El lino en el paisaje agrario

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Decía el año 1932 Daniel Nagore: “…la desidia de nuestros labriegos dejó perder la fama de que antaño gozaron los linares de la Burunda y la Barranca. En 1870 alcanzaba 5000 robadas (460 hectáreas) estas plantaciones de flores de lino y ascendían a 250 000 kilogramos la cantidad de hilaza producida. A estos productos había que añadir los 5400 kilogramos de aceite de linaza que era muy estimado[1].

Estudiando la antigua estructura agraria de la Navarra Media Oriental señala Salvador Mensua que los linares eran una unidad de paisaje agrario constante en todos los núcleos rurales. Tenía un carácter parecido a los huertos hasta el punto que en algunos pueblos de la Valdorba (N) el vocablo linar servía para designar también a los huertos. Al igual que a estos se les destinaba una porción de tierra próxima al pueblo, a ser posible con agua para riego; tienen un parcelamiento minifundista y, como los huertos, son las tierras de más vieja explotación del pueblo y las de mayor tributación.

Los linares proporcionaban un elemento fundamental de la economía autárquica: la fibra textil. Una fibra agrícola que en Navarra compitió con el lino fue el cáñamo, del que daremos algunas notas al final de este capítulo. De origen árabe fue cultivado en los regadíos del Ebro. El lino de origen norteño conquistó, como planta textil insustituible, a las sierras septentrionales porque se acopla mejor a las condiciones climáticas de estas con mayor humedad ambiental. Por eso los pueblos de emplazamiento más alto tienen mayores linares. En Olleta -Valle de la Valdorba, cerca de Tafalla- se declaran hasta 65 piezas de linar.

Tanto los linares como los huertos constituían las piezas más delicadas del espacio agrícola, las más entrañables en la concepción de la propiedad particular del agricultor, las más incorporadas a su patrimonio familiar[2].

En San Martín de Unx (N) llaman linares a las huertas, tal como dice la copla:

En San Martín, a los huertos
también los llaman linares,
porque hace años se sembraba
lino para los telares[3].

El cultivo del lino figura en Ataun (G) desde la fundación de sus primitivas casas. Fue uno de los géneros incluidos en el tributo de diezmos y primicias. Su industria en los siglos pasa dos –hasta el siglo XIX– había estado muy arraigada en el pueblo y constituía la ocupación habitual de un sector importante de sus vecinos. Antaño apenas había caserío que no cultivara el lino.

En nuestras encuestas de Moreda (A) y Viana (N) se constata que los vecinos diezmaban y primiciaban, esto es, pagaban sus diezmos y primicias a la iglesia entre otros productos con el lino. Tal como registran los libros de tazmias de la villa de Moreda, las plantas de lino de cuyos tallos se obtienen fibras textiles a la hora de diezmar eran conocidas con la denominación de hilazas.

En Viana estas donaciones quedaban registradas en los libros parroquiales y figuran todos los años a partir del siglo XVI y las cantidades de lino y cáñamo entregadas en concepto de diezmo; se cuentan por mañas, manadas, o pequeños fajos. Estas entregas perduraron hasta la supresión de los diezmos por razón de la desamortización de los bienes de la Iglesia en 1837.

Noticias del siglo XVII indican que las localidades navarras de Olite y Tafalla pleitearon con las de la Valdorba porque estas contaminaban con el lino el agua del río Cidacos[4]. Para comprender las razones de este litigio hay que tener en cuenta que el agua donde se introducían las plantas de lino para su remojo durante su tratamiento quedaba contaminada y perjudicaba tanto a los peces como al ganado porque no era apta para beber. Además emanaba un hedor desagradable tal como constataba a finales del siglo XVIII el escritor vizcaíno Juan Antonio de Mogel en su obra Peru Abarka.

Un siglo más tarde Vicario de la Peña escribía que una antigua costumbre señorial, fielmente observada en el Valle de Carranza (B), era la de dedicar los labradores una parte del terreno todos los años al cultivo del lino que daba un excelente resultado[5].

