Estiércol

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En tiempos pasados las diferencias en cuanto al uso del estiércol en ambas vertientes no fueron tan acusadas como hoy en día, ya que había un mayor equilibrio entre el ganado con el que contaba cada casa y las tierras de labor. Pero con el paso de las décadas ocurrió que en la vertiente atlántica se produjo una especialización cobrando mayor importancia la ganadería a la vez que se reducía la superficie cultivada, que era la que mayor cantidad de estiércol necesitaba, mientras que en la mediterránea adquirió mucha mayor importancia la agricultura en detrimento de la ganadería a la vez que se introducían tractores que desplazaron a los animales de trabajo, que también producían abono.

Vertiente mediterránea

En Abezia (A) el estiércol se ha considerado el abono más natural y es el más empleado. Se obtiene a partir de los excrementos del ganado, que se dejan amontonados en una esquina de la cuadra o en una segunda cuadra para su posterior uso. Puede ser de vaca, oveja, yegua, cerdo, gallina, etc., y cada uno tiene sus propias características.

El de ovejas es considerado el más suave, contiene menos paja y se destina a la huerta. Los consultados consideran que es el mejor estiércol, el “más concentrado”. Lo normal es ir echando nuevas camas en la cuadra de las ovejas, sin retirar las anteriores; así se va mezclando. En la primavera las ovejas entran mojadas a la cuadra y desprenden una grasa que tienen adherida a la lana lo que, según afirman, da al estiércol una categoría especial. Solo se saca de la cuadra dos veces al año. En las huertas se suele utilizar este estiércol porque es el más fácil de trabajar.

El de gallinas es muy fuerte y no se genera mucho por lo que suele echarse poca cantidad en los campos. El gallinero solía estar colocado encima del montón de estiércol de las vacas, porque la basura daba calor a las aves. En cuanto amanecía las gallinas salían a la calle y por la noche regresaban a dormir sobre el palo largo colocado junto al montón de basura; así al pasar casi todo el día fuera, apenas generaban basura.

Lo mismo puede decirse de las yeguas. El más abundante es el de las vacas, mezclado con hoja y paja.

No es habitual reunir diferentes estiércoles, aunque a la hora de echarlos en la tierra no hay problema en juntarlos.

Los consultados recuerdan que el estiércol estaba menos tiempo almacenado que en la actualidad porque cuando llegaba el momento de labrar la tierra se sacaba de la cuadra y se abonaba para evitar que se secara. Se sacaba mediante angarillas o carretillas, se trasladaba a las tierras en carros y se dejaba en montones para posteriormente extenderlo por toda la finca con bieldos.

Solía verterse en las fincas en octubre, en menguante, para que se deshiciese pronto, antes de maquinar. Según afirman no era conveniente echarlo en creciente porque se secaba.Lo mismo ocurría con la paja; si al verterla hacía buen tiempo se enterraba para evitar que se la “comiese el sol”. En los prados se esparcía en primavera, siempre que existiese un sobrante después de abonar las fincas. Este abono se echaba a voleo, es decir, a mano y con bieldo, hasta la introducción de la máquina abonadora hace unos años.

Los estercoleros no se construyeron hasta épocas recientes. Hasta entonces no eran necesarios porque se acumulaba poca basura, ya que no solía haber muchos animales en casa.

Se preparaba además un abono a base de hojas, tierra, ceniza y nitrato.

En Apodaka (A) el estiércol o basura se obtenía a partir de la paja que se ponía de cama en las cuadras mezclada con orines y excrementos de ganado. A los bueyes y vacas se les quitaba con el bieldo cada quince días cuando se sacaban a beber agua y se ponía en un montón que estaba en una esquina de la cuadra; encima solían estar los palos del gallinero donde pasaban la noche las gallinas.

Los cerdos hacían mucha basura y se sacaba en cestos al hombro; para no mancharse se protegían con un saco en forma de capuchón sobre la cabeza. El cesto con la basura se vertía en el carro o se echaba al montón de la rein.

La de las yeguas se sacaba cada dos meses ya que hacen menos basura, lo mismo que las ovejas y las cabras.

El montón de la cuadra, si el tiempo lo permitía, lo llevaban en el carro a la pieza y si no a otro montón. En algunas casas sacaban la basura a este montón, donde fermentaba desprendiendo humo.

Hasta los años sesenta traían basura de Vitoria, llamada policía. La transportaban en carros y la mezclaban con el estiércol de casa. Cuando la mezcla estaba curada la llevaban a las piezas con carros; la dejaban en montones y cuando iban a ararla la extendían con el biel.

En la actualidad antes de la siembra de las hortalizas la tierra debe de ser preparada con esmero, a mano con la azada o palazada, o mecánicamente con la motoazada, popularmente llamada “mula mecánica”. A continuación se esparce abono químico o estiércol. Esta segunda opción es cada vez menos usada debido a la escasez de ganado que produzca este abono natural o estiércol. De hecho son escasos los agricultores que utilizan estiércol, llamado basura, para abonar las piezas. Solo en los lugares donde existen granjas o en donde es común encontrar ganado en las cuadras de las casas lo utilizan de manera habitual para abonar los campos

En Moreda (A) antes de la llegada de los abonos minerales se empleaba el estiércol de los animales conocido como ciemo o basura. Se sacaba todos los meses a los muladares transportándolo en los capazos de los ganados o en carros y de aquí se llevaba a las fincas. El muladar era el lugar donde se echaba el estiércol o basura de las casas. Solía estar en un rincón de las eras o a orillas de los ríos y caminos, en terrenos de fácil acceso, extramuros de la villa y donde no estorbase. Las huertas también eran sitio apropiado para dejar el estiércol, por lo menos hasta que se volviese a coger para esparcir sobre las piezas antes de sembrarlas.

