preparación para la siembra. Por el contrario, si estaba demasiado seca, la máquina no podía hacer cortes limpios y en algunas zonas levantaba bolos, que son enormes terrones redondeados que llegaban a extraer en su fondo parte de la madre. Deshacerlos después con el rastro o el trillo era poco menos que imposible.

Cuando una tierra era muy arcilluda y por ello muy brava (difícil de trabajar), se procuraba maquinar pronto, con bastante antelación a la temporada de cultivo, para que a lo largo del invierno, por la acción de las heladas y las nevadas, la tierra quedase más fina, se decía que “para que fuese pudriendo”.

En general la introducción de los rotavatos movidos por tractores supuso un gran avance. En los terrenos pedregosos la sustitución del rastro por el rotavátor no supuso una ventaja importante ya que las cuchillas al girar se dañan. Un informante señala que procuraban recoger estas piedras cuando maquinaban una pieza sirviéndose para ello de un cesto de caminorreal[1]. Después las echaban en las rodadas que hacían los carros en los cañaos y en los baches que ocasionaban.

En Abadiño y en Urduliz (B) dicen que las tierras ligeras se labran más fácilmente que las duras, si bien en verano se secan antes. En contraposición, las tierras duras conservan la humedad y aguantan mejor los calores del verano. Las tierras poco cuidadas y no abonadas se tornan arcillosas, pero si se labran y abonan vuelven a ser fértiles. Los terrenos en pendiente son difíciles de labrar.

Goldaketan. Urduliz (B), 2016. Fuente: Akaitze Kamiruaga, Grupos Etniker Euskalerria.

En Amorebieta-Etxano (B) indican que el profundizar más o menos en un terreno no depende tanto de la tierra como de lo que se quiera sembrar. Por ejemplo, lo que se siembra en invierno requiere que el arado o la máquina profundicen porque la tierra está fría y dura; así para el maíz y la alubia hay que hundir más las herramientas de arado.

En Gautegiz Arteaga (B) señalan que es bueno arar hondo la tierra, cuanto más profundo mejor, y abonarla bien con cal y estiércol. Distinguen entre la parte más superficial, azala y la interior, barrua. La tierra que va desplazando el arado se llama zohije y los terrones que luego hay que deshacer zokilek o mokilek. Cuando la heredad estaba en cuesta, aldarra, por efecto de la operación de arar y de la erosión parte de la tierra se venía abajo. Luego había que recogerla y en el carro que se arrastra llamado narra, llevarla otra vez arriba, lurgoran egin.

En Elgoibar (G) se ha consignado que la tierra buena para trabajarla y para la producción es la arenosa. La arcillosa es mala para la labranza, requiere de mucha preparación; la caliza es blanda y se deshace con facilidad. Los informantes han conocido el trabajo con layas, arado y azada. También en Beasain (G) señalan que la tierra arenosa es buena, pero advierten que hay que ararla mucho para ahuecarla. En Hondarribia (G) los terrenos arcillosos son duros para el trabajo con aperos manuales, con auxilio animal es factible el laboreo, pero por el contrario mantienen bien la humedad.

En Telleriarte (G) confirman que la tierra arenosa es buena, pero pierde agua rápidamente. La tierra arcillosa, la pizarrosa y la rojiza son difíciles para trabajar, exigen ser labradas cuando hace calor. La tierra rojiza es mala para la labranza. La pizarrosa, mezclada con arcilla, es buena para fabricar tejas. Se ha recogido que tras arar las tierras, para todas ellas son buenas las heladas, porque esponjan la tierra.

En Roncal (N) (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) en función de la calidad del terreno varía su roturación, siendo igualmente trabajadas por la azada triangular que por el arado en los terrenos más llanos y accesibles del monte. Los terrenos inaccesibles se preparaban en bancales, mailak, para evitar los corrimientos, lurteak.

En Améscoa (N) abundan las tierras con fondo de tufa (margosas) y como esta es blanda, al hacer las labores, se va rozando con el arado la tufa y así aumenta el espesor del terreno. Es tierra que necesita mucho estiércol, de lo contrario no produce nada. En Escala y en Zudaire es donde se encuentran las tierras de más fondo del valle (Améscoa Baja).

En Aoiz (N) los suelos en general son entre medios y pesados, lo que ayuda a la retención de nutrientes, pero si se compactan, se hacen casi impermeables, lo que dificulta el laboreo y, sobre todo, el enraizamiento y la conservación de la humedad. En San Martín de Unx (N) la tierra es difícil de trabajar porque el terreno es irregular y seco por la escasez de agua. Hay lugares donde la profundidad es grande y otros donde la tierra tiene “un sano muy duro”. También hay tierras suaves, más arenosas.

En el Valle de Elorz (N), según se constató en los años 1970, en cuanto a la roturación, hace mucho tiempo que la agricultura había entrado en todos los terrenos. La excepción era la falda septentrional de la sierra de Alaiz y otras pendientes y cerros.

En Valtierra (N) las ricas tierras de La Ribera no suponían mayor dificultad para ser roturadas con la azada y el arado. Por el contrario, las tierras de las Bardenas son difíciles de trabajar, además de que las lluvias son escasas y mal repartidas. Para que la tierra no se agotara la dejaban en barbecho en años alternos y la abonaban con el estiércol de las ovejas que pastaban en la zona. En Cárcar (N) dicen que las tierras delgadas son fáciles de labrar.

Es común el dato de que a partir de los años 1960, en algunas localidades adelantan la fecha un decenio, los tractores han ido simplificando las labores de arado y rastreo, que hoy día se realizan con tractores cada vez más potentes y más capaces de arrastrar aperos de mayores dimensiones (Apodaka, Argandoña, Bernedo, Pipaón, Treviño y La Puebla de Arganzón-A; Ajangiz, Ajuria, Gautegiz Arteaga, Nabarniz-B; Berastegi-G; San Martín de Unx, Valtierra-N).

En Bernedo (A) consignan que hoy día hay menos familias que viven de la tierra y solo se cultivan las tierras de las hondonadas con tractores y maquinaria moderna. En Abadiño (B) precisan que en el término municipal hay muchas propiedades en las que la pendiente es considerable lo que hace que el uso de tractores sea peligroso por el riesgo de vuelco. En Aoiz y en algunas zonas del Valle de Lónguida (N) señalan que hay muchos campos emplazados en laderas de pendientes pronunciadas lo que dificulta el laboreo y hace que la erosión sea grande.


 
  1. Se trata de cestos de corrumbas o flejes, de menor tamaño que el tradicional carpancho que se usaba en las casas de labranza y que era utilizado sobre todo por los camineros para acarrear grijo y por los “trabajadores de la vía” para el balastro.