Trujal del Retén de la Iglesia
Según señala un informante, labrador jubilado y propietario del trujal, este fue fundado hace siglos por la comunidad de clérigos y curas de la villa de Moreda. Perteneció a la iglesia y en él se molían las olivas procedentes de los diezmos y primicias que los moredanos tributaban anualmente a la parroquia. Asimismo, se guardaban en él otras mercancías y objetos de su propiedad. Este testimonio oral se ve corroborado por los documentos del archivo parroquial de la localidad que señalan que la iglesia desde el año 1637 poseía una suerte (la quinceava parte) del molino harinero y trujal del aceite de Moreda.
El trujal del Retén ha funcionado hasta el año 1950, moliendo solamente en los últimos años las olivas de la familia. Durante los años de la guerra civil, entre 1936-1939, se bajaron las olivas a moler a los trujales de la capital, Logroño, existentes junto al río Ebro, debido a la ausencia de los jóvenes del pueblo.
Este trujal, de entre los antiguos, es el que más años ha conseguido sobrevivir en funcionamiento. Los restantes a comienzos de la década de 1940 ya no funcionaban.
Las partes de que se componía dicho trujal eran: molino, prensa de sistema de viga, hornillo con su caldera, tinas e infiernillos, que se describen seguidamente.
Contenido de esta página
El molino
Se hallaba a la entrada al trujal. También se ha llamado el rulo por estar formado por una gran piedra (de granito) de forma cónica, siendo más gruesa por el exterior que por la parte que iba unida al eje.
Un eje suspendido de una madera transversal bajaba desde el techo hasta el suelo. La madera transversal iba del pilar a la pared y el eje era de hierro, bajando este hasta el rulo que rodaba sobre la solera del molino o muela fija de forma circular. En la mitad del eje vertical había un gancho de donde salía otro eje horizontal que atravesaba por dentro al rulo hasta que se enganchaba a la caballería que daba vueltas al molino como si se tratase de una noria.
La tolva era una caja de madera, ancha por arriba y estrecha por abajo, en donde se echaban las olivas hasta los 100 kilos de peso. Iba acoplada al eje vertical encima del rulo. En la parte inferior poseía una trampilla que se abría poco a poco para que la oliva cayera sobre la plataforma del molino donde era triturada por el peso del rulo. Cuanto más podrida estuviera la oliva más había que abrir la trampilla de la tolva.
La fuerza de trabajo del molino estaba formada por una sola caballería, ganado o mula, que iba enganchada al eje del rulo mediante un balancín llamado bríncula. Este balancín era de hierro y poseía un gancho donde se ataban los tirantes del ganado. La caballería iba a pelo, sin aparejos, solamente con el collarón. A veces de tanto dar vueltas el macho o mula se paraba o dormía.
Para que el rulo permaneciera sin salirse cuando giraba alrededor del eje existían unas arandelas y una clavija, que había que engrasar periódicamente, que hacían de tope al rulo.
La plataforma o muela del molino estaba compuesta por varias piedras que unidas formaban un círculo. Servía de base al rulo. Encima de la plataforma, cubriéndola por completo, había una solera de hierro que poseía pequeños agujeritos en los cuales las olivas se introducían para remostarse mejor.
Una vez trituradas las olivas caían al ruejo, canal circular que bordeaba toda la plataforma del molino. En la molienda apenas salía aceite, más bien era pasta. Cuando la pasta era extraída del ruejo la caballería se paraba y se aprovechaba para que comiera, bebiera y descansara. Una vez limpio el ruejo, se empezaba de nuevo otra molienda.
La prensa. Sistema de viga
Molturadas las olivas por el rulo del molino, se recogía la pasta del ruejo que era llevada hasta los capachos de la prensa, en donde se “armaba el pie” compuesto por entre 20 y 28 capachos.
Los capachos, espuertas circulares de esparto, eran traídos de Hellín (Albacete). Entonces los capachos no llevaban agujero en el centro como los actuales ya que a la hora de prensarlos no se les metía ningún eje para que estuvieran derechos sin caerse.
El traslado de la pasta a los capachos se hacía en cubos o pozales. Si después de formar el pie del capacho sobraba pasta, esta era depositada sobre una pila allí existente para este fin. Encima de los capachos iba una cobertera redonda de madera llamada tajador que hacía de tapadera o boina de los capachos. El tajador estaba hecho de madera pesada de roble o almendro. Y sobre el tajador iban los marranos, maderos gruesos utilizados para armar el pie. Medían un metro de largo y en los laterales llevaban unas manillas o agarraderos para su manejo en forma de borla. Se ponían encima del tajador hasta que alcanzaban la viga o prensa. Los marranos hacían presión sobre los capachos al bajar la viga.