El ciemo se obtenía a partir de la descomposición de la la cama del ganado mezclada con las deyecciones líquidas y sólidas de los animales, especialmente de las caballerías, cabras, cerdos, conejos y gallinas. La putrefacción de la paja o reprodrimiento hasta fermentar y quedar muerta solía durar un mes, de ahí que ese fuese el tiempo en que las cuadras se sacaban y limpiaban.

La composición de los estiércoles variaba según la cama, el tiempo que se usaba, la clase de animales que producían las deyecciones y el alimento que estos recibían. Dicen que el mejor ciemo era el de las cuadras de ganados y caballerías; también era apreciado el de corrales de ovejas y de cabras; apenas hay establos de vacas; manifiestan que el peor es el de pocilgas de cerdos.

Antaño el empleo de abonos naturales para fertilizar los campos, sembrados, huertas, viñas y olivares, era normal durante todo el año. Hace medio siglo el abono natural compuesto por ciemo, estiércol, basura, heces, etc., era el único abono fertilizante que se conocía y por tanto el único utilizado.

Recuerdan en esta población que tanto viñas como olivos se acollaban. Este trabajo consistía en meter dentro de la tierra y junto a la cepa y olivo ciemo de ganado y luego taparlo con la azada en forma de pernada. Un año se hacía en una viña y olivar y al siguiente en otro y así sucesivamente todos los años. Esta operación duraba para unos cinco años.

Estercolando. Apodaka (A), 1950. Fuente: Isidro Sáenz de Urturi, Grupos Etniker Euskalerria.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, con motivo de la paulatina desaparición de los ganados de labor y la consiguiente mecanización del campo, los labradores han ido comprando anualmente abonos preparados en fábricas.

En Bernedo (A) hoy no hay ganados en las cuadras como en tiempos pasados. Entonces eran ellos los que proporcionaban el abono con sus excrementos, que se conocía con el nombre de ciemo.

Del cortín o pocilga de los cerdos se sacaba la basura una o dos veces a la semana. A las caballerías y bueyes se les retiraba cada quince días y se les echaba paja al suelo para cama. Esta basura se amontonaba en un rincón de la cuadra y cuando estorbaba se sacaba con el carro y se llevaba a la cabezada de una pieza donde se dejaba en un montón para que fermentara hasta que se extendiese por toda la pieza antes de labrarla.

La basura del corral de las ovejas se consideraba la de mejor calidad y se retiraba una vez al año. De tiempo en tiempo les echaban paja para que las camas estuviesen limpias, así que a lo largo del año el nivel del suelo crecía considerablemente. La basura de las aves también se estimaba de muy buena calidad pero resultaba fuerte porque podía quemar plantas por lo que se mezclaban con otra basura.

A los montones de basura se les daba vuelta para que fermentara toda y no solo lo que estaba en el núcleo del montón. Esta operación la practicaban los días de menguante.

En Pipaón (A) el abono natural se hacía del estiércol de los animales y la paja que tenían para cama; se llamaba basura.

Las heces de los animales que se sacaban durante la limpieza de la cuadra se amontonaban para su fermentación en la era o en el lugar más cercano de que se dispusiese. De todas maneras, primero se iba amontonando en la cuadra cada vez que se limpiaba la cama del ganado y el cortín de los cerdos; cuando había mucha se sacaba a la era donde se iba apilando.

En los campos se esparcía la basura con horquillos y, una vez extendida, se labraba la finca.

En Ribera Alta (A) el estiércol se sacaba de la cuadra en menguante, se llevaba al estercolero que estaba próximo a los establos, se depositaba allí y periódicamente, pero siempre en menguante, se removía. Hacia finales de verano se repartía en montones por las fincas y se procedía a esparcirlo. Se dejaba sobre la pieza esparcido durante un tiempo y una vez que se araba, por octubre, quedaba enterrado. Cuando comenzaron a llegar los tractores, fueron desapareciendo los bueyes y vacas que se empleaban para trapear y los machos de las cuadras y así se perdió la principal fuente de estiércol.

En Agurain (A) el estiércol de vacas y bueyes tenía antes más importancia porque en las casas de los agricultores se contaba con más cabezas de ganado que en la actualidad. Ahora va quedando como un complemento de los abonos químicos. El estiércol de las ovejas es de más calidad y por ello era algo más solicitado. En general cada agricultor utilizaba el estiércol que producían sus animales, que no representaban gran cantidad y se echaba a la tierra antes de maquinarla para la siembra.

El estiércol se amontona detrás de la casa, donde tienen animales como cerdos y vacas, para luego distribuirlo por las piezas.

En Iruña de Oca (A) el estiércol se retiraba de las cuadras cuando se cambiaban las camas de ganado, tanto vacuno como de cerda. Ayudados de un arpa llenaban los cestos que se sacaban al hombro al carro. Para no mancharse, la persona que se ocupaba de esta labor colocaba sobre la cabeza un saco de yute a modo de capucha, que le cubría también la espalda. Cuando el carro estaba lleno, el estiércol se llevaba a las fincas, donde se almacenaba en un montón. Había veces que a este montón se le echaba agua para que así fermentase. Se extendía por la pieza antes de maquinarla de tal modo que al darle la vuelta a la tierra el estiércol se mezclase. Se guardaba un carro de basura para echarlo en las huertas.

También se utilizaba el abono de las gallinas, aunque había que tener cuidado ya que al ser muy fuerte podía quemar el cereal; en cambio se consideraba que iba muy bien para la remolacha.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) como en todas las casas contaban con ganado de labor y cerdos, por lo que tenían abundante basura en las cuadras.

Cuando quitaban las camas, las depositaban en un montón en un rincón de la cuadra y llegado el momento de sacarlas, ponían el carro cerca de la puerta, con un arpón llenaban el cesto y luego una persona ayudaba a la otra a cargarlo al hombro. Para que no les cayese basura al cuerpo se ponían un saco en forma de capucha sobre la cabeza, que les cubría esta y la espalda. El cesto lo vaciaban en el carro. Cuando el tiempo era malo en las casas que tenían era o rein lo depositaban en un montón con la ayuda de cestos.

