Conjuros realizados desde la iglesia o ermita. Konjuruak
En todo el territorio ha sido común tratar de ahuyentar las tormentas mediante la recitación por el sacerdote del conjuro Ad repellendas tempestates en el pórtico de la iglesia.
En Abadiño (B) para que durante las tormentas no cayera pedrisco el sacerdote recitaba conjuros en el pórtico de la iglesia, y el pueblo le pagaba por ello. Cuando tronaba se encendían velas benditas dentro de las casas.
En Ajuria (B) cuando tronaba fuerte para alejar el rayo, oneztue y el granizo, oneztarrije, en el pórtico de la iglesia el sacerdote recitaba unas oraciones y bendecía con el hisopo para ahuyentar la tormenta y que cayera en el monte, “doazela basora”. Esta práctica de conjurar la tormenta se ha constatado también en Gautegiz Arteaga y en Lemoiz (B).
Los vecinos de Axpe (Atxondo-B) ascendían en rogativa desde el valle hasta la ermita de Santa Bárbara, en Larrano, muy cerca de la peña de Anboto, el día 31 de julio, festividad de san Ignacio. Celebrada la misa, el sacerdote recitaba desde allí el conjuro, konfurue, para preservar las cosechas del pedrisco.
En Otxandio (B), ante una cruz monumental que se halla muy cerca de la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios, popularmente Eleiza barri, el sacerdote impartía la bendición de las nubes, hodeien bedeinkaziñoa[1], “hacia los cuatro puntos cardinales”.
En Etxebarria (B) cuando las mieses de trigo estaban granando, cada barrio tenía un día prefijado durante el mes de mayo para asistir en la ermita del Santo Cristo de Etxarte, Kurutze Santua, a la misa que se celebraba contra el pedrisco, “harrixaren kontrako meza o iñetazi-harriaren kontrako meza”. Al acto debía de asistir una persona de cada casa.
En Bergara (G) los sacerdotes acudían el mes de marzo a las vecindades en las que había ermitas. Los conjuros que en ellas realizaban tenían un carácter general para el entorno; pero no faltaban conjuros particulares sobre las heredades de un caserío determinado. El encargado o la serora que cuidaba de las ermitas de la Ascensión del Señor y San Miguel, tocaba la campana de nublado, hodei-kanpaie, cuando las nubes amenazaban tormenta o pedrisco. Inmediatamente respondían las campanas de las parroquias de San Pedro y Santa Marina y el sacerdote se presentaba seguidamente en eleizpe ttipia o pórtico pequeño a rezar el conjuro, acompañado del sacristán que portaba un gran farol[2].
Barandiaran describe un rito de conjuro que vio practicar en Urepele (BN) el año 1948, en la fiesta de la Trinidad, Trinitate: “Antes de la Misa mayor se hizo una procesión con numerosos fieles alrededor de la iglesia, pasando por el cementerio, contiguo al templo. En el cementerio, el cura que dirigía la ceremonia hizo el conjuro u oración pidiendo a Dios tiempos bonancibles para los campos (lo que se hace diariamente desde el 3 de mayo hasta el l4 de septiembre). Cuando en esta ceremonia el cura asperjó con agua bendita los cuatro puntos cardinales, cada uno de los presentes giró sobre sí mismo imitando al preste, como también cuando éste bendijo seguidamente con la cruz los mismos puntos”[3].
En Iholdy (BN), en los años 1930, se iba procesionalmente hasta la cruz del monte Arriaga para pedir a Dios que no descargara ningún pedrisco en la localidad. Posteriormente esta procesión se dirigió a la cruz de Holtzei[4].
En Sara (L) cuando una plaga de larvas, insectos o de pájaros amenazaba destruir las cosechas, muchos acudían a un sacerdote para que este bendijera los campos infestados y conjurase la plaga. En los años 1940 los ancianos de esta localidad habían conocido los tiempos en que el cura del pueblo conjuraba las nubes tempestuosas que amenazaban descargar algún pedrisco; para hacerlo, salía al campo llamado Baratzegibelako sorua, donde leía en el ritual las preces apropiadas al caso. El sacerdote ermitaño de Larrune tenía la obligación de tocar la campana y recitar el conjurado si se aproximaba alguna tormenta.
En Liginaga (Z) en los años 1940 en tiempo de tormenta no se hacía ningún conjuro ni se tocaban las campanas de la iglesia, pero antes sí se tocaban estas. Para impetrar del cielo que los campos no sean destruidos por el pedrisco, se hacía celebrar una misa el día del Sagrado Corazón de Jesús.
