Rotación de cultivos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La rotación de cultivos fue una práctica habitual en tiempos pasados encaminada a mantener la fertilidad de la tierra o al menos a no agotarla hasta el punto de comprometer el cultivo de las especies agrícolas.

Se basaba en no repetir el cultivo en un mismo terreno para evitar su agotamiento, más si cabe cuando se trataba de una especie de la que se sabía que tenía importantes requerimientos nutricionales. Esta preocupación era tanto mayor cuanto menos productiva fuese la tierra de labor y cuanta menor fuese la disponibilidad de abono de origen animal para restablecer su fertilidad.

Se procuraba alternar cultivos de modo que tras una cosecha que agotase la tierra se cultivase una especie que mejorase las condiciones de la misma o que al menos no fuese tan exigente en nutrientes. A veces, las condiciones del terreno llevaban a completar ciclos más amplios en que rotaban cultivos durante tres o más años.

Empíricamente se han alternando leguminosas con otros cultivos, aun no conociendo su capacidad para fijar nitrógeno gracias a las micorrizas de sus raíces, lo cual mejora la fertilidad de la tierra de labor. En las siguientes descripciones también quedan apuntadas prácticas como cultivar una leguminosa (haba) que después no se cosecha, al modo de lo que ahora se llamaría abono verde, o la combinación de cultivos en estratos: uno arbóreo y bajo él otro rotativo de porte herbáceo.

A juzgar por la información recopilada se puede suponer una importante pérdida de conocimientos ligados a esta estrategia. De hecho dicho saber ha perdurado con más intensidad en la parte del territorio de vocación más agrícola y con menores recursos de estiércol.

Como se podrá comprobar por los datos aportados, la disponibilidad de fertilizantes químicos y las mejores condiciones económicas que posibilitaron su adquisición trastocaron estas estrategias.

A pesar de lo dicho se sigue procurando alternar cultivos aunque sea en el reducido espacio de las huertas.

En Abezia (A) la rotación anual de cultivos es muy habitual. Debido a la escasez de tierras es difícil dejar terrenos en barbecho para su recuperación, así que en su lugar utilizan la rotación con el objetivo de evitar sembrar en el mismo lugar un cultivo de forma repetida; de este modo tratan de mantener el equilibrio de los componentes de la tierra y evitar su agotamiento. A esta práctica se la denomina tresañar, porque los cultivos se repiten cada tres años. La fórmula más empleada es la siguiente:

– Primer año: maíz
– Segundo: leguminosas (habas, ricas, arvejas, alholva)
– Tercer año: trigo

Cada cultivo tiene sus propiedades y unos queman, es decir, agotan más la tierra que otros. A la hora de optar por un cultivo u otro es importante tomar en consideración el hondón, que puede ser definido como la calidad o propiedades que tiene la tierra después de cada cultivo.

Así en la tierra en la que se siembra cebada un año no es aconsejable cultivar trigo el siguiente porque este cereal es el que más la agota. Se dice que el hondón de cebada es malo para el trigo mientras que el de patata y maíz es bueno para el cereal. La patata sirve además para limpiar la tierra, ya que exige que se labre muy fuerte.

Un cultivo que proporciona buen hondón es el haba. Incluso hay quien la siembra únicamente a fin de preparar la tierra para el cultivo posterior, ya que luego no se molesta en recolectarla.

Los agricultores también tienen muy en cuenta el tempero de la tierra; significa que debe estar al temple para trabajar en ella, es decir, ni blanda ni seca sino en su punto adecuado.

En las huertas suelen tener idénticas precauciones y evitan repetir cultivos en el mismo lugar.

En Bernedo (A) la rotación anual de los cultivos se hacía de forma que no se sembrase el mismo producto dos años seguidos y alternando entre cereal y patata o menuncias.

En Moreda (A), donde se ha practicado el barbecho, asimismo en fincas muy buenas junto a ríos se ha alternado la siembra de cereales con la de plantas forrajeras como la alfalfa y arvejana. En otoño se sembraba cebada y en verano, tras la cosecha del cereal, se sembraba alfalfa. Era necesario regarla con agua del río. A la alfalfa se le daban por lo menos dos cortes. Si no existía la posibilidad de regar no se podía hacer este tipo de siembra alternativa.

