Primera roturación

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En terreno comunal

Hacia mediados del siglo XX por diversas razones como la necesidad de aumentar la producción, los problemas derivados de la concentración parcelaria y el atender las demandas de familias pobres, se roturaron terrenos ganados al bosque. En las localidades que disponían de comunales, como en los territorios alavés y navarro, las roturaciones se hicieron en dichos terrenos, en otros lugares se llevaron a cabo en montes de propiedad particular. Inicialmente se sembró patata, aunque no únicamente. En algunos casos luego se han abandonado o realizado plantaciones de árboles.

A continuación se aportan algunos ejemplos extraídos de nuestras encuestas de campo. El método en que se hacían las roturaciones se trata en el capítulo dedicado a la preparación del terreno y la siembra.

En Abezia (A) se denomina rotura al terreno de monte, propiedad del ayuntamiento o del pueblo, que se cultiva. Para lograrlo, primero es necesario limpiar o levantar el monte. Lo normal es dividir el terreno en trozos iguales y sortearlos o bien repartirlos entre todos los vecinos. Se otorga la concesión para diez años, a cambio de una renta, otras veces se prolonga hasta la jubilación. Las roturas se empezaron a utilizar de forma masiva en los años 1950. Antes de esa fecha, únicamente se trabajaban los mejores suelos, pero desde entonces la necesidad de aumentar la producción obligó a incrementar la superficie cultivada y la roturación se convirtió en una práctica generalizada.

En Argandoña (A), en los años 1960, coincidiendo con la concentración parcelaria se produjo un nuevo proceso roturador de los bosques más cercanos a la localidad, que aumentaron el número de parcelas, en este caso comunales. Los informantes señalan que los roturos o piezas ganadas al bosque mediante la eliminación de árboles y matorrales, si son en terrenos llanos terminan siendo productivos, pero si se trata de laderas junto al monte su productividad es menor, con una alternancia de cultivos escasa y mayor tiempo de barbecho o descanso. La explotación del bosque, casi exclusivamente reducida a la tala de árboles para leña, se fue reduciendo progresivamente, y hoy es el día en el que hay pueblos que no llevan a cabo las suertes de leña porque apenas se consume este material en las casas.

En Bernedo (A), en los pueblos de la comarca, ha habido más terreno de monte que de labor. En los últimos cincuenta años se ha roturado bastante monte. Las tierras cercanas al río, que eran ricas en humedad, estaban dedicadas a prados comunales del pueblo que los controlaba el concejo. Hoy después de la concentración parcelaria se han levantado y dan buena producción con la ayuda de herbicidas químicos. Los roturos se levantaban en terreno común. Se repartían entre los vecinos o se subastaban por un período de tiempo. Eran propiedad del pueblo pero en ocasiones se han vendido.

En Pipaón (A) hay terrenos comuneros que se parcelaron para entregárselos a los vecinos que los demandaron, y se labraron entre los años 1949 y 1964. Las parcelas medían diez fanegas y se pagaba por ellas 4265 ptas. al año. Cuando se abandonaron los cultivos, se plantaron pinos en todo el terreno.

En Ribera Alta (A) las roturas o roturos son fincas próximas al monte, con tierra de peor calidad, propiedad de una junta administrativa. Cada cinco años esta saca los roturos a subasta entre los labradores que la constituyen. El labrador que más dinero ofrezca, se los quedará y los podrá labrar durante un lustro. En los últimos años, por el envejecimiento de la población, las roturas se ofrecen también en subasta a los labradores que forman parte del ayuntamiento de Ribera Alta.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) entre los años 1945 y 1950, Albaina, Bajauri, Fuidio, Laño y Obecuri roturaron grandes extensiones de terreno llamadas rasas, para la siembra de patata de consumo y de siembra de la CAPA (Caja de Ahorros Provincial de Álava). En aquellos años sacaron muchas toneladas de siembra y de consumo. En muchos de estos roturos tenían casas de ladrillo para el albergue de temporeros, (siembra, escarda, saca y recogida de patata). Pegando a estas cabañas se ubicaban las cuadras para bueyes y caballerías. Conviviendo con los temporeros se quedaban varios miembros de la familia que los contrataba. Los roturos se concedían por diez años y luego pasaban a los vecinos de los pueblos propietarios, cada uno su parcela, por un largo período de tiempo. Hoy no queda ninguno cultivado, muchos plantaron pinos. He aquí los nombres de algunos roturos: Albaina y Fuidio; el comunero de la Rasa; Bajauri, el Espinar, comunero de Lagrán; Raso de Biolanda, Pariza, Pericón y Laño; La Busturia, Bajauri. Estas roturaciones las llevó a cabo el Instituto de Colonización y Desarrollo.

En Iruña de Oca (A) se ha consignado que en algunos pueblos de los entonces ayuntamientos de Nanclares e Iruña, entre los años 1940 y 1955, se roturaron terrenos que eran choperas o monte bajo para sembrar cereal, patata, remolacha o veza.