El sistema de prensado mediante una viga es el más conocido entre los sistemas de prensa de los trujales. La viga o prensa era equivalente a cuatro maderas de roble dispuestas en cuadro para formar un bloque entero. Estaban acopladas y amarradas por hierros, clavijas y aros. Cada viga poseía una longitud de diez metros, era pesadísima y su grosor sería de 1 m2. Fuertes abrazaderas de hierro unían las cuatro maderas de roble que componían la viga.
La largura de la viga iba desde una entrada o ranura en la pared derecha del edificio del trujal hasta una gran pesa y huso que tenía a una distancia de diez metros en su parte izquierda. La pesa tenía un peso de 3000 kilos y era de piedra. En esta zona la viga estaba sostenida por un tornillo de madera con su tuerca que la hacían subir y bajar y que recibía el nombre de huso. Subían la pesa para hacer contrapeso y luego subían el husillo para aflojar.
La viga en sus dos extremos terminaba en cuadro. En la parte derecha entraba el culo de la viga en el hueco de la pared. Y en la parte izquierda la viga tenía una perforación por donde pasaba el tornillo o huso que se enroscaba en la tuerca de madera que había en la viga. La tuerca era de roble. El tornillo o huso se enroscaba en la tuerca que hacía que se combinase la rosca de la hembra con el macho haciendo subir o bajar a la viga. Subía para armar los pies de los capachos y una vez armados la viga se encargaba de hacer bajar el huso hasta cierto punto en que comenzaba a oprimir el pie de capachos. Cuando ya no podía bajar más subía la pesa existente en el extremo de la parte izquierda hasta una distancia del suelo de medio metro comenzando a dar vueltas. La madera hacía de plataforma de la pesa. Encima de ella se ponían piedras. Unos hierros formando cuatro aspas servían para reforzar la pesa.
Entre la prensa donde se encontraban los capachos con los marranos y el huso había dos maderos verticales que subían desde el suelo hasta el techo haciendo la mecánica del prensado del trujal. Hacían las veces de balanza. Cuando subía la pesa (cabeza) y bajaba el culo de la viga dejando el pie libre, para evitar que la viga se cayera por un posible aflojamiento del huso se metían unas agujas de roble o clavijas de madera en unas aberturas que poseían los maderos verticales que hacían de balanza. Estas aberturas eran de unos 15 cm de anchura por 1 metro de longitud. También se recurría a este sistema de seguridad cuando había que hacer subir el culo de la viga que se encontraba empotrado en el interior de la pared. A la hora de armar un pie solo se dejaban una o dos agujas como medida de seguridad con el fin de que no cayese la viga por fallo del huso.
En el hueco de la pared derecha donde iba el culo de la viga se solían introducir unos garrotes para mayor presión. El huesillo de la oliva salía muy oprimido y prensado. Con los pies de los capachos había que tener mucho cuidado ya que a veces se resbalaban y podían caer. El funcionamiento del prensado metía mucho ruido, una especie de chasquido: clan, clan, clan…
El aceite, al ser aprisionados los capachos por la viga, salía de estos formando pequeños manantiales. Por la parte izquierda la viga bajaba presionada por la pesa y por la parte derecha el garrote no dejaba subir al culo de la viga incrustado en la pared derecha. Al final, cuando la pesa había llegado al suelo y ya apenas podía prensar más, esta era elevada a medio metro del suelo comenzando a dar vueltas con lo que se conseguía apurar algo más el prensado del pie.
Para el manejo de la viga, subir y bajarla, se necesitaba bastante fuerza humana, por lo menos tres o cuatro hombres robustos y bien curtidos.
Según el mismo informante, el huso de madera de la viga lo fabricó un carpintero de Moreda. Este huso, que aún se conserva, es una verdadera obra artesanal, realizada con la ayuda de un martillo de palo y de un formón sobre un tronco de olmo al que practicó más de tres metros de rosca para formar el huso.
La pesa iba agarrada o empotrada a la parte inferior del huso. Si el huso mediante manivelas era accionado hacia la izquierda subía la viga para proceder a armar el pie de capachos. Si se accionaba dándole vueltas a la derecha se hacía subir a la pesa. A continuación, durante un par de horas o tres la pesa iba bajando la viga que a su vez realizaba la labor de prensado sobre el pie de capachos.