Todavía quedan en estas tierras del Valle del Ebro cultivos asociados como olivos con vides u olivos con cereal aunque tiende a desaparecer esta práctica.

En los terrenos de hortalizas y huertas existe la tendencia a cambiar lo que en cada zona se siembra de un año a otro. Es decir, si se ha sembrado patatas, al año siguiente se pone otro cultivo y así sucesivamente.

En Izurdiaga (N) la rotación de los cultivos es bienal: El primer año se cultiva lo que llaman paja: trigo (garille), cebada (gagarra), centeno (zikioa) o avena (olue). El segundo año se cultiva lo que se denomina cereal: maíz (maize), patatas, habas, nabo, garbanzos o remolacha.

Pero la sucesión de los cultivos no puede ser indiscriminada, sino que tiene que seguir el siguiente orden:

Primer año Segundo año
Trigo

Cebada

Centeno

Avena

Maíz o nabo

Remolacha

Indiferente

Maíz (nunca nabo)

Berganzo (A), 2012. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

Sobre el cultivo de las habas hay que tener en cuenta que si después de cultivar habas se colocan nabos, unas veces salen estos y otras no. Las habas se deben cultivar de cuatro en cuatro años, pero lo ideal es de seis en seis. En febrero se cultivan las habillas, que son más pequeñas.

En San Martín de Unx (N) cuando un terreno da muestras de agotamiento por persistencia de un solo cultivo se dice que está cansado; y cuando tras el cambio de ese cultivo por otro se recupera y enriquece, se dice que está engordando.

En los huertos el cultivo rotativo puede hacerse en dos correas o líneas, poniendo en un lado patatas y en el otro hortalizas, e intercambiando los cultivos según parecer del agricultor. Se utilizan las leguminosas, en particular la veza, para engordar el suelo.

En las piezas, aunque se sigue el sistema de correas, por ejemplo de habas/forraje, trigo/cebada o cebada/avena, modernamente se prefiere dedicar la pieza a un solo cultivo pero ir sustituyéndolo por otro cada año. Así se intercalan incluso variedades de un mismo tipo de cereal: la cebada guiñón, la cebada pané (de ciclo largo) y la cebada cervecera (llamada de dos carreras, de ciclo corto). Esto no pasa con el trigo, que cansa enormemente la tierra: para el tercer año de permanencia ya ha salido la ballueca, hierba mala que perjudica mucho la producción. La ballueca o avena loca es muy difícil de matar por lo que entonces conviene rotar de cultivo e intercalar después del trigo, cebada, cebada de otra clase, otra vez trigo, y así sucesivamente, cambiando de abonos. Dicen que el espárrago engorda mucho la tierra y que las viñas que se roturan son muy ricas, estando especialmente indicadas para el cultivo de trigo.

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En la vertiente atlántica donde las condiciones climáticas y la mayor disponibilidad de abonos de origen animal han permitido la siembra continua de un terreno sin recurrir al barbecho, ha sido también muy habitual la rotación de cultivos.

En Amorebieta (B) los cultivos eran rotatorios. Por ejemplo, en la huerta donde se sembraba el nabo después se labraba y se sembraba el maíz y la alubia. Donde había crecido maíz, luego se ponía trigo. El maíz se sembraba a finales de abril, solían decir: “San Jordi goixegi, san Markos, ereinje balegoz” (San Jorge es demasiado pronto, san Marcos, si estuviera ya sembrado) para indicar la fecha excesivamente temprana y la fecha tope para la que debía de estar sembrado. Se recogía en octubre, “Santa Teresa ezkero, etxure txarra deuko artoak soloan” (A partir de santa Teresa, el maíz tiene mal aspecto en el campo). En esa misma huerta se sembraba en noviembre el trigo. No se rotaba en la huerta donde se sembraba la remolacha, cuyo cultivo tenía lugar hacia el 1 de mayo.

Maizal. Carranza (B), 2016. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En Abadiño (B) para aprovechar al máximo los nutrientes de la tierra es imprescindible la rotación de los cultivos o bien dejar la tierra sin cultivar para que se recupere.

