Ensilado
En lo que atañe a este capítulo referente a la hierba, como ya hemos dicho, la difusión del silo (la hierba ensilada) constituyó un cambio notable. Para ello fue necesario construir almacenes que recibieron igualmente el nombre de silos.
Se trataba de estructuras cilíndricas verticales construidas con hormigón armado que se levantaban aprovechando un desnivel del terreno, algo relativamente fácil de conseguir en un territorio tan accidentado como el carranzano. De este modo se podía verter la hierba al interior desde la parte más alta sin que resultase excesivamente trabajoso. Algunos tenían tejado permanente por lo que esta labor se realizaba a través de una ventana abierta en la cara del silo que daba a la parte más alta del desnivel. Si el mismo no era suficiente le añadían piedras y tierra formando una rampa. El silo debía contar con al menos una ventana más en el lado opuesto y cercana al suelo en su punto más bajo para poder descargarlo llegado el tiempo. El fondo del cilindro debía ser de hormigón, por lo común se situaba por debajo del nivel de la calle, y debía contar con un desague por el que saliese el agua de lluvia que contuviese la hierba y los líquidos producidos durante el proceso de fermentación de la hierba.
El silo requería que se llenase cuanto antes, así que se necesitaba la participación de la familia y de algún vecino. Esta nueva forma de almacenamiento estuvo además ligada a la difusión de los tractores y las segadoras.
En Abezia (A) la utilización de los silos para la conservación de la hierba fresca se inició en los años setenta del pasado siglo XX y según los consultados no siempre daba buenos resultados; recuerdan que muchas veces la hierba se pudría.
En Hondarribia (G) hubo una época corta, hacia 1960, en que se puso de moda construir silos de cemento para almacenar la hierba. Se cortaba y aún en verde se guardaba en los mismos. También se ha constatado esta técnica en Beasain y Elgoibar (G).