Enfardado
Un elemento más que hizo su aparición avanzado este período fue la enfardadora mecánica o empacadora; pero esta requería un tractor de mayores dimensiones. Las primeras enfardadoras se utilizaron no solo para enfardar la hierba propia sino que sus dueños se dedicaron a hacer este mismo trabajo con la hierba de todo aquel que solicitase sus servicios cobrando a un tanto por fardo. Como cada cliente avisaba siempre al mismo enfardador a medida que iba secando la hierba de diferentes prados, el pago se hacía al final de la campaña.
Para enfardar la hierba los dueños del prado debían realizar un trabajo previo consistente en disponer la hierba en hileras del tamaño apropiado llamadas lombillos; de ahí que a esta labor se la conociera como alombillar. A menudo, dado lo irregular del terreno, mientras la enfardadora estaba trabajando, una persona se encargaba de empujarle la hierba hacia el recogedor para que no quedase nada en el prado, a este trabajo se le pasó a llamar meter hierba a la enfardadora.
Por detrás, sobre todo si eran personas de cierta edad acostumbradas a dejar los prados bien limpios, los había que arrastrillaban la poca hierba que dejaba esta máquina. Iban reuniendo la hierba en pequeños montones que después con la misma rastrilla depositaban sobre cualquiera de los lombillos cercanos. Estas personas iban retirando los fardos que rodaban hasta la proximidad de alguno de dichos lombillos para que no obstaculizasen el trabajo de la enfardadora, así mismo retiraban los que estorbasen allí donde el tractor debiese realizar maniobras.
A veces como el trabajo de enfardado se llevaba a cabo con mucha rapidez, ya que el dueño del tractor debía atender numerosas solicitudes, se arrastrillaba el prado con posterioridad, una vez se habían recogido los fardos o durante el proceso de reunión de los mismos.
Pocos dejaban los fardos tendidos en el prado, es decir dispersos, ya que se humedecían con el rocío de la noche, y mucho menos si se preveía que iba a haber tormenta. Se procuraban trasladar hasta la casa y meterlos a resguardo y si no era posible se amontonaban en el prado. Para ello se podía hacer uno o dos montones grandes que se cubrían con algún toldo y posteriormente con plástico. Este trabajo resultaba laborioso porque había que ir recogiéndolos por todo el prado y trasladar hasta el punto donde se amontonaban, por lo general un lugar lo más llano posible para después poder disponer cómodamente el tractor con el remolque para cargarlos. Otro procedimiento era encastillar los fardos. Se amontonaban de dos en dos, es decir, se ponían dos fardos paralelos en el suelo, encima otros dos pero girados noventa grados y por último otros dos, también girados. Lo de disponerlos perpendicularmente unos sobre otros permitía que el montón quedase estable. De este modo se minimizaba el efecto del rocío e incluso de la lluvia, si no era demasiado fuerte. Algunos arrastrillaban un poco de hierba de la que hubiese quedado en el entorno y la depositaban sobre el montón a modo de cobertura para proteger los dos fardos que quedaban en la parte superior.
El primer procedimiento presentaba la ventaja de que ahorraba tiempo y esfuerzo a la hora de recoger los fardos al día siguiente o cuando fuese posible. En buena medida recordaba al viejo procedimiento de atropar la hierba para hacer las cinas. El segundo procedimiento era más rápido y a él se recurría cuando estaba a punto de echarse la noche o amenazaba lluvia inminente.
En Bedarona (B) los ganaderos que tenían muchas cabezas dejaron de hacer almiares y empezaron a hacer fardos con la hierba seca. En esta labor se ayudan los vecinos, ordezko beharra. Para enfardar se empieza segando la hierba con la segadora entre uno o varios vecinos. A los que trabajan fuera del caserío y no pueden segar la hierba se la cortan los vecinos. Se deja secar al sol y se le da vuelta con máquina para que seque del otro lado, bedarra bueltetako makina. Cuando está seca se hacen hileras con la misma máquina, que compraron entre dos vecinos. Ellos mismos realizan esta labor en otros caseríos sin cobrar nada a cambio. Los fardos se hacen con una enfardadora que se trae de una localidad vecina. Necesita de una persona que le vaya ayudando con el rastrillo a que recoja la hierba y no se apelotone. Los fardos quedan esparcidos por el campo y con tractores se llevan al caserío y se guardan en el pajar. Los que vienen a enfadar cobran por fardo. Después del trabajo se da una cena a todos los que han participado en él.
En Ajangiz y Ajuria (B) alrededor de los años 1960 se comenzó a enfardar la hierba. En Ajangiz la primera enfardadora que se conoció vino de la vecina localidad de Kortezubi. Se segaba la hierba, se secaba y se disponía en hileras para que la enfardadora hiciese los fardos que después se transportaban al camarote de la casa. A quienes habían colaborado en el trabajo, además del pago al dueño de la máquina, se les daba una merienda en casa.
En Urduliz (B) la enfardadora realizaba la labor previa cita, algo común a todas las localidades. La gente solía estar muy preocupada con el tiempo por si llovía mientras la hierba estaba esparcida secándose. Si así ocurría, cuando escampaba había que volver a darle vuelta y esparcirla porque si no se corría el riesgo de que se pudriera.