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Nuestra encuesta etnográfica llevada a cabo durante los años 2002 y 2003 ha recogido datos referentes a su antiguo cultivo en las siguientes localidades de Vasconia:

En Álava: Abezia, Apodaka, Berganzo, Bernedo, Domaika-Valle de Zuia, Moreda, Pipaón, Treviño y La Puebla de Arganzón, Valderejo.

En Bizkaia: Abadiño, Amorebieta-Etxano, Bedarona, Valle de Carranza, Kortezubi, Zeanuri. En Gipuzkoa: Ataun, Beasain, Berastegi, Elgoibar, Telleriarte-Legazpi, Zerain.

En Navarra: Améscoa, Cárcar, Muez, Iturgoyen (Valle de Guesálaz), Valle de Lónguida, Villanueva de Arce, Lacabe, Arrieta, Meoz, Ugar (Valle de Yerri), Urdiain, Ustárroz, Isaba, Urzainki, San Martín de Unx, Valtierra, Viana.

En el País Vasco continental: Liginaga, Sara, Uhartehiri, Donoztiri.

El lino se obtenía de las siembras domésticas: en algunos casos se vendía el excedente, pero la mayoría de las veces lo obtenido era exclusivamente para uso doméstico. Tras su siembra y recolección tenía lugar en el mismo caserío el proceso de la transformación de la planta en fibras textiles.

Recolección del lino. Aramaio (A), 1987. Fuente: Gerardo López de Guereñu, Grupos Etniker Euskalerria.

En muchas casas se conservan todavía en armarios roperos: sábanas y manteles de lino producidos y trabajados en el mismo pueblo. Algunas de estas telas bordadas con hilo de colores sirven actualmente como manteles festivos. En casos cubren la mesa del altar de las ermitas de la vecindad (Zeanuri-B).

En el área encuestada el lino se dejó de sembrar en el primer tercio del siglo XX[6]. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, en la mayoría de las localidades encuestadas hemos podido registrar un recuerdo ya un tanto desdibujado de su antiguo cultivo que se ha conservado en la memoria de nuestros informantes más ancianos[7].

La Sociedad de Eusko Folklore creada por Barandiaran el año 1921, contó con colaboradores que pudieron registrar etnográficamente el cultivo del lino, cuando todavía su memoria y tratamiento estaban vigentes. Este es el caso de los relatos registrados por José Miguel de Barandiaran a finales de los años 1930 en el País Vasco continental, los de Arin Dorronsoro en Ataun, los de José M.ª Satrustegi en Urdiain en los años 1960 y los de Luciano Lapuente en Amescoa (N) en los años 1970. El Padre Julián Alustiza, O.F.M. publicó en euskera en 1981 la obra Lihoaren penak eta nekeak recogiendo los testimonios orales de los últimos cultivadores del lino en el área meridional de Gipuzkoa.

Nuestra descripción de su cultivo y de su elaboración se basa en estas investigaciones etnográficas y se complementa con las aportaciones de las encuestas etnográficas llevadas a cabo más recientemente por los Grupos Etniker.


 
  1. Daniel NAGORE. Las posibilidades agrícolas de Navarra. Pamplona: 1932, p. 129.
  2. Salvador MENSUA. La Navarra Media Oriental. Zaragoza: 1960, pp. 101-102.
  3. José María IRIBARREN. Vocabulario navarro. Pamplona: 1977, p. 319.
  4. José de CRUCHAGA. La vida en el Valle de Orba. Pamplona: 1977, p. 123.
  5. Nicolás VICARIO DE LA PEÑA. El Noble y Leal Valle de Carranza. Bilbao: 1975, p. 163.
  6. La última siembra que se recuerda en Zeanuri (B) fue el año 1947 y la llevó a cabo Juliana Atutxa en el barrio Zabalea.
  7. Para ilustrar este capítulo se ha contado con un reportaje del cultivo y transformación del lino llevado a cabo en 1987 por el Seminario Alavés de Etnografía (Etniker Álava).