El orden de la rotación puede ser cualquiera de estos:

Patata-nabo-patata, remolacha o maíz.
Maíz-trigo-nabo.
Maíz-allorba.
Maíz-haba.

En la huerta también se deben rotar los cultivos.

En Lanestosa (B) era costumbre generalizada cambiar cada dos o tres años la siembra del maíz en las piezas por la de las patatas o nabos, en especial estos últimos, pues ablandaban la tierra y la favorecían para volver a sembrar el maíz.

En Hondarribia (G) estiman que son buenas las rotaciones y que si se pueden realizar todos los años es mejor. Así, por ejemplo, en un terreno de prado se siembra patata, después maíz, luego otros tres, cuatro o cinco años alfalfa, a continuación otra vez patata o maíz, etc. Esto es, son ciclos de 2-4-2-4, etc. como media. De esa forma se deja regenerar al terreno.

En Elgoibar (G) en la pieza que se sembraba el maíz y la alubia en la primavera, para el siguiente año se cultivaba trigo, que se recogía por julio, y luego se sembraba el nabo en agosto y se comenzaba a recoger a partir de diciembre.

En Gatzaga (G) igualmente el cultivo del maíz se iba alternando con el del trigo y en el lapso que mediaba entre ambos se sembraba nabo. Así un ciclo agrícola sería el siguiente: el trigo se sembraba en noviembre y se cosechaba en julio, el nabo de sembraba en agosto y se recogía entre febrero y abril, después se ponía el maíz, entre marzo y abril, y se recogía en octubre, quedando la tierra libre para comenzar de nuevo con el trigo[1].

En Donoztiri (BN) después que se recogía el trigo, se sembraban en el mismo sitio el nabo y el trébol. Tras el nabo se sembraba el maíz. Y en el otoño, después de la recolección del maíz, el trigo.

En Uhartehiri (BN) en primavera se sembraba el maíz, artoa, y las judías, illarrak, y se recogían en otoño. Inmediatamente después se preparaba la tierra para la siembra del trigo, ogia, y de las habas, babak. Tras la cosecha del trigo y de las habas se sembraban los nabos, arbiak, por agosto.

Pieza de nabos en flor. Carranza (B), 2013. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En Donazaharre (BN) el campo de trigo, ogilanda, y el campo de maíz, arto-landa, se cultivaban alternando: un año maíz en uno y trigo en el otro y después se cambiaba; el nabo actuaba de puente. El calendario era este: Para el 11 de noviembre el trigo ya estaba sembrado. A principios de julio se transportaba a casa y la trilladora llegaba hacia el 14 de julio. En agosto se sembraba el nabo y el trébol encarnado en los campos donde se había cosechado el trigo, el primero para las vacas y el segundo para las ovejas. El nabo se terminaba de recoger a finales de febrero. Después se extendía el estiércol y se araban las tierras. El maíz se sembraba el 20 de mayo y se recogía para el 20 de octubre más o menos.

En Liginaga (Z) el maíz se sembraba en primavera. Cuando, en otoño, se recogía se ponía el trigo. En verano, cuando el trigo había sido cosechado, se cultivaba el nabo o el trébol. Detrás del nabo se sembraba el maíz y así sucesivamente.

En Sara (L) en las piezas de labrantío denominadas landak (no en todas, sino en aquellas que en invierno habían estado ocupadas por el nabo), se sembraba el maíz, artoa, durante la primavera. En aquellas donde se había recolectado el trigo se sembraba a continuación, por agosto, el nabo, arbia, que en invierno había de servir de alimento a las vacas. El trigo, ogia, se sembraba durante el otoño en las tierras en que se acaba de recoger la cosecha de maíz; juntamente con el trigo se echaba la simiente de hierba en líneas muy espaciadas. En algunas casas (pocas) dejaban en barbecho durante el invierno las tierras donde se había recolectado el maíz, para cargarlas de nuevo con el mismo cereal en la primavera siguiente. Otros las tenían ocupadas con nabo o con trébol encarnado que por agosto, al acollar, murrutu, el maíz, habían sembrado.