En los pueblos del Condado en que las casas forman calles, cuando cargaban el carro la llevaban directamente a la pieza; allí la descargaban en pequeños montones para luego extenderla con el arpa. Una vez esparcida procuraban labrar la tierra para taparla ya que si permanecía al sol varios días perdía eficacia.

Una vez se empezó a tener tractores, como se seguía teniendo ganado: vacas de leche, cerdos, ovejas, etc., la basura la cargaban en el remolque y la llevaban directamente a la pieza, desapareciendo de esta forma los montones que se veían a la entrada de muchos pueblos y que tanto los afeaban.

Se esparcía en las fincas que se iba a sembrar tardío: patata, alubia, maíz, remolacha, etc. Para las huertas se apartaba un carro de basura bien curada.

Hoy prácticamente ha desaparecido, solo cuentan con ella los que se dedican a las granjas de cría o engorde y los que tienen rebaño.

En Berganzo (A) cuando se aproximaba una tormenta se barrían las calles y la basura acumulada se amontonaba en pilas grandes en varios de los caminos. Esta basura consistía en el estiércol que había ido despositando el ganado por el pueblo. Tras la tormenta se le daba la vuelta y se utilizaba para abonar los caparrones. Se decía que así los caparrones salían en ocho días.

El estiércol era el tipo de abono más abundante y más económico y por lo tanto el que más se utilizaba, sobre todo dependiendo de la economía de cada casa. Se amontonaba en las cuadras, en las calles del pueblo y en las cabañas. Se consideraba que era mejor remover el estiércol en menguante para que se recociese y se hiciera basura, porque si se removía en creciente en vez de recocerse se secaba como la paja. Se llevaba a las tierras en carros, se dejaba en montones y luego se esparcía. Si hacía buen tiempo, tras esparcir la basura se enterraba para que no se la comiera el sol.

Distribuyendo abono mineral. Argandoña (A), 2003. Fuente: Juan José Galdos, Grupos Etniker Euskalerria.

La mejor basura era la de oveja por estar más concentrada, solo se sacaba dos veces al año del corral. No se solía comprar, cada uno utilizaba la que producían sus animales, algunas veces se llegaba a un acuerdo con el pastor, se le proporcionaba la paja y él a cambio daba la basura. La época de estercolar era en octubre y en marzo coincidiendo con la siembra del cereal y la patata.

En Valderejo (A) se empleaba el estiércol que se generaba en las cuadras.

En Aoiz (N) entre los abonos naturales se encontraba el estiércol procedente principalmente de ovejas y cabras, denominado algunas veces como fiemo y siempre como alchirria. Aunque tal vez pueda observarse la distinción entre fiemo, placa compacta formada por el excremento de las reses y la paja de la cama procedente de los rediles, y la alchirria, formada por las cacolas, el excremento suelto sin apenas paja. En el Valle de Arce también se empleó el excremento de las vacas para abonar los campos.

El estiércol se obtenía y se obtiene de los lugares de estabulación, casi siempre pertenecientes a los rebaños de la casa. En poblaciones más grandes, como Aoiz y Oroz Betelu, podía suceder que el pastor lo quitase y el hortelano lo recogiese, bien porque este último quedaba con el pastor y él mismo lo tomaba del redil o bien haciendo un negocio o cambio. El modo de extracción era cortar la placa de fiemo con una azada y después cargarlo en un carro o carretilla con una horca para trasladarlo hasta el huerto. En el caso de que el estiércol se presentase más suelto, se recogían las cacolas con una pala de obra.

También se almacenaba en un rincón del mismo establo, en un cobertizo cercano a la casa en el que se tenían útiles agrícolas, o en el propio huerto, cubierto para preservarlo del agua. En muchas ocasiones, aún en la actualidad, se puede ver en las piezas anejas a la vivienda familiar, generalmente detrás de la misma.

Hoy en día para el abonado de las huertas se emplea la alchirria de las ovejas, aunque cada vez hay menos rebaños y los que quedan se cobijan en un polígono pecuario situado entre Aoiz y Ecay de Lónguida; sin embargo, existe una resistencia a abonar estas tierras de cultivo con materias químicas.

En Cárcar (N) se utilizaba de forma generalizada el estiércol. Las eras ubicadas junto al núcleo urbano y otras zonas como el camino a la Virgen, estaban llenas de femorales o estercoleros, en los que se amontonaba el estiércol procedente de las cuadras y las pocilgas. Algunas personas le añadían paja para que se pudriese y así obtener mayor cantidad. El trabajo de abonar con estiércol se le denominaba afiemar. El estiércol se arrastraba con la arpa, azada con mango de madera y tres púas.

A partir de los años sesenta del pasado siglo XX se empezó a utilizar estiércol de vaquerías o cirrias de oveja. Este abono se pagaba en ocasiones y en otras se adquiría a cambio de sacarlo de las dependencias. Con la instalación de complejos de explotación de porcino, los purines también se han utilizado para el abono.

En Muez y Ugar (N) las tierras se abonaban en un principio con el fiemo de los animales de casa (en Yerri el de las vacas era denominado cazurria, en Abárzuza en general anchirria y en Muez al de oveja alchirria) y el adquirido a subasta de los ganados ovinos del pueblo. En Ugar entre junio y octubre pastaban medio millar de ovejas y su fiemo era subastado para ser almacenado luego en cada casa. Para esparcirlo se arrojaba de forma periódica portándolo el agricultor en un capazo. En Yerri, la azada de unos 3 o 5 dientes usada para remover el estiércol era llamada aspa. Cuando sobraba fiemo en Muez, el pastor lo vendía a tratantes de fuera del valle. De todos los abonos naturales de este tipo el más fino era el de oveja, que en los campos de regadío y huertas se mezcla con hierba para ser esparcido. Actualmente el estiércol es usado en Muez solo por un par de personas y para los cultivos de sus huertas.