Además de utilizarse la viga del trujal para prensar la pasta de las olivas se aprovechaba para prensar las vinazas (posos y heces de las uvas pisadas en el lagar) en tiempos de vendimia, sin que fueran necesarios los capachos. Las vinazas se depositaban directamente sobre la mesa de piedra o tremis del trujal. Encima se ponía toda la ropa de maderos necesaria hasta alcanzar la viga. La tarea de prensado era la misma que para las olivas. Con un hacha especial en forma de media luna se cortaban las vinazas que sobresalían por los laterales. Una vez prensadas las vinazas se obtenía el llamado “vino de prensa”.
El hornillo y la caldera
Detrás de la prensa y junto a la pared se encontraba la caldera de cobre con un hornillo debajo. La caldera estaba puesta con albañilería a modo de cuadro o casetilla. Debajo de la caldera había un cenicero, una parrilla y una puertecilla de hierro.
El combustible empleado en la alimentación del hornillo era muy variado: huesillo, sarmientos, oliveñas, leña de olivo, cepas, etc. Con el fuego del hornillo se pretendía hacer hervir el agua de la caldera para emplearla en escaldar la pasta de oliva de los capachos. La caldera tenía una capacidad en torno a los 400 o 500 litros de agua.
Con el sistema de viga se prensaba dos veces, una cuando se armaba el pie, ya descrita, y la otra al escaldar los capachos con agua hirviendo. De esta manera, después de realizar el primer prensamiento (prensado) se soltaba la pasta de los capachos y se echaba a una pila de piedra o alorín. Esta pasta que se hallaba muy endurecida debido a la primera prensada será ahuecada y metida de nuevo dentro del capacho para efectuar una segunda prensada. Un trujalero sacaba con un pozal el agua hirviendo de la caldera y la echaba a los capachos. Un cubo de agua hirviendo por cada capacho. De esta acción salía mucho vapor que inundaba por completo la atmósfera del trujal. El agua hirviendo siempre se echaba en el segundo prensamiento, nunca en el primero. De la segunda prensada se sacaba el huesillo que era arrojado a los alorines, depósitos o almacenes de piedra. Asimismo, de esta segunda prensada el aceite salía más purificado ya que el obtenido del primer prensamiento era más denso.
Cuando el pie de capachos “lloraba el aceite”, este caía sobre el tremis o mesa de piedra, discurriendo a través de dos cauces o canalillos hasta dos tinas de piedra que se encontraban en la parte izquierda a nivel inferior del tremis. A su vez, el agua hirviendo también era utilizada para echar a las tinas de piedra o depósitos del aceite recién prensado. La finalidad de echar a estas tinas un par de calderos con agua hirviendo era escaldar las madres del aceite que quedaban gordas consiguiendo que la hez se reposara en el fondo de la tina.
Las tinas
Eran unos depósitos de piedra donde se recogía el aceite y agua procedente del prensado a través de dos canales. Estaban situadas al lado izquierdo de la prensa, a nivel inferior al de la mesa de piedra o tremis de la prensa. La capacidad de las tinas era de 20 cántaras. El aceite que se hallaba en reposo en las tinas se clarificaba mediante cubos de agua hirviendo. Por sus diferentes densidades el agua bajaba a la parte inferior y el aceite se quedaba encima.
A continuación, se procedía a “sangrar las tinas” cuando el aceite ya reposaba. La operación consistía en quitar el tapón o taruguero que la tina poseía en su parte inferior haciendo descender el nivel de la tina como una cuarta (15 cm). El agua de la parte inferior marchaba a través de un canal hasta los infiernillos. Y el aceite era recogido de la parte superior de la tina con el plato que poseía un asa en el centro. Del plato se echaba el aceite a la cántara o medida. Posteriormente, el aceite se transportaba a las casas en pellejos de piel de cabra.
Los infiernillos
Después de sangradas las tinas, el agua mezclada con algo de aceite iba a parar a través de un canal a los infiernillos, grandes depósitos de piedra subterráneos. En ellos se depositaba el agua de toda la campaña. Se encontraban en un cuarto que hay tras la prensa y el hornillo. Los infiernillos eran una especie de lago de piedra subterráneo de 1.5 m de profundidad aproximada. Eran dos con una capacidad entre ambos de unos 6000 litros. La parte superior de los infiernillos estaba cubierta con tapaderas de madera.
Terminada la campaña de molienda de la oliva, el agua y aceite de los infiernillos se dejaba reposar durante un par de meses. En este tiempo las heces se depositaban en el fondo y el aceite flotaba en la parte superior. Entonces mediante un plato se cogía el aceite que se pudiera, llegando algún año a recoger por este procedimiento hasta 30 cántaras de capacidad. El aceite que se sacaba de los infiernillos correspondía al amo del trujal. Según un dicho popular los infiernillos eran el infierno para los clientes y el cielo para el amo o propietario del trujal.