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En ocasiones se distribuían las tierras en dos zonas de tal modo que se iban alternando los cultivos de un año para otro.

Al igual que en la población anterior de Donazaharre, en Donoztiri (BN) los cultivos se distribuían de suerte que un año se sembraba el trigo en un eskualde, es decir, en un lado del caserío, y al año siguiente se ocupaba con el maíz.

En Bedarona (B) si un año en las heredades llamadas etxaurreak y etxazpiak, por ejemplo, se sembraba trigo en una y alfalfa en la otra, al año siguiente podía ser hierba en etxaurreak y trigo en etxazpiak.

La hierba, dependiendo de la clase, servía para un año o más. Así, pagatxa, txillara y ailurba se sembraban para un año y al siguiente rotaban. La alfalfa se tenía tres o cuatro años en la misma tierra. Los terrenos se cultivaban todos los años, es decir, la tierra no descansaba nunca.

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Esta distribución de los cultivos en las distintas tierras de labor de una población se realizaba a veces de una manera coordinada, esto es, dividían la superficie en dos términos y en cada uno de ellos todos los vecinos que poseyesen tierra sembraban el mismo cultivo o al menos que se asemejasen desde el punto de vista de los períodos de siembra y de cosecha. Al año siguiente invertían los cultivos. Esta armonización permitía, por ejemplo, que una vez realizada la cosecha pudiese entrar el ganado a pastar sin causar problemas, que sí ocurrirían si quedasen parcelas sembradas.

En Apodaka (A) las siembras en los campos se rotaban agrupando los cultivos en dos clases: tardío y temprano. Temprano es el cereal y se llama así porque se cosecha antes, en julio y agosto. El tardío lo constituyen las patatas, habas, remolacha, alubia, garbanzo, lentejas, maíz, etc. Cada año se rotaban ambas clases, en un término tocaba temprano y en otro tardío. Esto tenía la ventaja añadida de que cuando se levantaba la veda al ganado podía pastar sin peligro por las rastrojeras.

Hoy no se rotan los cultivos y siembran cereal sobre cereal, lo único que rotan es la remolacha y cada uno siembra la tierra que contrata. El ganado ha desaparecido o ya no se pastorea, solo alguno que cuente con rebaño de ovejas que compra los pastos.

En Pipaón (A) un año se sembraba por ejemplo cereal y al siguiente patata o remolacha. Se decía temprano a los cereales y el tardío a los tubérculos. Así el ganado podía pastar en los rastrojos sin invadir otros sembrados.

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La siembra acordada entre vecinos del mismo tipo de cultivo presentó en tiempos pasados ventajas adicionales más allá del aprovechamiento de los rastrojos por parte del ganado. Y es que antes de la concentración parcelaria era frecuente en muchas poblaciones que las tierras de labor presentasen superficies pequeñas y formasen complejos mosaicos que obligaban a unos vecinos a pasar sobre las propiedades de otros para acceder a las suyas. Esto ocurría en zonas del territorio estudiado donde el minifundio era importante, consecuencia de un sistema hereditario en el que se repartía la tierra entre los hijos.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) hasta los años setenta se rotaban los cultivos en todo el Condado. La rotación se establecía entre un cereal (temprano) y otro cultivo (tardío): patata, remolacha, alubias, maíz, etc. A todo lo que se siembra entre mayo y junio se le llama tardío.

Se establecía una línea de división aprovechando la carretera, un camino o el río y un año se sembraba a un lado, bien temprano o tardío, según tocase, y al otro se cambiaba. Este sistema tenía sus ventajas, sobre todo antes de hacer la parcelaria, ya que podían entrar las máquinas a segar o los carros a acarrear la mies y pasar de una finca a otra sin hacer daño. Además, cuando en los pueblos sacaban al ganado mayor a apacentar, después de la trilla, no había el peligro de que se fuesen a las piezas del tardío; lo mismo pasaba con los rebaños de lanar. Y es que cuando se rotaba por zonas, después de la recolección del cereal y cuando ya no quedaban haces en el campo, acordaban en concejo levantar el vedao o acotado para que el ganado entrase a pastar, siempre que tuviese pastor.