En Obanos (N) se ha usado el estiércol de los animales. Algunos chicos en los años cincuenta del pasado siglo XX, al salir de la escuela iban con una terrera por la calle recogiendo el estiércol de las caballerías para aprovecharlo como abono.

Se considera que el mejor fertilizante es el estiércol y que cuanto más pequeño sea el animal que lo produce más fuerte resulta. El de oveja se considera un abono de primera. El pastor echa paulatinamente paja a las camas de las ovejas de manera que al año se acumula un metro y medio de altura de estiércol. Primero hay que amontonarlo, después se le echa nitrógeno sólido para que se caliente, y se moja. Se le da vuelta, antes con el sarde y hoy con la pala del tractor, una o dos veces, y así se calienta y fermenta. Se va cociendo, a eso se le llama curar el fiemo. Para que sea bueno, que esté bien curado, se tarda dos años. Se convierte así en un abono riquísimo para huertas y sitios puntuales, si se quiere hacer una plantación de vid, por ejemplo. Hay muchos que venden el estiércol, otros se lo dan gratis al agricultor, solo por sacarlo. Es muy importante o más bien imprescindible, la aportación de materia orgánica para cultivos leñosos como la vid. También se considera apropiado abonar con tierra vegetal buena, de terraza de río, y estiércol.

Hasta los años 1960 había montones de estiércol en un rincón de las cuadras. Más tarde, al no poder tenerlo dentro del pueblo por contravenir las ordenanzas municipales, se dejaba cociendo junto al mismo corral del que procedía. Actualmente se vende.

En San Martín de Unx (N) el abono natural que se empleaba a finales de los años 1970 era el estiércol de gallina, de vaca, de cerdo o de oveja, siendo los mejores los de gallina y todavía más el de oveja. Para que su efecto se notase más sobre la tierra, tras esparcirlo por el campo le pasaban el brabán por encima.

En Sartaguda (N) antes de la llegada de los abonos químicos se utilizaba el estiércol de las ganaderías de casa.

En Valtierra (N) en la primera mitad del siglo XX el abono tradicional era el estiércol, o ciemo o fiemo como dicen muchos riberos. Se obtenía a partir de los excrementos de todos los animales, incluidos los humanos. Los animales necesarios para la subsistencia de casi todas las familias eran las gallinas, los cerdos y los conejos; los labradores, desde los pequeños hasta los potentes, necesitaban además animales de tiro: burros, mulas, percherones y otras caballerías para realizar sus faenas agrícolas (no se utilizaron bueyes). Asimismo los agricultores medianos y fuertes solían conjugar sus trabajos agrícolas con algunas cabezas de ganado vacuno. El ganado lanar y caprino era el que traían los pastores de los valles pirenaicos.

Cada familia solía recoger y amontonar todos los excrementos en un rincón del corral, lo más alejado de la casa y lo más cerca de la puerta trasera. No eran recintos cerrados, pero todos ponían una especie de techado para que el agua de lluvia y el calor no los hicieran fermentar. Además de los excrementos vertían en el mismo lugar todos los desechos de verduras, legumbres, patatas, etc., que no pudiesen utilizar en la alimentación animal.

Cuando el montón era grande se llevaba en carros a las distintas parcelas donde se iba a utilizar y lo dejaban amontonado hasta el momento de preparar la tierra. En la Bardena solían utilizar los excrementos de los rebaños que se acumulaban en los corrales.

En Viana (N) el abono natural es llamado genéricamente ciemo y alguna vez basura y fue el único utilizado hasta la llegada del siglo XX. Se producía en las cuadras y corrales con la paja de las camas y los excrementos de los animales: ganados de labor, cerdos, cabras, gallinas, conejos e incluso de las personas. A la cuadra iba a parar toda la basura y restos de comida de la casa, en frase gráfica de un encuestado “todo menos los cristales”. El mejor fiemo a juicio de los informantes era el de caballo, el peor el de vaca y el de cerdo.

De vez en cuando se sacaban los ciemos de las cuadras por medio de horquillos metálicos y en capazos o serones, y se transportaban al campo a lomos de un animal de carga o en carros.

Otra manera de producir ciemo era dejar la paja amontonada junto a los caminos cerca de las propiedades, al aire libre, o en los arrabales de la localidad en solares de casas hundidas y en pequeños huertos. Se les llamaba muladares o estercoleros. De vez en cuando se les daba vuelta con un horquillo metálico con púas; se pensaba que era mejor hacerlo en viernes y con luna creciente, pues pensaban que así se secaba mejor, no se ponía blanco y tenía más calidad.

El mejor fiemo para la hortaliza es la cirria, excremento de los rebaños de ovejas y cabras, y la paja del cereal de la cama de los corrales de los ejidos municipales, que eran subastados a particulares para disfrutar de las hierbas colindantes. Los amos de los rebaños tenían derecho a la cirria que sacaban del corral dos o tres veces al año para su venta o utilización en sus propias fincas. En otras ocasiones el amo del rebaño pactaba con un labrador que este pusiera la cama o paja en el corral a cambio del fiemo. Asimismo se abonaban las tierras gracias a los excrementos de los rebaños, dejando que pastasen en ellas después de recogidas las cosechas.

Vertiente atlántica

En Sara (L) los abonos tradicionales eran el estiércol de las cuadras y los detritos del iastorra. En otro tiempo, sobre todo a fines del siglo XIX, los depósitos de estiércol de ganado y de murciélagos, xoriongarria, abundantes en varias cuevas de la localidad, se vaciaban para abonar las tierras labrantías.