En Valderejo (A), hasta los años 1930, además de las zonas bajas del valle se dedicaron a la labranza amplios espacios hoy cubiertos por pastos y arbolado, principalmente los ubicados en las laderas más próximas a la parte baja del valle y en zonas intercaladas entre montes, arbolado y bosque. Estos espacios fueron abandonados progresivamente debido a la dificultad para trabajarlos y su escasa producción.

En Aoiz (N), principalmente en el Valle de Lónguida, se roturaron zonas arbóreas de bosque para aumentar la superficie de cultivo, dando lugar a laderas y zonas amesetadas de fácil acceso. Después de un tiempo se abandonaron aunque aún se pueden observar resituadas con la concentración parcelaria. En el Valle de Arce no quedó otro remedio más que ganar al bosque algunas pequeñas superficies, cercanas al pueblo, para cultivo de cereal y forrajes. En la toponimia se encuentran algunos nombres de lugares que conservan el sentido de tierra recién roturada para su laboreo: Berro, Berroeta, Berroetasoro...

En el Valle de Roncal (N) (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) todo habitante del valle tiene derecho a cultivar en los comunales, excepto donde exista arbolado y vivero de masa forestal. También quedan excluidos de este derecho los reservados del Valle. Los carasoles pueden ser roturados aunque tengan arbolado si no se va a usar en ingenios madereros según decida el ayuntamiento del lugar. Pero antes de roturar se avisará, negándose la posibilidad sobre mosqueras (arbolado destinado a que caloree el ganado a las horas de mayor calor en el verano, suelen ser muy sombríos), majadales, cañadas, saleras y sesteadores de ganado (paraje donde abundan las setas que suele comer el ganado). En el paraje de Larraza bajo Arrakogoiti el ayuntamiento lo alquilaba a ganaderos para el pastoreo de los animales, prohibiéndose cultivar a pesar de ser rico en corrientes de agua.

En Viana (N), en tiempos pasados, los pobres que no disponían de tierra labraban algún trozo del comunal donde podían, muchas veces en laderas pendientes, o cultivaban alguna pequeña superficie de tierra, huertos, junto a los riachuelos. Casi siempre las autoridades municipales lo consentían y han llegado hasta nuestros días, a veces se pagaba al ayuntamiento algún pequeño arriendo por estas tierras ocupadas. A finales del siglo XVIII tuvo lugar el famoso “pleito de roturas”, porque muchos vecinos roturaron bastantes tierras sin autorización, fueron denunciados por la Diputación del Reino, y tanto el ayuntamiento como las parroquias vianesas salieron a favor de estos vecinos.

En cuanto a labrar tierras comunales, ha habido desde siempre muchos abusos por parte de los labradores más pudientes, que se acentuaron con la llegada de los tractores. Lo más sangrante es que han desaparecido muchos caminos, laderas, zonas de matorral, regajos, etc. así como las cañadas reducidas de sus antiguas medidas a la mínima anchura. Hoy día, muchas de las tierras de los valles del norte, sobre todo las situadas en pendientes laderas, han dejado de cultivarse.

Junto al río Ebro se situaba un bosque de considerable extensión, el llamado Soto Galindo, que a principios del siglo XX fue, en su mayor parte, roturado y dividido en parcelas para repartirlas a los vecinos con unas condiciones. El solicitante debía acreditar estar casado y no disponer de muchos bienes. Se concedían mediante sorteo, una parcela de regadío de dos robadas y otra de secano de cuatro robadas para poder cultivarlas durante cuatro años, sin pagar ningún tipo de contribución, excepto el canon del agua por los riegos.

Muchos vecinos, en lugar de cultivarlas directamente, por lo alejadas que estaban, a más de cinco kilómetros, y no disponer de medios propios para su cultivo, se las cedían a otros por cierta cantidad de dinero, de tal forma, que había terratenientes que cultivaban muchas parcelas municipales. Desde hace algunos años y con la llegada de la industria y del bienestar, ya no se reparten parcelas a los necesitados, sino que se subastan grandes lotes de tierras a los interesados en su cultivo.

En Zeanuri (B), debido a la escasez de alimentos, se roturaron nuevas tierras, lurbarriak, para la siembra de patata en el lugar denominado Saldropo. Estos terrenos, situados a 600 m de altitud, a la altura del puerto de Barazar, eran en su mayoría comunales, herri-lurrak y estaban cubiertos de árgoma, otatzak, o eran jarales, beresiek, o robledales, haresduiek. En las labores de roturación participaron principalmente vecinos del barrio próximo de Ipiñaburu que acudían con sus yuntas y arados a voltear la tierra, makinetu. Según los informantes, la superficie roturada superó las 30 ha y las siembras de patata se repitieron durante cinco o seis temporadas. Hasta esos años apenas se cultivaba patata en las heredades particulares del municipio.