Para pasar de una finca a otra primero se segaba la que estuviese junto al camino o carretera lo que permitía que después continuasen segando las siguientes. Si estuviese mezclado algo de tardío con temprano, no se podría segar todo a la vez y es cuando se haría daño al pasar con el carro o máquina por encima de lo tardío. Lo mismo pasaría con los rebaños que fuesen a pastar.

Tras la concentración parcelaria y con la mecanización del campo, desapareció la rotación de los cultivos; así, por ejemplo, hoy siembran trigo sobre trigo. Solamente la patata y la remolacha rotan el terreno para no cansar la tierra. Otros cultivos han desaparecido del campo: garbanzos, lentejas, maíz, alubias. Las huertas constituyen el único espacio donde siguen rotando los cultivos.

En Urdiain (N) los cultivos se desglosaban en dos grandes grupos que se iban alternando cada año. En el grupo de los cereales se incluían el trigo, la avena, la cebada, la alholva y en otro tiempo el lino. Se reservaban para el segundo bloque los forrajes, el maíz, la patata y también la remolacha.

Entre los vecinos se respetaba rigurosamente la mano. Ir contramano suponía trastocar el orden de algún cultivo en el término destinado al grupo opuesto. En un sistema de minifundio en que prácticamente todas las fincas dependían de otras para sus accesos y explotaciones, ir a destiempo suponía grandes perjuicios para los propietarios afectados por caminos de temporada. El hecho de sembrar por ejemplo maíz a contrapelo suponía pasar por encima de trigales ya avanzados en su crecimiento.

Para delimitar las zonas de cada mano los pueblos tenían sus líneas convencionales. Así en Urdiain el camino que a partir del pueblo dividía su término municipal en dirección sur a norte le servía de línea divisoria. Eran por tanto los bloques este y oeste, uno para cada mano.

Cada tres o cuatro cosechas de un mismo cultivo procuraban intercalar otro que permitiese descansar la tierra. Se consideraban beneficiosos los forrajes como el trébol y la alfalfa, avena, habas, etc. Con este sistema de cultivo no cabía descanso propiamente dicho para las tierras.

Cada ciclo de cultivos duraba en esta localidad dos años:

Otoño del primer año. A partir de octubre se roturaba la tierra para sembrar trigo. Podía ser también cebada, avena, etc.

Verano. La recolección del trigo era más bien tardía en Urdiain, ya que empezaban a segar a primeros de agosto. A mediados de agosto se sembraba el nabo. Abonaban bien la tierra con estiércol. Las mejores fechas para la siembra del nabo se consideraban los días inmediatamente anteriores y posteriores a la Virgen de Agosto, pero en realidad esto dependía del tempero y más concretamente de las escasas lluvias de esta época del año. El nabo era fundamental en la economía de la región por tratarse de un elemento básico para su ganadería.

Primavera del segundo año. Las tierras destinadas al nabo quedaban prácticamente desocupadas para el mes de abril. Era la época en que se procedía de nuevo a roturarlas de cara a la siembra del maíz. Las fechas ideales para esto eran las más próximas al quince de mayo, festividad de san Isidro. Podía ser también la patata, remolacha o cualquier otro producto integrado en el grupo[2].

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En los ciclos de rotación de cultivos fue costumbre dejar algunos terrenos a barbecho, es decir, labrados pero no cultivados para que de este modo descansasen y tuviesen tiempo de recuperar parte de la fertilidad perdida.

Como se podrá observar por algunas de las descripciones siguientes hoy en día sigue practicándose el barbecho pero ateniéndose a las pautas establecidas por la Unión Europea.

En Moreda (A) la rotación de cultivos apenas se da. Los propios de estas tierras de secano son el cereal, la vid y el olivo, y los dos últimos son permanentes: una viña puede durar hasta medio siglo y un olivar varios cientos de años. No obstante, antes se acostumbraba cambiar el cereal de un año para otro; así, un año se sembraba cebada y al otro trigo, esto es, ambos cereales se alternaban. Se aseguraba que sembrando cebada la tierra descansa y que con el trigo se agota más.