En Donoztiri (BN) se utilizaba como abono, ongarria, el fiemo procedente de las cuadras y las basuras formadas durante el invierno en el samatsa, las cuales se recogían en abril. Tanto estas como aquel se reunían en un montón y más tarde, a principios de mayo, se esparcían en las piezas destinadas a la siembra del maíz. También se esparcían por septiembre en los terrenos preparados para la siembra del nabo. En cambio los campos destinados a la del trigo no se solían abonar previamente.

En Donazaharre (BN) el estiércol tradicional se tenía en montones paralelepípedos bien compactados. Allí donde pasaba el ganado al salir de la cuadra se extendía touya que después se recubría con las cañas secas de maíz de tal modo que al cruzar sobre estos materiales los animales y defecar, iban formando estiércol, samatsa. Arkia era la cama de las ovejas y ungaria la de las vacas. Cada ocho días se limpiaba el establo y el aprisco cada quince; este trabajo se solía llevar a cabo en sábado. El montón de estiércol, ungaria, no se tenía nunca contra la casa sino en las heredades a abonar. Estos compactos montones se seccionaban con la pikotsa.

En Abadiño (B) consideran que para la huerta es mejor que el estiércol no sea muy reciente; mejor del año anterior o por lo menos que haya estado almacenado de antemano. El estiércol reciente es malo, especialmente para sembrar lechuga; más apropiado es el seco y suelto. El abono más utilizado es el disponible en casa: de vaca, oveja, caballo, cerdo o gallina.

El más apreciado es el de oveja. Antes de sembrar nabo, la tierra debe estar bien abonada. Hay un dicho al respecto: “Satsik ezien txapelaz tapau biher” (En el caso de que no se disponga de estiércol, la tierra se debe cubrir con la boina). El estiércol de gallina, aunque es apreciado, resulta muy fuerte y hay que tener cuidado porque puede quemar las plantas, sobre todo las de tomate y pimiento. El estiércol del ganado vacuno alimentado con grano también resulta más fuerte.

En las praderas no suele haber riesgo alguno y se puede echar estiércol de cualquier tipo. A menudo es esparcido en los campos según se produce en la cuadra, otras veces se guarda para cuando se necesite en los huertos. Hacia agosto terminaban las labores de los huertos y también las reservas de estiércol.

Hoy en día la gente del pueblo que tiene huerta suele hacer tratos con algún baserritarra para que le proporcione el estiércol que necesita.

En Amorebieta (B) el abono natural más usado era el estiércol del ganado. Se amontonaba en una esquina de la cuadra o en algún cobertizo y más adelante se llevaba a las huertas y a los prados. Se repartía en montones pequeños por toda la pieza y luego se esparcía con el bieldo. También se esparcía por los prados.

En Bedarona (B) los terrenos de labranza se abonaban con el fiemo, satsa, procedente de la cuadra y las basuras producidas durante el invierno que se amontonaban. Tiempo antes de la siembra se araba la tierra y se dejaba reposar, luego se le echaba cal y estiércol (hoy solo estiércol) y se pasaba la grada; así quedaba lista para la siembra cuando correspondiese. A las huertas se les echaban además los excrementos de las gallinas que se guardaban amontonados en el gallinero. Con el excremento de las vacas abonan el pastizal.

En Ajangiz y Ajuria (B) semanalmente se limpiaba la porquería acumulada en la cama del ganado (orines, bostas y hierbas) de la cuadra. Esta labor de retirar el estiércol, satsak atara, se hacía con la horca de púas metálicas curvas llamada sarda-atxurra.

A continuación el estiércol se trasladaba en una carretilla a un rincón del propio establo donde se acumulaba en un montón, llamado sats-pilloa. La cuadra, y por tanto también el rincón donde se amontonaba el estiércol, tenían una inclinación para que el orín, garnua, que fuera manando saliera a un pozo. Era importante que el estiércol se mantuviera seco. Mientras estaba amontonado fermentaba, erre, se reblandecía, agundu, y se deshacía, apurtu. Con esta finalidad, para que adelgazara, mehetu, se removía. Este abono muy fino era bueno para que brotara, erne, el nabo que se sembraba entre la Virgen de agosto (día 15) y san Bartolomé (día 24). Cuando esta pila alcanzaba grandes proporciones, de forma que casi tocaba el techo, se sacaba del establo. El vertido al carro, burdije, guiado por los bueyes o las vacas con el que se sacaba al exterior, se hacía valiéndose de la horquilla, sardie.

El estiércol se transportaba en otoño a huertas, soloak, y campas, landak, para esparcirlo, satsak zabaldu.

El pozo hondo de orina, garnu-potxije, donde se vertía la orina de la cuadra había que vaciarlo al menos una vez por semana. Se sacaba por medio de dos baldes de mano, esku-baldeak, colgados a los extremos de una vara, astea, que en ambas puntas tenía un rebaje, dejetxua, kaskatxua, para que el balde no se desplazara. El transporte de este líquido maloliente se hacía con ropa vieja porque todo lo impregnaba de ese fuerte olor, incluso estropeaba los bajos de la ropa, hegalak bildriztu. Este abono líquido era muy bueno sobre todo para algunos productos hortícolas como las plantas de cebolla, kipulalandarak, que necesitaban coger mucha fuerza; también era bueno regar con él la huerta donde se iban a plantar puerros. De lo contrario había que derramarlo en un prado, porque debido a su excesiva fuerza se corría el riesgo de quemar lo sembrado.

En Ajangiz y Ajuria señalan con insistencia que el mejor estiércol para abonar la huerta y los campos era el que se producía en la cuadra con excrementos de vacuno mezclados con helecho. En Gautegiz Arteaga (B) consideraban que era bueno el estiércol de helecho mezclado con árgoma, ota-satsa eta idie.

