Imágenes de santos y prácticas mágicas
Con motivo de procesiones con imágenes de la Virgen o de los santos quedan recuerdos de ritos practicados antaño que hoy en día podríamos calificar de carácter mágico. No eran raros actos como el de introducir en la mar o en un río la imagen de un santo o asperjarlo con agua. Estas prácticas se interpretaban como válidas para obtener la lluvia en tiempos de sequía. He aquí algunas de estas prácticas un tanto lejanas en el tiempo.
Se guarda memoria en Zeanuri (B) que cuando persistía el tiempo seco bajaban la imagen de san Adrián desde su ermita, situada en el barrio de Beobide, hoy despoblado, hasta el río Aldain; allí se le mojaba y se le retornaba en procesión. “Aldaingo errekara ekarten ebela siketa denporan. Bertan bustita atzera eroan ermitera”.
El recuerdo de esta misma práctica lo encontramos en Belendiz (B). Con motivo de sequías prolongadas, conducían en procesión la imagen de san Lorenzo desde su ermita hasta la parroquia; al pasar junto al río, asperjaban la imagen con agua.
En Zaldibar (B) en tiempo de sequía, introducían la imagen de san Lorenzo en un riachuelo cercano a la ermita con el fin de impetrar la lluvia.
También se sumergían las reliquias de santa Felicia en Labiano (N), así como la imagen de la basílica de San Pedro de Usín en el Romanzado (N). En Urdiain (N) en las procesiones de la Virgen de Aitziber era costumbre rociar su imagen con gotas de agua con la palma de la mano. En Bakaiku (N) se arrojaban jarros de agua a la imagen[1].
En los años 1920 esta costumbre se practicaba con determinadas imágenes según Barandiaran: “En Alsasua (N) introdujeron en el río, la imagen que se veneraba en una de las ermitas de aquel pueblo, y así la tuvieron, sin retirarla del agua, durante varios días, esperando que tras esto había de llover”.
También se cuenta que en Astigarraga (G), durante una sequía, introdujeron en el agua la imagen de Santiago.
Los ancianos de la parroquia de San Gregorio de Ataun (G), refieren que, en la procesión de una rogativa, uno de los asistentes roció con agua la imagen del santo patrón en el momento en que la iban a pasar por el puente que llaman de Gomensoro; y se desencadenó tan presto una furiosa tempestad, que todos se mojaron antes de llegar a la iglesia.
En la parroquia de Aia, del mismo pueblo de Ataun (G), refieren un caso semejante. En cierta ocasión, los fieles llevaban procesionalmente la efigie de santa Isabel, impetrando lluvia para sus campos, y al pasarla junto a la fuente que hay a la orilla del camino, entre los caseríos de Aiarre y Aitxeberri, la asperjaron con mucha agua y le lavaron la cara. Antes que la procesión volviera a la iglesia, empezó a llover; y aún es fama que cayó el agua tan torrencialmente, que arrastró muchas tierras y causó grandes perjuicios en las cosechas[2].