También se sembraba trigo un año y al otro se dejaba descansar en barbecho, es decir, con la tierra labrada pero sin sembrar. Después en el terreno a barbecho se sembraba trigo y de este modo proporcionaba una mejor cosecha.

El barbecho consiste en arar la tierra y no sembrarla, dejándola descansar durante todo un año para que penetre el agua y se oxigene. No obstante, a las tierras de barbecho hay que hacerles algunas labores.

La costumbre ha sido sembrar un año la mitad de las tierras que pertenezcan a una explotación agraria y dejar la otra mitad en barbecho. Esta costumbre de siembra y barbecho era conocida con la expresión de año y vez. Antes, al trabajar las fincas con ganado, era más frecuente el que se dejasen en barbecho una vez cada dos años. Pero a raíz de la llegada de los tractores se inició la práctica de sembrarlas todos los años sin dejarlas descansar. Hoy, con el plan de ayudas al campo y las subvenciones, se ha vuelto a dejar yecas o en barbecho hasta un 15 % de las fincas agrícolas de cada explotación agraria.

Las tierras de barbecho se labraban en primavera, durante los meses de marzo y abril, y se dejaban sin sembrar. Esta labor de labra y reposo de la tierra se llama barbechado. Si para el mes de junio la finca echaba hierba se doblaba, es decir, se le daba una segunda labra. Lo normal era dejar el barbecho hasta después de la trilla. En septiembre se rastreaba con el fin de destruir los tormones de tierra que hubiera.

La labor de rastreo se hacía con caballería y rastra. Era preciso realizarla en seco para que se desterronase bien la tierra de cara a la siembra. Los tormones se desmenuzaban, bien con la rastra (lo mayor) o bien manualmente con mazos de madera. Hoy se hace con aperos que se enganchan al tractor tales como la rastra y el rulo. Con estos instrumentos o aperos la tierra queda muy bien destormonada o desterronada.

A los barbechos que echaban avena mala había que darles una mano con la grada en los meses de septiembre u octubre. La finca que hubiera echado avena mala se sembraba la última. También se podía voltear la tierra con el brabán o vertedera en el mes de diciembre para taparla, o darle dos manos de grada cruzada.

Al arrancar una viña vieja (es decir, un terreno dedicado a vides), se desinfecta y se deja descansar unos años, bien en yeco o bien sembrándola de cereal. Luego se vuelve a plantar de viña.

En Berganzo (A) los cultivos tenían una rotación bienal o trienal, dependiendo de las características del terreno, y rara vez se dejaba a barbecho. Por lo general la rotación era bienal, el primer año cereal y el segundo menuncia. Muy pocas piezas quedaban barbechas, a excepción de las situadas en el término de Campueta.

Hasta mediados de la década de los años cincuenta se utilizaba el sistema de cultivo de año y vez, dejando, como es propio de este sistema, una zona en barbecho. En la zona de barbecho una parte se sembraba a yeros, arvejas, alholvas y hasta patatas y la otra descansaba. Al año siguiente se sembraba con trigo o cebada y al siguiente se dejaba descansar.

En Ribera Alta (A) las mejores fincas son para patata y remolacha. En las que ha habido estos dos cultivos se siembra trigo al año siguiente. Donde ha habido minucia, alholva o leguminosas, se pone también trigo. En la que ha habido trigo se siembra cebada o avena.

En las roturas se iban alternando trigo, cebada y avena. El barbecho se realizaba en fincas ruines o delgadas. Se dejaban en barbecho cada cuatro o cinco años

En Agurain (A) no existen rotaciones determinadas de cultivos sino que las variaciones po drían ser múltiples. Un tipo de rotación podría ser trigo-cebada-avena, o como hace algunos años habas-yeros-patatas-trigo; en el caso de sembrarse cebada no es conveniente cultivar trigo al año siguiente por lo que podría seguirse esta rotación: cebada-patatas-trigo. Hecha esta salvedad, los distintos productos pueden intercambiarse de cualquier forma, teniendo en cuenta que el trigo es el que más agota la tierra.

El barbecho no ha tenido excesiva importancia y aunque a veces existen considerables extensiones del mismo no constituye una norma. Se utiliza como comida para los animales de granja.