En Gautegiz Arteaga un informante de edad avanzada dice que su abuelo recomendaba que las heredades había que abonarlas con estiércol, satsittu, cada dos años y con cal, karetu, cada cinco. Ambas operaciones se realizaban en agosto cuando se sembraba el nabo (“nabotara eitten da dana, agostuen”). Lo mejor era echar el estiércol debajo de la tierra volteada (“satsa, onena da, goldapera botatie”), porque mantenía fresca la tierra. Las heredades convenía abonarlas con frecuencia y a este propósito el informante recuerda el siguiente dicho: “Gizonak diruegaz eta soluek satsagaz ezteu inoiz nahikurik izan” (Nunca han dicho tengo suficiente ni el hombre respecto del dinero ni una heredad respecto del estiércol).

En Nabarniz (B) el estiércol del ganado vacuno se almacenaba en la cuadra en tres montones. En uno el fresco, del que luego se pasaba a un montón, el más fino que se utilizaba por ejemplo para el nabo, y en otro el estiércol de finura media que se utilizaba por ejemplo para el maíz. Por lo demás los datos descritos le son aplicables. Además del helecho y la hierba seca, acarreaban del monte en la narria, narra, hojas secas, orbelak, para la cama del ganado que luego se convertía en estiércol.

Abonando. Carranza (B), 2005. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En Urduliz (B) la basura, satsak, se amontonaba primeramente en la cuadra, en la parte posterior del ganado y en un lugar concreto para ello. Cuando había que cargarla se metía el carro por la puerta grande de la cuadra hacia atrás. Era un trabajo muy cansado, ya que el estiércol fermentaba generando mucho calor, a lo que se le sumaba el esfuerzo físico que conllevaba cargar una materia tan pesada.

Por esta razón luego empezaron a amontonarlo fuera de la cuadra en un lugar propicio para ello, sats-pilloa, ya que por lo menos corría el aire. El estercolero solía estar delante o detrás de la casa. Antes de maquinar la tierra, laietu, se escarbaba con el karramarrua o con el arado de cinco puntas, bostortza. Una vez realizada esta operación se abonaba, para lo cual se cargaba el carro con la basura y se iban haciendo montoncitos en el terreno que luego se esparcían con la horca, sarda. Tres dejarla reposar unos días, se maquinaba la tierra.

En Zamudio (B) el abono más utilizado antaño era el procedente del ganado vacuno. Estaba compuesto por los excrementos de los animales mezclados con la hierba seca que se les echaba, azpigarrie. Este estiércol se cargaba con la sarda en una carretilla y se sacaba de la cuadra. Después, cuando se necesitaba se transportaba con el carro hasta la huerta.

En Carranza (B) tradicionalmente las tierras de labor se han fertilizado con abonos naturales entendiendo por tales los generados por los propios animales criados en la casa. Así fue en tiempos pasados y lo ha seguido siendo a pesar de la evolución que ha seguido la ganadería. Solo en las últimas décadas y como consecuencia del abandono de la actividad ganadera por parte de algunas casas se ha llegado a recurrir a los abonos químicos para que las tierras de cultivo recuperen sus nutrientes.

La necesidad de una importante extensión de tierras en una época en que la cabaña ganadera carecía de la importancia que posteriormente alcanzó, supuso que la producción de estiércol era limitada. Esto se subsanaba utilizando el mantillo de las zonas de arbolado como material absorbente en las camas del ganado. Entre los diferentes restos vegetales aprovechados: la hoja del otoño, la hierbaza de las zonas de monte bajo, la roza (mantillo formado por restos vegetales de mayor tamaño) y la rocina (por la fracción más fina), la más apreciada era esta por ser mayor su capacidad absorbente. El helecho formaba también parte de las camas del ganado y su aprovechamiento estaba generalizado.

En definitiva, el estiércol producido por los animales domésticos en la cuadra, fundamentalmente procedente de las vacas y las ovejas, constituyó en tiempos pasados una importante fuente de riqueza. Mientras perduró el modelo autárquico toda la actividad del caserío estaba orientada hacia la producción de alimentos para sus moradores, tanto las personas como los animales domésticos. En una época en la que no se comercializaban los actuales abonos químicos y los pocos fertilizantes ofertados eran demasiado caros para las precarias economías rurales, el estiércol, abono o basura, resultaba imprescindible para mantener la productividad de las tierras de labor, bien de las huertas familiares, también de las piezas e incluso de los prados.

La producción de estiércol en los tiempos a que nos estamos refiriendo se llevaba a cabo de un modo que podríamos definir como cuidadoso, pero que se traducía en un trabajo laborioso desde la perspectiva actual. Sin embargo se debe tener en cuenta que la necesidad de tomar algunas de las precauciones que a continuación indicamos iban encaminadas a mantener la fertilidad del abono en una época en que la producción de las cosechas estaba íntimamente ligada a la economía familiar.

Todo acontecía en el recinto de la cuadra, a resguardo de la lluvia. La materia vegetal que servía como camas para el ganado se guardaba en este recinto. Para reducir su volumen se entasconaba, es decir, se pisaba a la vez que se amontonaba dejando los frentes verticales, para que así ocupase el menor espacio posible. Del tascón se retiraba poco a poco a lo largo del invierno para “echarle camas al ganao”. La basura generada tras mezclarse las camas con los excrementos del ganado se volvía a amontonar en la propia cuadra. Este montón sufría una serie de transformaciones y alcanzaban temperaturas altas. Al permanecer el montón en la cuadra, no se veía expuesto al agua de lluvia, que arrastraba las materias fertilizantes.

En Berastegi (G) el estiércol se obtiene a partir del ganado estabulado en la cuadra del propio caserío que duerme sobre un lecho de helecho, garoa. Cuando se humedece se saca de la cuadra y se apila en un lugar exterior, aledaño al caserío. Cuando llega el momento, antes de la primavera, este abono se esparce manualmente en las piezas cultivadas y en los prados, valiéndose del bieldo o sarda.