En Viana (N) cuando había peligro de tormentas, y sobre todo de piedra y granizo, un clérigo conjuraba a los nublados con las oraciones rituales de la iglesia y la aspersión con agua bendita. El conjuratorio estuvo situado en un aposento dentro del torreón de la iglesia parroquial de San Pedro, desde la que se dominan amplios horizontes hacia el valle del Ebro, La Rioja y Soria.
En Aoiz (N) como prevención era costumbre que, cuando se avecinaba una tormenta, el cura párroco de la población la conjurase. El lugar de la práctica solía ser la puerta de la iglesia. En este sentido es muy comentada la costumbre de un presbítero, natural de Aoiz, que estuvo destinado en pueblos del Valle de Arce en los años 1940. Este cura –afirman– terminaba su conjuro diciendo: “Arrasa la Francia, a Italia también, a Aoiz y a Irurozqui déjalos con bien”. Irurozqui es un pueblo cercano, del Valle de Urraul, en el que había estado de coadjutor.
Otra variante en las prácticas para conjurar las tormentas se ha documentado en Arrieta (Valle de Arce), donde se hacía sonar la campana sin cesar mientras la tormenta durase.
En Obanos (N), cuando había nublaus, recuerdan los informantes mayores que el párroco, salía revestido de alba y estola a los atrios y desde allí conjuraba las nubes. Un informante, nacido en 1909, recordaba cómo le contó su padre que estando bautizando en la iglesia a un niño, comenzó a caer una pedregada tal que el sacerdote, salió al pórtico y levantando la criatura hacia el cielo exclamó: “¡Aunque sea por este niño, Señor, que no caiga piedra en este pueblo!”.
En Romanzado y Urraul Bajo (N) era corriente que el cura fuera a la iglesia, al atrio o a las eras, cuando una tormenta amenazaba, a rezar la oración “Ad repellendas tempestates”. A esto se llamaba “echar los esconjuros”. En Bigüezal (N), cuando se formaba una tronada, salía el cura a las afueras del pueblo, y con el hisopo hacía unas cruces, para ahuyentar la tormenta[5].
En la ermita de San Cristóbal de Bergara (G) con el nombre de denboralekuak, las de temporal, se oficiaban dos misas, una el primero de mayo y la otra en octubre. A su conclusión se rezaba un conjuro desde el pórtico[6].
En la ermita de Santa Bárbara de Segura (G), que se halla en lo alto del monte del mismo nombre, se celebraban misas contra la tormenta que recibía el nombre de aide txarra[7].
En Beizama (G) recurrían a san Lorenzo, titular de la ermita en todo lo referente a temporales y cosechas. En tiempos pasados era costumbre recoger en las cuatro vecindades o ballarak del pueblo, limosnas para la celebración de tres misas para impetrar del cielo la evitación del pedrisco, harrian kontrakuak. Una de estas misas se celebraba en el santuario de San Ignacio de Loyola, otra en Santa Bárbara de Zegama y la tercera en la misma ermita de San Lorenzo[8].
- ↑ Odei tiene varias acepciones. En Bizkaia y en la cuenca del Deba de Gipuzkoa es “nube de tormenta” en contraposición a laiño, nube. También significa “tormenta” y en este caso, al menos morfológicamente, se utiliza como un sujeto activo y personalizado odeia dabil = lit.: “la tormenta está actuando”; odoiek jo dau = la tormenta ha sonado; odeie ganean dago = la tormenta está encima. En Gipuzkoa y en otras regiones odei quiere decir nube del cielo y laiño niebla. Vide: José Miguel de BARANDIARAN. Voz: Odei in Diccionario ilustrado de Mitología Vasca. OO.CC. Tomo I. Bilbao: 1972, pp. 179-180.
- ↑ Imanol SORONDO. “Las 38 Ermitas de Bergara: Estudio Etnográfico-Histórico” in AEF, XXXI (1982-83) pp. 197-198.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio etnográfico del pueblo vasco en Urepel. Año 1948” in AEF, XXXI (1982-83) p. 18.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Para un estudio de Iholdy. Notas preliminares”. Homenaje al Dr. José María Basabe in Cuadernos de Sección Antropología-Etnografía. Núm. 5 (1987) p. 95.
- ↑ José de CRUCHAGA. “Un estudio etnográfico de Romanzado y Urraul Bajo” in CEEN, II (1970) p. 197.
- ↑ Imanol SORONDO. “Las 38 ermitas de Bergara: Estudio Etnográfico-Histórico” in AEF, XXXI (1982-83) p. 198.
- ↑ Domingo IRIGOYEN. “Ermitas e Iglesias de Guipúzcoa. Ensayo de catalogación” in AEF, XIV (1934) p. 15.
- ↑ Domingo IRIGOYEN. "Ermitas e Iglesias de Guipúzcoa. Ensayo de catalogación" in AEF, XIV (1934) p. 42.