Cuando se practica el barbecho se suele remover la tierra dos o tres veces en los meses de mayo, agosto y septiembre-octubre. En estos dos últimos meses es cuando se siembra, pues generalmente en el barbecho se pone cereal temprano. Su finalidad es permitir que la tierra descanse pero sobre todo limpiarla de plantas perjudiciales, entre las que destacan la grama y la avena mala.

No existe ni ha existido el cultivo por hojas o manos sino que cada agricultor distribuye según su parecer las diversas especies.

Los cultivos permanentes son casi inexistentes, se trata de algunos árboles frutales de escasa calidad que se cultivan en las orillas de los ríos o en las cercanías de las casas, reciben escasos cuidados y su única finalidad es conseguir un poco de fruta para el consumo particular.

En Valderejo (A) las fincas podían tener dos destinos: ser sembradas o quedar en barbecho. Las que se destinaban a la siembra seguían una alternancia entre cereales, menucias y patatas. Las destinadas a cereal, especialmente al trigo, se solían dejar descansar un año.

Nunca se repetía idéntico cultivo en una misma finca dos años seguidos. Si se sembraba trigo un año, el siguiente se cultivaban patatas, otros cereales o menucias; nunca trigo tras trigo, avena tras avena, patatas tras patatas, etc.

En la actualidad las tierras no se dejan descansar, ya que existen múltiples tipos de abonos especiales para cada tipo de tierra y para cada producto.

En Iruña de Oca (A) los cultivos se rotaban de un año para otro, normalmente en ciclos de tres años. Por ejemplo si en una finca se ha sembrado trigo, al año siguiente se pone cebada y al otro, tardío (patata, remolacha). Si una finca se deja en barbecho, al año siguiente se pone patata y al otro, trigo. Y si se pone remolacha, al otro trigo también. En los últimos años el cereal se siembra sobre cereal, solo se rota con remolacha y patata. Algunas fincas se dejan en barbecho, es decir, se labran pero no se siembran, de esta forma la tierra se orea y descansa. Hoy en día, siguiendo los mandatos de la Unión Europea, se dejan tierras en barbecho por el exceso de explotación.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) algunas fincas cuyas tierras estaban cansadas las dejaban en barbecho, es decir, las maquinaban pero sin sembrarlas; así la tierra descansaba y se aireaba. Esto se realizaba sobre todo en tierras delgadas.

Estos últimos años se dejan algunas tierras en barbecho siguiendo las directrices de la Unión Europea.

En Ustárroz, Isaba y Urzainqui (N) el campo se labraba un año y al siguiente quedaba en descanso siendo pastado por el ganado que lo abonaba con fiemo. El abono era obtenido asimismo de la ceniza que producía la quema de las artigas.

En Obanos (N) la explotación de las tierras labradas se ha hecho tradicionalmente a dos manos, es decir año y vez, se cultiva un año y al siguiente se deja descansar en barbecho. Si se trata de tierras buenas en vez de descansar se alternaba el cultivo, un año se cultivaba cereal y al siguiente leguminosas, patata, maíz o remolacha porque decían que así se nitrogenaba. Ahora se alterna con guisante proteaginoso (rico en proteínas para alimentación del ganado). Pero además se solía dividir una pieza grande, de unas 35-40 robadas (la robada en Navarra equivale a 898 m2 aunque por comodidad se redondea a 900 m2), en dos suertes, de tal manera que un año cultivaban una parte dejando descansar la otra y al año siguiente, al revés. La razón es que cuando hay pedrisco, nunca afecta a todo el término municipal, solo a algunas zonas. De este modo aseguraban la cosecha, ya que si apedreaba en una zona solo perdían la suerte que se había cultivado pero recogían grano en los campos de otras zonas del término. Era muy difícil que la piedra cayera en todo el término municipal.

Es decir, se alternaba: un año cebada, otro trigo, algún año en barbecho. Antes este ciclo lo establecía cada propietario, ahora las rotaciones las regula la PAC (Política Agraria Común) y son establecidas por la Unión Europea.