En esta población denominan purina a la mezcla que se forma con las heces y los orines de los cerdos. Al ser líquido, aunque denso, es transportado en cisternas desde las que se riegan los pastizales. Su hedor dura varios días. Como queda dicho, el estiércol sólido se amontona en algún lugar junto al caserío, a veces incluso al aire libre tapado con un toldo; la purina se almacena en depósitos.

En el caso de la huerta, para las hortalizas se esparcen los excrementos extraídos del gallinero, ollotegia.

En Beasain (G) actualmente los campos se abonan, al igual que antes, extendiendo estiércol sobre ellos pero a veces también se les echa otros abonos industriales. Lo que ya no se hace es utilizar cal viva como se hacía hasta hace unos cincuenta años. Se abona poco antes de preparar el terreno para la siembra, de forma que al voltear la tierra el estiércol quede debajo. Los campos se abonan una vez cortada la hierba en septiembre y el estiércol se esparce en invierno, para que cuando llueva o nieve la humedad traslade su fuerza al subsuelo.

En Telleriarte (G) las huertas se abonaban antes y después de la siembra. Se utilizaba el estiércol de ganado vacuno, behi-simaurre; el de oveja, ardi-simaurre, se consideraba muy bueno para el maíz y para la alubia. El de mulo, mandosimaurre, y el de gallina, oilo-simaurre, se extendían por la huerta; este último era denso y quemaba demasiado.

En Zerain (G) se utilizaba estiércol, simaurre o sitse. Para hacer las camas del ganado en otoño se cortaba helecho, garoa, en el monte, se acarreaba en carro a casa y se levantaban almiares, metak o garo-zuhaitzak, alrededor de la casa para disponer del mismo durante todo el invierno. Las hojas caídas, orbela, de todos los árboles también se recogían en otoño ayudándose de un rastrillo, eskobara. Se hacían montones que se cargaban en el carro y se almacenaban en un rincón de la cuadra, ukuilua. Mezcladas con los tallos del maíz, artakañaberak, servían de camas para las vacas y las ovejas, obteniéndose así estiércol de maíz, artasimaurra.

En Hondarribia (G) en una esquina de la cuadra se amontonaba el estiércol. Los primeros retretes se colocaron en el primer piso sobre el lugar de la cuadra donde se guardaba este, de forma que todo ello posteriormente servía de abono.

Luego para evitar olores se empezó a tenerlo fuera. Para ello se hacía un montón, como las metas, y así se conservaba. Cuando apareció el plástico se usó para taparlo, algunos también construyeron una tejavana. Alrededor del montón se hacía un canal para que el purín o líquido resultante fuera a un pozo. Luego, antes de esparcirlo, se tomaba ese líquido y con él se regaba el montón.

En Hondarribia todos los terrenos se abonaban dos veces al año, la primera con estiércol seco y la segunda a poder ser con el líquido.

En la zona de la montaña con el estiércol de la casa se abonaban los prados, zelaiak, al darles vuelta. Las huertas, baratzak, se abonaban cada vez que se movía la tierra, lo que se hacía varias veces al año. Dado que en esta zona había poco abono, al maíz se le añadía después de sembrarlo para que ayudase mejor a la planta.

Como se ha podido comprobar por las anteriores descripciones, en la vertiente mediterránea el principal material al que se recurría para camas del ganado era la paja de cereal, de la que todos podían disponer. En la atlántica esta función la suplió el helecho seco y otros materiales vegetales como la hoja de los árboles caducifolios, que dominaban el bosque en épocas pasadas. Solo con el paso de las décadas y la falta de tiempo para recoger helecho se usó mayoritariamente paja de cereal que se compraba.

En Elgoibar (G) se utilizaban abonos naturales, simaurra. Para obtener un abono natural era preciso conseguir todo el helecho que se pudiese y había que recorrer mucha distancia para lograrlo, por lo que normalmente se ayudaban unos a otros. Por ejemplo, en uno de los barrios de Mutriku solían preparar para esta labor tres o cuatro yuntas. Salían entre ocho y diez personas para cortarlo y para cuando amanecía ya estaban en el lugar dispuestos a comenzar la faena con la hoz. Aunque también se utilizasen guadañas, no era lo normal porque eran caras y se rompían con facilidad. Mientras tanto los acompañantes preparaban las yuntas y comenzaban el recorrido.

Para las dos de la tarde ya estaban los helechos cortados y habían llegado las yuntas con la comida, generalmente alubias; comían lo más rápido posible y comenzaban a cargar los carros. Después todos en procesión hacían la vuelta. Al día siguiente se necesitaban los carros, por lo que había que repartir la carga y descargarla donde se pudiese para luego hacer las metas o almiares correspondientes.

Estas se preparaban lo más cerca posible del caserío, para que con una parihuela manejada entre dos personas pudiesen llevar el helecho necesario a la cuadra en dos o tres viajes. El helecho nuevo se esparcía encima de los excrementos para que se mezclara bien y conseguir un buen abono. Había quien no tenía sitio y lo sacaba de la cuadra, pero lo normal era amontonarlo detrás de las vacas, en la misma cuadra. Después se iba sacando según se fuese necesitando.

Había otra clase de basura que se conseguía hacer a base de hojas y árgoma, otia. Ese material se echaba delante del caserío para que lo pisara el ganado y cayesen sus excrementos encima, también las gallinas andaban sobre él y vertían sus deyecciones. Cuando se hallaba bien pisado se quitaban los palos y ese material, que se había convertido en una especie de barro negro, se echaba a la huerta y era muy bueno proporcionando excelentes resultados.

En Bera (N) el helecho, iratzia, servía para hacer la cama de los ganados y después el estiércol, gorotza. Se cortaba, garopathia, garopaitha, en el mes de octubre. Hasta 1915 se utilizaba para llevar a cabo esta labor una segur pequeña con mango en ángulo llamada también iguithia y como complemento un gancho o garabato de madera. El trabajo de corta con estos instrumentos era durísimo.