En Lanestosa (B) los cierros son terrenos de monte roturados. En la posguerra civil, debido a la falta de alimentos, en los dos primeros años, los cierros se dedicaron al cultivo de la patata. Eran tan productivos que algunos vecinos vendían la mayor parte de la cosecha. Pasados dos años el cierro se convertía en pradería, para lo cual, llegado el otoño, se echaba a voleo la granuja (grana de la hierba que se había recogido en seco para alimento del ganado). Esta misma labor se empleaba en aquellas piezas que igualmente se querían convertir en prado, si bien la granuja era sustituida, en ocasiones, por la alfalfa o el trébol.

En Liginaga (Z) elge es el nombre genérico de los terrenos de la vega que primitivamente fueron objeto de roturación colectiva. En el Valle de Roncal (N) (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) se ha consignado la denominación artigazo para el terreno donde se ha cortado la masa arbórea y se ha roturado.

En propiedad particular

En Sara (L), según recogió Barandiaran en los años 1940, las roturaciones se efectuaban en terreno de propiedad particular, no en los comunales. La nueva pieza de cultivo, formada así en terreno antes inculto, se llama luberria (tierra nueva). Lo primero que se sembraba en esta tierra era la patata. En Donoztiri (BN) la heredad nueva se conoce como lurberria, en Telleriarte (G) luberrie.

En Lapurdi la apertura de nuevas áreas de cultivo se conoce como lur ateratua o lur berritua y para ello era necesario roturar la tierra. Habitualmente el desmonte temporal, labakia o lur ebakia, se llevaba a cabo en lugares de media montaña, cerca de los comunales, herriko lurrak, que a su vez han sido también recurso y reserva para roturaciones.

Roturación en terreno particular. Forua (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

Tradicionalmente el procedimiento seguido para roturar, labakitu, un terreno, por ejemplo en las laderas del monte Larhun en Sara, era el siguiente: primero se buscaba un rellano, se deforestaba y quemaba la zona. La parcela quemada, larrekia, se desempedraba, utilizando el material extraído para levantar una cerca. Las cenizas se expandían sobre la tierra a cultivar.

En Gautegiz Arteaga (B) se ha recogido que después de la guerra civil de 1936 se ganó terreno de labranza a costa de talar espacios que eran monte y roturarlos después. Para esa operación el informante utiliza la expresión: “basoa heundietu egitten zan” (se roturaba el monte). Había que extraer de raíz los árboles valiéndose de la herramienta denominada bazter-atxurre o heundi-atxurre. Se hincaba la herramienta en derredor del árbol, las raíces laterales se cortaban con el hacha y se sacaba el árbol de raíz. Luego se volteaba con la herramienta citada y con ella se labraba también la tierra. Estas roturaciones denominadas lur barrijek, tierras nuevas, eran buenas para la siembra de la patata porque estaban bien abonadas por la cantidad de hojas caídas y podridas en ella, lur ustela. Los datos recogidos en Nabarniz (B) son similares. En el alto de Gerekiz (Morga-B) hay una casa construida en el monte, en una zona roturada, a la que han puesto el nombre Lurberri.

En Mezkiritz (N), en tiempos pasados, las nuevas roturaciones, labakiek, lo primero que se sembraba era trigo. La informante señala que después de la siembra su padre recitaba la siguiente jaculatoria: “Jaungoikoak duela parte; aingeruek bertze hainbertze, eta gaiztoek ez batere” (que Dios ayude, los ángeles también y los malos nada).

En Hondarribia (G) se ha consignado un caso singular que en su momento tuvo importancia. Se cultivaron tierras ganadas a las márgenes del río, erriberak, que resultaron muy feraces. Con una mezcla de barro y ramas se hacía una masa de la que mediante cortes se sacaban una especie de ladrillos llamados zohiak, que pesaban de 15 a 20 kg cada uno. Se cargaban en botes y al descargarlos, con ellos se formaban muros, llamados lezones (del euskera lezoi = trinchera), ganando así terreno al río. La primera capa era de piedra y grava, y sobre ella se iban montando los citados zohiak.

Este trabajo se hacía en fajina, por hermandades. Por ejemplo, una vez lograda la autorización del ayuntamiento, los pescadores interesados en el asunto, en invierno que apenas había pesca, formaban un grupo que realizaba la labor descrita durante un buen número de jornadas. Finalizadas estas, se repartían los terrenos ganados en proporción a lo que cada uno había trabajado.

De esa forma se fueron ganando nuevas e importantes extensiones de terreno, como la zona del aeropuerto, por ejemplo. Con el dique de protección, la tierra rescatada se cultivaba aunque quedaba de 2 a 2.5 metros por debajo de la pleamar. Eran los mejores terrenos de cultivo, que recibieron nombres de santos: san Pablo, san Pedro, etc.