En Valtierra (N), en la Bardena, más que rotaciones de cultivos dejaban en barbecho las tierras después de labrarlas para favorecer su recuperación. En la vega del Ebro el proceder era completamente distinto. La variedad de productos, la riqueza de la tierra y la posibilidad de riego les permitían rotaciones anuales. Por esa razón se preocupaban más de los productos que fueran a estar mejor valorados a la hora de cosechar y de las condiciones meteorológicas que del trabajo y esfuerzos a realizar. Alternaban cereales con legumbres o con hortalizas bien situadas en el mercado o con remolacha azucarera cuando estaba solicitada y bien pagada.

En Viana (N) antiguamente sembraban las fincas destinadas a cereal con el sistema de año y vez, es decir, las dejaban barbechas para que descansase la tierra. Con el uso de los abonos se pudieron sembrar todos los años, aunque echando mucha cantidad de mineral. Asimismo cambiaban el tipo de cereal, esto es, si un año sembraban trigo al siguiente ponían cebada. Igualmente cambiaban el tipo de abono, pues si siempre se abonaba con el mismo “la tierra no hacía nada”.

La rotación de cultivos tenía como finalidad no sembrar o plantar el mismo cultivo en la misma extensión de terreno con objeto de que no se empobreciera. Contaba mucho la experiencia del propio agricultor y el conocimiento de la tierra; cada uno sabía cuál era la mejor para determinado cultivo. Se decía que en la huerta “es bueno cambiar, a poder ser todos los años”. Así, por ejemplo, si un año se dedicaba un corro a patatas y otro a verdura, al año siguiente se intercambiaban estos cultivos. La experiencia también aconsejaba que no se plantasen los pimientos en la misma tierra dos o tres años seguidos, pues las plantas se perdían. Las patatas aguantaban más, pues se podían plantar en el mismo lugar tres o cuatro años. Dicen igualmente que después de la cosecha de ajos, recogidos por san Fermín, se criaban unas buenas alubias.

En Elorz (N) los cereales se han cultivado alternando, o sea, dejando el terreno baldío un año, a no ser en tierras de fácil cultivo en que sembraban habas o cebada.

En Muez y Ugar (N) las labores agrícolas en ambos valles cambiaron de forma radical tras la mecanización del campo y la concentración parcelaria. Antes de ambos hechos, la siembra en los campos comenzaba a mitad de septiembre y para productos como el haba seca a mediados de julio. Hay que tener en cuenta que se practicaba tanto el barbecho como la rotación de cultivos, ya que esto último era esencial para poder abastecer de forraje a los animales de tiro y cría en casa durante todo el año.

El proceso de siembra seguía una rotación de año y vez, la mitad del terreno era destinado a forrajes y cereal y la otra mitad al trigo. Primero se sembraba el trigo, la cebada o la avena y luego cultivos menos duros para el suelo como podían ser el yero, las habas o las patatas (la primera siembra de patatas se hacía a finales de julio y la segunda entre octubre y noviembre). Si se creía conveniente se podía dejar una parcela en barbecho para que descansara el sustrato, aunque actualmente ya no se practica este sistema de reposo.

En el Valle de Arce (N) la rotación de cultivos se hacía antes de la siguiente forma:

Primer año: trigo
Segundo año: avena
Tercer año: descansar lieco
Cuarto año: descansar lieco
Quinto año: trigo

Actualmente la rotación es como sigue:

Primer año: patata
Segundo año: forraje
Tercer año: patata[3]

En Cárcar (N) hasta los años sesenta se solía sembrar año y vez, ya que el dinero para los abonos escaseaba. Era el mes de agosto cuando se empezaba a maquinar los rastrojos y a laborear los barbechos. Cuando los tractores y abonos se introdujeron en la agricultura se dejó de alternar y se empezó a sembrar todos los años. A principios de los setenta se inició la quema de los rastrojos.


 
  1. Los datos referentes a esta localidad han sido tomados de Pedro M.ª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián: 1986.
  2. José M.ª. SATRÚSTEGUI. “Estudio etnográfico de Urdiáin” in Príncipe de Viana, XXVIII (1967) pp. 98-99.
  3. Fermin LEIZAOLA. “Agricultura” in Euskaldunak – Euskal Etnia. Tomo II. Donostia, 1979, p. 279.