Después se generalizó el uso de la guadaña, sega, con hoja mayor que la de cortar hierba. A esta se le sujetaban en el mango una o dos varas o palos que servían para hacer caer la planta cortada. Para afilarla se empleaba un martillo y un hierro a modo de yunque, txinguria.

El helecho se recogía en montones y después se hacían almiares, metak, parecidos a los de heno, de los que se llevaba a la casa la cantidad necesaria cada vez que se mudaba la cama de los animales[1].

En Elorrio (B) el helecho se cortaba en septiembre y una vez se secaba se transportaba junto al caserío, donde se levantaban almiares, metak. De los mismos se extraía a medida que se necesitaba para camas del ganado. Antaño también se utilizaba con este fin la hojarasca de las hayas, robles y castaños, que recogían con rastrillos; asimismo se cortaban las árgomas y brezos con idéntico uso.

En Carranza (B) en los tiempos en que se utilizaba la basura (mantillo), la recogida de la misma era una tarea laboriosa que se llamaba sacar basura o hacer basura. Su recolección se iniciaba a finales de verano, cuando se habían concluido otras labores más perentorias como la recogida de la hierba. Los meses de agosto y septiembre eran los más apropiados porque para realizar esta tarea se necesitaba tiempo seco. Debe tenerse en cuenta que una de sus principales funciones era la de absorber la humedad de los excrementos, por lo que a la hora de almacenarla debía estar bien seca. Una vez en casa se almacenaba en alguna esquina de la cuadra formando montones bien compactados o tascones.

Cuando se iba a sacar basura, a la tarea de extraer propiamente el mantillo de los montes con arbolado o de los montes bajos se la denominaba rozar. Para ello se utilizaba una herramienta llamada rozón. Se trata de una especie de guadaña, de hecho se parece a esta, pero con la hoja mucho más corta y por contra más ancha.

La labor de rozar consistía en arrancar la capa de materia vegetal que recubría el suelo sin arrastrar la tierra. A medida que se iba rozando un terreno quedaba limpio de restos vegetales aflorando la tierra. El material obtenido se iba dejando en montones para cargarlo en el carro.

La rocina comenzaba a prepararse el invierno anterior. Se iba a los matorrales que crecían en los rebollares o robledales y se rozaban todas las árgumas, aunque fuesen de grandes dimensiones. Se dejaban en el suelo todo el invierno y la primavera y llegados al mes de agosto o septiembre se regresaba con la guadaña y se batían las árgumas. Como estaban secas se desprendían fácilmente sus pequeñas hojas aciculares. Este material, mezclado con el abundante residuo vegetal descompuesto que suele acumularse entre estos matorrales, constituía la rocina, que se cargaba en el carro de bueyes. Era un material tan fino que resultaba imposible efectuar esta operación con la horquilla, por lo que se necesitaba utilizar un carpancho o cesto. Con la misma guadaña se empujaba la rocina al interior del cesto y con este se descargaba en la cama del carro. Para que no se cayese con el movimiento de este se colocaban por encima los palos de las árgomas y una vez en casa, se picaban o cortaban con el hacha y se utilizaban para encender el fuego por las mañanas, ya que ardían muy bien. La rocina se consideraba la mejor de todas las basuras.

A finales de verano y principios de otoño también se segaba a dallo en las laderas de monte casqueadura de hierba de unos 10-15 cm de altura y muy espesa. Se dejaba extendida de tres días a una semana para que se secase y después se cargaban carretadas para bajarlas hasta la casa con la pareja de bueyes. A veces también se rozaba la hierbaza por el mes de san Juan, junio, y se dejaba al sol y al agua durante todo el verano para que fuera pudriendo. En septiembre, en una temporada que estuviese seca, se recogía con el carro.

Cuando llegaban los meses de noviembre y diciembre y los helechos ya se estaban secando se segaban y se bajaban a casa varios carros tan cargados como cuando se transportaba hierba seca. En los meses de agosto y septiembre también se segaban cuando estaban verdes, se dejaban secar unos días y se llevaban hasta las proximidades de la casa donde se amontonaban en el exterior formando cinas o almiares. La hoja de los árboles, como es obvio, se recogía durante el otoño tras desprenderse.

A medida que en esta vertiente del territorio también se ha ido abandonando la ganadería, sobre todo la de vacuno que es la que tradicionalmente ha producido abundante abono, se hace más complicado recurrir al mismo. Incluimos a continuación un ejemplo de Gernikaldea (B) que sería extensible a toda la vertiente húmeda. El paso final que muchos han tenido que dar ha sido el empleo de abonos químicos.

En Ajangiz (B) se ha recogido que hoy día como consecuencia de que en las casas se ha quitado el ganado, sobre todo el vacuno, no se produce estiércol. Los caseríos que siguen con labranza recurren a un caserío vecino que se lo pueda proporcionar porque todavía tiene ganado. Esta posibilidad también se está poniendo más difícil cada día que pasa, por lo que se ven obligados a solicitar el estiércol de lugares algo más alejados que, por ahora, no se lo cobran, pero lo que sí tienen que pagar es el transporte. Un camión con carga de abono de unas 26 t cobra entre 250 y 300 euros por el porte (2011). Teniendo en cuenta que hace falta mucho estiércol para repartirlo por las heredades, encarece notablemente la producción. Ni que decir tiene que es mucho mejor transportarlo seco porque mojado pesa más y luego merma mucho, pero con frecuencia se acarrea mojado.

Ante la escasez de estiércol de vacuno, las casas que cuentan con otra clase de ganado han recurrido a distintas soluciones. Así, a los pimientos se les abona con excremento de cerdo porque el de gallina es muy fuerte. A las cebollas y a los puerros se les abona con la mezcla de excremento de cerdo y de gallina.


 
  1. Julio CARO BAROJA. “Un estudio de tecnología rural” in CEEN, i (1969) p. 224.